ENTREVISTA
Josu García: una vida de rock 'n' roll actitud
Josu García (1965) es, por derecho propio, uno de los grandes nombres del panorama del rock en español de los últimos 30 años. Guitarrista, productor y director musical de la banda de 'Loquillo', en sus espaldas carga más de 200 trabajos, ya sea en sus facetas como guitarrista, compositor, músico, cantante o letrista.
Ha formado parte del histórico grupo aragonés 'Más Birras', y fue guitarrista de 'Tequila' en 2008. Ha colaborado con artistas de la talla de Amaral, Joaquín Sabina, Leiva o Carlos Tarque (MClan) -con los dos últimos tuvo el proyecto de versiones 'Hot Legs'.
En 1999, fundó 'La Tercera República' con Pablo Martín, llegando dos veces al número 1 de 'Cadena 100' con 'Sorprendentemente' y 'Tú tranquilo' (una adaptación de 'Take it Easy' de 'Eagles').
Actualmente, milita en 'Loquillo', donde desempeña su trabajo como guitarrista, productor y director musical, recorriendo toda España y tocando frente a miles de espectadores. El pasado 3 de noviembre, finalizaron la gira 'Trangresiones', con la que llevaron "la poesía cantada a los escenarios".
![[Img #70378]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/11_2024/2145_img-20241110-wa0010.jpg)
¿Cómo llega Josu García al mundo de la música y de la guitarra?
Cuando tenía nueve años, mi padre, que era músico aficionado, nos dijo a mis hermanos y a mí que escogiéramos un instrumento y que nos pagaba clases de música. Sí que es cierto que yo, desde bien pequeño, tenía cierta facilidad para realizar armonías vocales que no estaban en las canciones, pero que cuadraban y pegaban. Entonces, me compró la guitarra y empecé a ir a clases con un señor muy mayor que vivía cerca.
Después del colegio, en lugar de jugar al fútbol o tocar timbres y salir corriendo, me iba con ese señor que tenía una casa un tanto tenebrosa, pero que me enseñó los rudimentos y los primeros pasos para acometer el instrumento. Me impregné rápidamente y se me metió dentro un veneno que ha durado hasta ahora. Fue un flechazo absolutamente mágico.
Más allá de ese primer contacto, ¿has tenido algún tipo de formación académica?
Mi padre me enseñó algo de solfeo y tenía libros de música, partituras, etcétera. Él tocaba el saxofón, la flauta y algunos instrumentos de pulso y púa. Ese ambiente musical siempre estaba presente; mi padre me educó, aunque fuese extraoficialmente, de forma más o menos académica.
La afición por las armonías y por grupos como ‘Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán’ viene desde niño.
Mi casa era muy animada; había mucha familia, muchos primos y muchos tíos, y en todas las celebraciones se cantaba. En el País Vasco, existe cierta tradición de canciones corales, que se me pegó. Estudié en un colegio de curas y participaba en el coro de la iglesia. Hubo un sacerdote que nos adiestró en la cuestión de las armonías.
Ahora que lo dices, sería interesante analizar el papel y la importancia de la Iglesia Católica en la formación de músicos durante la segunda mitad del siglo XX.
Por supuesto, pero no sólo en el ámbito de nuestro país. En el mundo anglosajón es algo escandaloso. Yo tengo un amigo baterista, Daniel Griffin, que ha tocado con ‘Fito’ muchos años y con el que giré con ‘Tequila’ en 2008, y él me contaba que, en Chicago, después de misa, su abuela reunía a toda la familia alrededor de un órgano Hammond y cantaban canciones religiosas con diferentes armonías vocales.
Al final no sólo es algo propio de la Iglesia Católica, sino de distintas confesiones y congregaciones. Piensa en las iglesias evangélicas o en el góspel.
Por cuestiones familiares os trasladáis desde San Sebastián hasta Jaca cuando tú tienes 14 o 15 años. Entiendo que ahí empiezas a hacer tus primeras incursiones en el mundo de los grupos y del rock, hasta que años después recaes en Zaragoza y das con esa vorágine que, como la ‘Movida Madrileña’ o la ‘Movida de Vigo’, tiene nombre propio: ‘Rock Aragonés’.
Aquí tenemos que diferenciar una cosa. Yo llego a Jaca en 1978, y todavía estoy muy lejos de conocer el ‘Rock Aragonés’, que descubrí casi una década después. El problema de esa época es que todo transcurre a mucha velocidad, aunque sea en una cantidad de años minúscula.
En el instituto, en Jaca, cuando no conocía a nadie, alguna tarde me iba al parque yo sólo con la guitarra, y conecté con gente que tocaba. En la Navidad de 1979 a 1980 viví un avance tremendo. Yo cumplo años en Nochebuena y mi familia me regaló el walkman de Sony, el único modelo que había. Ya no tenía que pedir turno para escuchar mis vinilos o mis cintas. El hecho de ser autónomo y poner la música de Carlos Santana, ‘Led Zeppelin’, ‘The Doors’, etc., fue alucinante. Desde entonces, cuando me cruzaba con alguien que tenía un walkman siempre había miradas e incluso, sin conocerlo, paraba para intercambiar auriculares.
De la noche a la mañana me vi en un local de ensayo con mi guitarra acústica tocando canciones que nos gustaban. Una cosa absolutamente primitiva. Luego, trabajamos durante un verano todo el grupo de ensayo para conseguir dinero, y compramos a una orquesta su equipo; ese fue el inicio de todo.
Años más tarde, en 1987, me fui a Zaragoza. En esa época no le llamábamos ‘Rock Aragonés’. Yo vivía en una ciudad que tenía muchos grupos. Sin más.
Los nombres de las generaciones y de los movimientos se fijan a posteriori, claro. Cuando tú estás de lleno en el proceso de ebullición y viviendo esa época no eres consciente de lo que estás atravesando. Incluso, con el tiempo, se romantiza e idealiza.
