Mercedes Unzeta Gullón
Martes, 24 de Diciembre de 2024

Dinámica de la guerra

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Ordenando mi biblioteca me encuentro con el ensayo antropológico de Elias Canneti Masa y poder y, como suelo hacer con los libros después de limpiarles el polvo y antes de volverlos a colocar en la estantería, buceo un rato en sus páginas para recordar sus vidas y sus mensajes. Abro, pues, al azar el libro de Canneti y me topo con un epígrafe que dice ‘Dinámica de la guerra’. Detengo el recorrido.  Mi interés se concentra en esos párrafos ya que el tema se me antoja, por desgracia, tremendamente pegado a la actualidad. ¿Qué pasa con la civilización? ¿Estamos cerrando un bucle y volvemos al medievo?  Las guerras crueles y sin sentido van surgiendo ante los ojos de una sociedad impávida. No cuentan los muertos cuentan los beneficios.  Miles de muertos por un trozo de tierra, por algún mineral, por unos gases, o simplemente por tener más clientes a quienes verderoles sus productos. Bien, sí, finalmente detrás del movimiento guerrero suele haber mucho dinero.  Están los que pelean y están los que están detrás de los que pelean apoyando por intereses o mirando simplemente como si no fuera con ellos. Todos son culpables de los muertos.

El dinero es el principal motivo de la desestabilización de esta sociedad en la que vivimos que va derivando a crear grandes grietas sociales económicas y políticas, porque dinero y poder van de la mano.  El poder embriaga y corrompe y el dinero corrompe y embriaga. Y ese estado de embriaguez sólo lo consiguen unos pocos a costa de unos muchísimos.

 

En fin, como no acabo de entender, más bien no acabo de admitir, ese cinismo político en el que están bailando los grandes poderes ante los crueles movimientos de unos locos desalmados, me intereso por lo que dice al respecto de las guerras Elias Canneti, este escritor sefardí -nacido en Bulgaria (1909 y vivido en Londres, Viena, Berlín y Zurich- en los años 1960 las guerras, habiendo vivido en el centro de las principales guerras del su siglo, el siglo XX.

 

Leo el primer párrafo   que dice: “La dinámica interna –o de muta- de la guerra se presenta así en su origen: de la muta de lamentación en torno a un muerto se forma una muta de guerra que debe vengarlo. De la muta de guerra que venció se forma la muta de multiplicación del triunfo”.

 

Aclaro el significado de ‘muta’:  Una muta es una unidad humana ‘de acción’, viene a ser el origen del comportamiento de masas.

 

Sigue diciendo: “Es el primer muerto el que contagia a todos con el sentimiento de la amenaza. La significación de este primer muerto para atizar las guerras es imponderable. Los detentadores del poder que quieren desatar una guerra saben muy bien que deben conseguir o inventar un primer muerto. No se trata tanto de su peso dentro del grupo (la importancia del muerto en el grupo). Puede tratarse de alguien sin ninguna influencia especial, a veces hasta es un desconocido. Lo que importa es su muerte y no otra cosa; hay que creer que el enemigo carga la responsabilidad por ella. Se ocultan todas las razones que podrían haber llevado a tratarlo menos una: ha perecido como miembro del grupo al que uno mismo pertenece”.

 

Este esquema tan claro del inicio de una guerra se ajusta certeramente en guerras que han sido y las que son. Ejemplos históricos hay muchos, pero como no es cuestión de hacer un libro de historia me viene a la memoria dos importantes. Uno: la voladura del Maine, el acorazado americano que en 1898 ancló en la bahía de la Habana, cuando España estaba en guerra con los insurgentes cubanos porque querían su independencia de la metrópoli.

 

Los americanos tenían un interés bárbaro con quedarse con esta isla tan cerca de sus costas y en una situación tan estratégica, así que en 1848 ofrecieron a España ‘cien millones de dólares’ una cantidad considerable que España, aunque le hubiera venido muy bien el dinero, rehusó aceptar el quedarse sin su joya de la corona, que era lo que significaba la isla de Cuba para el estado español.  Ante la imposibilidad de usar sus abundantes dólares como moneda de cambio, los Estados Unidos de América, osados y potentes como nación de nueva factura, optaron por entrar en el conflicto apoyando a los insurgentes en su independencia.  ¿Cómo justificar internacionalmente y nacionalmente su participación en una guerra que no era suya? (eso sucedía en el siglo XIX, que todavía pesaban valores estéticos; hoy esa prudencia estética es una cuchufleta). Curiosamente de pronto el 15 de febrero del año 1898, a las 21,40h, dos explosiones hicieron volar por los aires al acorazado americano, el Maine, anclado en la bahía de la Habana desde el 25 de enero, es decir, tres semanas antes. Según su gobierno estaba ahí en visita de rutina. Esta fuerte explosión causó 266 fallecidos de la tripulación. Rápidamente la prensa americana acusó a España de la destrucción de acorazado poniendo una bomba bajo el agua: “¿Recordad el Maine y ‘al infierno con España” fue el grito de guerra?  La explosión fue el pretexto directo para declararle la guerra a España el 25 de abril.  Meses después, de este incidente, en el tratado de París del 10 de diciembre de 1898 EEUU se quedó con lo que le quedaba a España como colonias: Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam y obligó a España a conceder la independencia a la joya de su Corona, Cuba. Una explosión muy rentable.

