Javier Gutiérrez 'Saberius'
Domingo, 16 de Febrero de 2025
ENTREVISTA/ ALBERT SERRA, Concha de Oro del Festival de San Sebastián

"Yo creo en las imágenes del cine y creo que te deben corromper…"

Desde las filas de los colectivos anti-taurinos y animalistas, e incluso desde muchos estamentos del cine, aunque en los días previos al preciado galardón del Festival de San Sebastián ya se hablaba en los corrillos y mentideros, de la posibilidad de lograrlo, finalmente “Tardes de soledad”, un extenso documental de Albert Serra sobre el mundo taurino, terminó alzándose con la máxima distinción, ante el estupor de propios y extraños, precisamente un año donde habían destacado nuestras directoras de una forma tan notable y concurriendo en esta edición con temas de especial relevancia y valentía: Icíar Bollaín con “Soy Nevenka”, Arantxa Echevarría con “La infiltrada”, Pilar Palomero con “Los destellos” o Paula Ortiz con “La virgen roja”, a quienes igualmente ha acompañado sus buenos resultados en taquilla.

Pasado el “shock” inicial fui invitado a su preestreno en Madrid y, antes de su visionado, comenzaron a aparecer las analogías: se trataba de un largometraje documental de una extensión inusual, de más de dos horas de duración, como mi propia ópera prima, aunque ésta también había sido considerada como “docu-drama”, y compartía con ella el desencuentro entre dos tipos de público casi irreconciliables (en mi caso quizás se tratara más de tipo político o de los intereses creados por quienes querían dirigir las escuelas de teatro municipales que había dirigido previamente la persona que la protagonizaba). En el caso de Albert Serra, quizás dos sectores de la población de entre los más polarizados: taurinos y anti-taurinos, defensores de las corridas de toros y animalistas que luchan por su abolición.

De igual forma que, tras filmar mis documentales “El temblor de un genio” o “Con un solo día de escuela” con los representantes oficiales y las figuras institucionales del momento, descubrí la verdadera realidad de la persona que quería retratar en el largometraje documental “Tras la verdad sobre Kike”, revelando a su vez las actitudes poco éticas y nada empáticas de los políticos más arribistas, sin poder dar crédito a cómo parecían interesarse en reescribir su historia reservándose a ellos mismos los papeles protagonistas, cuando parte de ellos habían contribuido a su defenestración… Pero al igual que ocurrió en Cuba con los documentales “Conducta impropia” o “Nadie escuchaba”, ambos fotografiados por nuestro gran Néstor Almendros, o en la más reciente “Vinieron de noche”, que narraba la historia de Lucía, única testigo en la matanza de los jesuitas en el Salvador el 16 de Noviembre de 1989, y que dejaba al descubierto las miserias de un gobierno que había decidido culpabilizar de antemano a la guerrilla del FMLN, aunque la testigo más importante confirmara que se trataba del propio ejército, la maraña de intereses creados van tejiendo una red de amenazas solapadas para obligarla a retractarse de su versión… Algo parecido vivió el equipo con el estreno de esta película que tan sólo pretendía retratar la realidad ajustándose a los hechos con la mayor fidelidad posible, y sobre todo recuperar una figura digna de elogio por su lucha constante y los numerosos logros en diferentes facetas artísticas y deportivas a pesar de la parálisis cerebral que le aquejaba…

Pero, en ocasiones, claro está, el retrato de estas realidades descubren otras que a ciertos sectores parecen resultarles incómodos y prefieren que permanezcan en el olvido: temas como el difícil reconocimiento de las personas discapacitadas durante las décadas previas a la transición, en las que ni siquiera se daba a conocer sus logros como campeones de certámenes internacionales (en este caso de ajedrez) o su labor en la dirección de diversas compañías teatrales o escuelas de artes escénicas…

