Mi alma aragonesa XVIII / Sigue Raquel Meller
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Nacida en Tarazona, como Paco Martínez Soria, se convirtió en artista de variedades. En Barcelona, en los principios del siglo, que evolucionó al cuplé, en su presentación en Madrid, en 1909, del que sería considerada su gran dama. Definida por sus ojos enlutados, cuya mirada revolucionaba al público masculino cuando los entornaba, hizo célebre su estilo personal, lleno de picardía, de mujer voluptuosa y experta en secretos de alcoba, con su voz suavísima y aterciopelada.
El dramaturgo catalanista Ángel Guimerá y los pintores Santiago Rusiñol y Joaquín Sorolla formaban en su cohorte de admiradores, entre los que también se contó a Benito Pérez Galdós, en sus tiempos finales, y el Conde Romanones, el político liberal considerado el epítome de todas las lacras de clientelismo, corrupción y despotismo del sistema político español de la Restauración. Posó como modelo para Joaquín Sorolla y, desnuda, para Julio Romero de Torres.
Llegaron los años de 'La violetera' y 'El relicario' y la diva se compró un palacete en Versalles, quedecoró con obras de Rodin y pinturas de Matisse y Renoir. Luego se instaló en una quinta en Vilafranche y alcanzó el triunfo en los escenarios de París, e incluso hizo en cine 'Carmen' y alternó con personajes internacionales como Isadora Duncan, Aldous Huxley o Sara Bernhardt.
En 1926 es contratada en Estados Unidos, donde alterna con las estrellas masculinas del momento como Douglas Fairbanks y Rodolfo Valentino, así como más adelante con Maurice Chevalier. Charles Chaplin intentó hacerla intervenir en su 'Luces de la ciudad,' pero no resultó posible y la homenajea incluyendo la música de 'La violetera' en la banda sonora.
De vuelta a España alcanza su mayor triunfo cinematográfico con 'Violetas Imperiales' (1932) y luego se adentra, tras rivalizar con la Argentinita, con Mercedes Serós o Margarita Xirgu, en unos oscuros y largos años, en lo que lo más destacado es su participación en el espectáculo de los Vieneses de Arthur Kaps y Franz Johan.
A Raquel Meller nadie le puede quitar su título de reina de los escenarios de toda una larga época, de alma del cuplé y de ser la artista española más cosmopolita, que compartió las mieles con los más brillantes artistas de España, Europa y Norteamérica, viviendo amoríos y romances idílicos en todas las latitudes.
Después de la Primera Guerra mundial apareció Raquel Meller, en un momento en el que se suaviza en carácter sicalíptico del cuplé subido de tono, hacia temas menos pícaros y más románticos. Es la figura femenina del momento, que actúa con un caché por encima de Maurice Chevalier y Carlos Gardel.
Se cuenta que se llegó a despejar la vía del tren cuando ella viajaba, que llevaba tres cocineros en su séquito y un equipaje de cientos de baúles. Invitada y huésped de reyes mantuvo como sus éxitos más famosos 'La Violetera' y 'El relicario'.
Todo esto ocurría tras el éxito del Moulin Rouge en Montmartre de París, durante la Belle Epoque, tras el centenario de la Revolución Francesa y la construcción de la Torre Eiffel, con el japonismo, corriente artística de inspiración oriental, que tuvo como figura más destacada a Henri de Toulouse Lautrec, pintor y cartelista, enmarcado en el movimiento postimpresionista.
Todo eso lo evoca la película 'Moulin Rouge', 2001, musical dirigido por el australiano Bab Luhrmann, protagonizado por Nicole Kidman y Ewan McGregor, basado en parte en la ópera 'La Traviata' de Giuseppe Verdi y en la novela 'La dama de las Camelias', de Alejandro Dumas, hijo. Cuenta una historia de amor en lo que ha sido considerada una recuperación del musical pasado de moda, en una versión visualmente apabullante y de éxito. La película no cuenta con apenas música original, sino que utiliza éxitos del pop y del rock como 'Your song', de Elton John, 'The show must go on', de Queen y otros de Nirvana, Madonna y The Police.
Tras esta época llegaron los alegres Años Veinte, tras la Primera Guerra Mundial, que fue el tiempo de Raquel Meller. Son los años en los que interpretó para el cine 'Rosa de Flandes', 1922, 'Violetas Imperiales', 1923, 'La tierra prometida', 1924, 'Carmen', 1926, 'La Venenosa', 1928, 'Tarde del Corpus', 1926, 'Violetas Imperiales', 1932, en versión hablada, y 'Lola Triana', 1936.
En los años siguientes poco a poco Raquel Meller se fue quedando sola y medio olvidada en Barcelona. Después del estreno de películas como 'El último cuplé', 1957, y 'La Violetera', 1958, interpretados por Sara Montiel, en las que se centraban los éxitos de su tiempo de gloria,
Raquel Meller trató de recuperar su fama de estrella, pero no lo logró. En 1962, sufrió una caída que agravó su enfermedad coronaria y falleció, en soledad. Su entierro en el cementerio de Montjuich de Barcelona fue multitudinario y toda la prensa se hizo eco de su pérdida, como si quisieran compensarla del abandono de los últimos años.
