Redacción
Viernes, 26 de Julio de 2024

La danza y el fuego se funden en Asturica Augusta

“Este mundo, que es el mismo para todos, no lo ha creado ninguno de los dioses o de los hombres, sino que siempre fue, es y será fuego eternamente vivo, que se enciende con medida y se apaga con medida”, Heráclito de Éfeso.

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Enseñaba Heráclito a finales del siglo VI a.C. que la fuerza primaria de todas las cosas, su elemento constitutivo, es el fuego. De sus cambios y transformaciones surge la multiplicidad; el fuego se aviva, desciende y se extingue. Pero "el camino hacia abajo y el camino hacia arriba son uno", y vuelve en llamas. 

 

Del campamento astur-romano partieron cientos de antorchas que, al unísono y al ritmo de Maragataka, marcharon hasta la plaza de Asturica Augusta preludiando un rito solemne, iniciático, que dio la bienvenida a los nuevos miembros del asentamiento. 

 

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"Entrad. También aquí hay dioses". El zócalo ardió. Música, narrativa y danza fluyeron al compás, y el fuego juzgó haciéndose cargo de todas las cosas. 

 

El acto finalizó. Era el turno del camino hacia abajo; lo que antes era llama se convirtió en tierra y en agua. Fundiéndose con el bullir del público, con sus vítores y aplausos, astures y romanos regresaron al campamento, en las faldas de la muralla, porque "este mundo ha sido, es y será fuego eternamente". 

 

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