Mi alma aragonesa XVI / Adolfo Aznar, el periodismo, la imprenta y la televisión
![[Img #70645]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/12_2024/9112_65700_adolfo-aznar-fusac_0.jpg)
Procede, como Florián Rey, de La Almunia de doña Godina. Nació en el mismo año que Luis Buñuel, 1900. Realizó su carrera en Madrid, con rodajes en Aragón. Hizo su primera película Colorín, en 1928.
En 1933 rodó en Ansó y Hecho, en el Pirineo oscense, la zarzuela Miguelón o el último contrabandista, con Miguel Fleta como protagonista. En Daroca rodó en 1943 el drama rural Con los ojos del alma. Para el público infantil rodó dos películas experimentales Pupin y sus amigos, 1931 y Pipo y Pipa en busca de Cocolín, 1936, con muñecos articulados, creados por el mismo, y movidos con la técnica fotograma a fotograma, en un trabajo laborioso e innovador en España, pero no contó con la fortuna, pues llegó la guerra y fue censurado, porque uno de los muñecos llevaba un sombrero con un periódico que era de la República.
En 1940 realizó El milagro del Cristo de la Vega, versión versificada de José Zorrilla, con temas reiterados en la literatura española sobre el honor femenino mancillado por un burlador, que es restituido, mediante un milagro, por la justicia divina.
Con El rey de Sierra Madre, 1949, hace una película sobre la vida del bandido generoso José María Tempranillo, que será el precedente de otras dos películas realizadas por otros directores aragoneses. Llanto por un bandido, de Carlos Saura y Amanecer en Puerta Oscura, de José María Forqué.
Continuadores de estos cineastas del entorno del Moncayo, del Jalòn y del Jiloca, además de Florián Rey y Aznar de La Almunia, de Marquina de Calatayud, coinciden con ellos en su vena folclorista y popular Raquel Meller y Paco Martínez Soria, que representarán su prolongación en el tiempo.
En mi libro La televisión en Aragón, 2002, reflejaba con insistencia estas coincidencias de origen geográfico que a veces se producen. Se ven en el cine, que nace en Zaragoza y tan grandes e importantes creadores tiene en Aragón, como estamos viendo. El carácter de pionero de los aragoneses se aprecia también en el nacimiento del periodismo en nuestro país, como antecedente del cine y la televisión, porque el primer periodismo español nace de manos aragonesas, que como los creadores del audiovisual tienen en común con estos, aparte de su origen, su aire de visionarios y adelantados, en cuanto a pioneros y precursores, incomprendidos, perseguidos y obligados a realizar su obra fuera de su tierra, a la vez que ignorados en la misma.
El zaragozano José Peciller Ossau, autor de los “avisos” o notas cotidianas, referidas a la Corte, redactados a mediados del siglo XVII. Pasa por ser el precursor del periodismo español. El alcañizano Francisco Mariano Nipho, hombre inquieto y luchador, adalid del tesón atribuido a los aragoneses, fundó en Madrid varios periódicos. Diario extranjero, 1736, Diario noticioso universal, 1758. Cajón de sastre, 1760 y Correo general de España, 1770, entre ellos.
Nipho es recordado como el primer periodista español como tal y así proclamado por el profesor magistral de la Historia del Periodismo, el también aragonés, de Caspe, José Altabella, que fue el primer catedrático de la Historia del Periodismo Español, de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense.
El turolense Juan Martínez de Salafranca fue uno de los fundadores de la Real Academia de la Historia y trabajó en el diario de los Literatos de España, 1737. Ambos, Nipho y Salafranca fueron innovadores y adelantados en su época, incomprendidos y atacados por los conservadores y tuvieron que trabajar no en su tierra sino en la capital del reino.
Como allí recogíamos, el espíritu innovador y pionero es también característico de los impresores en Aragón. Jorge Coci, de origen alemán, alcanza el título de ser uno de los ms grandes impresores zaragozanos y europeos del Renacimiento. En Zaragoza, en el campo de las imprentas, se editó el primer libro con lo que llamamos “pie de imprenta”, en la que el también alemán Mateo Flandro editó el famoso Manipulus curatorum de Guido de Monte Rocheri.
También entre los impresores de origen alemán destacan los impresores Juan y Pablo Horus. Pablo está considerado el mejor estampador de España en los finales del siglo XV. A Flandro, Horus y Coci hay que añadir a Diego Dormer y a Joaquín Ibarra y Marín. Dormer dedicó una especial atención a la publicación de temas aragoneses, Ibarra y Marín, es considerado el mayor tipógrafo del siglo XVIII, con fama europea, que imprimió más de 2.500 libros.
En este panorama hay que recordar a Francisco de Goya y Lucientes, el genio aragonés universal de la pintura, que un siglo antes de que se inventara el cine, se convierte en el precursor de este, al tiempo que iniciador del arte contemporáneo. Lo hace con su obra pictórica, eminentemente cinematográfica en sus cuadros en serie y especialmente en las series de grabados, dibujos y cartones.
Una obra y una época que recordarán Buñuel y Saura en su cine documentalista y expresivo con Las Hurdes, el primero y sus documentales perdidos en París y New York y con Cuenca, el segundo y su afán de fotografiar y observar la realidad de todo su cine.
Como casualidad puede entenderse que el cine español naciera en Zaragoza y que la primera retrasmisión en la distancia en la televisión se efectuara en la misma ciudad, en la que se mantuvo, como si de un milagro se tratara, durante más de media hora, la imagen en el ascético blanco y negro del camarín de la Virgen del Pilar, con llamas de vela titileando, como para que no pareciera una imagen fija y así fue contemplado, con sorprendida admiración, en los primeros televisores expuestos en escaparates madrileños.
