Max Alonso
Lunes, 10 de Junio de 2024

Rocco y sus hermanos

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Los artilugios aparecieron por sorpresa en un lugar privilegiado de la ciudad, el Paseo de la Muralla. Todo un atentado estético y aberrante, propio de mentes con pocas luces, con su emplazamiento en lugar tan inapropiado. En principio fue tomado como una amenaza: ¡Cuidado que mirad lo que podemos ser capaces de hacer, que ya hemos hecho otras bien sonadas! El concejal de turno, que aparecen como si estuvieron de guardia o como si fuera el capitán o el portero del Once Municipal, o de los Broncas, como les conocen, lo presentó para conocimiento del gran público, uno propio que se creen tener de analfabetos crónicos, explicando que habían permanecido almacenadas durante doce meses, todo un año, aclaró, y sin saber qué hacer con ellas y que algo habría que hacer. Siguiendo la costumbre le echó la culpa a los anteriores, que también eran simples concejales y mortales, no divinos, sin percatarse que ese tiempo, doce meses, son los que ellos llevan ocupando las poltronas y cobrando por ello. No precisó qué andarían haciendo, qué gestionando tampoco, pues siguen sin poner en marcha una buena idea para que se les recuerde.

 

Los paseantes las miraban sorprendidos ante semejantes adefesios, que no eran nada más que contenedores de basuras, al menos limpios y relucientes, con olor a recién fabricados y sin estrenar, colocados tan inoportunamente y fuera de lugar. Mentalmente hacían cábalas tratando de entender lo que podían representar y más cuando la noticia traspasó el ámbito local y no es que vinieran a verlos de La Bañeza o de Benavente o Valdespino, sus modelos a imitar, que algo tienen, por supuesto, pero no lo que ellos copian con su falta de gusto y sensibilidad, sino que los turistas internacionales acudían al reclamo para contemplar el nuevo monumento con el que los munícipes astorganos habían deslumbrado a la ciudad.

 

Luego llegó la calma, cuando la creencia popular los identificó y el misterio se aclaró: son casitas de pitufos. Hubo quienes especularon que así se iba a implantar un moderno parque infantil u otras sandeces municipales, pues habían aparecido sin saber muy bien lo que tenían entre manos y seguían confundiendo la información con la propaganda.

 

Los paseantes mentalmente hacían cábalas sobre lo que podían representar y la cuestión que ganó es que efectivamente eran casas de pitufos, allí colocadas para ser habitadas por los munícipes. Al fin se había descubierto su destino y se calmarían las visitas, que de seguir al ritmo que iban pronto superarían las cifras de visitantes alcanzadas por el Palacio de Gaudí y la Catedral justos, gracias, por supuesto, a la nueva política turística puesta en marcha por los nuevos estrategas de los movimientos de masas.

 

Rocco y sus hermanos es una película del comunistoide italiano, que además tenía título nobiliario, Luchino Visconti. Sitúa la historia en Milán, a donde llega una familia de inmigrantes procedentes del sur, que viven sus problemas de integración en la industrializada Italia del Norte. Los cinco hermanos, cada uno a su manera, intentan adaptarse a la impersonal sociedad de la gran ciudad. Dos de ellos, Simone y Rocco, desean a la misma mujer, Nadia, que es prostituta y Simone busca su salida por el boxeo. El drama se desata cuando Rocco y Nadia se enamoran y Simone loco de celos viola a Nadia. Rocco, el guapo de Alain Delon, renuncia a ella a favor de Simone, para mantener a la familia unida, pero Simone, el duro Renato Salvatori, acaba matando a Nadia, Annie Girardot, y la policía le detiene, que en aquellos tiempos las películas acababan como Dios manda y no como ahora, que acaban como la vida.

 

Yo no digo y menos sugiero que este drama se esté dando en nuestro Ayuntamiento. Bastante tiene con sus desencuentros de cada día para meterse en uno nuevo, aunque puede ser fruto de otra ocurrencia. Solo recuerdo la historia para que sepan, en su caso, cómo solucionarlo, pero la banda de los cuatro anda cada vez más agitada y el pobre Rocco más confundido, que ser solo guapo no basta. Mientras aquellos luchaban por integrarse en la nueva ciudad, estos se pelean por cómo dominarla, sin sentirla suya, que ni lo es ni lo será por mucho que lo intenten, que sí que lo intentan.

 

Cuando la creencia popular se apacigua, convencida de que son las casitas de los pitufos, comienza el peligro, que nuestros concejales se lo crean y se metan dentro, con Rocco a la cabeza de los Once de la fama, que tan poco avenidos andan, y pueden acabar en el Jerga como los niños del flautista de Hamelin, en este caso un tamboritero maragato, que los tenemos más a mano.

 

No se trata nada más que de una broma y un divertimento, tan necesario para quienes carecen de comprensión lectora y de ese sinsentido que era el humor. Mientras lo consiguen, que se anden con cuidado. Bastante es que ocupen el Ayuntamiento como si Astorga fuera suya o eso se crean, en vez de ellos de Astorga, pero que no se metan dentro de las casitas de los pitufos, que entonces se puede desencadenar el drama, aunque tan aficionados como son a las calabazas puede ser que floten.

 

Luchino Visconti, contó con Nino Rota, que fue el que le puso la música a películas La Strada, Las noches de Cabiria, La dolce vita, todas estas de Federico Fellini. Además a Rocco y sus hermanos… ¿A que la música les suena?

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