Mercedes Unzeta Gullón
Martes, 04 de Junio de 2024

Pequeñas historias y pensamientos de Enriqueta

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Son las pequeñas historias las que llenan el recuerdo.


Pablo está alterado, desesperado y triste. Hoy tiene que hacer una cosa que no le apetece nada, una cosa que se siente obligado a hacer. Su hijo le ha convencido para que vaya a Madrid a comer con él. Ida y vuelta en el día. Yo le llamo temprano, antes de que salga de viaje, y para animarle le digo en tono amoroso: “Te sirve de algo si te digo que te quiero”. “Ya me lo dijiste anoche”, me contesta en tono coloquial, como si le hubiera contado una anécdota. Sorprendida le digo: “¿Te parece repetitivo?”. “No, me parece bien que expreses tus sentimientos”, me responde como quien dice: ‘me parece bien que te laves la cara’. Me quedo desconcertada y chafada.


Pocas personas en las que he confiado no me han decepcionado.


Recuerdo ahora la última conversación con Marcos. Qué decepción. Qué personaje más sin sal, le faltan muchos hervidos. Una voz atildada y blanda, un carácter de gominola... Realmente una persona sin interés ¿Qué pude verle en su momento? Fantasía. Una gran proyección de mis ilusiones.


Cada uno piensa hacia los demás con sus propios códigos. Por eso hay tanto desentendimiento. Importante la conexión emisión/recepción.


El conflicto que tengo con las personas que me rodean es un problema de horizontes.

 
Llama para detallarme miserables confidencias. ¿Por qué tengo tanta paciencia?


Llega desbordante de sobreentendidos. Una pérdida de tiempo.


Antes se viajaba porque había un interés por lo desconocido. Ahora lo desconocido es conocido y el interés de viajar radica en vivir lo conocido. El espíritu de reto, aventura y curiosidad es tan pequeño…


Pasan las lunas y pasa la vida. ¿Qué mirada puede soportar la tragedia de la vida? La firmeza del alma no siempre vale.


Me regaló la ternura sin que yo se la pidiera. Supe entonces lo que era y quise retenerla, pero no era más que un regalo sin garantía de eternidad. Un regalo con veneno de adicción y sin receta de desenganche. Lo aprendí.


La ternura es una cualidad natural. El cariño es una disposición intelectual. Él es tierno pero no es cariñoso. No hay esfuerzo. Qué pena.


La soledad le acercó a mí con impulsos pueriles de egoísmo exaltados de entusiasmo. Pronto ese impulso exagerado se encogió, el entusiasmo desapareció y la simpleza infantil se presentó. Todo se derrumbó.


Me gustaría seguir viviendo de amor y de agua fresca.


En el amor hay que estar pendiente de lo que se da, mucho más que de lo que se recibe. Pero qué significativo es lo que se recibe. Los gestos son tan importantes como las palabras.

 
Podría decirle: “mi vida no tiene sentido si tú no estás a mi lado” para convencerle de que se acerque a mí, que creo que es lo que espera. Pero es una frase que, además de que es falsa, me parece torpe. Cada vida tiene que tener su propio sentido por sí misma, la mía tiene mucho sentido como debería tener la suya. Otra cosa es compartir el sentido de las distintas vidas para avanzar y enriquecerse mutuamente. No sé si le llegará este discurso. La frase equivale a “necesidad”. “Te necesito” como expresión de gran amor es una frase equivocada. A la persona enamorada le suele encantar escuchar que se la digan pero no se para a pensar que la palabra ‘necesidad’ no tiene el mismo significado que la palabra ‘amor’. Que te necesiten no es lo mismo que te amen. El “te necesito” es una frase trampa. Es una frase chantaje, de utilización, de echar a correr.
Soy una mujer sencilla. Me gusta la sofisticación premeditada.

 

Es preferible el ser al parecer. Cuando uno es inocente descuida las apariencias necesarias ¿necesarias?


Los límites entre realidad y deseo son flexibles como una goma elástica. Todas las respuestas son incompletas. Hay que dejar al oyente la posibilidad de alcanzar la conclusión por sí mismo.


Si quieres vivir hay que participar, hay que jugar, jugar, arriesgar y apostar, y no tener miedo a perder. El fracaso está dentro de nosotros, no fuera. Desde el sillón la vida no se sufre pero tampoco se vive, sólo se contempla.


Un hombre de 53 años me dice: “Yo prefiero desarrugar a desvirgar”, hablando de que prefiere a las mujeres mayores a jovencitas. ¡Qué gentil!


El amor está por encima de las miserias de la vida. Esa es su grandeza. Sufrir de desamor es como oír cantar una balada de otoño a las siete de la tarde sumergida en una bañera.


El sentimiento profundo de soledad es magnífico, es una sensación de unicidad, de anclaje en el Universo. Otra cosa muy diferente es el sentimiento de abandono, ese es negativo, es descorazonador. No tener a nadie con quien contar, estar solitario sin elección, es un gran dolor de vivir.


En una soledad arraigada y feliz  no hay sentimiento de abandono porque la soledad es tu compañía, eres tú en todo tu universo. Ya lo cantaba Georges Moustaki: “Non, je ne suis jamais seul, avec ma solitude” (no, nunca estoy solo con mi soledad).

 
O Tempora o mores

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