A la vuelta del purgatorio
![[Img #70115]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/10_2024/103_315655888_3317253615199104_1314025123998499511_n.jpg)
Ya es otoño, miro por la ventana y la alfombra de hojas rojizas que cubre el suelo. Todo se ve de un gris plomizo que lo envuelve en una belleza indescriptible. Agradezco estar en pie. Hace algunos meses que mis problemas de salud se acentuaron y hasta ponerme de pie me impidieron. Mi cuerpo y mi cabeza parecían no pertenecerme en todas sus proporciones y ser unos entes autómatas que no respondían plenamente a mis órdenes. La cordura es algo que no perdí pero tuve miedo, sentí el pánico de no volver a ser la misma jamás, de no volver a caminar, de no volver a poder ponerme siquiera las bragas yo sola, de no volver a escribir. Ya han pasado varios meses desde mi última columna, creo que fue en mayo. Pocas cosas me han dado tanta satisfacción como dejar aquí mis impresiones sobre el mundo tan libremente, recibidas siempre con tanto respeto y cariño. Estas, por ello, son las primeras palabras que escribo en mucho tiempo y no podía hacerlo desde ningún otro sitio.
Como decía he estado en el purgatorio y la bajada a los infiernos desde ahí es solo cuestión de levantarte una mañana o acostarte una noche con el pie cambiado. Así es vivir con cáncer. La espada de Damocles pendiendo sobre la cabeza, el dolor adherido a los huesos, el incremento con los años de las barreras físicas, tantos y tantos achaques que unifican decenas de dolencias en esta única palabra… cáncer. Y no solo en el que yo padezco y por el que se levanta la voz este mes de octubre, el de mama, que en mi caso recorre el cuerpo y asedia lentamente huesos, pulmones, riñón y algún músculo. No, los hay peores, los hay que solo te dan la oportunidad de saber que ahí termina todo. Yo, soy una persona con suerte y entre padecimiento y padecimiento aquí estoy, intentándolo de nuevo. Dando de nuevo los primeros pasos apoyada en mi bastón, digiriendo otra vez, con normalidad, los primeros alimentos, permitiendo a la báscula alcanzar la todavía ridícula cifra de cuarenta kilos, volviendo a dormir alguna noche seguida, retomando la lectura en la que me acompañó esperanzadoramente Herman Hesse con Siddhartha.
Y mientras, miro por la ventana porque fuera todo me resulta un poco hostil para alguien que esta débil como yo. Soy como una niña a la que le da miedo enfrentar el exterior si no la toman de la mano. Dentro, como digo, las primeras lecturas cortas, estas primeras palabras que os regalo en mi intento de regresar a ese mundo que me espera a través del cristal, la caja tonta que da noticias aterradoras sin parar, las horas muertas mirando el mundo a través de las redes. Esto último me tiene un poco enfadada, sobre todo este mes. ¿Qué está pasando con nuestra enfermedad, con el cáncer de mama? ¿Es ya una cuestión política, de intereses? ¿Lo estamos vulgarizando las propias enfermas con nuestras luchas internas? Rosa sí, rosa no. Que el cáncer no es de color de rosa lo sabemos todos pero no hagamos demagogia. Se escogería ese color, digo yo para representar ese alto porcentaje de pacientes femeninas. ¿Y si lo cambiamos, por cuál que no genere polémica? ¿Tan importante es como para generar una lucha entre nosotras? ¿Tenemos todavía poco con lo que lidiar en nuestro proceso para seguir sumando tensiones gratuitamente? ¿Y que pasa con el uso del lenguaje, con la libertad del uso del lenguaje? ¿no puede una paciente expresar libremente su experiencia haciendo uso de sus palabras? Batalla sí, batalla no. El cáncer no es una batalla en la que tengamos que ganar porque muy poco depende de nosotras. Pero habrá quien lo sienta así, quien lo exprese así y nadie tiene el derecho de censurar, mucho menos nadie que esté pasando por lo mismo y esto ocurre cada día. Hay batallas dentro del proceso de la enfermedad, claro que sí. Batallamos o luchamos contra nosotras mismas, nuestros miedos, contra el sufrimiento de nuestras familias y amigos, contra la depresión, la amargura de saber que nada será como antes. Y esa lucha algo aporta a la perspectiva de seguir vivas.
No vulgaricemos con guerras estériles algo que nos marca tanto de por vida, que se lleva tantas vidas, que deja otras en situaciones de dependencia, de dolor cuando hay tanto bueno en lo que podemos invertir. Vuelvo del purgatorio con la mente abierta, buscando la paz en las pequeñas cosas, agradecida por el aprendizaje que es lo único que nunca me falta cuando todo se vuelve doloroso y oscuro. Eso y el amor de los míos. Vuelvo más enamorada que nunca de todos y todas: manos tendidas para atusarme el pelo, lavarme la cara, tomarme en brazos, traerme flores y paraguayos frescos, ponerme el desayuno, acomodarme la almohada. ¡Cuán afortunada soy!
Espero seguir largo tiempo por aquí. Mientras os dejo con esta cita del libro de Herman Hesse que creo que nos ayudará a dar con un camino donde no haya necesidad de batirnos en duelo por poquedades.
