ENTREVISTA
Miguel Rodríguez Ufano: "Reconstruir el pasado familiar me ha servido para entender mi pasado"
![[Img #70939]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/01_2025/5214_captura-de-pantalla-2025-01-21-132752.png)
Detenido gubernativo es el nuevo libro de Miguel Rodríguez Ufano. La segunda parte de su anterior libro Crónica de una guerra olvidada. Es un libro fascinante. Su prosa, fácil y directa, te atrapa desde el principio, ya en la primera página. Se puede decir que es una crónica, pero también que es una biografía. Y además que se trata de una novela. En realidad es las tres cosas. Las tres cosas magistralmente ensambladas. Si en Crónica de una guerra olvidada, Julián, el protagonista, cuenta lo que le sucedió en la guerra de Marruecos, en Detenido gubernativo narra su vida durante la República, la guerra civil y los primeros años de la posguerra. Desde una pequeña capital de provincia, Zamora, con los ojos de Julián, se ven estos tres períodos destacados de la historia de España del siglo XX. Julián no es monárquico. La guerra de Marruecos, donde combatió tres largos y difíciles años, lo ha desencantado de la Monarquía. El rey, para él, no ha hecho las cosas bien. Por eso, se ha vuelto republicano, y es un republicano convencido, de los de verdad, hasta el punto de que le pone a una de sus hijas el nombre de Amparo de la República. ¿Cabe más entusiasmo por este nuevo régimen? De la República espera lo mejor para España, y también para él, un modesto funcionario del Ministerio de Agricultura, Comercio e Industria, que, sin ser una persona pudiente, no vive mal del todo para aquellos tiempos todavía de tanto retraso económico en España. Pero la República, como antes la Monarquía, también acabará decepcionándolo. En el fondo, lo que de verdad le decepciona es el ser humano. Con lo cual, este libro es la historia de una decepción, de la decepción de Julián, el abuelo paterno del autor.
José Manuel Carrizo: ¿Realmente, Detenido gubernativo, es la segunda parte de su anterior libro, Crónica de una guerra olvidada, o es un libro independiente, con vida propia, autónomo, que se puede leer sin haber leído antes el anterior? ¿O es ambas cosas a la vez?
Miguel Rodríguez Ufano: En origen, Detenido gubernativo era el título de la novela, compuesta por más de 600 páginas. Este título no gustó nada a mi tía, hija menor del protagonista del relato y única superviviente cuando la terminé. Le dolió y mucho. Me dijo que le había revuelto las entrañas. A mí me pareció un impactante reflejo del contenido y está puesto con el mayor cariño. Al intentar publicar la novela en 2016, Luis, propietario de la librería Semuret, me dijo que podría pillarme los dedos con la edición de un relato tan extenso para un autor novel. Recapacité y envié el texto a un asesor literario. Me aconsejó dividirlo en dos partes y a su vez, hacer capítulos más cortos y atractivos. Así lo hice a lo largo de los dos años siguientes y de esta forma nació Crónica de una guerra olvidada. Los hechos relatados y las épocas que abarcan son totalmente distintas, pero tienen el hilo conductor del mismo protagonista. Ambos libros tienen vida propia, pero puedes comprender mejor la evolución del personaje al conocer sus vivencias, incluso las de su padre, veterano de Cuba, relatadas en el primer libro.
J.M.C.: Este libro es una biografía y una novela. Pero ¿es más biografía que novela? ¿O es más novela que biografía?
M.R.U.: Yo diría que es una biografía novelada para hacer atractiva su lectura. Está narrada en primera persona y los hechos que se relatan son verídicos, extraídos de documentos originales y de prensa de la época. En este caso, los diarios El Telegrama del Rif y El Correo de Zamora, han sido importantísimos para seguir la vida diaria de dos pequeñas ciudades como Melilla y Zamora.
J.M.C.: ¿Qué fue lo que le movió a escribir este libro? ¿Qué ha pretendido con ello?