Absolutamente. En 1982, nos dividíamos en dos bandos. Por un lado, estaban los modernos, que escuchaban ‘Parálisis Permanente’, ‘Gabinete Caligari’ y ese tipo de grupos; por el otro, estábamos los que no nos gustaba nada eso y poníamos a los ‘Eagles’ y rock americano y anglosajón, que en realidad pertenecía a nuestros hermanos mayores y a su generación. A la nuestra pertenecían ‘Orchestral Manoeuvres in the Dark’, ‘Duran Duran’ y todo aquello que no me gustaba pero que he aprendido a apreciar con el tiempo.
En aquella época no se nos ocurría pensar que estábamos en ninguna movida ni en ninguna generación. Para nada.
![[Img #70377]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/11_2024/4707_img-20241110-wa0011.jpg)
Es relativamente frecuente escuchar la música “de nuestros mayores” y denostar la que coexiste con nosotros. Los prejuicios sobre los grupos que conviven con uno se quitan, no pocas veces, con el paso de los años.
Es así. A mí no me gustaba lo que estaba de moda supuestamente en el rock. Ya no te digo en el pop o en la música comercial, que me era y me es totalmente ajena. A mí me hablan de determinados artistas y es como si me hablasen de un tipo de postre que hay en una zona muy recóndita de Azerbaiyán.
Sin embargo, una de las pocas cosas buenas que tiene cumplir años es precisamente esa. Los prejuicios ya no están ahí y hago incluso de abogado del diablo. Tanto antes como ahora la vida se encuentra llena de música espantosa. Yo no sé si la gente se piensa que en mi época lo que sonaba en los restaurantes o en las tiendas eran ‘The Rolling Stones’ y ‘Led Zeppelin’.
Llegas a Zaragoza.
Bueno, entre Jaca y Zaragoza hay un período hippie de dos años que no suelo contar mucho, en el que vivo en un pueblo perdido de los Pirineos sin luz ni agua corriente. Cuando me mudé a Zaragoza, a integrarme de nuevo en la vida urbana, decidí que tenía que seguir una carrera musical y me puse a buscarla de forma desesperada.
Para vivir tocaba en la calle, iba a todos los locales y me juntaba con cualquier banda. Era una época muy divertida en la que había música por las calles y era fácil encontrar socios de aventura. Milité en varias formaciones muy pequeñas hasta que, en 1990, caí en ‘Más Birras’, que era un grupo reconocido en Aragón y, aunque de forma más underground, en el resto de España.
![[Img #70385]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/11_2024/1738_mas-birras-en-una-foto-del-libro-mas-birras-del-barrio-a-la-leyenda-de-jorge-martinez-imagen-doce-robles.jpg)
¿Cómo llegas a ‘Más Birras’? Porque era el grupo de referencia en esa ciudad. Sí que es cierto que en la época en la que entras tú, ‘Héroes del Silencio’ (1988-1996) ya tiene una importancia que extiende Aragón e incluso España, pero formas parte de uno de los grandes conjuntos aragoneses.
Cuando entré en 1990 era el final de ‘Más Birras’, pero el grupo se fundó cuando los ‘Héroes’ no habían salido de su primer local. Yo conocí a Enrique Bunbury cuando ensayaban en una casa “cochambrosa” que se caía a pedazos, donde había varios grupos más. Recuerdo que conocí también a Eva Amaral, que tocaba la batería en uno de ellos. Lo que quiero decir es que en el tiempo que coexistieron ‘Más Birras’ y ‘Héroes del Silencio’, los segundos no habían despegado del todo.
¿Y cómo llego a ‘Más Birras’? Pues a través de Chema Fernández, su mánager, que era amigo mío. Yo los conocía porque íbamos a los mismos bares y frecuentábamos los mismos ambientes. Además de la formación estable, tenían un guitarrista contratado, Quino Díaz, que no estaba muy bien por circunstancias que a nadie se nos escapan y son inherentes a la juventud de aquellos años.
Un día Chema me propuso tocar con ellos. Fui a su local, estuve ensayando y me dieron el puesto. Sin más.
Cuando Mauricio Aznar (cantante de ‘Más Birras’) decide abandonar la formación te ofrecen a ti asumir el rol de ‘frontman’; pero lo rechazas.
Así es. En esa época estaba viviendo a caballo entre Zaragoza y Madrid. Ya tenía un proyecto en la capital, y estuve un tiempo yendo y viniendo. Cuando Mauricio abandonó el grupo, me proponen seguir con el mismo nombre y que yo fuese el ‘frontman’. Dije que de ninguna manera, que no era buena idea. Sigo pensando que es así.
Planteé la posibilidad de hacer otro proyecto de cero, porque de seguir con el grupo seríamos “los que eran Más Birras, pero sin Mauricio”. Llegamos incluso a grabar unas cuantas maquetas, que no eran otra cosa que bocetos de temas para una nueva formación.
![[Img #70381]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/11_2024/9538_img-20241110-wa0009.jpg)
El tiempo te ha dado la razón en tanto que has tenido una trayectoria excelsa y, además, la figura de Mauricio Aznar ha sido reconocida, especialmente tras la proyección de ‘La estrella azul’.
Sí.
Te mudas a Madrid con un proyecto de Fernando de Diego.
Él es el que me lleva a Madrid. Creamos ‘Fuera de la Ley’, un grupo de rock muy potente y muy ilusionante. Pero cuando llego a la capital ya me meto en la vorágine; encima con Fernando de Diego, que conocía a todo el mundo.
En tres meses, me presentó a todos los músicos, actores, directores de cine, mánagers, etcétera. Me introdujo de lleno en el mundo de la cultura y de la farándula madrileña.
