Alejo Ibáñez (Cine Velasco de Astorga): "Me gustaría que este sueño se alargara todo lo posible"
Alejo Ibáñez Sánchez, ¿loco?, ¿romántico? Él ayuda: se define "irresponsable". Se ha hecho cargo del cine Velasco para devolver a Astorga la magia onírica del séptimo arte. Es un recién llegado. Sin embargo, por derecho propio, y por el regalo hecho a la ciudad, es ya, en el tránsito de un suspiro, un personaje de aquí. Ha parafraseado a Julio César en la conquista de la Galia, con la yuxtaposición de recurso: llegué, vi, vencí. No necesita, por ahora, más que esa tripleta verbal. Los tiempos de la ilusión se asientan en pasados y presentes, obviando futuros, porque ¿quién vende o compra gozos puros y reales a corto, medio o largo plazo? Lo tangible no es especulativo.
Alejo es joven, 39 años. Si por los hechos se conoce a las personas, no hace falta escudriñarlo para colegir que se está ante un hombre inquieto. Una especie de llanero solitario en el complejo panorama de los emprendimientos, enfocados en su inmensa mayoría, a las adquisiciones de lo efímero y rentable sin riesgo. Él ha revertido la máquina de los tiempos, y se atreve con una sala cinematográfica en un lugar deprimido de la España que se ha dado en llamar vaciada. He hablado con el remedo de maravillosas visiones de la vida expresada en el celuloide, como las expuestas por directores como Giuseppe Tornatore, en la maravillosa “Cinema Paradiso”, o Peter Bogdanovich, en la inquietante historia de finales de la inocencia, que tan bien reflejó en “La última película”. En ambas, a flor de piel, el poder evocador del cine en las pequeñas ciudades, limitadas en la cultura del ocio a la supervivencia de la fábrica de sueños.
![[Img #69591]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/08_2024/5086_alejo-2.jpg)
Los mecenazgos parentales
La historia de Alejo sigue un guión cinematográfico. Es un hombre del ámbito provincial. Natural de Santa Marina del Rey, pero como tantos de aquí, necesitado de esos allí remotos para formarse y madurar. Nació en 1985, el año que fallecía Orson Welles, su factótum pasional. Estudió en Madrid en el Taller de Artes Imaginarias (TAI), donde aprendió los secretos de los rodajes en equipo de cámara. La residencia en Alicante de su madre le motivó para trasladar ampliación de conocimientos a los estudios "Ciudad de la luz", centrándose en la iluminación para cine y televisión, pero éstos cierran en 2011 y Alejo se busca la vida fuera de España: en México y Colombia.
Retorna a España en 2013. "Seguí –recalca- dedicándome a mi pasión, pero compatibilizándola con otros trabajos. No podía vivir sin trabajar. Me dediqué a la hostelería, una ocupación esquizofrénica. Totalmente opuesto a lo que me gustaba".
El año pasado detona en la vida de Alejo la chispa que provoca el incendio de retornar a lo que es su idilio eterno con el cine. Lo cuenta: "volví a León, a cuidar de una tía mía enferma de cáncer terminal. Cuando falleció dejó en herencia su casa a los sobrinos. Con mi parte de la venta quería emprender en algo que me gustara. Tenía inquietudes literarias, las tengo todavía".
![[Img #69621]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/08_2024/9519_alejo-5-1.jpg)
"Se me ocurrió -continúa- montar una librería. Un concepto de local que había conocido en México, en el que convivieran libros, tertulias, y música. En León, los precios estaban disparatados. Así que empecé a echar un ojo por Astorga y me encontré con el cine Velasco inactivo. Fue un flechazo. Pero había problemas. El local era un teatro pelado. Los anteriores propietarios se llevaron la maquinaria de proyección y sonido digitalizados. Con las inversiones a acometer en estos apartados se me iba todo el capital. Gracias a mi madre, que se vino de Alicante a vivir en Estébanez, recibí una ayuda económica. Ahora es mi socia".
No tuvo fácil empezar. El 22 de junio de este año, las cortinas imaginarias (el icono de la grandeza y de la decadencia del cine relatado por el maestro José Luis Garci) se abrieron para devolver a la pantalla y platea del Velasco el ensueño de la imagen movida y oral. Primera proyección: "Eureka", una película de minorías que compitió en Cannes en la selección oficial. La siguiente, una noruega, "Descanse en paz", de terror, subtitulada y de dos horas y media de metraje. Alejo no pudo encontrar en las redes de distribución cintas de índole más comercial. No obstante, apela al humor negro para aliviar presión. "Esta segunda –dice- muy adecuada, como el Velasco, un muerto que viene de la tumba".