Buscar significa: tener un objetivo. Pero encontrar significa: ser libre, ser abierto, no tener meta.
Ya es otoño, miro por la ventana y la alfombra de hojas rojizas que cubre el suelo. Todo se ve de un gris plomizo que lo envuelve en una belleza indescriptible. Agradezco estar en pie. Hace algunos meses que mis problemas de salud se acentuaron y hasta ponerme de pie me impidieron. Mi cuerpo y mi cabeza parecían no pertenecerme en todas sus proporciones y ser unos entes autómatas que no respondían plenamente a mis órdenes. La cordura es algo que no perdí pero tuve miedo, sentí el pánico de no volver a ser la misma jamás, de no volver a caminar, de no volver a poder ponerme siquiera las bragas yo sola, de no volver a escribir. Ya han pasado varios meses desde mi última columna, creo que fue en mayo. Pocas cosas me han dado tanta satisfacción como dejar aquí mis impresiones sobre el mundo tan libremente, recibidas siempre con tanto respeto y cariño. Estas, por ello, son las primeras palabras que escribo en mucho tiempo y no podía hacerlo desde ningún otro sitio.
Como decía he estado en el purgatorio y la bajada a los infiernos desde ahí es solo cuestión de levantarte una mañana o acostarte una noche con el pie cambiado. Así es vivir con cáncer. La espada de Damocles pendiendo sobre la cabeza, el dolor adherido a los huesos, el incremento con los años de las barreras físicas, tantos y tantos achaques que unifican decenas de dolencias en esta única palabra… cáncer. Y no solo en el que yo padezco y por el que se levanta la voz este mes de octubre, el de mama, que en mi caso recorre el cuerpo y asedia lentamente huesos, pulmones, riñón y algún músculo. No, los hay peores, los hay que solo te dan la oportunidad de saber que ahí termina todo. Yo, soy una persona con suerte y entre padecimiento y padecimiento aquí estoy, intentándolo de nuevo. Dando de nuevo los primeros pasos apoyada en mi bastón, digiriendo otra vez, con normalidad, los primeros alimentos, permitiendo a la báscula alcanzar la todavía ridícula cifra de cuarenta kilos, volviendo a dormir alguna noche seguida, retomando la lectura en la que me acompañó esperanzadoramente Herman Hesse con Siddhartha.
Y mientras, miro por la ventana porque fuera todo me resulta un poco hostil para alguien que esta débil como yo. Soy como una niña a la que le da miedo enfrentar el exterior si no la toman de la mano. Dentro, como digo, las primeras lecturas cortas, estas primeras palabras que os regalo en mi intento de regresar a ese mundo que me espera a través del cristal, la caja tonta que da noticias aterradoras sin parar, las horas muertas mirando el mundo a través de las redes. Esto último me tiene un poco enfadada, sobre todo este mes. ¿Qué está pasando con nuestra enfermedad, con el cáncer de mama? ¿Es ya una cuestión política, de intereses? ¿Lo estamos vulgarizando las propias enfermas con nuestras luchas internas? Rosa sí, rosa no. Que el cáncer no es de color de rosa lo sabemos todos pero no hagamos demagogia. Se escogería ese color, digo yo para representar ese alto porcentaje de pacientes femeninas. ¿Y si lo cambiamos, por cuál que no genere polémica? ¿Tan importante es como para generar una lucha entre nosotras? ¿Tenemos todavía poco con lo que lidiar en nuestro proceso para seguir sumando tensiones gratuitamente? ¿Y que pasa con el uso del lenguaje, con la libertad del uso del lenguaje? ¿no puede una paciente expresar libremente su experiencia haciendo uso de sus palabras? Batalla sí, batalla no. El cáncer no es una batalla en la que tengamos que ganar porque muy poco depende de nosotras. Pero habrá quien lo sienta así, quien lo exprese así y nadie tiene el derecho de censurar, mucho menos nadie que esté pasando por lo mismo y esto ocurre cada día. Hay batallas dentro del proceso de la enfermedad, claro que sí. Batallamos o luchamos contra nosotras mismas, nuestros miedos, contra el sufrimiento de nuestras familias y amigos, contra la depresión, la amargura de saber que nada será como antes. Y esa lucha algo aporta a la perspectiva de seguir vivas.
No vulgaricemos con guerras estériles algo que nos marca tanto de por vida, que se lleva tantas vidas, que deja otras en situaciones de dependencia, de dolor cuando hay tanto bueno en lo que podemos invertir. Vuelvo del purgatorio con la mente abierta, buscando la paz en las pequeñas cosas, agradecida por el aprendizaje que es lo único que nunca me falta cuando todo se vuelve doloroso y oscuro. Eso y el amor de los míos. Vuelvo más enamorada que nunca de todos y todas: manos tendidas para atusarme el pelo, lavarme la cara, tomarme en brazos, traerme flores y paraguayos frescos, ponerme el desayuno, acomodarme la almohada. ¡Cuán afortunada soy!
Espero seguir largo tiempo por aquí. Mientras os dejo con esta cita del libro de Herman Hesse que creo que nos ayudará a dar con un camino donde no haya necesidad de batirnos en duelo por poquedades.
Buscar significa: tener un objetivo. Pero encontrar significa: ser libre, ser abierto, no tener meta.