A mí me ilusionaba tanto el proyecto que, de hecho, en 1991, Javier Andreu, el cantante de ‘La Frontera’, cuando el grupo estaba en su apogeo, me propone ser su guitarrista en la Expo de Sevilla porque iban a grabar ‘Capturados vivos’, un disco en directo cojonudo. En ese mismo escenario también tocamos los ‘Más Birras’. Lo que quiero decir es que yo que era un tío recién llegado a Madrid, y que además necesitaba currar, dije que no a ‘La Frontera’ porque me entusiasmaba ‘Fuera de la Ley’.
Antes de hablar de ‘La Tercera República’ quiero reconocerte que me apena no ver un disco tuyo en solitario. Esto sólo me ha pasado con dos músicos, y sois Antonio García de Diego (guitarrista y teclista de Joaquín Sabina) y tú. Cuando os he escuchado cantar, a él interpretando ‘A la orilla de la chimenea’ y a ti ‘Cass’ en el homenaje a Mauricio Aznar, he notado cierta tristeza por no poder disfrutar de más canciones o interpretaciones vuestras.
Gracias. Antonio es un maestro para todos; es de una generación anterior a la mía y le tengo auténtica veneración. Sigue en forma después de un montón de años.
En cuanto al disco en solitario, es algo que cada vez está más abandonado. Hace ya tiempo que tengo un pequeño proyecto, pero lo que no tengo es tiempo para realizarlo. A veces he dicho: ¿y si mando todo a la mierda un par de años y saco mi disco? Pero luego he pensado: ¿para qué? De hacerlo, iría en una onda parecida a Richard Hawley, que es lo que me dictan mi alma y mi edad.
Respecto a lo que dices de mi intervención en el homenaje a Mauricio, fue algo muy emocionante. Cuando me preguntaron si quería participar en el homenaje dije que sí, pero que quería cantar ‘Cass’ sin probar sonido y sin ensayar. Como la banda base que tocaba estaba formada por conocidos, les expliqué que quería un estilo shuffle blues, y salió bastante divertido.
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Vamos con ‘La Tercera República’. Cuéntame cómo os conocisteis Pablo Martín y tú, porque es una historia preciosa.
Nos conocimos en ‘Lady Pepa’, un sitio muy peculiar en el que sucedían cosas maravillosas. Abría a las 02:00h, y hasta las 10:00h podías comerte unas lentejas o unos espaguetis mientras tocabas la guitarra.
Por supuesto, había que llamar a la puerta, e Isaac, el dueño, un señor mayor, observaba por la mirilla y decidía si entrabas o no. Era bastante exclusivo, e iba sobre todo gente del cine, del teatro y de la música. Recuerdo ver un día a Joaquín Sabina y a Enrique Urquijo en una mesa, con una guitarra, componiendo ‘Y nos dieron las diez’ y ‘Ojos de gata’. Un lugar absolutamente mítico.
Volviendo a la cuestión. Una de esas noches, entré al local y vi a un chico con unos amigos cantando una canción de ‘Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán’, y como eran las cosas en aquel momento, sin pedir permiso me senté en un taburete a su lado y me puse a cantar con él. Se hizo de día.
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El nombre de ‘La Tercera República’ es un regalo de Joaquín Sabina.
Sí. Es un nombre que él tenía registrado y cuando se enteró de que íbamos a formar un grupo y de que todavía no sabíamos cómo denominarlo nos lo ofreció.
Con el paso del tiempo, sin embargo, ese nombre os llegó a generar algunos problemas. Algo que se plantea como idílico, en algunos ayuntamientos y salas os crea dificultades porque se politiza, aunque las canciones toquen temas típicamente relacionados con el pop y el rock en español.
El nombre no tenía ninguna intencionalidad política. Simplemente buscaba aludir a una cuestión quimérica, a una ensoñación. Algo bastante romántico en realidad. De hecho, efectivamente, las letras no son ni políticas ni combativas, sino bastante costumbristas.
Pero sí, en algunos sitios donde llevábamos la propuesta pensaban que íbamos a entrar con banderas e incendiar el pueblo. Vimos de alguna manera que el nombre no se entendía del todo bien. Yo creo que el propio grupo no se entendió. Al igual que los ‘Eagles’ siempre decían, con la diferencia de que ellos son el tercer grupo que más discos ha vendido de la historia, que eran demasiado country para el rock y demasiado rock para el country, nosotros éramos demasiado pop para el rock y demasiado rock para el pop.
La compañía discográfica no supo leer del todo bien esa cuestión. Recuerdo que después de firmar el contrato, el director de la compañía nos dijo: “vosotros sois como ‘Ella baila sola’ pero en chicos”, y Pablo y yo nos mirábamos diciendo: “¿qué hemos firmado? Esta gente no entiende nada”. Lamentablemente, ‘La Tercera República’ no tuvo el éxito que esperábamos, pero, aun así, aguantamos lo que pudimos, hicimos alguna gira muy chula y el primer disco vendió 15.000 copias, que ahora sería mucho, pero en aquel entonces los grupos de éxito vendían 150.000.
De todas formas, en esta última gira que acabo de terminar con ‘Loquillo’ ha seguido viniendo gente con discos de ‘La Tercera República’ para que se los firme. Me hace muchísima ilusión, la verdad.
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Nos metemos en tu faceta como productor musical. En una de tus entrevistas, explicabas que una de las cosas que menos te gustan es cuando un conocido te pregunta si has producido a “x” grupo porque hay ciertos sonidos que le recuerdan a ti, sosteniendo que no quieres dejar tu impronta en los discos de los artistas que produces. ¿Sigues pensando lo mismo?
Sí. No me gusta dejar mi impronta como productor, lo que sucede es que después de tantos trabajos llega un punto en el que es inevitable.
A lo largo de tus más de 200 producciones has tenido que trabajar, por necesidad, con grupos o artistas que, o bien no te gusta el trabajo que desarrollan, o bien no es tu estilo de música. ¿Cómo lidias con ello?
Desde hace más de 15 años, una de las condiciones que me he puesto para producir algo es que me tiene que gustar. Si no me gusta, no firmo. Si a mí me llaman y me dicen: “Josu me encantaría que produjeses esto”, y a mí no agrada, no lo hago.