Algo parecido pude vislumbrar en la película de Albert Serra… Conocía sus títulos anteriores desde “Honor de caballería” (2006) y me había llamado poderosamente la atención “Pacifiction” (2022), con el tema de fondo de la reanudación de los ensayos nucleares de Francia en la Polinesia, concretamente en el archipiélago de Mururoa, y el enfrentamiento larvado con la población indígena ante tamaña amenaza, un tema que no se había vuelto a tocar, a excepción del magistral documental de Edward McGurn en torno al “Raibow Warrior” (2023) y su hundimiento planificado con explosivos desde las instancias del gobierno galo, en Julio de 1985, aunque ya existía la serie de 1989 “The Raibow Warrior Conspiracy” o la película de 1993 protagonizada por Sam Neill y John Voight.

Cada uno de sus títulos, de una u otra forma, habían terminado envueltos en polémica y desencuentro, y ésta última película no iba a ser diferente, pues parecía no haber convencido ni a los defensores de la mal llamada “fiesta nacional” ni, por supuesto, a los que se oponían… En efecto, desde las primeras imágenes que retratan la angustia del toro en la dehesa, con su respiración entrecortada, sus comisuras rezumando saliva y los ojos con apariencia casi inerte aunque inundados por las lágrimas, nos ponen sobre aviso y en alerta de que no nos hallamos ante un documental al uso que trate de ensalzar una supuesta forma de “fiesta” o “entretenimiento” para algunos, “ni arte ni espectáculo” para otros, aunque desde el extranjero se identifique e incluya reiteradamente dentro de la etiqueta “cultura latina”, cuando para otros existe el convencimiento cada vez más certero de que se trata de una práctica tan ancestral y primitiva que se asoma al límite de su desaparición…

En definitiva, se trata de un acercamiento nada complaciente y mucho menos reivindicativo de esta pretendida forma de folclore en la que, durante buena parte de las décadas anteriores a la transición, trató de adscribirse de manera simplista y sucinta a la idiosincrasia de nuestro país. Una aproximación como nunca antes se había filmado, capaz de captar a través de sus imágenes de la más alta definición y mediante la captación sofisticada del sonido, e incluso de ultrasonidos, merced al uso de macros, teleobjetivos y dispositivos digitales, incluso el dolor que se le inflige a la víctima propiciatoria, aunque el director permanezca al margen de todo ello, como posteriormente veremos en la entrevista, y tan sólo tratara de retratar este oficio en sus rutinas, con sus momentos de supuesta gloria y su retorno al trabajo cotidiano…

En el crítico o entrevistador existe una nueva asociación respecto al propio título del filme, ya que debe pasar, en ocasiones, sus propias “Tardes de soledad” hasta lograr el hueco oportuno para poder realizar la entrevista con el rigor, el tiempo y la extensión necesarias para tratar al menos de hacer honor a la trayectoria del mismo Albert Serra…
  
Se trataba, asimismo, de un ejercicio arriesgado. Sabía que apenas me movería un ápice en torno a mis opiniones respecto al mundo taurino y conocía también su hartazgo al cruzarse con críticos o espectadores que consideraban que se había adentrado en un terreno de “masculinidad tóxica”, de un “machismo exacerbado y trasnochado”…

Además, era consciente de que, para una parte de la crítica cinematográfica, la forma de defender su propia obra podría resultar altanera y pagada de sí misma…
  
Sin duda alguna, se trataría de una de las comparecencias más complejas e incómodas, y precisamente por ello, suponía todo un reto…

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Es ineludible comenzar la entrevista sin aludir a su propia concepción del cine y, tal y como indicaba el propio Reviriego, programador de la Filmoteca Española, quizá haciendo alusión a su propio libro “Brindis por San Martiniano”, repleto de humor y, al mismo tiempo de comentarios profundos, en el que, entre otras reflexiones aparece: “es maravilloso comprender cómo lo popular puede traspasar al arte más refinado, más excelso, y ofrecer una combinación aún más interesante que si fuera un arte puramente formalista…”. Podría representar esta misma idea la premisa que fundamenta tu última película…