M.R.U.: Escribir este libro ha sido fruto de un impulso irrefrenable. De no saber absolutamente nada de quien fue mi abuelo, a poder reconstruir su vida tras años de una búsqueda apasionada por archivos desde Ferrol a Melilla pasando por Valladolid, Segovia, Alcalá de Henares y Madrid. Para ello tuve que documentarme profundamente sobre cómo fue la España de finales del XIX hasta mediados del XX. Su vida no difiere mucho de aquella generación de españoles que vivieron aquellos trágicos sucesos. He pretendido recuperar su memoria y, tal vez, tratar de animar a otros a hacer lo mismo con sus antepasados.
J.M.C.: Julián, el protagonista de esta historia, tuvo unas vivencias duras en los primeros días de la guerra. Pasó verdadero miedo. Llama la atención, sobre todo, ese episodio donde se narra cómo personas que lo conocían de toda la vida en un control ya cerca de su casa lo paran y le piden la documentación con no muy buenas intenciones. Finalmente, en ese momento, se salva. Alguien lo salva. Pero para Julián aquello tuvo que ser horrible, ¿no?
M.R.U.: Ese suceso, el de su detención para requerirle la documentación por un grupo de falangistas, me lo contó mi padre, que lo tenía grabado en su mente, igual que otros hechos como el del asesinado que unos empleados del ayuntamiento han recogido de la orilla del rio Villagodio y paran delante de la casa para descansar, pues lo llevan en una camilla. La frase: “Esa casa ni tocarla” la guardó mi padre en su mente durante el resto de su vida. Él tenía siete años recién cumplidos cuando comienza la guerra y todas las angustias y terror que viven sus padres, a él le marcaron pero jamás habló de ello hasta que yo le tiré de la lengua setenta años más tarde.
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J.M.C.: En el libro se narran también otros sucesos que ponen los pelos de punta. De todos, llama la atención uno: el de la hija de Julián Rueda, Fidela. Esta chica, de dieciséis años, casi aún una niña, le cuenta a Julián por qué sabe que su padre, preso en la cárcel de Toro, todavía está vivo. Es este un relato duro, durísimo, ¿no le parece?
M.R.U.: Ciertamente, el relato de Fidela Rueda es trágico. Su testimonio lo recogí en una entrevista personal a principios de este siglo, cuando Fidela contaba ya 83 años. Me recibió en su casa y me contó todos los detalles que narro en el libro. Mi padre me confirmó que mi abuelo tenía amistad con su padre, llamado igual. Ambos eran miembros de Izquierda Republicana. Fidela falleció al año siguiente, creo recordar, pero su testimonio sigue vivo, al igual que el de varios entrevistados más que ya fallecieron. Mi tristeza es que ni ellos ni mis padres hayan podido ver el libro terminado.
J.M.C.: También resulta terrible, casi tanto como el anterior, o incluso más, lo vivido en la cárcel durante el primer año por Alfredo Rodríguez Enríquez, quien había sido alcalde de Benavente. Es tan tremendo que cuesta imaginarlo.
M.R.U.: Así es. Alfredo se libra de ser asesinado, pero vivió las sacas de la cárcel de Zamora. Sigue en prisión cuando mi abuelo entra por primera vez en ella, en octubre del 37. Este atroz testimonio está puesto en su boca. Realmente fue escrito por la mujer de José Almoina Mateos, en su libro “Una mujer en las cárceles de Franco” aunque en aquellos primeros meses de la guerra poco o nada tuvo que ver Franco en los sucesos de la retaguardia, pues estaba más pendiente de los frentes de batalla. Todos los datos de personas que pasaron por prisión son de mi tesis doctoral presentada en 2006 en el congreso “A los 70 años de la Guerra Civil” celebrado en el Colegio Universitario.
J.M.C.: ¿Y Don Raimundo? ¿Qué opinión le merece este hombre? ¿Opina lo mismo sobre Don Juan, el compañero del padre de Julián en la guerra de Cuba?