Cuando lo he hecho, que ha sido mucho, ha sido una cuestión de oficio. Muchas veces voy por el supermercado o por la calle y escucho un guitarra o un sonido que me resulta familiar, pongo el ‘Shazam’ y resulta que esa guitarra soy yo. Por suerte, mi mente lo ha almacenado en una parte del disco duro a la que no me permite acceder. De repente me veo con grupos con los que claro, he trabajado como productor o como músico de estudio y he “borrado”.
Sí que te aseguro, de todas formas, que aunque haya hecho trabajos que no han sido exactamente de mi gusto, al estudio he ido todos los días con el mismo ánimo y la misma voluntad de realizar mi oficio lo mejor posible. Al final acabas empatizando con ese artista y con ese producto, y es bueno que sea así.
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¿Qué opinión te suscita la llegada de la ‘Inteligencia Artificial’ al mundo de la música y de las producciones? Alguien como tú, que está versado en el tema y que lleva toda la vida produciendo, es capaz de diferenciar las cosas y tener cierto criterio, pero lo normal es que no sea así.
Todo lo que he visto de ‘Inteligencia Artificial’, que ha sido fundamentalmente en cuestión gráfica, es absolutamente reconocible. Respecto a los textos, pues lo mismo; a mí me haces un escrito judicial con ‘ChatGPT’ y me la puedes colar, pero me da igual.
Lo que todavía no he escuchado es algo parecido a ‘Le nozze di Figaro’ o una canción como ‘Hotel California’. Cuando oiga algo bueno y me digan que está hecho con ‘Inteligencia Artificial’ veremos, pero hasta el momento es todo bastante deficiente. Cubre determinados objetivos y eso es, en parte, porque estamos acostumbrados a una calidad cuestionable.
Para concluir, quiero que toquemos tu etapa en los escenarios con ‘Loquillo’. ¿Cómo se vive estar en los grandes escenarios y ser, al tiempo, una figura relativamente anónima? Es cierto que los músicos de ‘Loquillo’ tenéis un gran prestigio dentro del mundo del rock nacional, pero su figura desborda ese campo y es reconocido por todo el mundo.
De lo que me estás hablando en realidad es de la diferencia entre la fama y el éxito. A mí la fama no me interesa en absoluto, pero el éxito mucho. La fama sólo te procura el respeto de los mediocres; el éxito, sin embargo, te da el de la gente inteligente. Éxito sí tengo, y reconocimiento en los ámbitos en los que me interesa, también.
Tener una pantalla de casi dos metros que se llama ‘Loquillo’ me viene de puta madre, jajaja. Tú vas con él por un aeropuerto y donde se ponen todos los focos es en su persona.
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En relación con la cuestión anterior, sería interesante que hablases sobre cómo conjugas tocar con grandes artistas, en los estadios y salas más importantes de España, y hacer lo propio con tu grupo de versiones ‘Ventura’. Gustándote ambos, sin que se malentienda, pareciese que una es la faceta del músico profesional que desempeña un trabajo y la otra la del amante de la música, que la vive y la interpreta por puro disfrute.
Yo tengo una palabra que uso con “El Loco”. De alguna manera, ‘Ventura’ me “desloquilliza”, y me sirve para conectar con la música que más me gusta; el rock y el pop español me encantan, pero los sonidos de mi juventud y de mi vida son los del rock anglosajón de los últimos años 60 y de principios de los 70.
‘Ventura’ me apasiona porque me lo paso muy bien. Somos un grupo de amigos al que le encanta irse con sus instrumentos a cualquier lugar. Me produce un efecto balsámico porque con frecuencia los grandes escenarios y producciones son en cierto punto un artificio. Un artificio que mola mucho y que es muy divertido. El que diga que no le gusta tocar delante de 12.000 o 15.000 personas, miente. Es algo maravilloso, cojonudo. Pero a mí, tocar a un metro y medio de una mesita donde hay un par de parejas disfrutando de la música que hacemos es muy enriquecedor.
Cuando estás inmerso en plena gira con 'Loquillo', y teniendo en cuenta que no sólo eres su guitarrista sino también su director musical, ¿cómo combinas esa labor con tu trabajo como productor? Una tarea (la de director musical) de esas dimensiones necesitará dedicación completa.
Es necesario tener tanto capacidad de trabajo como capacidad de organización. Mi tarea de dirección musical de la banda de 'Loquillo' requiere de una serie de horas que no son una ecuación fija. 'Loquillo' y yo estamos en contacto permanente, aunque lo que solemos hacer antes de arrancar es una serie intensiva de ensayos. Una especie de 'Gran Hermano' de varios días, y esos ensayos nos sirven para toda la gira.
No volvemos a reunirnos con los instrumentos hasta las pruebas de sonido de los conciertos, donde repasamos alguna cosa que no está saliendo bien.
'Loquillo' es un artista que tiene cientos de canciones y decenas de números uno. Cuando se plantea una nueva gira, ¿cómo es el proceso de selección de los temas? Algunos de ellas son irrenunciables. Más allá, ¿cómo es el proceso de adaptar algunos de vuestros "clásicos" al estilo de la gira? 'Cadillac solitario' no puede sonar igual en 2015 durante los conciertos de 'Código rocker' que en 2024 con 'Trangresiones'.
Es muy difícil. 'Loquillo' tiene cerca de 400 canciones editadas a lo largo de sus 46 años de carrera. Efectivamente, algunas no pueden faltar, porque el público quiere escuchar los grandes éxitos. Intentamos, no obstante, darles alguna píldora de temas menos conocidos que a nosotros también nos gustan y nos interesa tocar.
Confeccionar un 'setlist' tiene mucha dificultad y requiere de varias semanas de discusiones. Aun así, siempre habrá gente que eche en falta una u otra canción, aunque intentamos abstraernos de esa circunstancia y hacer lo que consideramos.