Yo soy el partidario número uno del formalismo y, de alguna manera, el pensamiento sobre el lenguaje cinematográfico, la esencia del cine, de las imágenes en el mundo contemporáneo o en su futuro era algo que me obsesionaba, y el mundo digital y todo lo que puede hoy día ofrecer pero, es verdad que este pequeño elemento (la cámara cinematográfica digital), vertebrando un discurso tendente siempre a lo lúdico, podía penetrar y conquistar el corazón de las vanguardias del siglo XX. El juego, lo lúdico, pero al mismo tiempo la trascendencia, extrañamente… Y estuvo siempre ahí, y en este caso tiene su razón de ser, por ejemplo, en los diálogos, que es una de las cosas que más me gustan de la película. Esas conversaciones que tiene el torero con la cuadrilla, en esa línea de repetir una y otra vez sus chascarrillos, con  ese tipo de humor, a veces negro… Por ejemplo, cuando llaman al toro “criminal” o cuando le dicen “no te ensucies tanto”… “No te manches con la sangre porque a lo mejor te va a contagiar algo…”, “la vida no vale nada”… “Has tenido mucha suerte… Y la vas a tener siempre… Porque te la mereces…”. Yo ese billete de lotería también quiero comprarlo…

 

Parece una letanía o ritual propios de cada cuadrilla, a veces siniestro y otras veces capaz de descargar la tensión ambiental, tanto al inicio como a la conclusión de cada encierro…

 Hay miles de frases de estas… Por ejemplo: “cojones, huevos”, es la frase que más sale en la película. Pero parece que siempre se mantiene en el misterio extraño y abstracto del propio término… La cuadrilla yo la conocí y tenía mucha gracia, incluso desde un punto de vista humano… Porque lo popular siempre tiene algo de noble, de genuino… Mientras la ironía y el humor contrastaba con la crueldad y crudeza de los primeros planos… Si no hubiera sido por estos momentos, la película habría sido mucho peor…

 

La revelación de esa peculiar forma de proceder, ¿resultó fortuita?...

En efecto… Descubrí todos estos diálogos cuando ya se había acabado el rodaje… Nunca escuché en ningún inalámbrico nada de lo que decían… Yo sonrío a los doblajes, ya que, en mi caso, por suerte, comenzamos a sincronizar los diálogos y dije: “Ostia… ¡qué buenos son estos diálogos!... Porque yo sí sabía que tenían gracia pero no lo había percibido porque en las escenas de la furgoneta solo cabía la cámara, ni siquiera el operador… Y entonces surgió la sorpresa y la confirmación de que, lo popular, que siempre me había sido muy próximo, al mismo tiempo lo tienes que transformar en conceptual… Yo soy como una especie de pijo… Me gusta hacerlo conceptual… Yo no soy un folclórico…

 

Parte de la crítica parece reafirmarse en que su filmografía resulta más afín a los espacios de arte museísticos, al diseño de las videoinstalaciones o la contemplación estética de la imagen por sí misma, más allá de los propios argumentos o de un guión lineal…

De hecho, ya que estamos en este contexto y en un marco institucional, podría confirmar que se trata de una película difícil porque yo no quería renunciar a lo popular pero al mismo tiempo tampoco quería hacer una cosa folclórica o “kitsch”… Y al mismo tiempo también quería hacer un poco de justicia a la trascendencia de lo que se hace allí… Y al mismo tiempo, también podía haber algo de ligereza o de banalidad, incluso… Y al mismo tiempo, algunas imágenes como la muerte del toro, que yo no diría que son provocativas porque no tienen nada de esto, ya que a mí me gustan las imágenes de cuando muere el toro porque te convoca a la muerte de una forma explícita, gráfica y con volumen… En fin, que hubiera un poco de todo, ¿sabes?... Que no fuera ni una cosa ni la otra… El equilibrio este de hacer una cosa que fuera arte… Y que al mismo tiempo tuviera la verdad del fin, que fuera una cosa auténtica y no fuera especulativa… Y que además tuviera el retrato real del torero en el fondo, dentro de una oscuridad, ya que la película vuelve una y otra vez al retrato más opaco, ya que no revela…

 

Dentro de una coherencia o al menos una estructura narrativa básica o al menos esbozada… ¿Cuál fue la principal motivación para el rodaje de semejante filme documental con trazas de relato de lo que para una parte de la sociedad puede resultar incluso épico, en la narración de su propia epopeya, y para otra parte de la misma, podría encontrarse en franca decadencia?...

