Sol Gómez Arteaga
Lunes, 28 de Octubre de 2024

La historia cubana de América

La historia cubana de América. Teodoro Rodríguez Martín. Editorial Marciano Sonoro, 2024.

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"Hacedme un duelo de labores y esperanzas". 

Antonio Machado. 

 

El 25  de febrero de 2023, acompañé a Teo a presentar su segundo libro “La pulsera de la princesa Yobura” en el ACROLA (Asociación Deportiva y Cultural Rosa Luxemburgo de Aravaca), un local en el que ya me siento como en casa gracias la hospitalidad de sus vecinos, y, en especial, a la del anfitrión y maestro de ceremonias Alfonso Sobrino Aparicio, que aunque no le gusta salir en los papeles es el alma mater de ese espacio que auna reivindicación y cultura (y que, dicho sea de paso, siempre que se presenta un libro nos regala artesanales marcapáginas elaborados con sus propias manos). Entonces Teo me dijo, como quien no quiere la cosa y sin darse la menor importancia, que había escrito un libro sobre su familia de Cuba y me manifestó su ilusión y deseo de verlo publicado. 

 

Hoy que Teo no está con nosotros, nos dejó el 21 de julio del presente año, pero ahora que el libro ya es una realidad, me doy cuenta que ambos teníamos en común algunas cosas esenciales:

 

-Nuestros orígenes leoneses. Aunque nació en Santa Cruz de Mieres, Asturias, se crio en un molino solitario de Villanueva del Árbol (León).

 

-Éramos asiduos a los talleres de escritura creativa en los que ambos nos formamos, y aunque a destiempo, pues no coincidimos en las clases, tuvimos a la misma profesora, Magdalena Tirado, que nos enseñó, entre otras cosas, que todo está escrito ya, y que lo único que podíamos hacer era aportar nuestra mirada particular, única.

 

-La decisión personal e intransferible, esto lo descubrí leyendo La historia cubana de América, de no tener hijos. 

 

-La búsqueda de nuestros orígenes. Él indagando en su historia y procedencia cubana, yo en la historia de mis familiares represaliados durante la guerra civil, que no es otra cosa que una búsqueda de nuestra identidad. Saber de dónde venimos para elegir, y está palabra será clave en Teo, el camino que queremos seguir.  De manera que la memoria, de una forma distinta para cada uno, será el leiv motiv de nuestra escritura.

 

Cuando tuve el libro en mis manos, ya fallecido Teo, por alguna razón que desconozco, pues no es costumbre en mí, empecé a leerlo por el final, un final que es como una premonición, pues en la última página, la 345, nos dice:

 

“¿Qué puedo dejar tras de mí que sea duradero? Los libros funcionan como almacenes de memoria. Y esa ha sido, al final, la razón subyacente por la que me he empeñado en escribir La historia cubana de América: el deseo de vincular mi recuerdo al de la bisabuela, de manera que ambos permanezcan indisolubles en la memoria de los lectores presentes y futuros”.

 

Siempre a vueltas con el conflicto personal, más íntimo, de tener o no hijos, que en el libro aparece de forma recurrente en las controvertidas conversaciones que entabla en sueños con su bisabuela, (“¿por qué resucitas mi memoria y tú te empeñas en asegurarte el olvido?”) Teo elige de forma consciente y con conocimiento de causa (elegir, nos dice, supone quedarse con una cosa y renunciar a las demás) no tenerlos y hacerse escritor, convirtiéndose entonces en el padre-autor de los tres libros que escribió: “Posos de harina”, “La pulsera de la princesa Yobura” y “La historia cubana de América” que es, para mí, el mejor de sus libros, el más trabajado, y me atrevo a pensar, por los años que empleó, que el más querido por el propio Teo.

 

“La historia cubana de América” constituye su testamento vital, en el que expresa su voluntad y últimos deseos: que se le recuerde por sus libros y que se le recuerde, en concreto, por ese personaje gracioso, tierno, sensible, entrañable que fue su bisabuela América, Micaela, Mery, con la que se siente profundamente vinculado. También por la memoria de su bisabuelo Adolfo, protagonista antagónico de la historia cubana, jugador, valiente, altanero, mujeriego, celoso, menos trascendente para Teo, me parece, que su bisabuela. Ambos punto y contrapunto de la novela.

