Concha Espina y el Caballero Audaz (II)
![[Img #69075]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/07_2024/5272_es.jpg)
El otro día publicaba la primera parte de la conversación que El Caballero Audaz mantuvo con la escritora Concha Espina el 9 de diciembre de 1919. Hoy voy a terminar de transmitir el resto del diálogo que mantuvieron el periodista y la escritora en aquel encuentro.
Concha Espina en ese momento cuenta con cincuenta años, su marido, Ramón de la Serna y Cueto, lleva diez años viviendo en México, y ella en Madrid con sus cuatro hijos (se divorciarían en 1934). La escritora está preparando dos libros después de haber estrenado su primera obra de teatro. Recibe, en su despacho de la casa de Madrid, a este entrevistador de moda, ataviada con un elegante traje de encajes y gasas, negro, bordado en azul. Está relajada, se siente a gusto con este personaje y espera con curiosidad sus preguntas.
Caballero Audaz - ¿Cuál es su escritor predilecto?
Concha Espina – Don Benito Pérez Galdós, cuya muerte me ha hecho llorar mucho.
CA - ¿Y el poeta preferido?
CE – Castellano y moderno, Rubén Darío.
CA – ¿Y el dramaturgo?
CE – Ah, eso es más difícil de responder. No encontramos hoy ningún dramaturgo que llene una época de España. En este aspecto de la literatura colocó junto al mismo Galdós a Benavente, los Quintero, Guimerá y Rusiñol.
CA - ¿Cuántos libros lleva usted publicados?
CE – Diez y estoy preparando otros dos.
CA - ¿Cuál de sus libros alcanzó mayor éxito?
CE – Creo que la Esfinge Maragata, sin duda porque el asunto describe el estado social de un pueblo muy extraño y desconocido… Yo no vuelvo a leer mis novelas nunca ni les concedo importancia sino cuando las escribo, mientras vibran con mis nervios y con mi alma; pero dentro de lo posible siento alguna predilección por La niña de Luzmela y La rosa de los vientos, las he vivido más…
CA – Usted estrenó, hace un año, una comedia en el Teatro Eslava que se titula El Jayón…
CE - Sí señor; hoy precisamente hace un año que se verificó el estreno, y esta fecha la considero afortunada para mí.
CA – Pero, ¿qué ocurrió con esa obra que a pesar de haber obtenido un gran éxito no estuvo en cartel más que tres noches?
CE – Es un misterio, amigo mío, que no me ha importado nada en absoluto. A falta de otros méritos yo trabajo siempre con el más puro desinterés, sin más preocupación que la del arte, y al ofrecer al público mi primera obra teatral, toda mi ambición consistía en que se aceptara. Esto lo conseguí con creces. Las cosas incalificables ocurridas alrededor del estreno pertenecen al género turbio de miserias, que ni aun merecen honores de un comentario y se olvidan con repugnancia…
CA – Es extraño el caso teniendo en cuenta que el director artístico del Eslava es un paladín del feminismo…
CE - Para qué hablar de eso ¿verdad?
CA - ¿Qué es lo que más le inquieta de la vida?
CE – Lo que más me inquieta de la vida es su consecuencia más inevitable y absurda: la muerte.
CA - ¿Está usted satisfecha y orgullosa de su profesión?
CE – Mucho. Me sería imposible cambiarla por otra. Me he entregado a ella como a una salvación contra todos los peligros humanos.
CA - ¿Cómo es su carácter? Usted, Concha, indudablemente es triste.
CE – No lo crea usted. Mi carácter es un poquito paradójico. Mire usted: cuando yo era una niña muy dichosa padecí de melancolías y reconcentraciones, y luego, cuando he corrido las más fuertes borrascas de dolor, me he vuelto alegre y optimista. Salvo algunos días de niebla y de ansiedad, y soy la que alboroto la casa de risas y bromas, siempre dispuesta a exprimir de la vida una gota de dulzura…, avara, quizás, de la que por sí misma no se me vino a los labios.
CA - ¿Cuál es la emoción que ha dejado mella más honda en su espíritu?
CE – Aparte de las más recatadas en el profundo sentimiento, me han dejado imborrable memoria descender hasta las raíces de la tierra en mis exploraciones por las minas y ascender en aeroplano hasta los umbrales del cielo, horadando las nubes de cara al sol.
CA - ¡Ah! Pero, ¿subió usted en aeroplano?
CE – Sí, señor, y bajé al fondo de las minas más peligrosas de Riotinto. En estos viajes peregrinos he gozado sorpresas y emociones indefinibles, casi sobrehumanas, que han aumentado mucho los anhelos y la inquietud de mi vida interior, ya de por sí tumultuosa…
A partir de esas experiencias en Riotinto Concha Espina escribió su novela El metal de los muertos, sobre el microcosmos de la minería, muy en conflicto a principios del siglo XX. Una de las primeras novelas sociales de la literatura española.
Concha Espina se retiró a su querida Luzmela, Mazcuerras, para disfrutar del campo, el monte y el mar, “sus amores” (a 46 kilómetros de Santander capital). Allí la encontró el inicio de la guerra civil.
En el año 1938 empezó a perder vista y a pesar de ser operada acabó quedándose ciega en 1940. Pero eso no le impidió seguir escribiendo hasta su muerte, que sucedió en Madrid en mayo de 1955, a los 86 años.