Alejo lo tiene claro. Una cosa son las preferencias y gustos individuales, que irá desgranando en la conversación. Otra, las prioridades como empresario de nuevo cuño. "El núcleo del negocio va a ser la película para todos los públicos. La clientela son padres con niños que han vivido el encierro de la pandemia. Ellos le explican el cine y se quedan hipnotizados. Pero tocaremos la totalidad de géneros. El público no responde igual a todas las temáticas".
![[Img #69622]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/08_2024/6712_alejo-3-1.jpg)
Confiesa no estar entre sus preferidos el cine de terror, pero este género ha tenido presencia en su vida. Un suceso, impuesto, el de la película noruega antedicha. Otro, un divertimento. Escribió un corto entre la risa y el escalofrío que tituló "Amancio, vampiro de pueblo", una exploración de la desertización rural como sátira. "Funcionó bien –dice ufano- , ganamos "el nocturno" del festival de Madrid que compite con el de Sitges".
No termina aquí la historia. Necesitaba su extravagancia. El equipo de rodaje viajó a Rumanía y recorrió Valaquia y Transilvania, enclaves de culto de tétricas historias. En la primera región visitaron el monasterio de Snagov, donde se dice que está enterrado Vlad Tepes, conocido como "El Empalador". Le mostraron la copia del corto.
Y junto a esta excentricidad, una curiosa coincidencia de destinos. "El día que conocí a Vicente (el antiguo gestor del Velasco) me enseñó la sala de proyección. Me dijo que Amancio, mi personaje, fue proyectado en ese cine en una edición del festival de cortos de Astorga. Llegó a esta sala antes que yo".
Planes de futuro
Corto y medio plazo son las herramientas temporales de Alejo Ibáñez. En el primero, conectar con la escuela de idiomas y colegios bilingües para asistir el alumnado a proyecciones en versión original y perfeccionar acento y vocabulario. No descarta actuaciones musicales sencillas o teatro experimental sobrio en decorados. Quiere recuperar para los largos días de invierno la proyección de óperas y ballet. A esta planificación se añade la puesta en marcha del Club Amigos del Cine, con programación de cine clubes y ciclos temáticos, con preferencias manifiestas por Orson Welles o las películas mudas, no necesariamente cómicas.
Alejo se entusiasma con la posibilidad de brindar una oportunidad a los jóvenes de apreciar en pantalla grande el magnetismo de las grandes películas que solo han podido ver en los formatos de televisión u ordenador. "A lo mejor –apostilla- alguien de 18 años no se pirra por un clásico en la oscuridad de una sala, pero me gustaría probar".
Toda la ambición de Alejo con su nueva aventura se resume en esta declaración de intenciones: "me gustaría que este sueño se alargara todo lo posible". Hasta ahí la frase. A continuación el sentimiento deducido por el preguntador. El cine, para Alejo, va más allá del negocio de la proyección. Nuestro hombre es la voluntad expresa de una filosofía de vida. A continuación intuiremos porqué.
![[Img #69623]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/08_2024/2823_alejo-4-1.jpg)
El hombre de cine
"Mi niñez cinematográfica -señala- es la conexión que une todo. La primera proyección a la que asistí fue el Drácula, de Bela Lugosi. Soy obsesivo y las películas que me gustan las veo una y otra vez".
En este presente confiesa atraerle el cine (y la literatura) que "se salga de lo normal. Me gustan los directores que estudian la profundidad de los personajes. Me parece simplista el cine maniqueo de buenos y malos. Las del Oeste no me atraen, pero soy un fan del "espagueti western" de Sergio Leone. No soy para nada del teatro gestual filmado que representan Ingmar Bergman y el ruso Tarkowski. El cine es elipsis. Si no ¿cómo cuentas una biografía? Es atracción y simbolismo. Como decía Picasso: "el arte es una mentira para decir la verdad".
De la cinematografía europea dice estar seducido por el neorrealismo italiano, pero le deja indiferente la "nouvelle vague", añadiendo que "Francia, cada diez años, nos deja una joyita".
"No conecto -prosigue- con el cine español. No se toma a sí mismo en serio. No es que el cine del franquismo me guste, pero tuvo los mejores y más polifacéticos actores, aquel elenco de Landa, Rabal, López Vázquez…; eran insuperables. Ahora tenemos mayoritariamente un cine de guapos y guapas a los que ponen a hacer de todo, incluso monólogos".