'Trangresiones' ha sido una gira muy particular. Hemos tenido que olvidarnos de muchos de los éxitos de 'Loquillo' porque las canciones no son trasladables a un lenguaje más poético o más íntimo. En este caso, el 'setlist' estuvo compuesto por temas sacados de sus cuatro discos de poesía contemporánea española y europea. Lo difícil en este tipo de giras es trasladar al público que va a ver algo especial y no al 'Loquillo' que todo el mundo espera.
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Ha formado parte del histórico grupo aragonés 'Más Birras', y fue guitarrista de 'Tequila' en 2008. Ha colaborado con artistas de la talla de Amaral, Joaquín Sabina, Leiva o Carlos Tarque (MClan) -con los dos últimos tuvo el proyecto de versiones 'Hot Legs'.
En 1999, fundó 'La Tercera República' con Pablo Martín, llegando dos veces al número 1 de 'Cadena 100' con 'Sorprendentemente' y 'Tú tranquilo' (una adaptación de 'Take it Easy' de 'Eagles').
Actualmente, milita en 'Loquillo', donde desempeña su trabajo como guitarrista, productor y director musical, recorriendo toda España y tocando frente a miles de espectadores. El pasado 3 de noviembre, finalizaron la gira 'Trangresiones', con la que llevaron "la poesía cantada a los escenarios".
¿Cómo llega Josu García al mundo de la música y de la guitarra?
Cuando tenía nueve años, mi padre, que era músico aficionado, nos dijo a mis hermanos y a mí que escogiéramos un instrumento y que nos pagaba clases de música. Sí que es cierto que yo, desde bien pequeño, tenía cierta facilidad para realizar armonías vocales que no estaban en las canciones, pero que cuadraban y pegaban. Entonces, me compró la guitarra y empecé a ir a clases con un señor muy mayor que vivía cerca.
Después del colegio, en lugar de jugar al fútbol o tocar timbres y salir corriendo, me iba con ese señor que tenía una casa un tanto tenebrosa, pero que me enseñó los rudimentos y los primeros pasos para acometer el instrumento. Me impregné rápidamente y se me metió dentro un veneno que ha durado hasta ahora. Fue un flechazo absolutamente mágico.
Más allá de ese primer contacto, ¿has tenido algún tipo de formación académica?
Mi padre me enseñó algo de solfeo y tenía libros de música, partituras, etcétera. Él tocaba el saxofón, la flauta y algunos instrumentos de pulso y púa. Ese ambiente musical siempre estaba presente; mi padre me educó, aunque fuese extraoficialmente, de forma más o menos académica.
La afición por las armonías y por grupos como ‘Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán’ viene desde niño.
Mi casa era muy animada; había mucha familia, muchos primos y muchos tíos, y en todas las celebraciones se cantaba. En el País Vasco, existe cierta tradición de canciones corales, que se me pegó. Estudié en un colegio de curas y participaba en el coro de la iglesia. Hubo un sacerdote que nos adiestró en la cuestión de las armonías.
Ahora que lo dices, sería interesante analizar el papel y la importancia de la Iglesia Católica en la formación de músicos durante la segunda mitad del siglo XX.
Por supuesto, pero no sólo en el ámbito de nuestro país. En el mundo anglosajón es algo escandaloso. Yo tengo un amigo baterista, Daniel Griffin, que ha tocado con ‘Fito’ muchos años y con el que giré con ‘Tequila’ en 2008, y él me contaba que, en Chicago, después de misa, su abuela reunía a toda la familia alrededor de un órgano Hammond y cantaban canciones religiosas con diferentes armonías vocales.
Al final no sólo es algo propio de la Iglesia Católica, sino de distintas confesiones y congregaciones. Piensa en las iglesias evangélicas o en el góspel.
Por cuestiones familiares os trasladáis desde San Sebastián hasta Jaca cuando tú tienes 14 o 15 años. Entiendo que ahí empiezas a hacer tus primeras incursiones en el mundo de los grupos y del rock, hasta que años después recaes en Zaragoza y das con esa vorágine que, como la ‘Movida Madrileña’ o la ‘Movida de Vigo’, tiene nombre propio: ‘Rock Aragonés’.
Aquí tenemos que diferenciar una cosa. Yo llego a Jaca en 1978, y todavía estoy muy lejos de conocer el ‘Rock Aragonés’, que descubrí casi una década después. El problema de esa época es que todo transcurre a mucha velocidad, aunque sea en una cantidad de años minúscula.
En el instituto, en Jaca, cuando no conocía a nadie, alguna tarde me iba al parque yo sólo con la guitarra, y conecté con gente que tocaba. En la Navidad de 1979 a 1980 viví un avance tremendo. Yo cumplo años en Nochebuena y mi familia me regaló el walkman de Sony, el único modelo que había. Ya no tenía que pedir turno para escuchar mis vinilos o mis cintas. El hecho de ser autónomo y poner la música de Carlos Santana, ‘Led Zeppelin’, ‘The Doors’, etc., fue alucinante. Desde entonces, cuando me cruzaba con alguien que tenía un walkman siempre había miradas e incluso, sin conocerlo, paraba para intercambiar auriculares.
De la noche a la mañana me vi en un local de ensayo con mi guitarra acústica tocando canciones que nos gustaban. Una cosa absolutamente primitiva. Luego, trabajamos durante un verano todo el grupo de ensayo para conseguir dinero, y compramos a una orquesta su equipo; ese fue el inicio de todo.
Años más tarde, en 1987, me fui a Zaragoza. En esa época no le llamábamos ‘Rock Aragonés’. Yo vivía en una ciudad que tenía muchos grupos. Sin más.
Los nombres de las generaciones y de los movimientos se fijan a posteriori, claro. Cuando tú estás de lleno en el proceso de ebullición y viviendo esa época no eres consciente de lo que estás atravesando. Incluso, con el tiempo, se romantiza e idealiza.