M.R.U.: Don Raimundo Hernández Comes tuvo un papel destacado y trágico en la historia de Zamora. Nada sabía de él salvo su intervención a favor de mi abuelo con la frase ya comentada y con el salvoconducto que le extiende como funcionario que, literalmente, le salva la vida. En varias ocasiones acudí al Archivo General Militar de Segovia y allí conseguí su expediente militar. Es intachable, al igual que el de Don Juan, Don Marcial y el de mi bisabuelo Miguel: todos con expedientes brillantes y laureados. La guerra los puso contra las cuerdas y tuvieron que tomar una trágica decisión en la que les iba la vida en ello: apoyar o rechazar el levantamiento: cientos fueron fusilados en ambos bandos por tomar una decisión equivocada según la zona en las que les pilló. Los militares fueron las primeras víctimas de la guerra civil. Luego tuvo en sus manos las vidas de miles de personas. Ese poder tuvo que ser dramático en su vida. Para el general Cabanellas, Raimundo fue un blando y terminó destituyéndolo de su cargo. Cada día de aquel trágico verano y otoño del 36, cientos de personas acudían a él a implorar misericordia por los detenidos, hasta el punto de que quedaron prohibidas las demandas de visitas por estos motivos como bien queda reflejado en las páginas de El Correo de Zamora. Mi abuelo tuvo muchísima suerte. En cambio, el padre de mi tío Santiago, que era secretario del ayuntamiento de Losacio de Alba, fue fusilado en las tapias del cementerio de San Atilano. En cuanto a Don Juan, participó en la guerra en el frente de Ciudad Universitaria y organizó nuevos batallones desde su puesto de jefe en el Cuartel Viriato. También miró por Julián durante la guerra y posguerra, asesorándolo y dándole consejos que le evitaron más problemas de los que ya tenía.
J.M.C.: ¿En su opinión qué fue lo que más le decepcionó a Julián de la República?
M.R.U.: Creo que la República no le decepcionó si no los que la utilizaron para otros fines más espurios. Fue un fracaso que se manifestó a los pocos meses de promulgarse y ya lo denunciaron los propios intelectuales que la apoyaron, reconociendo que no era eso por lo que se había luchado, por eso las izquierdas perdieron las elecciones de 1933 y tres años más tarde desembocó en un enfrentamiento armado.
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J.M.C.: ¿Qué significa para usted este libro?
M.R.U.: Significa un reto cumplido. Un sueño realizado. Con 23 años jamás me planteé que tuve abuelos. Nunca los conocí. A partir de una visita al Archivo de la Guerra Civil en Salamanca, mi padre dijo por primera vez: “Ahí tiene que estar mi padre”. Ese fue el punto de partida de una sesuda investigación que se ha prolongado durante más de 30 años. Muchos libros leídos. Muchos archivos visitados. Muchas personas entrevistadas para tratar de reconstruir un pasado familiar que me ha servido para entender mi pasado. Personas que aparecen mencionadas en el epílogo del libro y en los merecidos agradecimientos. Un pasado visto desde una pequeña capital de provincia castellana que también sirve para cualquier persona, pues los lugares, hechos y acontecimientos históricos relatados son iguales para todos.
J.M.C.: ¿Cómo cree que este libro será recibido en su ciudad, Zamora? ¿Cree que puede, aún hoy, levantar ampollas?
M.R.U.: Sinceramente, espero que sea bien recibido. El principal obstáculo es darlo a conocer. No es nada fácil escribir, pero tampoco lo es promocionar y divulgar un trabajo literario. Si no tienes un buen apoyo de promoción y publicidad, da igual que escribas el Quijote: Nadie se va a enterar. La oferta literaria, audiovisual y de ocio es brutal y mi libro es una opción más. Yo mismo los he distribuido por varias librerías de Zamora y no a todas por falta de tiempo pues vivo en Madrid. También, cuando trabajaba en él, me avisaron de que podría molestar a algunas personas puesto que aparecen en el libro familiares con nombres y apellidos reales enfrentados por ideas políticas. En mi investigación encontré datos que de verdad podían crearme enemigos y denuncias, pero esa información la he evitado. Solo servirían para crear polémica y no es mi intención. Como me dijo mi padre hace muchos años, “se conocían todos”, y todos están tratados con el máximo respeto, independientemente de las ideas políticas.