…Que todo lo que se relatara en las imágenes, de alguna manera, resultara más o menos sincero, genuino, honesto, y que la idea de que cuando descubrimos a su protagonista, desde abajo, que fuera sin filtro… Y comprobé también así que los actores bajo presión dan energía, dan intensidad… Pero, en este caso, no era una presión artística, ya que era un documental, y yo ni les hablaba; nunca hablé con ellos… Sólo al principio y a la mitad del rodaje, en una comida, para convencerle al torero de que se pusiera de nuevo el inalámbrico, porque tenía un poco de reticencia, a veces, pero aparte de esto, nunca hablé con nadie… Sólo les daba las entradas y salidas… Pero siempre con la fe de que al final se revelaría algo…

 

Llegó incluso a aparecer un cierto grado de sintonía…

…Porque veía que eran gente genial… De hecho su actitud me impresionó mucho y me influenció para mi vida, en el sentido de que, el tío se la juega y siempre está al máximo, en la importancia del valor, que a veces hay que jugársela…  Pero nunca está mal ver a alguien, muy de cerca, que incluso se juega la vida físicamente… Suele pasar, hoy en día, muy a menudo, en las guerras que vemos… Y todo esto, no sé, me acabó fascinando poco a poco, y tuve un respeto progresivo, aunque ya me había imaginado que sería más o menos esto, pero la constatación estuvo a la altura de las expectativas de lo que yo pensaba que podía ser una cosa así…

 

 

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Los momentos más dramáticos parecen concentrarse en la mirada del toro, tanto en la secuencia inicial, en ese plano nocturno del semental cuyos ojos expresan verdadero llanto, soltando flemas bajo la luz de la luna en una gélida dehesa, como metáfora de su propia tragedia en un mundo hostil, y también en el plano final, en lo que parece una melancólica, prolongada y agónica despedida de su propia existencia… Han surgido opiniones encontradas tanto en el metraje de la película como en la reiteración de las corridas…

Siempre basé mis películas en temas de anti-clímax, y algunos espectadores se sorprenden y dicen: Ostia, ¿otra corrida?... (Refiriéndose a la última filmada, la de Madrid)… Pues sí, otra… Porque es algo más coherente con lo que pasa en la plaza, la espera de la magia… Porque cuando vas a los toros es repetición, repetición, repetición… Y a ver si cae algo de magia del cielo por casualidad… Pero ¿por qué no?... Todo mi cine está basado en el “anti-climax” que creo que va a ser algo revolucionario para las imágenes del mundo moderno, y la gente irá en el futuro a experimentar lo que son momentos de “anti-clímax” dolorosos y va a pagar por ello, es decir, va a pagar para sufrir realmente, ¿no?... O que tendrán sus matices estos momentos… ¿Por qué no?...

 

Incluso el propio torero se quejó sin contemplaciones cuando vio la versión final…

Sí, se quejó y dijo: “Pero… No acaba con triunfo…”. Es que me gustaba la idea de que la vida continúa… Y al día siguiente era otro toro, y otro, y otro… Aunque yo, cuando vi a esta gente, vislumbré una teoría revolucionaria en el montaje de la película…

 

