El mutismo solidario
![[Img #70468]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/11_2024/6706_el-mutismo-solidario.jpg)
La demoledora catástrofe de la dana valenciana ha sido trampolín otra vez para la ruindad de los voceros políticos dispuestos al merodeo sobre los despojos de la hecatombe. El sufrimiento de la colectividad flagelada por la furia de la naturaleza es el nutriente de sus doctrinas carroñeras.
Debe tratarse de un ADN en persona y grupo que hace imposible aflorar un mínimo de humanidad en forma de compasión hacia las víctimas. Por no conceder, no conceden ni las necesarias treguas del duelo. No, ahí están, como depredadores de culpas y errores ajenos para transformar, solo segundos después de verificado el daño, la goyesca lucha a garrotazos en idéntica pugna, ahora con toneladas de detritus en voz y acción.
Son semovientes inmunes a la conmoción. Agitadores de pestilencias que solo emergen de concienciaciones cavernícolas. Airean el nefasto mensaje desde tribunas de poder legítimo en lo formal, pero usurpador del genuino servicio público en el fondo. No callan ni ante el exigido silencio del dolor y del luto. Vocean sin parar un mensaje bilioso de culpas sentenciadas al instante, por el delito de una democracia que no les ha dejado tocar el poder omnímodo, que creen emanado de las divinidades solo para ellos.
Siguen impertérritos el camino en sentido contrario al de otros, una mayoría solidaria, fotografía del auténtico altruismo que, armado de escobas y entusiasmo, saltan a la palestra del barro y la desesperación. Así ponen los millones y millones de empeños y complicidades que imploran el consuelo de la compañía y la ayuda en una desgracia de gran magnitud.
De sus bocas podridas han salido disparates como el de que España es un Estado fallido. ¿Con qué ojos miran? La visión del común denominador ciudadano, todavía aplastado por la pesadilla infernal del barro, los enseres amontonados y las pirámides de automóviles aleados en chatarra para el desguace, no oculta, al contrario, aumenta con lupa, que tras este apocalipsis trabajan a tiempo completo, sin recuento de horas extraordinarias, veinte mil integrantes del Ejército, Guardia Civil y policías nacionales, autonómicos y locales. Esta es la fuerza humana y visible de un Estado.
Con semejante oralidad dejan en el hombre de la calle la irritante matraca de instituciones públicas inservibles que han de ser reemplazadas sin tardanza por el ímpetu del emprendimiento privado. Buena piedra de toque para esta concepción del Estado aguarda con la nueva administración estadounidense de Donald Trump y la millonariocracia que ya pone en marcha con la aquiescencia de una opinión pública domada en el poder hipnótico de las redes sociales y su catarata de mentiras.
Las nefastas admoniciones de estos chamanes desprecian otra formulación del Estado que es la solidaridad del pueblo. También tuvieron su frase para la segunda versión de los eslóganes antiestado. Solo el pueblo ayuda al pueblo. Portentoso cinismo de estas lenguas demagógicas y demostración de una inteligencia desnuda. Su auxilio no ha sido precisamente el de pie en obra. Más bien el de vocinglería lesiva que obstaculiza y enmierda la portentosa tarea de retirar a paladas la colosal masa de mierda que es el reguero de una calamidad de la naturaleza. Dicen y dicen; pero ejercer, nunca.
No pueden escapar de la prisión de su diabólico corporativismo. Contrario, adversario, oponente, rival, son términos que han enterrado en su cerrazón mental. Es el imperio del maniqueísmo amigo/enemigo; del, o conmigo, o contra mí. El gran jefe de una de las banderías no concedió ni veinticuatro horas de reposo a la razón, y se lanzó a focalizar, estilo jauría, al culpable de siempre. Pocas horas después, el responsable del territorio anegado reconocía la buena disposición del contrario fetichizado en aquellas primeras horas de caos. Desautorización al gran tótem del partido. En un abrir y cerrar de ojos, donde dije digo, digo Diego. No es necesario el instinto de Sherlock Holmes para colegir que hubo llamada palaciega de amonestación a la sucursal.
Las sabidurías deambulan alejadas del reconocimiento de los errores propios. Imposibilitada con pruebas escritas la caza de la pieza fundamental, habrá que conformarse con cinegética menor. Una ministra con la vitola de candidata a la Comisión Europea se ha cruzado en el camino. Pero los ojeadores vuelven a equivocarse, porque la dimensión de este cargo traspasa la contienda nacional y partidista, y la encumbra a la política de Estado y supranacional de la UE. Se va a jugar otra liga en la que se empañará, no solo el prestigio de siglas de partidos, sino el del país, necesitado de representación de calidad en los foros internacionales. Europa empieza a estar harta de ser el patio de vecindad en el que se diriman los agravios de vecinos vocingleros y arrabaleros ¿Con qué fuerza moral piden la dimisión del adversario si no aplican el mismo rasero al correligionario que estaba a la cabeza de la toma de decisiones en la malhadada noche del 29 de octubre?
La foto que ilustra el artículo es una escultura de Jaume Plensa. Un requerimiento del pacífico y regenerador silencio, negado sistemáticamente por estos regidores, pero obligado a las víctimas y a la generosidad de los que empujan lodo escoba en mano. La política nacional debería mirar en la fábula de los dos conejos que, perseguidos por los perros, optan por la inacción de polemizar sobre si son galgos o podencos. Final predecible.