![[Img #70941]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/01_2025/6549_captura-de-pantalla-2025-01-21-132738.png)
Detenido gubernativo es el nuevo libro de Miguel Rodríguez Ufano. La segunda parte de su anterior libro Crónica de una guerra olvidada. Es un libro fascinante. Su prosa, fácil y directa, te atrapa desde el principio, ya en la primera página. Se puede decir que es una crónica, pero también que es una biografía. Y además que se trata de una novela. En realidad es las tres cosas. Las tres cosas magistralmente ensambladas. Si en Crónica de una guerra olvidada, Julián, el protagonista, cuenta lo que le sucedió en la guerra de Marruecos, en Detenido gubernativo narra su vida durante la República, la guerra civil y los primeros años de la posguerra. Desde una pequeña capital de provincia, Zamora, con los ojos de Julián, se ven estos tres períodos destacados de la historia de España del siglo XX. Julián no es monárquico. La guerra de Marruecos, donde combatió tres largos y difíciles años, lo ha desencantado de la Monarquía. El rey, para él, no ha hecho las cosas bien. Por eso, se ha vuelto republicano, y es un republicano convencido, de los de verdad, hasta el punto de que le pone a una de sus hijas el nombre de Amparo de la República. ¿Cabe más entusiasmo por este nuevo régimen? De la República espera lo mejor para España, y también para él, un modesto funcionario del Ministerio de Agricultura, Comercio e Industria, que, sin ser una persona pudiente, no vive mal del todo para aquellos tiempos todavía de tanto retraso económico en España. Pero la República, como antes la Monarquía, también acabará decepcionándolo. En el fondo, lo que de verdad le decepciona es el ser humano. Con lo cual, este libro es la historia de una decepción, de la decepción de Julián, el abuelo paterno del autor.
José Manuel Carrizo: ¿Realmente, Detenido gubernativo, es la segunda parte de su anterior libro, Crónica de una guerra olvidada, o es un libro independiente, con vida propia, autónomo, que se puede leer sin haber leído antes el anterior? ¿O es ambas cosas a la vez?
Miguel Rodríguez Ufano: En origen, Detenido gubernativo era el título de la novela, compuesta por más de 600 páginas. Este título no gustó nada a mi tía, hija menor del protagonista del relato y única superviviente cuando la terminé. Le dolió y mucho. Me dijo que le había revuelto las entrañas. A mí me pareció un impactante reflejo del contenido y está puesto con el mayor cariño. Al intentar publicar la novela en 2016, Luis, propietario de la librería Semuret, me dijo que podría pillarme los dedos con la edición de un relato tan extenso para un autor novel. Recapacité y envié el texto a un asesor literario. Me aconsejó dividirlo en dos partes y a su vez, hacer capítulos más cortos y atractivos. Así lo hice a lo largo de los dos años siguientes y de esta forma nació Crónica de una guerra olvidada. Los hechos relatados y las épocas que abarcan son totalmente distintas, pero tienen el hilo conductor del mismo protagonista. Ambos libros tienen vida propia, pero puedes comprender mejor la evolución del personaje al conocer sus vivencias, incluso las de su padre, veterano de Cuba, relatadas en el primer libro.
J.M.C.: Este libro es una biografía y una novela. Pero ¿es más biografía que novela? ¿O es más novela que biografía?
M.R.U.: Yo diría que es una biografía novelada para hacer atractiva su lectura. Está narrada en primera persona y los hechos que se relatan son verídicos, extraídos de documentos originales y de prensa de la época. En este caso, los diarios El Telegrama del Rif y El Correo de Zamora, han sido importantísimos para seguir la vida diaria de dos pequeñas ciudades como Melilla y Zamora.
J.M.C.: ¿Qué fue lo que le movió a escribir este libro? ¿Qué ha pretendido con ello?
