Paz Martínez
Domingo, 26 de Mayo de 2024

El óxido de la luz

[Img #68794]

 

 

El jueves tuve la suerte de presentar en la Casa Panero el libro de poesía de Pablo Malmierca titulado El óxido de la luz. Resulta que como ahora todo el mundo escribe y publica (incluso yo), es fácil recibir continuamente recomendaciones de lecturas de conocidos, amigos y otros compromisos cercanos. Hacía tiempo que no me encontraba con algo que poéticamente me aportara tanto como la lectura de esta obra de Pablo Malmierca. Yo creo que desde… mejor no lo digo que después me acusarán de amiguismo, pero por lo menos desde la antología de un poeta que publicó una selección de 666 poemas, todo un mamotreto inspirador, una obra de arte.

 

El caso es que, en El óxido de la luz, el autor, se adentra en los conceptos de la verdad y del conocimiento sabiendo que lo único que puede afirmar es lo que no se puede conocer. La luz como metáfora de lo divino, como metáfora de todas las respuestas, pero también como resultado de la ceguera que produce su exceso. El mundo vertiginoso vomitando datos continuamente a través de las pantallas, poniéndonos en cueros a causa de sus algoritmos, el exceso de información utilizada para propagar ideas, rumores, hechos selectivos con intenciones políticas o ideológicas; todo eso sumiéndonos en una oscuridad devastadora. Y sí, confiemos, no desesperemos porque según avanzamos a través de las páginas Pablo nos deja imágenes muy potentes que nos ayudan a entender que todo está en constante movimiento, que incluso aquello que parece inextinguible tiene fin, también esta profunda ceguera interior nuestra. Una ceguera que no requiere de más luz, sino de otro tipo de oscuridad que tiene que ver con las cosas sencillas, con la intimidad y la introspección, con la búsqueda de las preguntas.

 

Porque, tal vez, la luz del conocimiento solo se pueda encontrar ante el desvanecimiento de uno mismo, algo casi imposible en estos tiempos en los que todos somos tan presentes, tan dogmáticos. Nadie vacila, todo el mundo tiene la respuesta incluso antes de nacer la pregunta y la luz se contamina, se enmohece. Las mentes se apolillan.

El óxido de la luz es filosofía en cadenciosos versos que nos mecen como el balanceo de una barca en aguas serenas, como cielos del otoño que navegan en catafalcos de piedra, en palabras del propio autor.

 

Esta reflexión sobre la luz, la verdad y el conocimiento en la obra de Malmierca recuerda a varias figuras filosóficas y literarias. Por ejemplo, en la filosofía de Sócrates, expresada a través de los diálogos de Platón, se enfatiza la importancia del reconocimiento de nuestra propia ignorancia como el primer paso hacia la verdadera sabiduría. Sócrates afirmó que "solo sé que no sé nada", destacando que la búsqueda del conocimiento comienza con la aceptación de nuestras propias limitaciones.

 

Asimismo, podemos encontrar resonancias en la obra deT.S. Eliot en Cuatro cuartetos donde existe una meditación sobre el tiempo, la sabiduría y la experiencia humana basada en esta idea de que la luz puede cegar y que la oscuridad contemplativa puede ser reveladora.Y también me resuenan versos de T.S. Eliot

 

(Un ejercicio perifrástico en un estilo poético raído

Que lo deja a uno ante la intolerable lucha

Con las palabras y los significados.T.S.Eliot)

 

cuando leo el último poema en prosa de El óxido de la luz. Descubro a Pablo Malmierca admitiendo las limitaciones del lenguaje ante la verdadera expresión personal. Las palabras nunca son suficientes y eso es algo difícil de admitir para sus amantes.

 

Mientras escribo sobre aquel rato de goce divino que supuso para mí compartir estos pensamientos con el poeta Pablo Malmierca no puedo evitar pensar en Eloy. El sí que hubiera sabido sacar todo el jugo a sus versos, él hubiera escrito algo memorable. El jueves nos faltó su presencia, tanto que lo busqué con la mirada, sin darme cuenta, justo el segundo antes de arrancar el evento. Y supe que nadie iba a ocupar el lugar que siempre llenó él de cultura porque era demasiado inmenso, demasiado vocacional.

 

Por eso, hoy, que la cosa va de filosofía y poesía que eran dos de sus grandes pasiones merece, con permiso de Pablo, estas últimas líneas.

 

Y con permiso de Pablo Malmierca,  también estos versos que no pudo escuchar de la propia voz del poeta.

 

[…]

Hay un momento

donde todo cambia

donde se deja de mirar hacia la nada

donde la vista se hace puentes.

[…]

(Siempre fue el momento de todo. Pablo Malmierca.)

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.