Eloy Rubio
Sábado, 30 de Marzo de 2024

"Este encuentro con ella a vida o muerte, la tristeza tan larga que me augura"

Era ya previsible que, por idénticos motivos meteorológicos que 'El Santo Entierro', 'La Soledad' se quedase en casa en la noche de este Viernes Santo en Astorga. No obstante se proclamaron loas por lo no sido, por lo que cuando sea será inaudito, insólito, etc. La Real Cofradía de Jesús Nazareno y María Santísima de la Soledad homenajeó a la Guardia Civil, con entrega de placa-recordatorio, por los servicios prestados en tantos años. Se hizo recuento de los pasos que iban a salir y se los bailó lo mejor que permitía el espacio del Cabildo. Asomó al zaguán el paso de la Soledad. Vítores y aplausos.

Las fotografías van acompañadas de los textos de Eloy Rubio y los poetas Marta Sanz y Carlos Edmundo de Ory.

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La parsimonia de La Soledad es todavía mayor que la de la muerte, es conciencia de inmensidad, de fuga inalcanzable. Todavía en compañía de un desolado San Juan cada vez más ido cuando quiera acercarse. Han salido los astorganos no para verlo, sino para estar ahí, al compás del murmullo, del frufrú de la palabra orada, musical, horadada. Oír y recomponer la mirada huidiza en el silencio de esta larga noche que se inicia.

 

Ahora el milagro es el de la audición. “Oh alto árbol en el oído. Y calló todo”. Un 'Sancti Spiritus' en el oído echábamos hoy de menos que concertara a los cofrades y astorganos a una sola y polifónica voz. Una música silente emana de las paredes del templo sin que nunca viéramos nada; como una música enlatada, pero las voces, en verdad un aliento distinto. Un viento…

 

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Marta Sanz

 

Calle de la Guadaña

 

Una verdad me sigue por la calle.

Casi roza su sombra con la mía.

Oigo cómo se enreda

entre las buganvillas, cómo gime

implorando el abrazo de las tapias

hasta caer inerte sobre el suelo.

 

Dios mío, si es posible,

pase de mí su rostro,

este encuentro con ella a vida o muerte,

la tristeza tan larga que me augura.

La calle se hace ahora más estrecha,

más húmeda y extraña. Continúan

goteando su livor las buganvillas.

Vuelvo la vista atrás. Allí está ella,

erigida en el tiempo, modelada

por caricias. La miro.

Es sólo mi reverso.

 

 

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Carlos Edmundo de Ory (Siglo XX)

 

Estar ungido por las lágrimas

 

Si salgo a solas tomo dos caminos:

mis piernas se odian, pero no mis manos. Encerradas mis manos en mi alma

me postro de rodillas para no dividirme.

Dios es mi plato de arroz

y llaman a mi puerta

los portadores de noticias.

 

No abras, alma mía, a nadie abras.

Ni aunque te traigan manteles

y sin son sábanas tampoco.

Porque no tengo ni mesa ni cama.

Estoy royendo el hueso

de mi última comida.

Precedidos de perros

han venido los hombres

a buscar al derviche mendicante.

 

¡Vedme tan sólo por el ojo de la cerradura!

Y que ninguna mujer se asome.

Que soy yo por fin un feto.

¡Ah, mi cabeza minúscula comida por los vientos!

Mi cara refinada.

Mis manos nobles podridas de rezar.

Mi frente alta y furiosa.

 

Yo soy el mutilado sangriento de la noche. Comprender a todos no es moral.

¡Ay del que toque mi cráneo!

¡Ay del que ponga cucharas en mi boca!

 

Todos se han ido ya

con sus perros y sus vasijas

y en los hilos de mis pelos

mis teléfonos me espantan.

 

 

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