Mercedes Unzeta Gullón
Martes, 05 de Noviembre de 2024

La furia del agua, la furia del ciudadano

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Nos perdemos en las mentiras y las contramentiras. Una gran pérdida de tiempo y energía. Pero los responsables de la irresponsabilidad responsabilizan a todo organismo o persona que se le ponga en el camino. Por supuesto el Gobierno tiene la culpa y Sánchez más culpa todavía, bueno ese es un mantra constante desde que Sánchez es Sánchez. No es el momento de polémicas pero sí parece que es el momento del miedo, el miedo a asumir la negligencia  que ha llevado a la terrible situación humanitaria que se está viviendo. Echar balones fuera es el impulso salvador.

No importa que los datos rebatan las mentiras, el mentiroso sigue empecinado en repetirlas, y si ya la mentira se ve demasiado desnuda recurre a otra mentira nueva.

 

Que si la AEMET no anunció lo que venía hasta el último momento, ya cuando la terrible situación estaba encima. Pero los datos de la AEMET muestran que vinieron avisando con tiempo días antes y muchas horas antes. No importa, se sigue oyendo que este organismo no reportó los datos.  Mazón, presidente de la Generalitat, sigue insistiendo: la AEMET  dijo que iba a remitir la lluvia”.

 

Mazón está pillado y trata de echar balones fuera  a lo que de lugar, hay muchos muertos  y mucha catástrofe que no lo quiere aguantar sobre sus hombros. Como lo de la AEMET no parece que le vaya a servir intenta desviar culpa hacia la Confederación Hidrográfica del Júcar, que no emitió “alerta hidrográfica”. Dicha Confederación responde a tal acusación puntualizando que las confederaciones hidrográficas no lanzan alertas públicas. El organismo competente de lanzar alertas hidrológicas son los servicios de emergencias autonómicos. Las confederaciones trasladan informaciones de forma constante y actualizada: los datos de pluviometría automáticos y el nivel de los cauces. Datos actualizados de forma automática y en abierto para consulta de los órganos competentes”. Y si las confederaciones hidrográficas no pueden lanzar alertas es imposible que las desactiven, simplemente las monitorizan en tiempo real para los servicios de emergencia. Este ha sido el caso de la Confederación Hidrográfica del Júcar para la Generalitat Valenciana.

 

El orgullo de Mazón, como presidente de la Generalitat Valenciana, parece enorme. En lugar de pedir al Gobierno el nivel de aleta 3 para que sea él quien tome el mando, pide que los ministros correspondientes trabajen a sus órdenes. Órdenes sin orden ni concierto.

 

Los coches en las calles en pirámide de chatarrero; el barro, un chapapote a lo bestia; el dolor, un hálito que no cesa; el estupor ante una visión apocalíptica; consternación ante la sobrevenida indigencia de la población. Esta gota fría, o DANA o como se le quiera llamar, este castigo de los dioses,  parece un toque de alerta de lo que puede venir y seguramente vendrá: lluvias enfurecidas, torrentes  embravecidos y vientos desbocados. Es como si se fuera a escribir una nueva Biblia.

 

Razones no faltan para un castigo bíblico. La humanidad ha derivado a la deshumanización. Estamos en un ‘todo vale’ al ser humano para conseguir el paraíso en la Tierra. Pero ese paraíso no es la dulce arcadia, el lugar idílico de campos llenos de frutales por donde pasearse al caer de la tarde mientras se disfruta de los sabores, lo olores y los colores. No, la dulce Arcadia ha ido cambiando con la deshumanización y en lugar de dulces olores, colores y sabores ahora el paraíso es tener miles de millones en el haber para hacer lo que me de la real gana sin pensar en quien ni en el qué.

 

La humanidad tiene ahora unos cuantos dioses que con sus miles de millones de dólares mueven el mundo, el mundo que ellos quieren, el mundo que les beneficia, el mundo lejos de su mundo. El capitalismo feroz nos lleva a que cada uno piensa en cada uno ‘sálvese quien pueda’, o ‘maricón el último’, podrían ser las consignas de los que aspiran al nuevo paraíso de los nuevos dioses. Claro que en ese recorrido hay muchos tramos, muchas diferentes escalas. En una de ellas están el clan de los políticos. Todos quieren escalar hasta la poltrona, su meta final, para acomodarse en el sillón de terciopelo a lo Luis XIV, y para llegar a ese paraíso intermedio utilizan toda clase de artimañas, chapucerías y engaños. Llegar, llegar, llegar lo importante es llegar al sillón. Vale todo para derribar a la competencia. Hay que llegar, y luego ya veremos.

 

Hay tornados, hay inundaciones, hay muertos, hay pueblos arrasados, hay hambre, hay avidez de justicia, hay desolación, tristeza, impotencias, rabia, llanto…

 

¿Se podía haber evitado? No lo podemos saber. La fuerza del agua venía imparable e indomable. Quizás  hubiera habido menos muertos, mucho menos muertos, o acaso ninguno. Difícil de adivinar. El caso es que se dieron las alarmas pero se escucharon con ligereza, quizás por desidia pero también porque no estamos acostumbrados a que la naturaleza se soliviante de tal manera, no como en EEUU donde los tornados arrasan sus ciudades y, como hacendosas hormigas, los ciudadanos vuelven a reconstruir con cierta agilidad hasta el próximo huracán. Claro que son un poco casas de chichinabo, bien es verdad, hechas con planchas de madera fáciles de derrumbar y fáciles de construir. Nuestras casas son más sólidas pero…, la fuerza del agua en tromba es brutal, como hemos visto, y si no derrumba la casa la destroza, invade y vacía de todos sus enseres en un pis-pas.

 

Ha pasado lo que no sabíamos que podía pasar. Ahora ya lo sabemos. Las DANAS vienen más fuertes que nuestras conocidas anualmente ‘Gotas Frías’ en la costa mediterránea. Ahora habrá que estar mucho más alertas a las llamadas de atención de la AEMET. Ahora hay que empezar a tomar medidas preventivas. Ahora el cambio climático es un enemigo a tener en cuenta. Ahora sabemos de nuestra fragilidad y es preceptivo encontrar la solidez y resistencia frente a las terribles fuerzas de la naturaleza.

 

Pero existen tantas fuerzas acosadoras en el día a día de nuestra vida para los que quedamos fuera del nuevo Olimpo que se nos está siendo muy difícil hacer nuestro camino con cierta gallardía.

 

O témpora o mores

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