El humor en el cine, para Alejo, es una expresión amplificada de la corrección política de estos tiempos. "Solo tiene –indica- un objetivo: "no molestar a nadie, y eso es como una película de Mickey Mouse".
Pinceladas
Se moja Alejo. Y lo hace sin fisuras. Sus directores preferidos: Orson Welles, Francis Ford Coppola, Stanley Kubrick; actores: Daniel Day Lewis, Phillip Seymour Hoffman, Vincent D’Onofrio; actrices: Meryl Streep, Susan Sarandon, Lauren Bacall/Marlene Dietricht; películas: “La muerte tenía un precio”, ”La muerte os sienta tan bien”, “Drácula”, (la versión de Bram Stoker, dirigida por Coppola).
Y de su boca salen afirmaciones como estas:
- "El peor de todos los superhéroes, Supermán. Síntoma de la infantilidad estadounidense. Nuestra mitología clásica es más humana".
- "Bogart me parece nefasto; John Wayne no me gusta nada; Marilyn Monroe, de pena; y Clint Eastwood tiene dos registros, con y sin cigarro, lo dijo Leone".
- "El cine hay que verlo en versión original (VO). Me ha permitido descubrir un buen actor con mala prensa como Sylvester Stallone. El doblaje pervierte el cine".
- "El sonido del cine español es un murmullo".
- "El cine español es, sobre todo, cine social. Yo quiero soñar, quiero que se me revele otro mundo".
Y para cerrar, un sueño, que se imagina caro y, posiblemente, un utópico paso: "daría mucho por ver cualquier película en el teatro Emperador, de León" (cerrado).
Alejo Ibáñez Sánchez, señor del cine Velasco, es una iconoclastia cinematográfica en buena parte de sus manifestaciones. Mucho de rupturista tiene que guardar en esas entrañas para llegar, ver y vencer con una sala de proyección, quizás, hoy, el símbolo más radical de una prehistoria de hace medio siglo. Antiguos emblemas son ahora sedes de cadenas textiles con ropajes de usar y tirar, o hamburgueserías, imperio de la nutrición juvenil con vuelo sin escalas hacia la obesidad mórbida. Grande es el cine. Cinco, a la vez, en Astorga, y en Madrid, una concurrencia reflejada en una guía de varias páginas en los diarios.
A la frase yuxtapuesta del principio y del final, añadir un simple me quedaré. Pero eso ya es historia colectiva de una ciudad, Alejo acaba de poner el relato individual. No se merece la respuesta ciega y sorda de sus nuevos paisanos.
![[Img #69620]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/08_2024/3366_alejo-6-1.jpg)
Alejo Ibáñez Sánchez, ¿loco?, ¿romántico? Él ayuda: se define "irresponsable". Se ha hecho cargo del cine Velasco para devolver a Astorga la magia onírica del séptimo arte. Es un recién llegado. Sin embargo, por derecho propio, y por el regalo hecho a la ciudad, es ya, en el tránsito de un suspiro, un personaje de aquí. Ha parafraseado a Julio César en la conquista de la Galia, con la yuxtaposición de recurso: llegué, vi, vencí. No necesita, por ahora, más que esa tripleta verbal. Los tiempos de la ilusión se asientan en pasados y presentes, obviando futuros, porque ¿quién vende o compra gozos puros y reales a corto, medio o largo plazo? Lo tangible no es especulativo.
Alejo es joven, 39 años. Si por los hechos se conoce a las personas, no hace falta escudriñarlo para colegir que se está ante un hombre inquieto. Una especie de llanero solitario en el complejo panorama de los emprendimientos, enfocados en su inmensa mayoría, a las adquisiciones de lo efímero y rentable sin riesgo. Él ha revertido la máquina de los tiempos, y se atreve con una sala cinematográfica en un lugar deprimido de la España que se ha dado en llamar vaciada. He hablado con el remedo de maravillosas visiones de la vida expresada en el celuloide, como las expuestas por directores como Giuseppe Tornatore, en la maravillosa “Cinema Paradiso”, o Peter Bogdanovich, en la inquietante historia de finales de la inocencia, que tan bien reflejó en “La última película”. En ambas, a flor de piel, el poder evocador del cine en las pequeñas ciudades, limitadas en la cultura del ocio a la supervivencia de la fábrica de sueños.
