Max Alonso
Jueves, 25 de Julio de 2024

Sobre la incultura y otras menudencias municipales 6/6

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Después de la infancia viene la pubertad, la juventud y la madurez. Las diferentes etapas que hay que ir superando. No vale ser tan tonto, que te quedes siempre en la infancia, o tan listo que quieras entrar ya directamente en la jubilación. Falta la madurez y la vida del trabajo, que es buena y reconfortante y hay que vivirla y no saltársela, ni menos confundirla. Sólo cuando ellos hagan algo importante bien, que todavía no lo han hecho, que merezca ese reconocimiento, podrán hablar de lo nefasto de los otros.

 

Mientras tanto a aplicarse y a pedalear… Las camisetas están muy baratas. No vale que te compres una y te la pongas. Hay que ganárselas y tú ya te has puesto varias y no te has ganado ninguna, que hay que sudarlas. No eres, por tanto, nada más que un farsante descarado, que no merece seguir en la carrera. Menos ponerse medallas inmerecidas, que “picar“ no es el pinchar para ponérselas, sino otra cosa, que se hace con pico y pala. Lo otro es tirarse a la bartola y premiarse, como haces, con descaro populista.

 

Si tu papel en la película, en la que hay alusiones y guiños para todos, se reduce al de uno más joven, que comprende al mayor y aconseja desde las tablas, te equivocas dos veces, por opinar desde el burladero, como si fueras un abogado y sin bajar al ruedo. Es la forma de no llevarte cornadas, pero no cortarás orejas, que las has perdido.

 

Me he mostrado contundente y crítico con la actual Corporación, tras un año de desastres y de enfrentamientos por farrucadas, del todo improcedentes, y sin un detalle que les avale como autores de una gestión meritoria. La realidad es lo que nos encontramos, cuando en los últimos días los ciudadanos llegaron a tener dificultades para atravesar la Plaza Mayor, por contar con una Corporación democráticamente elegida, pero equivocada, que no es la que a Astorga le corresponde. Esto que se lo apunte quien está por encima. Mal lo podrá hacer, si resulta que es el árbitro. No está mal favorecer el deporte. El error está en la elección del lugar. Como si metes la antorcha en el agua y te quedas sin luz o intentas apagar el fuego del aceite de la sartén echándole agua.

 

Con un pasado que la definió como ciudad culta y ahora lo que se persigue es a la cultura, con las peores malas artes, como las de los incivilizados, qué disparate, romanos persiguiendo a los cristianos para echárselos de comida a los leones.

 

Con unas autoridades que confunden los conceptos de élites, contenedores, iluminaciones y lodos, que ya han empezado a oler, por la negación a lo que es un clamor ciudadano. No tienen ni idea de lo que es la ciudad, que la consideran una propiedad suya. Que están contra los animales y la naturaleza, los árboles, con los que se ensañan y sólo entienden de macetas, con mal gusto, y no de plantas. Que prefieren insultar y amenazar antes que dialogar. Que mienten y engañan, con mal estilo pueblerino y sin gracejo, aunque se consideren empresarios, que no lo son, al menos de los buenos y profesionales, con ética. Si hay algo impropio no son los perros de la perrera, sino una Corporación que no le corresponde a la ciudad, aunque los ciudadanos les hayan entregado las llaves. Que todos asuman su parte de responsabilidad.

 

Me he mostrado, como creo en conciencia procede, que más vale hacerlo cuando está sucediendo, que luego, a lo mejor, ni hay muro de lamentaciones. Tras un año de desaciertos y de gratuitos enfrentamientos de todo improcedentes y sin un debate que les avale como autores de una gestión meritoria. La realidad es que nos encontramos ante una Corporación democráticamente elegida y así hay que asumirla, pero no aplaudirla.

 

Suman despropósitos y malas actuaciones de manera vergonzosa y hay que sufrirlas. Lo que no quiere decir que hayan de callarse. Que camuflen la falta de ideas con ocurrencias y que sólo empleen el insulto y la descalificación, en vez de argumentos. Nada de crear una ciudad para la convivencia, el trabajo y la ilusión. Como el mal ejemplo nacional, donde los líderes de la derecha se manifiestan, en el caso de Begoña Gómez, siguiendo los imperativos de los ultras, con la ayuda de algún juez de guardia, como una jauría de chacales a la caza del zorro. De la derecha que sí que está rota y desconcertada, sin admitirlo y dicen que está rota España, frente a la Izquierda, que lleva tantos tiempos rota, que ya está acostumbrada.

 

Los de aquí tocaron a rebato las campanas contra la cultura, representada por los Amigos de la Casa Panero, todo un honor. Con una batallita capitaneada por un botarate, que no pasa de taburete y apadrinada por un odiador profesional. A dónde se puede ir de esas pintas, señor alcalde, con bastón de mando y vestido de luces, cuando no se es más que un enterrador, que, por algo será, arregla su caseta, mientras se “mantiene en la legalidad” con oídos sordos a los problemas. Secundado por una banda de esbirros. Incapaces de articular un discurso de no más de dos líneas, acuden a los medios con artículos provocadores, escritos a toda cuartilla, por negros, que contratan con dinero de todos. Que persiguen a ciudadanos por encargo y endosados al presupuesto del poder, les insultan, llamándoles élite, provocando respuestas masivas por poner en evidencia su patrimonio cultural y denigrando el buen nombre de la ciudad que rigen.

 

Persiguen a las torrijas y a empresarios a manotazos, como si fueran mariposas, que están a volar y no a medrar. Niegan la existencia de contratos que existen, y el pago de facturas devengadas en el pasado, como si el Ayuntamiento comenzara su andadura desde que ellos lo asaltaron y buscan la provocación como tapadera. Se apropian de ideas de otros, que se pueden enumerar, y defienden el mal para la ciudad, que ya vivió malos olores en el pasado, que provenían de la misma dirección y los mismos vientos y ahora quieren reinstalarlos a lo grande.

 

Como estas cosas no se pueden contar y me han vuelto a amenazar y sí que se siente miedo. Me recuerda cuando me amenazaba ETA y saco la conclusión que, después de 50 años las cosas siguen igual, que solo han cambiado los bandos. Antes amenazaban a los mensajeros los de uno, que eran terroristas, y ahora los del extremo contrario, que son fascistas y tampoco admiten que se lo digan. Extremos en los que la inteligencia y el conocimiento están suplantados por la ignorancia y la fuerza y las cosas siguen igual para el que sí puede ser el oficio más antiguo del mundo, que lo inició aquel que dio cuenta de la expulsión del Paraíso. Yo lo dejo. Ya no más crítica municipal, que la hacen delito, ni más Astorga. Me tomo unas vacaciones tan largas como sean necesarias.

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