Absolutamente. En 1982, nos dividíamos en dos bandos. Por un lado, estaban los modernos, que escuchaban ‘Parálisis Permanente’, ‘Gabinete Caligari’ y ese tipo de grupos; por el otro, estábamos los que no nos gustaba nada eso y poníamos a los ‘Eagles’ y rock americano y anglosajón, que en realidad pertenecía a nuestros hermanos mayores y a su generación. A la nuestra pertenecían ‘Orchestral Manoeuvres in the Dark’, ‘Duran Duran’ y todo aquello que no me gustaba pero que he aprendido a apreciar con el tiempo.
En aquella época no se nos ocurría pensar que estábamos en ninguna movida ni en ninguna generación. Para nada.
Es relativamente frecuente escuchar la música “de nuestros mayores” y denostar la que coexiste con nosotros. Los prejuicios sobre los grupos que conviven con uno se quitan, no pocas veces, con el paso de los años.
Es así. A mí no me gustaba lo que estaba de moda supuestamente en el rock. Ya no te digo en el pop o en la música comercial, que me era y me es totalmente ajena. A mí me hablan de determinados artistas y es como si me hablasen de un tipo de postre que hay en una zona muy recóndita de Azerbaiyán.
Sin embargo, una de las pocas cosas buenas que tiene cumplir años es precisamente esa. Los prejuicios ya no están ahí y hago incluso de abogado del diablo. Tanto antes como ahora la vida se encuentra llena de música espantosa. Yo no sé si la gente se piensa que en mi época lo que sonaba en los restaurantes o en las tiendas eran ‘The Rolling Stones’ y ‘Led Zeppelin’.
Llegas a Zaragoza.
Bueno, entre Jaca y Zaragoza hay un período hippie de dos años que no suelo contar mucho, en el que vivo en un pueblo perdido de los Pirineos sin luz ni agua corriente. Cuando me mudé a Zaragoza, a integrarme de nuevo en la vida urbana, decidí que tenía que seguir una carrera musical y me puse a buscarla de forma desesperada.
Para vivir tocaba en la calle, iba a todos los locales y me juntaba con cualquier banda. Era una época muy divertida en la que había música por las calles y era fácil encontrar socios de aventura. Milité en varias formaciones muy pequeñas hasta que, en 1990, caí en ‘Más Birras’, que era un grupo reconocido en Aragón y, aunque de forma más underground, en el resto de España.
¿Cómo llegas a ‘Más Birras’? Porque era el grupo de referencia en esa ciudad. Sí que es cierto que en la época en la que entras tú, ‘Héroes del Silencio’ (1988-1996) ya tiene una importancia que extiende Aragón e incluso España, pero formas parte de uno de los grandes conjuntos aragoneses.
Cuando entré en 1990 era el final de ‘Más Birras’, pero el grupo se fundó cuando los ‘Héroes’ no habían salido de su primer local. Yo conocí a Enrique Bunbury cuando ensayaban en una casa “cochambrosa” que se caía a pedazos, donde había varios grupos más. Recuerdo que conocí también a Eva Amaral, que tocaba la batería en uno de ellos. Lo que quiero decir es que en el tiempo que coexistieron ‘Más Birras’ y ‘Héroes del Silencio’, los segundos no habían despegado del todo.
¿Y cómo llego a ‘Más Birras’? Pues a través de Chema Fernández, su mánager, que era amigo mío. Yo los conocía porque íbamos a los mismos bares y frecuentábamos los mismos ambientes. Además de la formación estable, tenían un guitarrista contratado, Quino Díaz, que no estaba muy bien por circunstancias que a nadie se nos escapan y son inherentes a la juventud de aquellos años.
Un día Chema me propuso tocar con ellos. Fui a su local, estuve ensayando y me dieron el puesto. Sin más.
Cuando Mauricio Aznar (cantante de ‘Más Birras’) decide abandonar la formación te ofrecen a ti asumir el rol de ‘frontman’; pero lo rechazas.
Así es. En esa época estaba viviendo a caballo entre Zaragoza y Madrid. Ya tenía un proyecto en la capital, y estuve un tiempo yendo y viniendo. Cuando Mauricio abandonó el grupo, me proponen seguir con el mismo nombre y que yo fuese el ‘frontman’. Dije que de ninguna manera, que no era buena idea. Sigo pensando que es así.
Planteé la posibilidad de hacer otro proyecto de cero, porque de seguir con el grupo seríamos “los que eran Más Birras, pero sin Mauricio”. Llegamos incluso a grabar unas cuantas maquetas, que no eran otra cosa que bocetos de temas para una nueva formación.
El tiempo te ha dado la razón en tanto que has tenido una trayectoria excelsa y, además, la figura de Mauricio Aznar ha sido reconocida, especialmente tras la proyección de ‘La estrella azul’.
Sí.
Te mudas a Madrid con un proyecto de Fernando de Diego.
Él es el que me lleva a Madrid. Creamos ‘Fuera de la Ley’, un grupo de rock muy potente y muy ilusionante. Pero cuando llego a la capital ya me meto en la vorágine; encima con Fernando de Diego, que conocía a todo el mundo.
En tres meses, me presentó a todos los músicos, actores, directores de cine, mánagers, etcétera. Me introdujo de lleno en el mundo de la cultura y de la farándula madrileña.
A mí me ilusionaba tanto el proyecto que, de hecho, en 1991, Javier Andreu, el cantante de ‘La Frontera’, cuando el grupo estaba en su apogeo, me propone ser su guitarrista en la Expo de Sevilla porque iban a grabar ‘Capturados vivos’, un disco en directo cojonudo. En ese mismo escenario también tocamos los ‘Más Birras’. Lo que quiero decir es que yo que era un tío recién llegado a Madrid, y que además necesitaba currar, dije que no a ‘La Frontera’ porque me entusiasmaba ‘Fuera de la Ley’.
