Astorga Redacción
Viernes, 29 de Marzo de 2024

"Ahíta de resuellos junto al madero fresco, no entienden su palabra"

No pudo celebrarse la procesión del Santo Entierro debido a las previsiones de lluvia, Pero en su lugar en la Iglesia de los Redentoristas de Astorga, organizado por la Cofradía de la Vera Cruz y Confalón, se celebró el Acto del Desenclavo, contrapartida lógica del enclavamiento de la noche anterior. El acto que fue muy musical contó con la interpretación de 'La Muerte no es un final' y 'Pueblo mío', 'Toque de silencio' y canto gregoriano a cargo de la Schola de Gregoriano de Astorga. Al final del acto con toda la emoción sobrevenida solo una mujer se acercó al Cristo Yacente y en las manos abiertas le ofreció una lágrima.

Las fotografías de Eloy Rubio van acompañadas de dos poemas de Salvador Espriu y Carmen Conde.

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Desde su niñez, al escritor Salvador Espriu le acompañó el sufrimiento: enfermedad, la muerte de familiares y amigos, la guerra civil y la dictadura franquista, la demencia y degeneración moral en el mundo entero. Todo ello puede explicarnos su intensa preocupación por el sentido de la vida y su expresión en la Pasión de Cristo y en la Semana Santa.

El poema XXXI de 'Semana Santa' expresa muy bien esa situación postmorten de los allegados por los lugares donde convivió con el finado.

 

XXXI

 

Nada comprendo del fondo del pleito

¿Culpas de quién? Velos de secreto

van encubriendo la verdad.

Hoy me aproximo al lugar yermo.

Desde lo alto del caballo de mi saber,

hurgo tinieblas con placer.

Vuelvo por donde fueron alzados,

juntos, los tres palos de los condenados.

El cuerpo del rey ya está guardado

en el sepulcro por él recién estrenado.

Raros cortesanos desnudos,

los otros dos crucificados

mueren con las rodillas rotas.

Perros con hambre roen pies,

hasta los tobillos hinchados de los reos.

La tierra se mueve. La luz del relámpago

me abate de golpe en este campo.

 

 

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Perteneciente a ‘Mujer sin Edén’ (1947), de Carmen Conde, en el canto cuarto la voz de Eva se transforma en la de María, las voces antagónicas de las dos figuras bíblicas que representan el bien y el mal. En este canto se une el dolor de María por la muerte del hijo y el dolor de Eva, que recuerda a Adán cómo perdieron el alma y el Edén.

 

El dolor de María por su hijo

 

Cansada estoy de ver que sangra sin que nadie

restañe sus fluentes venas por el odio.

No brillan sus cabellos, la risa de sus labios

no es hoy la pura flor que fue, es todo herida;

piedra negra, lodo duro, cieno en su figura

pugnando hasta la impávida cabeza

de luz encima de la luz.

Pestilente marea humana que no quiere su amor

ferozmente golpea

la carne que es de Dios, que es de lumbre.

 

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Gotean de mis ojos unos cielos que a deshora

conocen acercarse provistos de azucenas

aquellos que en sus ciénagas se alojan.

 

Ahíta de resuellos junto al madero fresco,

no entienden su palabra.

¡Un Hijo del Espíritu de Dios ha de arrastrarse

delante de jaurías que no cejan!

 

 

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¡Oh Tú, Señor! Soy tan pequeña

que en mí no cabe tu grandeza íntegra.

Defiéndeme del Mal, recuérdale: es tuyo.

Hijo de la Tierra por el Cielo que la busca

lavándola sin diluvio: con una fuente única

volcándola al Varón que ha sido Verbo…

 

 

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