O tempora o mores
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El otro día publicaba la primera parte de la conversación que El Caballero Audaz mantuvo con la escritora Concha Espina el 9 de diciembre de 1919. Hoy voy a terminar de transmitir el resto del diálogo que mantuvieron el periodista y la escritora en aquel encuentro.
Concha Espina en ese momento cuenta con cincuenta años, su marido, Ramón de la Serna y Cueto, lleva diez años viviendo en México, y ella en Madrid con sus cuatro hijos (se divorciarían en 1934). La escritora está preparando dos libros después de haber estrenado su primera obra de teatro. Recibe, en su despacho de la casa de Madrid, a este entrevistador de moda, ataviada con un elegante traje de encajes y gasas, negro, bordado en azul. Está relajada, se siente a gusto con este personaje y espera con curiosidad sus preguntas.
Caballero Audaz - ¿Cuál es su escritor predilecto?
Concha Espina – Don Benito Pérez Galdós, cuya muerte me ha hecho llorar mucho.
CA - ¿Y el poeta preferido?
CE – Castellano y moderno, Rubén Darío.
CA – ¿Y el dramaturgo?
CE – Ah, eso es más difícil de responder. No encontramos hoy ningún dramaturgo que llene una época de España. En este aspecto de la literatura colocó junto al mismo Galdós a Benavente, los Quintero, Guimerá y Rusiñol.
CA - ¿Cuántos libros lleva usted publicados?
CE – Diez y estoy preparando otros dos.
CA - ¿Cuál de sus libros alcanzó mayor éxito?
CE – Creo que la Esfinge Maragata, sin duda porque el asunto describe el estado social de un pueblo muy extraño y desconocido… Yo no vuelvo a leer mis novelas nunca ni les concedo importancia sino cuando las escribo, mientras vibran con mis nervios y con mi alma; pero dentro de lo posible siento alguna predilección por La niña de Luzmela y La rosa de los vientos, las he vivido más…
CA – Usted estrenó, hace un año, una comedia en el Teatro Eslava que se titula El Jayón…
CE - Sí señor; hoy precisamente hace un año que se verificó el estreno, y esta fecha la considero afortunada para mí.
CA – Pero, ¿qué ocurrió con esa obra que a pesar de haber obtenido un gran éxito no estuvo en cartel más que tres noches?
CE – Es un misterio, amigo mío, que no me ha importado nada en absoluto. A falta de otros méritos yo trabajo siempre con el más puro desinterés, sin más preocupación que la del arte, y al ofrecer al público mi primera obra teatral, toda mi ambición consistía en que se aceptara. Esto lo conseguí con creces. Las cosas incalificables ocurridas alrededor del estreno pertenecen al género turbio de miserias, que ni aun merecen honores de un comentario y se olvidan con repugnancia…
CA – Es extraño el caso teniendo en cuenta que el director artístico del Eslava es un paladín del feminismo…
CE - Para qué hablar de eso ¿verdad?
CA - ¿Qué es lo que más le inquieta de la vida?
CE – Lo que más me inquieta de la vida es su consecuencia más inevitable y absurda: la muerte.
CA - ¿Está usted satisfecha y orgullosa de su profesión?
CE – Mucho. Me sería imposible cambiarla por otra. Me he entregado a ella como a una salvación contra todos los peligros humanos.
CA - ¿Cómo es su carácter? Usted, Concha, indudablemente es triste.
CE – No lo crea usted. Mi carácter es un poquito paradójico. Mire usted: cuando yo era una niña muy dichosa padecí de melancolías y reconcentraciones, y luego, cuando he corrido las más fuertes borrascas de dolor, me he vuelto alegre y optimista. Salvo algunos días de niebla y de ansiedad, y soy la que alboroto la casa de risas y bromas, siempre dispuesta a exprimir de la vida una gota de dulzura…, avara, quizás, de la que por sí misma no se me vino a los labios.
CA - ¿Cuál es la emoción que ha dejado mella más honda en su espíritu?
CE – Aparte de las más recatadas en el profundo sentimiento, me han dejado imborrable memoria descender hasta las raíces de la tierra en mis exploraciones por las minas y ascender en aeroplano hasta los umbrales del cielo, horadando las nubes de cara al sol.
CA - ¡Ah! Pero, ¿subió usted en aeroplano?
CE – Sí, señor, y bajé al fondo de las minas más peligrosas de Riotinto. En estos viajes peregrinos he gozado sorpresas y emociones indefinibles, casi sobrehumanas, que han aumentado mucho los anhelos y la inquietud de mi vida interior, ya de por sí tumultuosa…
A partir de esas experiencias en Riotinto Concha Espina escribió su novela El metal de los muertos, sobre el microcosmos de la minería, muy en conflicto a principios del siglo XX. Una de las primeras novelas sociales de la literatura española.
Concha Espina se retiró a su querida Luzmela, Mazcuerras, para disfrutar del campo, el monte y el mar, “sus amores” (a 46 kilómetros de Santander capital). Allí la encontró el inicio de la guerra civil.
En el año 1938 empezó a perder vista y a pesar de ser operada acabó quedándose ciega en 1940. Pero eso no le impidió seguir escribiendo hasta su muerte, que sucedió en Madrid en mayo de 1955, a los 86 años.
O tempora o mores