Que trasciende a su propia actitud ante la vida…

Para ellos, la vida no vale nada… Y el torero está allí, como poseído… Y para la cuadrilla, hacer algo importante pasa por jugarse la vida… Con temple… La idea de que la vida es eso, y lo que no es eso, es trabajar… Eso me influenció mucho porque en la película sólo aparece cuando se viste, se desviste, va a torear, y punto… Él se viste y comienza el trabajo… Termina de trabajar y se desviste… La vida cotidiana… Ir a trabajar… Para ellos, eso es la vida, su arte, su sueño… Y lo otro es trabajar… Me influenció tanto esta idea que para mí hacer cine era como si estuvieras escribiendo tu propia novela, o preparando tu propia función, o la función de tu vida, y todo lo que no sea esto es trabajo… La vida rutinaria es trabajo… Pero lo otro es la verdadera vida… Porque los grandes o muueren en la plaza o se suicidan… Es esclavizarse…

 

Para algunos una forma de “espectáculo” que quizá esté a punto de desaparecer de la escena pública… Y por ello… ¿sintió que llegaría el momento de filmarlo como nunca antes se había visto?… Como documento para la posteridad… Quizá siguiendo el proceso de abstracción que apuntaba Bataille…

En efecto, creí que al mismo tiempo podía dotarlo de ese momento de abstracción… Y también pensé que el elemento folclórico se lo comería… De hecho, hablé con gente del mundo del arte para financiar la película incluso y todo el mundo tenía miedo, no por el contenido sino por lo “folklórico”, porque a esto se sumaría que no pretendía ser “kitsch” ni irónico, ni como una especie de análisis descreído sobre esto porque a mí me caen bien… La gente dice “masculinidad tóxica”… ¿Y tú que sabes?... No tienes ni puta idea… Le gente dice “masculinidad tóxica”… Yo conozco a esta gente y me parecen muy buena gente… Y a mí no me interesa lo que digas tú… Además tiene bastante poesía, imaginación verbal en sus diálogos… Y yo ya sabía que esto iba a ser un elemento peligroso… Porque podía caer en la vulgaridad… Y que podían decir: “no, esto no toca”… O “esto no es así”… Pero yo creo que la grandeza de la película es el propio retrato que registra, a pesar de las dudas del mundo más conceptualista del arte… Me daba igual porque no era mi mundo, aunque podía ser más formalista que ellos, pero comprendí que al entrecruzar ambas esferas es cuando podría ser más divertido…

 

En “Tardes de soledad” persiste un estado permanente de duelo…

Siempre he pensado que en el público está el folclore y que había que armar un tipo de proposición conceptual. Sin renunciar a una cosa pero al mismo tiempo… Siendo fiel e infiel… Genera una tensión bastante difícil… Lógicamente eliminar al público es una gran ventaja y al mismo tiempo da seriedad a la película, con la burbuja de la furgoneta, de la habitación y de la plaza. De hecho, uno de los momentos que más me gustaba es cuando aparece el toro, el torero y la arena, que ni siquiera se ve la barrera.  Hay varios planos de estos que nos dimos cuenta que eran muy bonitos porque parecía una cosa ultra-atávica, de ensueño, quizá de pesadilla, pero una cosa extraña y, no sé… Fuimos encontrando cosas de estas y sin renunciar a la verdad de lo que estábamos filmando, es decir, no queríamos hacer de él un Douglas Fairchild, sería injusto para lo que estábamos filmando, me parecía “snob”, estúpido… Había que tener el lado realmente orgánico y el lado popular… Entonces era difícil el equilibrio estético… No sé si se habrá logrado externamente pero no es tan fácil de solucionar esta ecuación… Porque para hacer una película sobre toros que no sea una estupidez… Tú puedes hacer veinte planos del torero para una instalación en un museo… Me parece perfecto pero no me gustaba esto… ¿Sabes?... Yo vengo del cine, es decir, yo vengo de la fe… Yo creo en las imágenes del cine… Y creo que las imágenes te deben corromper… Y aunque parezca un poco banal…  Mejor esto que te den una lección como para niños pequeños…

 

Una de las posibles circunstancias que podía haber acontecido es la propia muerte del torero… Sí se hubiera producido, ¿habrías decidido filmarla?...

