Mi alma aragonesa XII / Jean Renoir y el último París
![[Img #70321]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/11_2024/1867_jean-renoir-para-principiantes.jpg)
Otro cineasta imprescindible francés fue Jean Renoir. Había sido el autor de filmes tan inolvidables como La Marsellesa, 1938, que abrió las puertas al neorrealismo italiano; Memorias de una doncella, 1946, y obras maestras como La Gran Ilusión, 1937, con un mensaje de paz antes de la Guerra o Las reglas del juego, 1939, sobre el derrumbe de los valores humanistas y a la vez retrato de costumbres sociales. El río, 1950, sería el nuevo referente sobre la India.
Se movió entre ideas políticas, próximas al Frente Popular, y una gran oposición a Hitler. Entre sus últimos títulos se cuentan La Carroza de Oro, 1952, y French Cancán, 1954. La primera cuenta la historia de un grupo de cómicos italianos que en el siglo XVIII llega a Perú. El virrey ha comprado una fabulosa carroza de oro en Europa. En su primera representación Camila, Anna Magnani, conoce a un torero y su compañía es invitada al palacio del virrey, que cuando conoce a Camila se enamora y le ofrece su carroza de oro. Camila tendrá que decidir entre el amor de tres hombres: el virrey, el torero y un oficial del ejército. Con lo que queda claro el original en el que se basa de Prosper Mérimée y el recuerdo de su Carmen.
French Cancan es un musical parisino, que cuenta la historia de su protagonista Jean Gabin, que descubre un baile pasado de moda, el cancan, lo recupera e inaugura el Moulin Rouge y vive un romance entre las dos primeras bailarinas, interpretadas María Felix y Françoise Arnoul, con príncipe y todo por medio. Ambas darán paso a la Nouvelle Vague francesa, con influencias en toda esta generación, especialmente en François Truffaut.
Su padre era el pintor impresionista August Renoir, que vivió una vida más bohemia y menos acomodada en los últimos años en pueblos y campos por una razón añadida: el buen aire para su desastrosa salud. Una etapa en la que siguió rodeado de bellas mujeres, que no dejaron de estar presentes como modelos en sus cuadros y a las que las dos parisinas de Castrillo parecían recordar.
Esta sería otra historia, porque cuando hay historia no hace falta más que tirar del hilo y estamos en la que fue, la de René Clair, desde Castrillo de los Polvazares y Astorga, evocando la historia de París cuando Nueva York estaba despertando y la capital francesa era el corazón del mundo. De la mano de Brosnia, la viuda de René Clair, llegó a Astorga, en el corazón de Castrillo de los Polvazares, sobre la dureza de sus piedras duras. El recuerdo y la evocación de aquel París de los años 20.
Hemos llegado así a oír las voces y escuchar los pasos perdidos de Jean Cocteau, Salvador Dalí. Luis Buñuel, Pablo Picasso, Henri Matisse o llegar a André Breton, Max Ernst, Rene Magritte. Louis Aragon, Giusseppe Ungareti, y todos los surrealistas, Man Ray, Francis Picabia, Marcel Duchamp y los dadaístas.
A estrellas como Marlene Dietrich, Verónica Lake, Brigitte Bardot, Anna Magnani, María Felix. Como hemos llegado a Agata Christie, Georges Brassens. René Clair, Jean Renoir, Prosper Merimée, Ernest Hemingway, Scott Fitgerald. O los incorporacioneas de Maxim´s y Moulin Rouge, St Germain y El Sena, más el insuperable Charles Chaplin o las cumbres pictóricas de André Modigliani y Vasil Kandiski.
El pasado de Astorga es recordado en sus fiestas. Empezando por la de Astures y Romanos que rememoran su pasado más antiguo con diferentes eventos. Tardes y noches tiene lugar el poblado romano, en el nuevo oarque de El Melgar, con un fondo monumental extraordinario, pues está ante el lienzo de la muralla medieval y su pequeña parte romana bimilenaria y sobre ella el Palacio de Gaudí, con el contraste de su marcado modernismo, ya centenario, con la Catedral de Santa María, cuyo origen se remonta en los siglos y conjuga elementos góticos, renacentistas y barrocos.
Otra parte singular de estos festejos son los juegos, con lanzamientos de catapultas, que en vez de bombas lanzas sandías y el circo romano, con la plaza de toros reconvertida en coliseo para las luchas de gladiadores. Cientos y cientos de astorganos desfilan durante esos días por sus calles vestidos de romanos o de astures, según sus preferencias. Como vuelven a desfilar pintorescos y evocadores en la Zuiza, con la bandera cristiana de la batalla de Clavijo (año 844). Otras fiestas en fechas variables, en el marco de las Jornadas Napoleónicas en las que se conmemora la Guerra de la Independencia y los dos asedios que sufrió la ciudad por parte de los franceses.
