Una Luz, un recuerdo
![[Img #68809]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2024/6791_10644738_1664470210477461_3791098451384555142_o.jpg)
La tarde va obscureciendo entre dogmas de nuevo cuño, épocas de nuevos amos tuneados de caballeros pero traicionados por la palabra impostada que suele ocultar opacidades y engaños.
La noche se va cerrando en un cielo sin luna, con una nueva estrella aún cercana pero alejándose hacia ese infinito del que todos formamos parte. Un punto de luz, un recuerdo de imágenes, una forma de ser y de estar al tiempo discreta y profunda, un filósofo maestro de maestros, un fotógrafo de distancias cortas, de miradas perdidas, amante del blanco y negro como si el color, y la técnica, hicieran perderse en detalles la esencia de lo que él veía. Y un poeta al que podías leer, pero, muy frecuentemente, no entender, porque seguramente no escribía para los demás, sino para él, para lo suyo, para los suyos, amigos o enemigos, para los iniciados, para los que estaban en la "pomada".
Supongo que entender sus textos significaba entenderle a él, y yo no siempre los entendí.
Lo recuerdo de niño, era unos años menor que yo. Menudo, de pelo ensortijado, de mirada viva e inquieta, como a la expectativa, más solitario que de pandilla, con el uniforme del instituto. Después le perdí la pista para reencontrarlo unos cuarenta años más tarde. Era profesor de Filosofía, explicando a Kant, Hegel o Hume a los bachilleres y lo que fuera a los de la ESO y al tiempo, (parcial decían algunos sin saber que nuestra dimensión del tiempo siempre lo es), era un periodista todo terreno (gráfico, reportero, entrevistador...), con su mochila, con su dedicación y trabajo bien hecho.
Como editor siempre pude gozar de la más absoluta libertad en lo que le envié y publicó. Jamás me sugirió un cambio aunque sé que no siempre nuestras ideas eran coincidentes. Es un alto galardón poseer la virtud de defender lo que quieres y además estar dispuesto a facilitar que los demás lo hagan en igualdad de condiciones. No es esto lo que vemos todos los días y en casi todos los sitios.
Buscaba más los pequeños detalles en los grandes eventos que la grandilocuencia de sus focos y titulares. La verdad es perceptible desde fuera de la racionalidad y ahí están sus fotos. Más de medio millón de ellas han registrado sus máquinas, me dijo la última vez que hablé con él sobre proyectos para cuando se jubilara. Fue el 2 de Marzo, en el Pasaje y me invitó a un chocolate con churros. De allí se marchó a cubrir un acto en Piedralba, creo. Ya no lo vi más.
Estaba más cómodo en las pequeñas distancias, en conversaciones tête à tête o en petit comitè, donde su bajo y lento tono de voz, a veces casi un susurro, no agitase en exceso un pensamiento secuenciado, sin fuga de ideas, sin tumultuosidades, pero con las sedimentaciones propias del río en cauce bajo, ya cerca del mar.
Fue coherente con sus ideas, luchador incansable por las mismas, pero respetuoso con las del resto al que exigía reciprocidad. Hombre de palabra, que significa de palabra y de hechos acordes con ella.
Esta es la lección del profesor de Filosofía, del periodista y del poeta, íntegro, independiente, crítico con los hechos, defensor de las ideas, las propias y las de los demás.
Así son algunos de mis recuerdos, otros irán llegando con el tiempo, de forma aleatoria o a borbotones. Ahí está la luz de su estrella, como un faro en tierra firme que es guía para navegantes. Y éste es su legado.
Gracias por haber sido quien eres.
![[Img #68809]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2024/6791_10644738_1664470210477461_3791098451384555142_o.jpg)
La tarde va obscureciendo entre dogmas de nuevo cuño, épocas de nuevos amos tuneados de caballeros pero traicionados por la palabra impostada que suele ocultar opacidades y engaños.
La noche se va cerrando en un cielo sin luna, con una nueva estrella aún cercana pero alejándose hacia ese infinito del que todos formamos parte. Un punto de luz, un recuerdo de imágenes, una forma de ser y de estar al tiempo discreta y profunda, un filósofo maestro de maestros, un fotógrafo de distancias cortas, de miradas perdidas, amante del blanco y negro como si el color, y la técnica, hicieran perderse en detalles la esencia de lo que él veía. Y un poeta al que podías leer, pero, muy frecuentemente, no entender, porque seguramente no escribía para los demás, sino para él, para lo suyo, para los suyos, amigos o enemigos, para los iniciados, para los que estaban en la "pomada".
Supongo que entender sus textos significaba entenderle a él, y yo no siempre los entendí.
Lo recuerdo de niño, era unos años menor que yo. Menudo, de pelo ensortijado, de mirada viva e inquieta, como a la expectativa, más solitario que de pandilla, con el uniforme del instituto. Después le perdí la pista para reencontrarlo unos cuarenta años más tarde. Era profesor de Filosofía, explicando a Kant, Hegel o Hume a los bachilleres y lo que fuera a los de la ESO y al tiempo, (parcial decían algunos sin saber que nuestra dimensión del tiempo siempre lo es), era un periodista todo terreno (gráfico, reportero, entrevistador...), con su mochila, con su dedicación y trabajo bien hecho.
Como editor siempre pude gozar de la más absoluta libertad en lo que le envié y publicó. Jamás me sugirió un cambio aunque sé que no siempre nuestras ideas eran coincidentes. Es un alto galardón poseer la virtud de defender lo que quieres y además estar dispuesto a facilitar que los demás lo hagan en igualdad de condiciones. No es esto lo que vemos todos los días y en casi todos los sitios.
Buscaba más los pequeños detalles en los grandes eventos que la grandilocuencia de sus focos y titulares. La verdad es perceptible desde fuera de la racionalidad y ahí están sus fotos. Más de medio millón de ellas han registrado sus máquinas, me dijo la última vez que hablé con él sobre proyectos para cuando se jubilara. Fue el 2 de Marzo, en el Pasaje y me invitó a un chocolate con churros. De allí se marchó a cubrir un acto en Piedralba, creo. Ya no lo vi más.
Estaba más cómodo en las pequeñas distancias, en conversaciones tête à tête o en petit comitè, donde su bajo y lento tono de voz, a veces casi un susurro, no agitase en exceso un pensamiento secuenciado, sin fuga de ideas, sin tumultuosidades, pero con las sedimentaciones propias del río en cauce bajo, ya cerca del mar.
Fue coherente con sus ideas, luchador incansable por las mismas, pero respetuoso con las del resto al que exigía reciprocidad. Hombre de palabra, que significa de palabra y de hechos acordes con ella.
Esta es la lección del profesor de Filosofía, del periodista y del poeta, íntegro, independiente, crítico con los hechos, defensor de las ideas, las propias y las de los demás.
Así son algunos de mis recuerdos, otros irán llegando con el tiempo, de forma aleatoria o a borbotones. Ahí está la luz de su estrella, como un faro en tierra firme que es guía para navegantes. Y éste es su legado.
Gracias por haber sido quien eres.






