Eloy
![[Img #68787]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2024/8839_el.jpg)
Mayo es el mes de las flores, pero también el de las ausencias, como nos recuerda en este breve y premonitorio verso el poeta.
Nunca es fácil, en el ejercicio de ponerse frente a la cuartilla en blanco, expresar con las palabras justas y adecuadas, lo que uno quiere compartir con el mundo, con quienes lean su mensaje. Y más aún, cuando es de la muerte de lo que se quiere hablar. Y de un ser humano, ya de por sí discreto y profundo por naturaleza, que se nos ha ido como el rayo que no cesa de Miguel Hernández: de forma fulminante.
Hoy quisiera, con estas breves reflexiones, elogiar la memoria de Eloy Rubio Carro, de Astorga.
Un hombre renacentista, si por tal entendemos a ese ser humano multidisciplinar en su saber y en su vivir, que supo esbrinar, -como dicen mis paisanos catalanes-, indagar, acerca del significado de la vida, desde sus múltiples facetas de profesor, poeta, padre de familia, fotógrafo… de ser humano en suma.
Porque Eloy fue una de esas personas que en estos tiempos de exabruptos y tensiones, invitaba al sosiego con su tenue voz, que te obligaba a concentrarte en el ahora para oirla y te enriquecía por su contenido al escucharla. Traté poco con él, pero en las ocasiones que coincidimos (en una de ellas me enseñó la biblioteca enorme que tenía en su casa de Maragatos), pude percatarme de que se trataba de un hombre vivo. Con una mirada limpia, inquieta, luminosa, que denotaba un alma llena de proyectos. Uno de ellos, sin duda, esa casona, almoneda de los amigos, como él mismo la definió una vez. Donde logró crear un espacio acogedor para él y su esposa e hijas, que tuvieron la fortuna de crecer en un pueblo, antes de que la vida les lleve a buen seguro por el ancho mundo. Otro, iniciado junto a su mujer, fue ese pionero en la comarca diario digital que es Astorga Redacción. Un punto de encuentro con la información en internet, en el que Eloy era nuestros ojos, enriqueciendo con sus imágenes de reportero incansable las noticias cotidianas de los valles del Teleno, la Cepeda, Órbigo y Tuerto.
La poesía y la literatura fueron otras de las cuerdas que supo tocar en su fecunda vida, donde imagino que jugaría un papel importante haber sido familia de dos ilustres astorganos: Esteban y José Antonio Carro Celada.
Dos poemarios; una gavilla de cuentos; algunos importantes textos pedagógicos para acercarnos a los a veces alejados hermanos de etnia gitana; una tesina sobre Husserl, -padre de la Fenomenología, ciencia de la esencia de las cosas-, fueron la herencia cultural que nos regaló Eloy. Pero su repentino fallecimiento, nos obsequió como buen maestro de filosofía con otra enseñanza capital: el recuerdo del memento mori (recuerda que vas a morir) y el carpe diem (aprovecha el momento) de los latinos y el γνῶθι σεαυτόν (conócete a ti mismo) y Πάντα ῥεῖ (todo cambia, nada permanece) de los griegos.
Porque ya sabemos que la vida es un soplo, o dicho de una forma más nuestra, esa brisa que pasa meciendo las hierbas doradas en los eriales maragatos, que a buen seguro Eloy conocía tan bien. Un camino de arrieros que vamos completando como buenamente podemos, con sus luces y sombras, pero que un día llega a su destino, donde cada cual nos encontraremos cara a cara con el Amor.
Eloy nos precedió en esta carrera por la vida como tantos, pero con su tranquilo quehacer cotidiano y su callada marcha, nos invitó a ver la vida la pasar, y a disfrutarla. Gracias, amigo, buen camino a Ítaca.
![[Img #68787]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2024/8839_el.jpg)
Mayo es el mes de las flores, pero también el de las ausencias, como nos recuerda en este breve y premonitorio verso el poeta.
Nunca es fácil, en el ejercicio de ponerse frente a la cuartilla en blanco, expresar con las palabras justas y adecuadas, lo que uno quiere compartir con el mundo, con quienes lean su mensaje. Y más aún, cuando es de la muerte de lo que se quiere hablar. Y de un ser humano, ya de por sí discreto y profundo por naturaleza, que se nos ha ido como el rayo que no cesa de Miguel Hernández: de forma fulminante.
Hoy quisiera, con estas breves reflexiones, elogiar la memoria de Eloy Rubio Carro, de Astorga.
Un hombre renacentista, si por tal entendemos a ese ser humano multidisciplinar en su saber y en su vivir, que supo esbrinar, -como dicen mis paisanos catalanes-, indagar, acerca del significado de la vida, desde sus múltiples facetas de profesor, poeta, padre de familia, fotógrafo… de ser humano en suma.
Porque Eloy fue una de esas personas que en estos tiempos de exabruptos y tensiones, invitaba al sosiego con su tenue voz, que te obligaba a concentrarte en el ahora para oirla y te enriquecía por su contenido al escucharla. Traté poco con él, pero en las ocasiones que coincidimos (en una de ellas me enseñó la biblioteca enorme que tenía en su casa de Maragatos), pude percatarme de que se trataba de un hombre vivo. Con una mirada limpia, inquieta, luminosa, que denotaba un alma llena de proyectos. Uno de ellos, sin duda, esa casona, almoneda de los amigos, como él mismo la definió una vez. Donde logró crear un espacio acogedor para él y su esposa e hijas, que tuvieron la fortuna de crecer en un pueblo, antes de que la vida les lleve a buen seguro por el ancho mundo. Otro, iniciado junto a su mujer, fue ese pionero en la comarca diario digital que es Astorga Redacción. Un punto de encuentro con la información en internet, en el que Eloy era nuestros ojos, enriqueciendo con sus imágenes de reportero incansable las noticias cotidianas de los valles del Teleno, la Cepeda, Órbigo y Tuerto.
La poesía y la literatura fueron otras de las cuerdas que supo tocar en su fecunda vida, donde imagino que jugaría un papel importante haber sido familia de dos ilustres astorganos: Esteban y José Antonio Carro Celada.
Dos poemarios; una gavilla de cuentos; algunos importantes textos pedagógicos para acercarnos a los a veces alejados hermanos de etnia gitana; una tesina sobre Husserl, -padre de la Fenomenología, ciencia de la esencia de las cosas-, fueron la herencia cultural que nos regaló Eloy. Pero su repentino fallecimiento, nos obsequió como buen maestro de filosofía con otra enseñanza capital: el recuerdo del memento mori (recuerda que vas a morir) y el carpe diem (aprovecha el momento) de los latinos y el γνῶθι σεαυτόν (conócete a ti mismo) y Πάντα ῥεῖ (todo cambia, nada permanece) de los griegos.
Porque ya sabemos que la vida es un soplo, o dicho de una forma más nuestra, esa brisa que pasa meciendo las hierbas doradas en los eriales maragatos, que a buen seguro Eloy conocía tan bien. Un camino de arrieros que vamos completando como buenamente podemos, con sus luces y sombras, pero que un día llega a su destino, donde cada cual nos encontraremos cara a cara con el Amor.
Eloy nos precedió en esta carrera por la vida como tantos, pero con su tranquilo quehacer cotidiano y su callada marcha, nos invitó a ver la vida la pasar, y a disfrutarla. Gracias, amigo, buen camino a Ítaca.