 

También la primera guerra mundial la Gran Guerra que desbarató la geopolítica de Europa, comenzó con un absurdo asesinato de un absurdo anarquista. Esta pareja de muertos: el Archiduque del imperio Austrohúngaro Francisco Fernando y su esposa, no conmovió demasiado ni hizo reaccionar en un primer momento a su hermano el emperador del Imperio Francisco José I. Pero sí lo aprovechó el Káiser Guillermo II para iniciar un conflicto al que tenía muchas ganas y para el que se había estado preparando armamentísticamente. El Káiser llevó a Alemania a guerrear porque quería demostrar a sus regios familiares entre los que se encontraban sus primos hermanos el rey de Inglaterra Jorge V y el zar de Rusia Nicolás, que él era el más poderosos a pesar de su deficiencia física, la inutilidad de su brazo izquierdo, que siempre le acomplejó. Evidentemente, ‘el muerto’ no le conmovía en absoluto. Le interesaban las ganancias que conseguiría tras su atrevimiento bélico.  Y con su iniciativa incitó a entrar en el conflicto al Imperio Austrohúngaro, que en realidad era el más afectado. Guillermo II, sin embargo, no obtuvo beneficios de su arrojo sino todo lo contrario, perdió la apuesta y tuvo que exiliarse de su país.  Y el Imperio se desmembró quedando tan sólo un país mermado: Austria. Esta temeridad supuso al mundo la pérdida de 23 millones de personas entre militares y civiles, y 21 millones de heridos.

 

Y si observamos la actualidad los 1.200 muertos iniciales de Israel están suponiendo más de 50.000 muertos, más la osadía de ocupar territorios ajenos bajo el lamento de sus 1.200muertos.  Los muertos de Netanyahu un pequeño ‘mal menor’ frente a beneficios que le está reportando esta guerra arbitraria. Ahí hay mucho de loco, mucho más de cruel, y muchísimo más de obsceno.

 

“La muta de lamentación se vuelve en la muta de la guerra. Todos los que se sienten amenazados por el mismo motivo se unen. Su mentalidad se vuelve la de una muta de guerra”. “La guerra, que para ser atizada se sirvió de uno o de pocos muertos, produce un tremendo número de ellos. El lamento por estos muertos, cuando uno se forja el triunfo, tiene algo de muy moderado en comparación con el lamento por el primer muerto.” “Los muertos propios arrastraron a muchos más muertos enemigos. La victoria que es percibida como una disminución decisiva, cuando no como un exterminio, del enemigo, quita peso al lamento por los propios muertos”.

 

“Cuando el enemigo está derrotado y ya la amenaza que unió a los hombres a la guerra se ha olvidado, se pasa a la fase de obtener lo que realmente interesa, el saqueo, principal motivación de las guerras” (E.C.).

 

El patrón de la guerra que Israel está llevando es de manual. Unos cuantos muertos justifican una gran masacre, un genocidio, una ocupación descarada de territorios ajenos, agresiones a países vecinos, prepotencia con las armas…  Estos muertos iniciales le han dado pie a Netanyahu a hacer aquello que tanto anhelaba: destruir a los palestinos y ocupar todo su territorio, amén de territorios de Siria y Líbano. Naturalmente aprovecha el cambio de gobierno de Siria para apropiarse de nuevos territorios de ese país. Su avidez no tiene límites. Da que pensar ese fallo de seguridad que permitió los 1.200 muertos iniciales.

 

La guerra de Netanyahu es un proyecto con un esquema históricamente consolidado.  Este hombre empieza justificando muertos por muertos para avanzar en sus propósitos expansionistas con la justificación de derechos adquiridos hace dos mil años, según los escritos bíblicos. No pestañea al insistir con prepotencia en sus derechos que le dio Yahvé registrados en los libros sagrados. Ahí hay mucho de loco, mucho más de cruel, y muchísimo más de obsceno. Ya no vale aludir al holocausto y al antisemitismo, no, eso ahora es una demagogia muy fácil, pero lo peor es que le funciona ser el verdugo vendiéndose como víctima. Algo insólito que se acepte en el contexto internacional, ¿hay necedad o hay perversidad? En cualquier caso, inadmisible.

 

Podemos aplicar también el esquema de Canneti a la guerra de Putin en Ucrania, y también sería de libro.

 

“Todo pasa y todo queda”, que decía Machado. Los muertos pasan y los vivos se quedan, unos vencedores y otros vencidos y en poco tiempo nadie se acordará de los vencidos y todos serán amigos de los vencedores. Qué tristeza de sociedad.

 

O tempora o mores

 

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