Los mecenazgos parentales
La historia de Alejo sigue un guión cinematográfico. Es un hombre del ámbito provincial. Natural de Santa Marina del Rey, pero como tantos de aquí, necesitado de esos allí remotos para formarse y madurar. Nació en 1985, el año que fallecía Orson Welles, su factótum pasional. Estudió en Madrid en el Taller de Artes Imaginarias (TAI), donde aprendió los secretos de los rodajes en equipo de cámara. La residencia en Alicante de su madre le motivó para trasladar ampliación de conocimientos a los estudios "Ciudad de la luz", centrándose en la iluminación para cine y televisión, pero éstos cierran en 2011 y Alejo se busca la vida fuera de España: en México y Colombia.
Retorna a España en 2013. "Seguí –recalca- dedicándome a mi pasión, pero compatibilizándola con otros trabajos. No podía vivir sin trabajar. Me dediqué a la hostelería, una ocupación esquizofrénica. Totalmente opuesto a lo que me gustaba".
El año pasado detona en la vida de Alejo la chispa que provoca el incendio de retornar a lo que es su idilio eterno con el cine. Lo cuenta: "volví a León, a cuidar de una tía mía enferma de cáncer terminal. Cuando falleció dejó en herencia su casa a los sobrinos. Con mi parte de la venta quería emprender en algo que me gustara. Tenía inquietudes literarias, las tengo todavía".
"Se me ocurrió -continúa- montar una librería. Un concepto de local que había conocido en México, en el que convivieran libros, tertulias, y música. En León, los precios estaban disparatados. Así que empecé a echar un ojo por Astorga y me encontré con el cine Velasco inactivo. Fue un flechazo. Pero había problemas. El local era un teatro pelado. Los anteriores propietarios se llevaron la maquinaria de proyección y sonido digitalizados. Con las inversiones a acometer en estos apartados se me iba todo el capital. Gracias a mi madre, que se vino de Alicante a vivir en Estébanez, recibí una ayuda económica. Ahora es mi socia".
No tuvo fácil empezar. El 22 de junio de este año, las cortinas imaginarias (el icono de la grandeza y de la decadencia del cine relatado por el maestro José Luis Garci) se abrieron para devolver a la pantalla y platea del Velasco el ensueño de la imagen movida y oral. Primera proyección: "Eureka", una película de minorías que compitió en Cannes en la selección oficial. La siguiente, una noruega, "Descanse en paz", de terror, subtitulada y de dos horas y media de metraje. Alejo no pudo encontrar en las redes de distribución cintas de índole más comercial. No obstante, apela al humor negro para aliviar presión. "Esta segunda –dice- muy adecuada, como el Velasco, un muerto que viene de la tumba".
Alejo lo tiene claro. Una cosa son las preferencias y gustos individuales, que irá desgranando en la conversación. Otra, las prioridades como empresario de nuevo cuño. "El núcleo del negocio va a ser la película para todos los públicos. La clientela son padres con niños que han vivido el encierro de la pandemia. Ellos le explican el cine y se quedan hipnotizados. Pero tocaremos la totalidad de géneros. El público no responde igual a todas las temáticas".
Confiesa no estar entre sus preferidos el cine de terror, pero este género ha tenido presencia en su vida. Un suceso, impuesto, el de la película noruega antedicha. Otro, un divertimento. Escribió un corto entre la risa y el escalofrío que tituló "Amancio, vampiro de pueblo", una exploración de la desertización rural como sátira. "Funcionó bien –dice ufano- , ganamos "el nocturno" del festival de Madrid que compite con el de Sitges".
No termina aquí la historia. Necesitaba su extravagancia. El equipo de rodaje viajó a Rumanía y recorrió Valaquia y Transilvania, enclaves de culto de tétricas historias. En la primera región visitaron el monasterio de Snagov, donde se dice que está enterrado Vlad Tepes, conocido como "El Empalador". Le mostraron la copia del corto.
Y junto a esta excentricidad, una curiosa coincidencia de destinos. "El día que conocí a Vicente (el antiguo gestor del Velasco) me enseñó la sala de proyección. Me dijo que Amancio, mi personaje, fue proyectado en ese cine en una edición del festival de cortos de Astorga. Llegó a esta sala antes que yo".
Planes de futuro
Corto y medio plazo son las herramientas temporales de Alejo Ibáñez. En el primero, conectar con la escuela de idiomas y colegios bilingües para asistir el alumnado a proyecciones en versión original y perfeccionar acento y vocabulario. No descarta actuaciones musicales sencillas o teatro experimental sobrio en decorados. Quiere recuperar para los largos días de invierno la proyección de óperas y ballet. A esta planificación se añade la puesta en marcha del Club Amigos del Cine, con programación de cine clubes y ciclos temáticos, con preferencias manifiestas por Orson Welles o las películas mudas, no necesariamente cómicas.
