Ángel Alonso Carracedo
Sábado, 23 de Marzo de 2024

Mafiocracias

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El concepto liberal de la democracia pasa por los momentos de mayor descrédito de su historia, si la atención se fija en los últimos procesos electorales y en los pronósticos que asoman en los que quedan pendientes este año, que van a afectar a casi la mitad de la población mundial. Especial significancia tienen tres puntos: Rusia, Estados Unidos (los polos que protagonizaron la Guerra Fría) y la Unión Europea, una potencia nacida de la necesidad de paz duradera, que ha cumplido hasta el conflicto de Ucrania. El talón de Aquiles ha sido la prioridad de mercados, en vez de alentar una condición  ciudadana. Las finanzas no consolidan identidades, solo negocios. El objetivo de supranacionalidad ha ido a remolque.   

 

Rusia acaba de celebrar una pantomima de elecciones. Vladimir Putin es un personaje que supera las peores versiones de los dictadores de la década de los treinta del pasado siglo. La suya es una maldad de nuevo cuño, difícil de encuadrar. Se sirve de las urnas para legitimar un cesarismo con el mayor poder destructivo de la historia al servicio de un mesianismo satánico, que llena de ejemplos día sí, día también. El dedo arriba o el dedo abajo no se circunscribe al ejemplo menor de un circo de gladiadores. Tiene a su disposición un arsenal nuclear para borrar del cosmos a este planeta decenas de veces. Arrasa a los opositores. Los envenena o hace desaparecer con una sofisticación que empalidece el refinamiento renacentista de los Borgia con las pócimas letales. Un brujo de las profundidades que fueron los servicios secretos de las potencias de la posguerra. Su sonrisa congela la sangre.

 

Estados Unidos avanza imparable al proceso de putrefacción de los imperios desnortados por las pérdidas de valores o por el cambio de los mismos hacia criterios estúpidos que mimetiza en grandezas de vanguardia. Todo apunta a que Donald Trump, un viejo conocido, antiguo inquilino de la Casa Blanca (por sus hechos los conoceréis), volverá a ser dueño del imperio occidental con el talante del Nerón orgulloso de ver arder Roma, es decir nuestra civilización, mientras se embelesa en las odas bufas de sus mensajes y prédicas de la América grandiosa, otra vez (again). Un político encausado en casi un centenar de procesos de corrupción política y moral, pone  frente al espejo la Alicia en un país que hace medio siglo fue el ejemplo de las garantías del Derecho y de la Ley, ante los abusos de un presidente que se creyó con derecho de pernada. Watergate, ¿les suena? ¿Dónde ha quedado su espíritu? Hoy no está en la sociedad civil ni en la valía de la prensa más creíble de la época. Amordazados, cuando no alienados por los lavados de cerebro masivos de la  tecnología en la versión de uso más fraudulenta.  

 

El próximo año, el mundo estará en manos de dos megalómanos abducidos por la locura distópica de ser los amos del planeta como demostración inequívoca de fuerza bruta y descontrolada. Van de amigos y la humanidad tiembla porque son los sumandos de la catástrofe y no el contrapeso entre dos superpotencias en horas bajas con delirios de grandezas apolilladas. Les importa un bledo reconstruir sobre un planeta achicharrado.  

 

Churchill dijo que la democracia liberal era el menos malo de los sistemas de gobierno. Nada ha podido superar esa verdad. Pero nadie puede objetar que, con todos sus defectos, es el sistema que mejor se aviene a la convivencia entre las personas. En cambio, la apuesta de que la maldad de los gobiernos había llegado a su tope con el nazismo y el estalinismo, se ve superada por la barbarie de discursos impregnados de belicismos y nuevos imperios.

 

La historia desterró en 1945 los caudillismos como puerta abierta al progreso y la grandeza de las naciones. Lo vivido dos décadas antes fue una pesadilla que está a punto de reproducirse con dimensiones apocalípticas elevadas a la enésima potencia. La humanidad ha abdicado de sus responsabilidades y está entregándolas como cheque en blanco a liderazgos poseídos por una maldad de villanos de tebeo. Hitler y Stalin ya han incubado sus huevos.

 

La incubadora de valores que es la libertad está acechada por populismos sin otra tarea que alimentar el rencor de las masas. Sobre esa palanca se aúpan opciones y liderazgos políticos con el único discurso de ajustar cuentas con el mismo combustible. El monstruo enseña algo más que la pata por el quicio de la puerta.

 

El engendro visual más tenebroso hoy es el gobierno, a sol o sombra, de las mafias en algunos países. El narcotráfico en México, Colombia, Venezuela es un Estado dentro del Estado. Rusia se ha configurado como una mafiocracia, apoderada de despojos de la Unión Soviética. Haití y Ecuador padecen el horror de una tiranía de bandas de delincuentes. El segundo país ha tenido que poner en servicio la violencia institucionalizada para combatir a esas pandillas organizadas en estructura paramilitar. África es una creciente sucesión de Estados fallidos, donde señores de la guerra campan por sus respetos con la miserable pretensión de legitimarse sobre las miserias de los apestados. Argentina pretende borrar de un plumazo las garantías colectivas para erigir el darwinismo social en jungla de asfalto. Códigos sin otro comportamiento que la sumisión de la omertá, la pandemia del miedo y la voladura de la Ley.

 

La geopolítica ha dimitido de la intelectualidad estratégica para volver a ser brutalidad. Los Jinetes del Apocalipsis superan el cuarteto de dramáticos conceptos y llevan apellidos como Putin, Trump, Netanyahu, Xi Jinping, Kim Jong Un, Millei. Todos jibarizan al padrino Don Corleone.    

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