Javier Huerta
Sábado, 23 de Marzo de 2024

El amante de Felicidad Blanc / y 10

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En noviembre de 1969 Souvirón da un recital poético en el Ateneo. Lo acompañan poetas a los que admira, como Claudio Rodríguez, Paco Brines, Luis Rosales, Juan Luis Panero… El poeta echa la vista atrás para recordar su primer poemario, Gárgola, publicado en 1923. El coloquio posterior lo cansa, en particular por las “gilipolleces” de Federico Muelas, entre otras intervenciones igual de desafortunadas de quienes quieren siempre demostrar su sabiduría. A la cita no podía faltar Felicidad, a la que llevaba tiempo sin ver. “¿Estoy enamorado de Felicidad, y lo advierto cuando vuelvo a encontrarla? Tal vez”. Todo empieza y acaba en la intimidad inexpugnable de este amic / amat que es Souvirón. Parafraseando a Machado, podría decir: mi diario «es plática con ese buen amigo / que me enseñó el secreto de la filantropía”.

         

1970-1972. El Diario se va adelgazando, pues que “las ansias crecen y las esperanzas menguan”, como dijera don Miguel. El cada vez más enfermo Souvirón se va agotando, aunque sigue haciendo gala de su ironía, unas veces fina y otras gorda, a la hora de definir el ambiente político y social de la España del tardofranquismo. Por ejemplo, los ires y venires de los intelectuales y políticos que van soltando amarras con el régimen: Laín Entralgo, Ruiz-Giménez, Areilza, Ridruejo, Maravall, Aranguren, Rosales e tutti quanti. Estamos, sin duda, en la pre-Transición.El lector agradece la franqueza del diarista repartiendo mamporros a diestra y siniestra. “Estoy cansado de explicar que mi asco de las izquierdas, embusteras (¡pobre Rafael Alberti, tú, qué bien sabes mentir en izquierdista!) no me evita la náusea de las derechas putrefactas”. Ecléctica sátira que vale para cualquier tiempo y lugar, el nuestro sin ir más lejos.

 

Se agudizan los achaques y el poeta se prepara  para la muerte con cristiana esperanza: “Lo peor de esta situación enfermiza, o al menos dolorida, es la tentación de ‘aquí no me queda nada que hacer’. Al contrario: aprovechar la luz que me queda, luz clarísima y serena, para hacer cuanto pueda por mi salvación y por la de otros, usar esta sagesse en culminación –y en peligro– para iluminar el mundo que me rodea, hasta donde llegue mi luz, todavía encendida”.

         

El Diario concluye el 25 de mayo de 1973. “Escribo poco, casi nada. Espero la aparición –en próximo día– de mi Poesía entera 1923-1973, que está terminándose de encuadernar. Lo paso amablemente con mi hijo y mis nietas. Procuro excitarme lo menos posible con la imbecilidad universal (me duele más la española) que veo por doquier. La gente anda sucia, en especial la que tiene medios para lavarse. (Por fuera y por dentro.) Huele mal la gente hoy, me molesta en la nariz. Sigo esperando que Cristo vuelva.”

         

Hacía ya tiempo que Felicidad estaba ausente de las páginas del Diario. La última mención viene por un almuerzo al que la invita en compañía de Juan Luis Panero y su primera esposa, Marina Domecq. “Hacía meses que no hablaba largo ni con Feli ni con su hijo. Este está mucho más hombre y muy sensato; el matrimonio le ha hecho bien –la mujer es muy encantadora–; Felicidad, cariñosa y sencilla)”. Me pregunto qué opinión le hubiera merecido –de haber vivido Souvirón cuatro años más– El desencanto. ¿Le hubiera indignado, como a tantos amigos de Leopoldo, aquel linchamiento exquisito del poeta fallecido? ¿Hubiera comprendido las razones de su amada Felicidad para lamentar tanto tiempo a la sombra de un poeta que solo la hizo feliz al principio y al final de su matrimonio? Ya vimos cómo en el Diario corría tupidísimo velo sobre todas las confidencias que le hizo Felicidad acerca de su vida amorosa y matrimonial. Es probable que, en ese sentido, la película de Chávarri no le hubiera supuesto una sorpresa grande. Contra los que hubiera despotricado sin piedad no me cabe duda de que hubiera sido contra los hijos, que al cabo del tiempo terminarían, de una u otra forma, avergonzados de aquellos papeles vergonzantes de los que terminarían arrepentidos muchos años después.

         

José María Souvirón falleció en Málaga el 23 de agosto de 1973, Su epitafio dice: “Vivió toda su vida. Amó todo su amor. Murió toda su muerte”.

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