Alejo se entusiasma con la posibilidad de brindar una oportunidad a los jóvenes de apreciar en pantalla grande el magnetismo de las grandes películas que solo han podido ver en los formatos de televisión u ordenador. "A lo mejor –apostilla- alguien de 18 años no se pirra por un clásico en la oscuridad de una sala, pero me gustaría probar".
Toda la ambición de Alejo con su nueva aventura se resume en esta declaración de intenciones: "me gustaría que este sueño se alargara todo lo posible". Hasta ahí la frase. A continuación el sentimiento deducido por el preguntador. El cine, para Alejo, va más allá del negocio de la proyección. Nuestro hombre es la voluntad expresa de una filosofía de vida. A continuación intuiremos porqué.
El hombre de cine
"Mi niñez cinematográfica -señala- es la conexión que une todo. La primera proyección a la que asistí fue el Drácula, de Bela Lugosi. Soy obsesivo y las películas que me gustan las veo una y otra vez".
En este presente confiesa atraerle el cine (y la literatura) que "se salga de lo normal. Me gustan los directores que estudian la profundidad de los personajes. Me parece simplista el cine maniqueo de buenos y malos. Las del Oeste no me atraen, pero soy un fan del "espagueti western" de Sergio Leone. No soy para nada del teatro gestual filmado que representan Ingmar Bergman y el ruso Tarkowski. El cine es elipsis. Si no ¿cómo cuentas una biografía? Es atracción y simbolismo. Como decía Picasso: "el arte es una mentira para decir la verdad".
De la cinematografía europea dice estar seducido por el neorrealismo italiano, pero le deja indiferente la "nouvelle vague", añadiendo que "Francia, cada diez años, nos deja una joyita".
"No conecto -prosigue- con el cine español. No se toma a sí mismo en serio. No es que el cine del franquismo me guste, pero tuvo los mejores y más polifacéticos actores, aquel elenco de Landa, Rabal, López Vázquez…; eran insuperables. Ahora tenemos mayoritariamente un cine de guapos y guapas a los que ponen a hacer de todo, incluso monólogos".
El humor en el cine, para Alejo, es una expresión amplificada de la corrección política de estos tiempos. "Solo tiene –indica- un objetivo: "no molestar a nadie, y eso es como una película de Mickey Mouse".
Pinceladas
Se moja Alejo. Y lo hace sin fisuras. Sus directores preferidos: Orson Welles, Francis Ford Coppola, Stanley Kubrick; actores: Daniel Day Lewis, Phillip Seymour Hoffman, Vincent D’Onofrio; actrices: Meryl Streep, Susan Sarandon, Lauren Bacall/Marlene Dietricht; películas: “La muerte tenía un precio”, ”La muerte os sienta tan bien”, “Drácula”, (la versión de Bram Stoker, dirigida por Coppola).
Y de su boca salen afirmaciones como estas:
- "El peor de todos los superhéroes, Supermán. Síntoma de la infantilidad estadounidense. Nuestra mitología clásica es más humana".
- "Bogart me parece nefasto; John Wayne no me gusta nada; Marilyn Monroe, de pena; y Clint Eastwood tiene dos registros, con y sin cigarro, lo dijo Leone".
- "El cine hay que verlo en versión original (VO). Me ha permitido descubrir un buen actor con mala prensa como Sylvester Stallone. El doblaje pervierte el cine".
- "El sonido del cine español es un murmullo".
- "El cine español es, sobre todo, cine social. Yo quiero soñar, quiero que se me revele otro mundo".
Y para cerrar, un sueño, que se imagina caro y, posiblemente, un utópico paso: "daría mucho por ver cualquier película en el teatro Emperador, de León" (cerrado).
Alejo Ibáñez Sánchez, señor del cine Velasco, es una iconoclastia cinematográfica en buena parte de sus manifestaciones. Mucho de rupturista tiene que guardar en esas entrañas para llegar, ver y vencer con una sala de proyección, quizás, hoy, el símbolo más radical de una prehistoria de hace medio siglo. Antiguos emblemas son ahora sedes de cadenas textiles con ropajes de usar y tirar, o hamburgueserías, imperio de la nutrición juvenil con vuelo sin escalas hacia la obesidad mórbida. Grande es el cine. Cinco, a la vez, en Astorga, y en Madrid, una concurrencia reflejada en una guía de varias páginas en los diarios.
A la frase yuxtapuesta del principio y del final, añadir un simple me quedaré. Pero eso ya es historia colectiva de una ciudad, Alejo acaba de poner el relato individual. No se merece la respuesta ciega y sorda de sus nuevos paisanos.