Catalina Tamayo
Sábado, 31 de Agosto de 2024

El viaje

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Por fin, cansado de la trinchera, de resistir y atacar, de combatir denodadamente, he decidido salir a campo abierto. Ponerme en camino. Viajar. Aventurarme. Atrás dejo la burbuja, la pompa; la comodidad de la crisálida. Sé que el viaje será largo y duro, lleno de peligros, y puede que también, en ocasiones, desesperante. Tal vez, finalmente, sucumba y no pueda llevarlo a término. En un viaje de este tipo, tan arriesgado, cualquier cosa puede suceder.

 

Es probable que muchos, sobre todo mis compañeros de trinchera, de lucha, incluidos también algunos de mis mejores amigos, no lo entiendan. Pensarán que he enloquecido, que se me ha ido la cabeza, o que, y esto es lo peor para mí, lo más doloroso, he traicionado a la causa. Y es posible que tengan un poco de razón. Pero no me importa. No desistiré y seguiré hacia adelante. Considero que es necesario cambiar, hacer algo distinto, nuevo, aunque al final fracase y me convierta en un apestado. En un indeseable. Considero, pues, que merece la pena intentarlo. Lanzarse al vacío. En el peligro está la salvación.

 

Viajaré. Iré en busca de la otra trinchera. De todas las trincheras. De otras burbujas. En el camino, me toparé con abismos, ríos profundos, mares, cordilleras, muros, mil obstáculos. Me dará igual. Tenderé puentes y los sortearé. Si es necesario, caminaré hasta el otro lado del mundo. Hasta las antípodas. Hasta encontrar a los otros, los extraños, los raros, los que no son como yo. Los que no piensan ni sienten como yo. Los que tienen otras ideas. Los que ven las cosas de otra manera. Los diferentes.

 

Al interior de los otros es adonde quiero viajar. Quiero mirar por sus ojos y ver las cosas como ellos las ven. Quiero probar a calzar sus zapatos, a caminar un trecho con ellos. Pronunciar sus mismas palabras. Tocar su corazón con mis dedos. Sentir lo que ellos sienten. Beber, si es necesario, sus lágrimas. Ser ellos. Ser ellos sin dejar de ser yo. ¿Es posible eso? Es posible. Es posible tender un puente desde mi corazón a su corazón. A todos los corazones. Se puede entrar en el alma del otro. De los otros. Pues solo así, ellos me escucharán. Dejarán que les hable, que les cuente mi historia, lo que me pasa. De esta manera, y solo de esta manera, podrán conocer mis experiencias. Mis miedos y mis preocupaciones. Todo cuanto me turba y me espanta. Lo que de verdad me angustia, me hace sufrir. Entonces, quizá lloremos y riamos juntos. Empaticemos de una vez. Nos amiguemos. Descubramos lo que tenemos en común. Lo que nos une. En ese encuentro, en ese cruce, en ese ecumenismo, pongo todas mis esperanzas. Espero que esta concordia, este corazón con corazón, me ayude a avanzar, nos ayude avanzar. Nos salve. Nos salve de nuestra brutalidad. De la barbarie. Y nos haga civilizados. En fin, más humanos.

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