M.R.U.: Escribir este libro ha sido fruto de un impulso irrefrenable. De no saber absolutamente nada de quien fue mi abuelo, a poder reconstruir su vida tras años de una búsqueda apasionada por archivos desde Ferrol a Melilla pasando por Valladolid, Segovia, Alcalá de Henares y Madrid. Para ello tuve que documentarme profundamente sobre cómo fue la España de finales del XIX hasta mediados del XX. Su vida no difiere mucho de aquella generación de españoles que vivieron aquellos trágicos sucesos. He pretendido recuperar su memoria y, tal vez, tratar de animar a otros a hacer lo mismo con sus antepasados.
J.M.C.: Julián, el protagonista de esta historia, tuvo unas vivencias duras en los primeros días de la guerra. Pasó verdadero miedo. Llama la atención, sobre todo, ese episodio donde se narra cómo personas que lo conocían de toda la vida en un control ya cerca de su casa lo paran y le piden la documentación con no muy buenas intenciones. Finalmente, en ese momento, se salva. Alguien lo salva. Pero para Julián aquello tuvo que ser horrible, ¿no?
M.R.U.: Ese suceso, el de su detención para requerirle la documentación por un grupo de falangistas, me lo contó mi padre, que lo tenía grabado en su mente, igual que otros hechos como el del asesinado que unos empleados del ayuntamiento han recogido de la orilla del rio Villagodio y paran delante de la casa para descansar, pues lo llevan en una camilla. La frase: “Esa casa ni tocarla” la guardó mi padre en su mente durante el resto de su vida. Él tenía siete años recién cumplidos cuando comienza la guerra y todas las angustias y terror que viven sus padres, a él le marcaron pero jamás habló de ello hasta que yo le tiré de la lengua setenta años más tarde.
J.M.C.: En el libro se narran también otros sucesos que ponen los pelos de punta. De todos, llama la atención uno: el de la hija de Julián Rueda, Fidela. Esta chica, de dieciséis años, casi aún una niña, le cuenta a Julián por qué sabe que su padre, preso en la cárcel de Toro, todavía está vivo. Es este un relato duro, durísimo, ¿no le parece?
M.R.U.: Ciertamente, el relato de Fidela Rueda es trágico. Su testimonio lo recogí en una entrevista personal a principios de este siglo, cuando Fidela contaba ya 83 años. Me recibió en su casa y me contó todos los detalles que narro en el libro. Mi padre me confirmó que mi abuelo tenía amistad con su padre, llamado igual. Ambos eran miembros de Izquierda Republicana. Fidela falleció al año siguiente, creo recordar, pero su testimonio sigue vivo, al igual que el de varios entrevistados más que ya fallecieron. Mi tristeza es que ni ellos ni mis padres hayan podido ver el libro terminado.
J.M.C.: También resulta terrible, casi tanto como el anterior, o incluso más, lo vivido en la cárcel durante el primer año por Alfredo Rodríguez Enríquez, quien había sido alcalde de Benavente. Es tan tremendo que cuesta imaginarlo.
M.R.U.: Así es. Alfredo se libra de ser asesinado, pero vivió las sacas de la cárcel de Zamora. Sigue en prisión cuando mi abuelo entra por primera vez en ella, en octubre del 37. Este atroz testimonio está puesto en su boca. Realmente fue escrito por la mujer de José Almoina Mateos, en su libro “Una mujer en las cárceles de Franco” aunque en aquellos primeros meses de la guerra poco o nada tuvo que ver Franco en los sucesos de la retaguardia, pues estaba más pendiente de los frentes de batalla. Todos los datos de personas que pasaron por prisión son de mi tesis doctoral presentada en 2006 en el congreso “A los 70 años de la Guerra Civil” celebrado en el Colegio Universitario.
J.M.C.: ¿Y Don Raimundo? ¿Qué opinión le merece este hombre? ¿Opina lo mismo sobre Don Juan, el compañero del padre de Julián en la guerra de Cuba?