La demoledora catástrofe de la dana valenciana ha sido trampolín otra vez para la ruindad de los voceros políticos dispuestos al merodeo sobre los despojos de la hecatombe. El sufrimiento de la colectividad flagelada por la furia de la naturaleza es el nutriente de sus doctrinas carroñeras.
Debe tratarse de un ADN en persona y grupo que hace imposible aflorar un mínimo de humanidad en forma de compasión hacia las víctimas. Por no conceder, no conceden ni las necesarias treguas del duelo. No, ahí están, como depredadores de culpas y errores ajenos para transformar, solo segundos después de verificado el daño, la goyesca lucha a garrotazos en idéntica pugna, ahora con toneladas de detritus en voz y acción.
Son semovientes inmunes a la conmoción. Agitadores de pestilencias que solo emergen de concienciaciones cavernícolas. Airean el nefasto mensaje desde tribunas de poder legítimo en lo formal, pero usurpador del genuino servicio público en el fondo. No callan ni ante el exigido silencio del dolor y del luto. Vocean sin parar un mensaje bilioso de culpas sentenciadas al instante, por el delito de una democracia que no les ha dejado tocar el poder omnímodo, que creen emanado de las divinidades solo para ellos.
Siguen impertérritos el camino en sentido contrario al de otros, una mayoría solidaria, fotografía del auténtico altruismo que, armado de escobas y entusiasmo, saltan a la palestra del barro y la desesperación. Así ponen los millones y millones de empeños y complicidades que imploran el consuelo de la compañía y la ayuda en una desgracia de gran magnitud.
De sus bocas podridas han salido disparates como el de que España es un Estado fallido. ¿Con qué ojos miran? La visión del común denominador ciudadano, todavía aplastado por la pesadilla infernal del barro, los enseres amontonados y las pirámides de automóviles aleados en chatarra para el desguace, no oculta, al contrario, aumenta con lupa, que tras este apocalipsis trabajan a tiempo completo, sin recuento de horas extraordinarias, veinte mil integrantes del Ejército, Guardia Civil y policías nacionales, autonómicos y locales. Esta es la fuerza humana y visible de un Estado.
Con semejante oralidad dejan en el hombre de la calle la irritante matraca de instituciones públicas inservibles que han de ser reemplazadas sin tardanza por el ímpetu del emprendimiento privado. Buena piedra de toque para esta concepción del Estado aguarda con la nueva administración estadounidense de Donald Trump y la millonariocracia que ya pone en marcha con la aquiescencia de una opinión pública domada en el poder hipnótico de las redes sociales y su catarata de mentiras.
Las nefastas admoniciones de estos chamanes desprecian otra formulación del Estado que es la solidaridad del pueblo. También tuvieron su frase para la segunda versión de los eslóganes antiestado. Solo el pueblo ayuda al pueblo. Portentoso cinismo de estas lenguas demagógicas y demostración de una inteligencia desnuda. Su auxilio no ha sido precisamente el de pie en obra. Más bien el de vocinglería lesiva que obstaculiza y enmierda la portentosa tarea de retirar a paladas la colosal masa de mierda que es el reguero de una calamidad de la naturaleza. Dicen y dicen; pero ejercer, nunca.
No pueden escapar de la prisión de su diabólico corporativismo. Contrario, adversario, oponente, rival, son términos que han enterrado en su cerrazón mental. Es el imperio del maniqueísmo amigo/enemigo; del, o conmigo, o contra mí. El gran jefe de una de las banderías no concedió ni veinticuatro horas de reposo a la razón, y se lanzó a focalizar, estilo jauría, al culpable de siempre. Pocas horas después, el responsable del territorio anegado reconocía la buena disposición del contrario fetichizado en aquellas primeras horas de caos. Desautorización al gran tótem del partido. En un abrir y cerrar de ojos, donde dije digo, digo Diego. No es necesario el instinto de Sherlock Holmes para colegir que hubo llamada palaciega de amonestación a la sucursal.
Las sabidurías deambulan alejadas del reconocimiento de los errores propios. Imposibilitada con pruebas escritas la caza de la pieza fundamental, habrá que conformarse con cinegética menor. Una ministra con la vitola de candidata a la Comisión Europea se ha cruzado en el camino. Pero los ojeadores vuelven a equivocarse, porque la dimensión de este cargo traspasa la contienda nacional y partidista, y la encumbra a la política de Estado y supranacional de la UE. Se va a jugar otra liga en la que se empañará, no solo el prestigio de siglas de partidos, sino el del país, necesitado de representación de calidad en los foros internacionales. Europa empieza a estar harta de ser el patio de vecindad en el que se diriman los agravios de vecinos vocingleros y arrabaleros ¿Con qué fuerza moral piden la dimisión del adversario si no aplican el mismo rasero al correligionario que estaba a la cabeza de la toma de decisiones en la malhadada noche del 29 de octubre?
La foto que ilustra el artículo es una escultura de Jaume Plensa. Un requerimiento del pacífico y regenerador silencio, negado sistemáticamente por estos regidores, pero obligado a las víctimas y a la generosidad de los que empujan lodo escoba en mano. La política nacional debería mirar en la fábula de los dos conejos que, perseguidos por los perros, optan por la inacción de polemizar sobre si son galgos o podencos. Final predecible.