Cómo no falta la Semana Santa. Si en la primavera los astorganos se vistieron de romanos o de astures, en la segunda de españoles y franceses ahora todos coinciden en penitentes de sus ocho cofradías, como paparrones, que les llaman a los nazarenos, que aúnan el fervor religioso y la evocación festiva con numerosas procesiones, que le han valido la declaración de Interés Turístico Nacional.
Todo es posible a través de la imaginación, como viene descubriendo el Festival de Cine de Astorga, en sus 27 ediciones, con su Certamen de Cortometrajes, eclosión anual de imaginaciones, como pollitos inquietos que revolotean en el mundo de la ficción, y los otros eventos que lo complementan, en torno al séptimo arte. Ahora llegamos a una propuesta tan concreta, la de Bronia, compañera y musa de René Clair, que nos lleva a esa larga cabalgada del siglo pasado para descubrir, a través de ella, momentos del pasado artístico en lo que en aquellos momentos era el corazón de la Humanidad, el París del siglo XX, con el bullir del dadaísmo y el surrealismo, los grandes momentos del hacerse el séptimo arte, con uno de sus principales protagonistas, el genial Rene Clair, que el mismo homenajea los momentos que él ha vivido y deja su testimonio en El silencio es oro,1947, reflejando el momento que se está viviendo.
Desde títulos como El sombrero de paja de Italia, 1928, o Viva la libertad, 1931, en la que testimonia el momento en el que se vive e inspira Tiempos modernos, 1936, del otro genio, Charles Chaplin. A Me casé con una bruja, 1942, mantenida en el tiempo con la serie Embrujada de la TV. De La belleza del diablo, 1950, en la que revive el Fausto de Goethe a Las maniobras de amor, 1955 o la portentosa Las puertas de la las Lilas, 1957, hasta su Fiestas Galantes, su última película del año 1965. En el marco del Festival de Cine de Astorga, que así continúa reviviendo la mejor historia del mejor cine del mundo, desde realidades que meten a la ciudad en esa misma Historia.
Otro cineasta imprescindible francés fue Jean Renoir. Había sido el autor de filmes tan inolvidables como La Marsellesa, 1938, que abrió las puertas al neorrealismo italiano; Memorias de una doncella, 1946, y obras maestras como La Gran Ilusión, 1937, con un mensaje de paz antes de la Guerra o Las reglas del juego, 1939, sobre el derrumbe de los valores humanistas y a la vez retrato de costumbres sociales. El río, 1950, sería el nuevo referente sobre la India.
Se movió entre ideas políticas, próximas al Frente Popular, y una gran oposición a Hitler. Entre sus últimos títulos se cuentan La Carroza de Oro, 1952, y French Cancán, 1954. La primera cuenta la historia de un grupo de cómicos italianos que en el siglo XVIII llega a Perú. El virrey ha comprado una fabulosa carroza de oro en Europa. En su primera representación Camila, Anna Magnani, conoce a un torero y su compañía es invitada al palacio del virrey, que cuando conoce a Camila se enamora y le ofrece su carroza de oro. Camila tendrá que decidir entre el amor de tres hombres: el virrey, el torero y un oficial del ejército. Con lo que queda claro el original en el que se basa de Prosper Mérimée y el recuerdo de su Carmen.
French Cancan es un musical parisino, que cuenta la historia de su protagonista Jean Gabin, que descubre un baile pasado de moda, el cancan, lo recupera e inaugura el Moulin Rouge y vive un romance entre las dos primeras bailarinas, interpretadas María Felix y Françoise Arnoul, con príncipe y todo por medio. Ambas darán paso a la Nouvelle Vague francesa, con influencias en toda esta generación, especialmente en François Truffaut.
Su padre era el pintor impresionista August Renoir, que vivió una vida más bohemia y menos acomodada en los últimos años en pueblos y campos por una razón añadida: el buen aire para su desastrosa salud. Una etapa en la que siguió rodeado de bellas mujeres, que no dejaron de estar presentes como modelos en sus cuadros y a las que las dos parisinas de Castrillo parecían recordar.