Antes de hablar de ‘La Tercera República’ quiero reconocerte que me apena no ver un disco tuyo en solitario. Esto sólo me ha pasado con dos músicos, y sois Antonio García de Diego (guitarrista y teclista de Joaquín Sabina) y tú. Cuando os he escuchado cantar, a él interpretando ‘A la orilla de la chimenea’ y a ti ‘Cass’ en el homenaje a Mauricio Aznar, he notado cierta tristeza por no poder disfrutar de más canciones o interpretaciones vuestras.
Gracias. Antonio es un maestro para todos; es de una generación anterior a la mía y le tengo auténtica veneración. Sigue en forma después de un montón de años.
En cuanto al disco en solitario, es algo que cada vez está más abandonado. Hace ya tiempo que tengo un pequeño proyecto, pero lo que no tengo es tiempo para realizarlo. A veces he dicho: ¿y si mando todo a la mierda un par de años y saco mi disco? Pero luego he pensado: ¿para qué? De hacerlo, iría en una onda parecida a Richard Hawley, que es lo que me dictan mi alma y mi edad.
Respecto a lo que dices de mi intervención en el homenaje a Mauricio, fue algo muy emocionante. Cuando me preguntaron si quería participar en el homenaje dije que sí, pero que quería cantar ‘Cass’ sin probar sonido y sin ensayar. Como la banda base que tocaba estaba formada por conocidos, les expliqué que quería un estilo shuffle blues, y salió bastante divertido.
Vamos con ‘La Tercera República’. Cuéntame cómo os conocisteis Pablo Martín y tú, porque es una historia preciosa.
Nos conocimos en ‘Lady Pepa’, un sitio muy peculiar en el que sucedían cosas maravillosas. Abría a las 02:00h, y hasta las 10:00h podías comerte unas lentejas o unos espaguetis mientras tocabas la guitarra.
Por supuesto, había que llamar a la puerta, e Isaac, el dueño, un señor mayor, observaba por la mirilla y decidía si entrabas o no. Era bastante exclusivo, e iba sobre todo gente del cine, del teatro y de la música. Recuerdo ver un día a Joaquín Sabina y a Enrique Urquijo en una mesa, con una guitarra, componiendo ‘Y nos dieron las diez’ y ‘Ojos de gata’. Un lugar absolutamente mítico.
Volviendo a la cuestión. Una de esas noches, entré al local y vi a un chico con unos amigos cantando una canción de ‘Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán’, y como eran las cosas en aquel momento, sin pedir permiso me senté en un taburete a su lado y me puse a cantar con él. Se hizo de día.
El nombre de ‘La Tercera República’ es un regalo de Joaquín Sabina.
Sí. Es un nombre que él tenía registrado y cuando se enteró de que íbamos a formar un grupo y de que todavía no sabíamos cómo denominarlo nos lo ofreció.
Con el paso del tiempo, sin embargo, ese nombre os llegó a generar algunos problemas. Algo que se plantea como idílico, en algunos ayuntamientos y salas os crea dificultades porque se politiza, aunque las canciones toquen temas típicamente relacionados con el pop y el rock en español.
El nombre no tenía ninguna intencionalidad política. Simplemente buscaba aludir a una cuestión quimérica, a una ensoñación. Algo bastante romántico en realidad. De hecho, efectivamente, las letras no son ni políticas ni combativas, sino bastante costumbristas.
Pero sí, en algunos sitios donde llevábamos la propuesta pensaban que íbamos a entrar con banderas e incendiar el pueblo. Vimos de alguna manera que el nombre no se entendía del todo bien. Yo creo que el propio grupo no se entendió. Al igual que los ‘Eagles’ siempre decían, con la diferencia de que ellos son el tercer grupo que más discos ha vendido de la historia, que eran demasiado country para el rock y demasiado rock para el country, nosotros éramos demasiado pop para el rock y demasiado rock para el pop.
La compañía discográfica no supo leer del todo bien esa cuestión. Recuerdo que después de firmar el contrato, el director de la compañía nos dijo: “vosotros sois como ‘Ella baila sola’ pero en chicos”, y Pablo y yo nos mirábamos diciendo: “¿qué hemos firmado? Esta gente no entiende nada”. Lamentablemente, ‘La Tercera República’ no tuvo el éxito que esperábamos, pero, aun así, aguantamos lo que pudimos, hicimos alguna gira muy chula y el primer disco vendió 15.000 copias, que ahora sería mucho, pero en aquel entonces los grupos de éxito vendían 150.000.
De todas formas, en esta última gira que acabo de terminar con ‘Loquillo’ ha seguido viniendo gente con discos de ‘La Tercera República’ para que se los firme. Me hace muchísima ilusión, la verdad.
Nos metemos en tu faceta como productor musical. En una de tus entrevistas, explicabas que una de las cosas que menos te gustan es cuando un conocido te pregunta si has producido a “x” grupo porque hay ciertos sonidos que le recuerdan a ti, sosteniendo que no quieres dejar tu impronta en los discos de los artistas que produces. ¿Sigues pensando lo mismo?
Sí. No me gusta dejar mi impronta como productor, lo que sucede es que después de tantos trabajos llega un punto en el que es inevitable.
A lo largo de tus más de 200 producciones has tenido que trabajar, por necesidad, con grupos o artistas que, o bien no te gusta el trabajo que desarrollan, o bien no es tu estilo de música. ¿Cómo lidias con ello?
Desde hace más de 15 años, una de las condiciones que me he puesto para producir algo es que me tiene que gustar. Si no me gusta, no firmo. Si a mí me llaman y me dicen: “Josu me encantaría que produjeses esto”, y a mí no agrada, no lo hago.
Cuando lo he hecho, que ha sido mucho, ha sido una cuestión de oficio. Muchas veces voy por el supermercado o por la calle y escucho un guitarra o un sonido que me resulta familiar, pongo el ‘Shazam’ y resulta que esa guitarra soy yo. Por suerte, mi mente lo ha almacenado en una parte del disco duro a la que no me permite acceder. De repente me veo con grupos con los que claro, he trabajado como productor o como músico de estudio y he “borrado”.
