Catalina Tamayo
Martes, 17 de Diciembre de 2024

Un tiempo ambiguo

“Yo voy soñando caminos
De la tarde.”
(Antonio Machado)

[Img #70710]

 

La Navidad ya está ahí, a la vuelta de la esquina, como quien dice. Otra vez la Navidad. Otra Navidad más. Es este un tiempo ambiguo: alegre y triste a la vez. Todo según se mire, según se sienta, o según para quien. Es un tiempo de muchas cosas: de paz, de luz, de esperanza, de perdón. De calor. De hogar. De amor. Sobre todo de amor. Y también, cómo no, es un tiempo de regalos. Unos prefieren regalar el día de Navidad y otros, más tradicionales, en Reyes, como siempre se hizo. Regalar. Regalar no se me da. No acierto con los regalos. Con tus regalos. No logro dar con el regalo adecuado, con ese que te arrancaría chispas de los ojos, que te pintaría la cara de arreboles y que te lanzaría a mi cuello. Que te hiciera, acaso, llorar, pero de alegría. Y tienes razón, no soy observador, no me fijo en los detalles. Pero además es –y no sé el motivo, la verdad– que para esto me falta imaginación. ¿O será que, en el fondo, no le pongo ganas, que soy indolente, un poco dejado? No lo sé. Lo cierto es que no pienso mucho en qué regalarte. Tampoco invierto tiempo –una mañana, una tarde o el día entero– en buscar por las tiendas lo que te haría ilusión. Ni siquiera me molesto en entrar en Internet. No sueño con sorprenderte con algo. Eso, lo acabo de descubrir, eso es lo que me pasa, y no otra cosa. Los sueños. Son los sueños. Sin duda, los sueños lo mueven todo, llegan a todos los lugares, por distantes que queden. Los sueños son muy poderosos. Sin los sueños nada sale bien. Soñar es tan importante para vivir. Para seguir viviendo. Por eso, mis regalos, comprados a última hora, deprisa y corriendo, sin antes haberlos soñado, son tan poco originales, tan ordinarios. Y sé que en esto fallo, que me equivoco estrepitosamente. Porque, aunque tú me digas con una sonrisa que no pasa nada, sí que pasa. Lo veo en esa sonrisa, que no es del todo verdadera, y también en tus ojos, sin brillo, levemente apagados, sombríos. Porque a ti sí que te gustaría que una Navidad te sorprendiera, que te regalara, por fin, algo bonito, inolvidable. Perdóname. Perdona mi torpeza. Pero no tengo ese don. Ni Dios me lo ha dado ni yo tampoco he sabido adquirirlo. No saber regalar es otra de mis carencias. Posiblemente mi mayor defecto. No obstante, no me des por perdido, pues quizá un día, no tan lejano, me ponga a soñar y, aunque no sea Navidad ni tu cumpleaños, ni otro día señalado, sea un día cualquiera, te haga un regalo que te guste. Ya te estoy viendo colgada de mi cuello. Ya siento los besos. La risa loca. Ya veo estrellas en tus ojos. No sé por qué me da que ya estoy soñando. Soñándote.

En Astorga, a 10 de diciembre de 2024

 

Catalina Tamayo

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.