M.R.U.: Don Raimundo Hernández Comes tuvo un papel destacado y trágico en la historia de Zamora. Nada sabía de él salvo su intervención a favor de mi abuelo con la frase ya comentada y con el salvoconducto que le extiende como funcionario que, literalmente, le salva la vida. En varias ocasiones acudí al Archivo General Militar de Segovia y allí conseguí su expediente militar. Es intachable, al igual que el de Don Juan, Don Marcial y el de mi bisabuelo Miguel: todos con expedientes brillantes y laureados. La guerra los puso contra las cuerdas y tuvieron que tomar una trágica decisión en la que les iba la vida en ello: apoyar o rechazar el levantamiento: cientos fueron fusilados en ambos bandos por tomar una decisión equivocada según la zona en las que les pilló. Los militares fueron las primeras víctimas de la guerra civil. Luego tuvo en sus manos las vidas de miles de personas. Ese poder tuvo que ser dramático en su vida. Para el general Cabanellas, Raimundo fue un blando y terminó destituyéndolo de su cargo. Cada día de aquel trágico verano y otoño del 36, cientos de personas acudían a él a implorar misericordia por los detenidos, hasta el punto de que quedaron prohibidas las demandas de visitas por estos motivos como bien queda reflejado en las páginas de El Correo de Zamora. Mi abuelo tuvo muchísima suerte. En cambio, el padre de mi tío Santiago, que era secretario del ayuntamiento de Losacio de Alba, fue fusilado en las tapias del cementerio de San Atilano. En cuanto a Don Juan, participó en la guerra en el frente de Ciudad Universitaria y organizó nuevos batallones desde su puesto de jefe en el Cuartel Viriato. También miró por Julián durante la guerra y posguerra, asesorándolo y dándole consejos que le evitaron más problemas de los que ya tenía.
J.M.C.: ¿En su opinión qué fue lo que más le decepcionó a Julián de la República?
M.R.U.: Creo que la República no le decepcionó si no los que la utilizaron para otros fines más espurios. Fue un fracaso que se manifestó a los pocos meses de promulgarse y ya lo denunciaron los propios intelectuales que la apoyaron, reconociendo que no era eso por lo que se había luchado, por eso las izquierdas perdieron las elecciones de 1933 y tres años más tarde desembocó en un enfrentamiento armado.
J.M.C.: ¿Qué significa para usted este libro?
M.R.U.: Significa un reto cumplido. Un sueño realizado. Con 23 años jamás me planteé que tuve abuelos. Nunca los conocí. A partir de una visita al Archivo de la Guerra Civil en Salamanca, mi padre dijo por primera vez: “Ahí tiene que estar mi padre”. Ese fue el punto de partida de una sesuda investigación que se ha prolongado durante más de 30 años. Muchos libros leídos. Muchos archivos visitados. Muchas personas entrevistadas para tratar de reconstruir un pasado familiar que me ha servido para entender mi pasado. Personas que aparecen mencionadas en el epílogo del libro y en los merecidos agradecimientos. Un pasado visto desde una pequeña capital de provincia castellana que también sirve para cualquier persona, pues los lugares, hechos y acontecimientos históricos relatados son iguales para todos.
J.M.C.: ¿Cómo cree que este libro será recibido en su ciudad, Zamora? ¿Cree que puede, aún hoy, levantar ampollas?
M.R.U.: Sinceramente, espero que sea bien recibido. El principal obstáculo es darlo a conocer. No es nada fácil escribir, pero tampoco lo es promocionar y divulgar un trabajo literario. Si no tienes un buen apoyo de promoción y publicidad, da igual que escribas el Quijote: Nadie se va a enterar. La oferta literaria, audiovisual y de ocio es brutal y mi libro es una opción más. Yo mismo los he distribuido por varias librerías de Zamora y no a todas por falta de tiempo pues vivo en Madrid. También, cuando trabajaba en él, me avisaron de que podría molestar a algunas personas puesto que aparecen en el libro familiares con nombres y apellidos reales enfrentados por ideas políticas. En mi investigación encontré datos que de verdad podían crearme enemigos y denuncias, pero esa información la he evitado. Solo servirían para crear polémica y no es mi intención. Como me dijo mi padre hace muchos años, “se conocían todos”, y todos están tratados con el máximo respeto, independientemente de las ideas políticas.