Procede, como Florián Rey, de La Almunia de doña Godina. Nació en el mismo año que Luis Buñuel, 1900. Realizó su carrera en Madrid, con rodajes en Aragón. Hizo su primera película Colorín, en 1928.
En 1933 rodó en Ansó y Hecho, en el Pirineo oscense, la zarzuela Miguelón o el último contrabandista, con Miguel Fleta como protagonista. En Daroca rodó en 1943 el drama rural Con los ojos del alma. Para el público infantil rodó dos películas experimentales Pupin y sus amigos, 1931 y Pipo y Pipa en busca de Cocolín, 1936, con muñecos articulados, creados por el mismo, y movidos con la técnica fotograma a fotograma, en un trabajo laborioso e innovador en España, pero no contó con la fortuna, pues llegó la guerra y fue censurado, porque uno de los muñecos llevaba un sombrero con un periódico que era de la República.
En 1940 realizó El milagro del Cristo de la Vega, versión versificada de José Zorrilla, con temas reiterados en la literatura española sobre el honor femenino mancillado por un burlador, que es restituido, mediante un milagro, por la justicia divina.
Con El rey de Sierra Madre, 1949, hace una película sobre la vida del bandido generoso José María Tempranillo, que será el precedente de otras dos películas realizadas por otros directores aragoneses. Llanto por un bandido, de Carlos Saura y Amanecer en Puerta Oscura, de José María Forqué.
Continuadores de estos cineastas del entorno del Moncayo, del Jalòn y del Jiloca, además de Florián Rey y Aznar de La Almunia, de Marquina de Calatayud, coinciden con ellos en su vena folclorista y popular Raquel Meller y Paco Martínez Soria, que representarán su prolongación en el tiempo.
En mi libro La televisión en Aragón, 2002, reflejaba con insistencia estas coincidencias de origen geográfico que a veces se producen. Se ven en el cine, que nace en Zaragoza y tan grandes e importantes creadores tiene en Aragón, como estamos viendo. El carácter de pionero de los aragoneses se aprecia también en el nacimiento del periodismo en nuestro país, como antecedente del cine y la televisión, porque el primer periodismo español nace de manos aragonesas, que como los creadores del audiovisual tienen en común con estos, aparte de su origen, su aire de visionarios y adelantados, en cuanto a pioneros y precursores, incomprendidos, perseguidos y obligados a realizar su obra fuera de su tierra, a la vez que ignorados en la misma.
El zaragozano José Peciller Ossau, autor de los “avisos” o notas cotidianas, referidas a la Corte, redactados a mediados del siglo XVII. Pasa por ser el precursor del periodismo español. El alcañizano Francisco Mariano Nipho, hombre inquieto y luchador, adalid del tesón atribuido a los aragoneses, fundó en Madrid varios periódicos. Diario extranjero, 1736, Diario noticioso universal, 1758. Cajón de sastre, 1760 y Correo general de España, 1770, entre ellos.
Nipho es recordado como el primer periodista español como tal y así proclamado por el profesor magistral de la Historia del Periodismo, el también aragonés, de Caspe, José Altabella, que fue el primer catedrático de la Historia del Periodismo Español, de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense.
El turolense Juan Martínez de Salafranca fue uno de los fundadores de la Real Academia de la Historia y trabajó en el diario de los Literatos de España, 1737. Ambos, Nipho y Salafranca fueron innovadores y adelantados en su época, incomprendidos y atacados por los conservadores y tuvieron que trabajar no en su tierra sino en la capital del reino.
Como allí recogíamos, el espíritu innovador y pionero es también característico de los impresores en Aragón. Jorge Coci, de origen alemán, alcanza el título de ser uno de los ms grandes impresores zaragozanos y europeos del Renacimiento. En Zaragoza, en el campo de las imprentas, se editó el primer libro con lo que llamamos “pie de imprenta”, en la que el también alemán Mateo Flandro editó el famoso Manipulus curatorum de Guido de Monte Rocheri.
También entre los impresores de origen alemán destacan los impresores Juan y Pablo Horus. Pablo está considerado el mejor estampador de España en los finales del siglo XV. A Flandro, Horus y Coci hay que añadir a Diego Dormer y a Joaquín Ibarra y Marín. Dormer dedicó una especial atención a la publicación de temas aragoneses, Ibarra y Marín, es considerado el mayor tipógrafo del siglo XVIII, con fama europea, que imprimió más de 2.500 libros.
En este panorama hay que recordar a Francisco de Goya y Lucientes, el genio aragonés universal de la pintura, que un siglo antes de que se inventara el cine, se convierte en el precursor de este, al tiempo que iniciador del arte contemporáneo. Lo hace con su obra pictórica, eminentemente cinematográfica en sus cuadros en serie y especialmente en las series de grabados, dibujos y cartones.
Una obra y una época que recordarán Buñuel y Saura en su cine documentalista y expresivo con Las Hurdes, el primero y sus documentales perdidos en París y New York y con Cuenca, el segundo y su afán de fotografiar y observar la realidad de todo su cine.
Como casualidad puede entenderse que el cine español naciera en Zaragoza y que la primera retrasmisión en la distancia en la televisión se efectuara en la misma ciudad, en la que se mantuvo, como si de un milagro se tratara, durante más de media hora, la imagen en el ascético blanco y negro del camarín de la Virgen del Pilar, con llamas de vela titileando, como para que no pareciera una imagen fija y así fue contemplado, con sorprendida admiración, en los primeros televisores expuestos en escaparates madrileños.