Esta sería otra historia, porque cuando hay historia no hace falta más que tirar del hilo y estamos en la que fue, la de René Clair, desde Castrillo de los Polvazares y Astorga, evocando la historia de París cuando Nueva York estaba despertando y la capital francesa era el corazón del mundo. De la mano de Brosnia, la viuda de René Clair, llegó a Astorga, en el corazón de Castrillo de los Polvazares, sobre la dureza de sus piedras duras. El recuerdo y la evocación de aquel París de los años 20.
Hemos llegado así a oír las voces y escuchar los pasos perdidos de Jean Cocteau, Salvador Dalí. Luis Buñuel, Pablo Picasso, Henri Matisse o llegar a André Breton, Max Ernst, Rene Magritte. Louis Aragon, Giusseppe Ungareti, y todos los surrealistas, Man Ray, Francis Picabia, Marcel Duchamp y los dadaístas.
A estrellas como Marlene Dietrich, Verónica Lake, Brigitte Bardot, Anna Magnani, María Felix. Como hemos llegado a Agata Christie, Georges Brassens. René Clair, Jean Renoir, Prosper Merimée, Ernest Hemingway, Scott Fitgerald. O los incorporacioneas de Maxim´s y Moulin Rouge, St Germain y El Sena, más el insuperable Charles Chaplin o las cumbres pictóricas de André Modigliani y Vasil Kandiski.
El pasado de Astorga es recordado en sus fiestas. Empezando por la de Astures y Romanos que rememoran su pasado más antiguo con diferentes eventos. Tardes y noches tiene lugar el poblado romano, en el nuevo oarque de El Melgar, con un fondo monumental extraordinario, pues está ante el lienzo de la muralla medieval y su pequeña parte romana bimilenaria y sobre ella el Palacio de Gaudí, con el contraste de su marcado modernismo, ya centenario, con la Catedral de Santa María, cuyo origen se remonta en los siglos y conjuga elementos góticos, renacentistas y barrocos.
Otra parte singular de estos festejos son los juegos, con lanzamientos de catapultas, que en vez de bombas lanzas sandías y el circo romano, con la plaza de toros reconvertida en coliseo para las luchas de gladiadores. Cientos y cientos de astorganos desfilan durante esos días por sus calles vestidos de romanos o de astures, según sus preferencias. Como vuelven a desfilar pintorescos y evocadores en la Zuiza, con la bandera cristiana de la batalla de Clavijo (año 844). Otras fiestas en fechas variables, en el marco de las Jornadas Napoleónicas en las que se conmemora la Guerra de la Independencia y los dos asedios que sufrió la ciudad por parte de los franceses.
Cómo no falta la Semana Santa. Si en la primavera los astorganos se vistieron de romanos o de astures, en la segunda de españoles y franceses ahora todos coinciden en penitentes de sus ocho cofradías, como paparrones, que les llaman a los nazarenos, que aúnan el fervor religioso y la evocación festiva con numerosas procesiones, que le han valido la declaración de Interés Turístico Nacional.
Todo es posible a través de la imaginación, como viene descubriendo el Festival de Cine de Astorga, en sus 27 ediciones, con su Certamen de Cortometrajes, eclosión anual de imaginaciones, como pollitos inquietos que revolotean en el mundo de la ficción, y los otros eventos que lo complementan, en torno al séptimo arte. Ahora llegamos a una propuesta tan concreta, la de Bronia, compañera y musa de René Clair, que nos lleva a esa larga cabalgada del siglo pasado para descubrir, a través de ella, momentos del pasado artístico en lo que en aquellos momentos era el corazón de la Humanidad, el París del siglo XX, con el bullir del dadaísmo y el surrealismo, los grandes momentos del hacerse el séptimo arte, con uno de sus principales protagonistas, el genial Rene Clair, que el mismo homenajea los momentos que él ha vivido y deja su testimonio en El silencio es oro,1947, reflejando el momento que se está viviendo.
Desde títulos como El sombrero de paja de Italia, 1928, o Viva la libertad, 1931, en la que testimonia el momento en el que se vive e inspira Tiempos modernos, 1936, del otro genio, Charles Chaplin. A Me casé con una bruja, 1942, mantenida en el tiempo con la serie Embrujada de la TV. De La belleza del diablo, 1950, en la que revive el Fausto de Goethe a Las maniobras de amor, 1955 o la portentosa Las puertas de la las Lilas, 1957, hasta su Fiestas Galantes, su última película del año 1965. En el marco del Festival de Cine de Astorga, que así continúa reviviendo la mejor historia del mejor cine del mundo, desde realidades que meten a la ciudad en esa misma Historia.