Sí que te aseguro, de todas formas, que aunque haya hecho trabajos que no han sido exactamente de mi gusto, al estudio he ido todos los días con el mismo ánimo y la misma voluntad de realizar mi oficio lo mejor posible. Al final acabas empatizando con ese artista y con ese producto, y es bueno que sea así.
¿Qué opinión te suscita la llegada de la ‘Inteligencia Artificial’ al mundo de la música y de las producciones? Alguien como tú, que está versado en el tema y que lleva toda la vida produciendo, es capaz de diferenciar las cosas y tener cierto criterio, pero lo normal es que no sea así.
Todo lo que he visto de ‘Inteligencia Artificial’, que ha sido fundamentalmente en cuestión gráfica, es absolutamente reconocible. Respecto a los textos, pues lo mismo; a mí me haces un escrito judicial con ‘ChatGPT’ y me la puedes colar, pero me da igual.
Lo que todavía no he escuchado es algo parecido a ‘Le nozze di Figaro’ o una canción como ‘Hotel California’. Cuando oiga algo bueno y me digan que está hecho con ‘Inteligencia Artificial’ veremos, pero hasta el momento es todo bastante deficiente. Cubre determinados objetivos y eso es, en parte, porque estamos acostumbrados a una calidad cuestionable.
Para concluir, quiero que toquemos tu etapa en los escenarios con ‘Loquillo’. ¿Cómo se vive estar en los grandes escenarios y ser, al tiempo, una figura relativamente anónima? Es cierto que los músicos de ‘Loquillo’ tenéis un gran prestigio dentro del mundo del rock nacional, pero su figura desborda ese campo y es reconocido por todo el mundo.
De lo que me estás hablando en realidad es de la diferencia entre la fama y el éxito. A mí la fama no me interesa en absoluto, pero el éxito mucho. La fama sólo te procura el respeto de los mediocres; el éxito, sin embargo, te da el de la gente inteligente. Éxito sí tengo, y reconocimiento en los ámbitos en los que me interesa, también.
Tener una pantalla de casi dos metros que se llama ‘Loquillo’ me viene de puta madre, jajaja. Tú vas con él por un aeropuerto y donde se ponen todos los focos es en su persona.
En relación con la cuestión anterior, sería interesante que hablases sobre cómo conjugas tocar con grandes artistas, en los estadios y salas más importantes de España, y hacer lo propio con tu grupo de versiones ‘Ventura’. Gustándote ambos, sin que se malentienda, pareciese que una es la faceta del músico profesional que desempeña un trabajo y la otra la del amante de la música, que la vive y la interpreta por puro disfrute.
Yo tengo una palabra que uso con “El Loco”. De alguna manera, ‘Ventura’ me “desloquilliza”, y me sirve para conectar con la música que más me gusta; el rock y el pop español me encantan, pero los sonidos de mi juventud y de mi vida son los del rock anglosajón de los últimos años 60 y de principios de los 70.
‘Ventura’ me apasiona porque me lo paso muy bien. Somos un grupo de amigos al que le encanta irse con sus instrumentos a cualquier lugar. Me produce un efecto balsámico porque con frecuencia los grandes escenarios y producciones son en cierto punto un artificio. Un artificio que mola mucho y que es muy divertido. El que diga que no le gusta tocar delante de 12.000 o 15.000 personas, miente. Es algo maravilloso, cojonudo. Pero a mí, tocar a un metro y medio de una mesita donde hay un par de parejas disfrutando de la música que hacemos es muy enriquecedor.
Cuando estás inmerso en plena gira con 'Loquillo', y teniendo en cuenta que no sólo eres su guitarrista sino también su director musical, ¿cómo combinas esa labor con tu trabajo como productor? Una tarea (la de director musical) de esas dimensiones necesitará dedicación completa.
Es necesario tener tanto capacidad de trabajo como capacidad de organización. Mi tarea de dirección musical de la banda de 'Loquillo' requiere de una serie de horas que no son una ecuación fija. 'Loquillo' y yo estamos en contacto permanente, aunque lo que solemos hacer antes de arrancar es una serie intensiva de ensayos. Una especie de 'Gran Hermano' de varios días, y esos ensayos nos sirven para toda la gira.
No volvemos a reunirnos con los instrumentos hasta las pruebas de sonido de los conciertos, donde repasamos alguna cosa que no está saliendo bien.
'Loquillo' es un artista que tiene cientos de canciones y decenas de números uno. Cuando se plantea una nueva gira, ¿cómo es el proceso de selección de los temas? Algunos de ellas son irrenunciables. Más allá, ¿cómo es el proceso de adaptar algunos de vuestros "clásicos" al estilo de la gira? 'Cadillac solitario' no puede sonar igual en 2015 durante los conciertos de 'Código rocker' que en 2024 con 'Trangresiones'.
Es muy difícil. 'Loquillo' tiene cerca de 400 canciones editadas a lo largo de sus 46 años de carrera. Efectivamente, algunas no pueden faltar, porque el público quiere escuchar los grandes éxitos. Intentamos, no obstante, darles alguna píldora de temas menos conocidos que a nosotros también nos gustan y nos interesa tocar.
Confeccionar un 'setlist' tiene mucha dificultad y requiere de varias semanas de discusiones. Aun así, siempre habrá gente que eche en falta una u otra canción, aunque intentamos abstraernos de esa circunstancia y hacer lo que consideramos.
'Trangresiones' ha sido una gira muy particular. Hemos tenido que olvidarnos de muchos de los éxitos de 'Loquillo' porque las canciones no son trasladables a un lenguaje más poético o más íntimo. En este caso, el 'setlist' estuvo compuesto por temas sacados de sus cuatro discos de poesía contemporánea española y europea. Lo difícil en este tipo de giras es trasladar al público que va a ver algo especial y no al 'Loquillo' que todo el mundo espera.