 

En esa renuncia y elección de Teo (“si hubiera elegido tener hijos no hubiera indagado en la historia de su bisabuela, ni viajado cinco veces a Cuba o a tantos otros sitios como viajó, y habría estado supeditado a lo que él llama el yo colectivo familiar”) creo que sus lectores somos privilegiados, pues en mi opinión nos ha dejado en legado un libro prodigioso.

 

Aunque he de confesaros que la historia en cuanto ciencia social, más allá de los acontecimientos que tuvieron lugar en el siglo pasado, siglo XX, a mí personalmente no me seduce mucho. Tampoco es de mi devoción la novela histórica. Me interesan más las novelas que tienen que ver con el comportamiento humano, con la psicología. Así que sabiendo que nos iba a hablar de la primera guerra colonial entre Cuba y España, esa gran desconocida que se conoce como la guerra de los diez años, que va desde 1868 a 1878,  me dispuse a leer el libro de Teo con cierta resistencia. Pero esa resistencia me duró un suspiro, pues una vez iniciado el libro ya no pude separarme de él hasta que lo acabé. El libro de Teo no es para nada un libro de historia al uso, sino un libro de una búsqueda personal, de un encuentro con sus raíces y con su propia identidad. Entonces la historia en cuanto ciencia o disciplina pasa a un segundo plano.

 

Creo que hay escritores “tocados” por una suerte de gracia para escribir una historia que solo ellos y nadie más puede escribir, como si los personajes que transitan por sus páginas hubieran elegido a ese autor para que les ponga en pie. Esto es lo que pasa con la historia cubana de Teo que, de inmediato, nos hace cómplices de la búsqueda de sus orígenes y la hace nuestra. Lo consigue, esto tiene su ironía y gracia, desde el descrédito que a él le produce esa abuela señorona con aires de grandeza y olor a Heno de Pravia llamada Gloria, que se llega por los veranos al pequeño pueblo leonés y les cuenta a sus nietos que, por cierto, no la hacen mucho caso, que viene de una familia de abolengo y título nobiliario conocida como los Duques de Estrada.

 

Es el intento de desenmascarar a esa abuela un poco rara, con delirios de grandeza, lo que le mueve a Teo a investigar en su genealogía familiar, y descubre con sorpresa que todo lo que la abuela Gloria contaba tiene su paralelismo con la realidad.

 

Trato de buscar qué elementos dentro de obra de Teo consiguen atrapar al lector, tarea nada fácil y objetivo de todo escritor, y encuentro que la “Historia cubana de América” seduce y te mete en ella y ya no puedes dejar de leer, por varias razones:

 

-Es un libro excelentemente bien escrito, ameno, que fluye de forma natural, de escritura sencilla en apariencia, pero con un gran trabajo debajo. Siempre me digo a mí misma que nadie sabe, y eso es lo bueno, el trabajo de fondo que hay tras una escritura aparentemente accesible. Lo que si sabemos, porque Teo nos lo cuenta en la novela, es que en esta empresa tardó doce años, diecisiete con interrupciones, en los que para averiguar datos realiza cinco viajes a Cuba, dos a Lieja, ciudad de Bruselas donde residía su prima Concha, u otros lugares más cercanos como el archivo militar de Segovia donde está el expediente militar de su bisabuelo. Esta fluidez y amenidad Teo la consigue describiendo con maestría la primera guerra colonial en la que su familia, Los Duques de Estrada, está inmersa de lleno; el territorio y lugares en el que se desarrolla el conflicto; las costumbres de la época, el ambiente, el vocabulario (rescato palabras como que se repiten con frecuencia como taíno, bohíos, batey, guaperías, manigua, mambises) que intercala con lo que es su día a día y sus avances en la investigación.

  

No me cabe duda de que estamos ante el libro más pulido y trabajado de Teo, ante su obra más madura.