No sé… Esto me lo preguntó el torero mismo… Entraríamos en lo moral… Creo que una cosa son los animales y otra los humanos… ¿O es que no haces diferencias?... Pues yo sí que la hago… ¿O es que le harías presidente del gobierno al toro?... Si te gusta… ¿Por qué no lo abrazas y lo besas?... A ver cómo acepta tu beso… Ese plano final es un ritual, una cosa simbólica… En la parte humana hay un tema que es el compromiso de la persona por una cosa simbólica que puede tener un punto de crueldad o de crudeza, sobre todo con los ojos contemporáneos, pero que, al mismo tiempo, es su trascendencia…  Una cosa es que tenga una trascendencia por el sacrificio y otra cosa es que tú seas una persona completamente inmoral y que consideres que si se muere el torero vas a hacer una cosa todavía más espectacular o que vas a tener un mayor beneficio de esto porque siempre habrá alguien que haga esta pregunta y esto deslegitima que tú puedas hacer imágenes sobre esto… Entonces esto no te puede paralizar… Debes poder realizar imágenes sobre lo más difícil y esto no quiere decir sobre lo más abyecto o lo más inaceptable, porque en esto todavía encuentras una justificación filosófica o artística pero yo no lo haría por un principio de dignidad…

 

¿Y respecto a la muerte del toro?

El toro me parece magnífico cuando muere… Es una lección bellísima porque el toro no tiene conciencia de la muerte, no sabe que va a morir… Entonces es bonito porque es muy lento, se ve en Goya también, y da un volumen, y es una cosa que no sabes exactamente si es buena o mala… Coge una visibilidad el tema de que la vida lo abandona, se le escapa, y lentamente lo ve… No es como en los humanos porque como hay autoconsciencia, aquí es apreciar cómo lentamente el ciclo vital les va abandonando… Y nosotros, junto a los cámaras, lo filmábamos y decíamos: “Es acojonante”… Y lo iban filmando y filmando… Eran operadores independientes y decían: “Tiene como una energía…”… Que no se cansaban de filmarlo… Porque es lento… Evidentemente no te das cuenta de todo ello hasta que no lo montas pero durante la filmación te fascinaba… Había una adhesión a lo que estaba pasando… Esta sería la palabra… Era algo que convocaba cosas extrañas…

 

Pero en la plaza que retratas parecen claramente identificadas una víctima y un verdugo, un héroe y un villano, de forma muy evidente…

Yo creo que no, porque nosotros no lo mirábamos buscando un significado, ya que no teníamos una estructura de guión, todo eran imágenes y nos quedábamos fascinados… Y realimente analizábamos lo que posteriormente aparecería… Por ejemplo, el tema erótico… Yo pensé que aparecería mucho más… Quizá cuando se visten… Como se tratan llamándose “mi vida, mi alma…”. Pero yo me pensaba que sería mucho más… Las imágenes dijeron que no… Apareció pero muy suavemente… Había creído que este elemento iba a aparecer, aunque no de forma provocativa, pues no… Y por más que yo lo deseara pues no estaba… Y por más que me pensaba que esto le daría una gracia a la película, pues no… El tema de España, por ejemplo, era un tema en el que yo tenía miedo de que salieran seguidores de extrema derecha, pues tampoco está… Evidentemente, si hubiéramos enfocado hacia alguna parte del público nos hubiera dado una sensación ciertamente desagradable… Yo me pensaba que sería un tema muy predominante y que las imágenes supurarían este tema, y no… No había casi nada… Evidentemente el ejercicio de inocencia de grabar con la cámara y que ésta iba a decir cosas y a revelar más cosas que son invisibles a los ojos humanos, y no digamos ya diálogos inaudibles… Y lo fascinante es el montaje… Teníamos 740 horas… Incluso hay cosas de los diálogos que no podría ni decir…

 

 

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¿Cómo convences a Roca Rey para realizar un documental con un seguimiento tan exhaustivo y la cámara tan próxima a sus rutinas y cómo se establece una relación en la que apenas habéis tenido comunicación?