Nacida en Tarazona, como Paco Martínez Soria, se convirtió en artista de variedades. En Barcelona, en los principios del siglo, que evolucionó al cuplé, en su presentación en Madrid, en 1909, del que sería considerada su gran dama. Definida por sus ojos enlutados, cuya mirada revolucionaba al público masculino cuando los entornaba, hizo célebre su estilo personal, lleno de picardía, de mujer voluptuosa y experta en secretos de alcoba, con su voz suavísima y aterciopelada.
El dramaturgo catalanista Ángel Guimerá y los pintores Santiago Rusiñol y Joaquín Sorolla formaban en su cohorte de admiradores, entre los que también se contó a Benito Pérez Galdós, en sus tiempos finales, y el Conde Romanones, el político liberal considerado el epítome de todas las lacras de clientelismo, corrupción y despotismo del sistema político español de la Restauración. Posó como modelo para Joaquín Sorolla y, desnuda, para Julio Romero de Torres.
Llegaron los años de 'La violetera' y 'El relicario' y la diva se compró un palacete en Versalles, quedecoró con obras de Rodin y pinturas de Matisse y Renoir. Luego se instaló en una quinta en Vilafranche y alcanzó el triunfo en los escenarios de París, e incluso hizo en cine 'Carmen' y alternó con personajes internacionales como Isadora Duncan, Aldous Huxley o Sara Bernhardt.
En 1926 es contratada en Estados Unidos, donde alterna con las estrellas masculinas del momento como Douglas Fairbanks y Rodolfo Valentino, así como más adelante con Maurice Chevalier. Charles Chaplin intentó hacerla intervenir en su 'Luces de la ciudad,' pero no resultó posible y la homenajea incluyendo la música de 'La violetera' en la banda sonora.
De vuelta a España alcanza su mayor triunfo cinematográfico con 'Violetas Imperiales' (1932) y luego se adentra, tras rivalizar con la Argentinita, con Mercedes Serós o Margarita Xirgu, en unos oscuros y largos años, en lo que lo más destacado es su participación en el espectáculo de los Vieneses de Arthur Kaps y Franz Johan.
A Raquel Meller nadie le puede quitar su título de reina de los escenarios de toda una larga época, de alma del cuplé y de ser la artista española más cosmopolita, que compartió las mieles con los más brillantes artistas de España, Europa y Norteamérica, viviendo amoríos y romances idílicos en todas las latitudes.
Después de la Primera Guerra mundial apareció Raquel Meller, en un momento en el que se suaviza en carácter sicalíptico del cuplé subido de tono, hacia temas menos pícaros y más románticos. Es la figura femenina del momento, que actúa con un caché por encima de Maurice Chevalier y Carlos Gardel.
Se cuenta que se llegó a despejar la vía del tren cuando ella viajaba, que llevaba tres cocineros en su séquito y un equipaje de cientos de baúles. Invitada y huésped de reyes mantuvo como sus éxitos más famosos 'La Violetera' y 'El relicario'.
Todo esto ocurría tras el éxito del Moulin Rouge en Montmartre de París, durante la Belle Epoque, tras el centenario de la Revolución Francesa y la construcción de la Torre Eiffel, con el japonismo, corriente artística de inspiración oriental, que tuvo como figura más destacada a Henri de Toulouse Lautrec, pintor y cartelista, enmarcado en el movimiento postimpresionista.
Todo eso lo evoca la película 'Moulin Rouge', 2001, musical dirigido por el australiano Bab Luhrmann, protagonizado por Nicole Kidman y Ewan McGregor, basado en parte en la ópera 'La Traviata' de Giuseppe Verdi y en la novela 'La dama de las Camelias', de Alejandro Dumas, hijo. Cuenta una historia de amor en lo que ha sido considerada una recuperación del musical pasado de moda, en una versión visualmente apabullante y de éxito. La película no cuenta con apenas música original, sino que utiliza éxitos del pop y del rock como 'Your song', de Elton John, 'The show must go on', de Queen y otros de Nirvana, Madonna y The Police.
Tras esta época llegaron los alegres Años Veinte, tras la Primera Guerra Mundial, que fue el tiempo de Raquel Meller. Son los años en los que interpretó para el cine 'Rosa de Flandes', 1922, 'Violetas Imperiales', 1923, 'La tierra prometida', 1924, 'Carmen', 1926, 'La Venenosa', 1928, 'Tarde del Corpus', 1926, 'Violetas Imperiales', 1932, en versión hablada, y 'Lola Triana', 1936.
En los años siguientes poco a poco Raquel Meller se fue quedando sola y medio olvidada en Barcelona. Después del estreno de películas como 'El último cuplé', 1957, y 'La Violetera', 1958, interpretados por Sara Montiel, en las que se centraban los éxitos de su tiempo de gloria,
Raquel Meller trató de recuperar su fama de estrella, pero no lo logró. En 1962, sufrió una caída que agravó su enfermedad coronaria y falleció, en soledad. Su entierro en el cementerio de Montjuich de Barcelona fue multitudinario y toda la prensa se hizo eco de su pérdida, como si quisieran compensarla del abandono de los últimos años.