 

-Es un libro escrito desde el entusiasmo, palabra de procedencia griega que viene de “en”, “theou” y “asthma”, que a mí me gusta especialmente y que significa soplo interior de Dios, o el que lleva un Dios dentro. En este sentido, creo que la historia de Teo está iluminada por sus ancestros para ser contada, un camino que recorre con los lectores que vivimos y disfrutamos con sus viajes, con su amor a Cuba, con su música (mientras leía el libro, guiada por los tipos de música de los títulos escuché el Chan Chan de Compay Segundo, habaneras, boleros, pasodobles).

 

-Está escrito desde la obsesión, también desde el deseo más profundo. Coincidía hace unos días con un amigo de León, afinador de pianos y amante de la música, en que para desarrollar cualquier arte hay que obsesionarse. Para escribir también, porque si concebimos a escritura como un mero hobby, si nos da un poco igual, si no duele luchar con el folio en blanco y con las palabras que se nos agolpan y tenemos que elegir (siempre a vueltas con la elección), si no le dedicamos horas y esfuerzo, no hay obra. Y mucho menos una obra del calibre de la de Teo. Rescato uno de los momentos más cruciales de su vida, cuando le detectan el cáncer que superó, enero de 2009, en los que la escritura además constituye su tabla de salvación. “Después de cenar, me fui al ordenador y me metí en internet. Allí se decía que las posibilidades de supervivencia a diez años de una operación de este tipo eran del 80%. Me pareció una estadística muy favorable y me animé. De pronto sentí una necesidad violenta, física, de volver a Cuba; como un deseo irreprimible cuyo cumplimiento me debiera el destino. Y me agarré a él (…). Esta idea me renovó la ilusión y, al día siguiente, retomaba la narración de la historia cubana de América”.

 

-Y lo hace desde la sinceridad, desde la honestidad. Teo nos cuenta en primera persona sus vivencias, desnudándose íntegramente, a conciencia, pase lo que pase y cueste lo que cueste, de una forma valiente, con discreción también, como era él.

 

Hay siempre en la obra de Teo, relacionado tal vez con las muchas culturas que conoce a través de sus múltiples viajes, un elemento mágico, un talismán, un objeto de la buena suerte en el que deposita su confianza que también quiero citar. “En la pulsera de la princesa Yoruba” era esa pulsera que da título al libro, que compró a un vendedor callejero destinada, como el zapato del cuento de la Cenicienta, así nos lo expresa él, a la mujer de su vida. En “La historia cubana de América” es la figura de malaquita, con forma de pequeño ídolo de la diosa Yemayá, diosa protectora de las mujeres, que Nani, la sirvienta, le regala a su bisabuela cuando emprende viaje.

 

Es extraño e inaudito hablar de un libro sin que el autor esté presente, sobre todo porque un libro nace con la intención de ser con otro y falta ese uno que lo escribió. No obstante, hoy tenemos al hijo de Teo aquí, su libro, que late con corazón propio. Están sus conflictos personales más íntimos, sus pensamientos, sus inquietudes, sus sentimientos, sus deseos, sus miedos, sus dudas, sus aciertos, sus palabras… también, en medio de sus palabras, sus silencios. Mientras lo leía veía a Teo, escuchaba su voz, notaba su presencia, ese estar discreto, callado, agradecido.

 

Teo sabía mejor que nadie que mientras le recuerden a uno no muere del todo. Pues lo vivió en sus carnes, dando luz y vida a su bisabuela cubana, transmitiéndonos a los lectores ese recuerdo. Ahora solo nos queda difundir la obra de Teo, para la memoria de los lectores presentes y futuros.

 

En el último whatsapp, 27 de mayo de 2024, me decía, referido a la publicación que ya era una realidad y, más en concreto, a la presentación y difusión futuras: “Se nos ha echado el tiempo encima, a ver si para el curso próximo… Pero bueno, estoy contento”.

 

A mí no me cabe duda de que puede estar bien contento de su obra. Enhorabuena, Teo, aunque no puedas oírme me siento muy afortunada de que este libro haya caído en mis manos y te doy las gracias de corazón por ello.   

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