Es algo que me preguntan muy a menudo y lo cierto es que, desde el primer día, me dieron acceso total a todo. Desde ese contacto inicial tuvimos una conversación rápida, algo extraña, porque los toreros son bastante tímidos, y la película existe gracias a la generosidad de él y su cuadrilla, y nunca le dieron ninguna importancia, y de hecho, confirma mi teoría de que tienes que estar bajo presión. Los actores, cuanto más presión, mejor. En este caso no tenían la presión mía sino la de la corrida. La mayor preocupación era que Roca Rey es alto, mide uno 1.87, y lo filmamos en muchas plazas: en Castellón, en Valencia, en Nimes, y como es tan alto, si el toro no era muy grande, no te daba tan bien en la cámara porque el toro parecía pequeño y daba la impresión de que el torero estaba al límite de ser un abusador… Además ellos se quejan cuando el toro es demasiado grande porque dicen que cobran de una plaza de segunda y después les meten unos toros que no corresponden… Que debían ser de un “corridón”. Entonces en el montaje nos dimos cuenta de que debían filmarse toros grandes. El toro grande, en Las Ventas o en Sevilla, son los más difíciles, el éxito no es tan fácil, y cuando se produce, llegan los laureles… Y la película tiene este tono porque era una cosa puramente visual y, como bien dices, cuando supo de la existencia de la película aceptó al momento, pero tan sólo quedamos el primer día para hablar de la colocación de los micrófonos, ya que él tenía inicialmente más reticencia que la cuadrilla a ponérselos, pero al final acabó poniéndoselos… Que precisamente por ello aparecen estas corridas difíciles, que no son precisamente las de triunfos. Son buenas cinematográficamente, necesarias visualmente, porque si él fuera bajo, no habría problema, pero no lo es… Y esto configura toda la estética de la película y que deban aparecer estas plazas y descartar las de Castellón o Nimes… Y esto configura al final la propia película, que resulta ajena a su comunidad y que es lo que siempre he hecho con todas mis películas. Siempre las imágenes mandan… Sobre otras arbitrariedades… Debía montarla así porque si no la película no ofrecía seriedad… Es algo muy misterioso cinematográficamente…

 

La figura del propio Roca Rey favorecía ese rol protagonista en el filme documental…

…Porque siempre estaba en tensión, en constante puesta en escena… No como otros toreros… Tampoco entendí si él era demasiado consciente de esto…Quizá sí… Porque aunque estuviera otro torero toreando, los ojos del espectador le siguen porque tiene más tensión…

 

Dentro de ese control tan relativo sobre una película que carece de guión, ¿cómo puedes gestionar toda esa incertidumbre sobre el material que se está grabando?... 

Con la fe… Como con cualquiera de las otras películas, aquí no hay mucha diferencia… Si es verdad que aquí puedes incidir menos cuando se realiza un plano de él, ni siquiera “ahora entráis”, “ahora vais a salir”, “ahora a la furgoneta”… Era a todo lo que fueran haciendo: “sí, bwana”… Pero tenía la fe, es como una intuición… En este caso el “casting” es el concepto y el montaje es cabrón porque filmas muchas cosas, porque cuando hablamos con él de la versión que no estaba acabada y el sonido no estaba acoplado, ya veía muchos “peros”. Hasta el punto de que me llegó a decir, aunque suene mal expresarlo ahora: “Le he dado acceso a todo y usted me ha traicionado…”. Él se quejaba de cosas que tenían un sentido para él pero no tenían un sentido cinematográfico… Por ejemplo, el decía: “Esta corrida que usted pone al principio, pasó al final de la temporada, y la que pone al final, pasó al principio… Y yo, empecé mal la temporada y luego mejoré y estuve trabajando seriamente y terminé con triunfo, pero esto usted lo pone al revés…”. Y yo le digo: “Claro, pero en la corrida en la que a ti te cogen le crea una tensión al espectador que si yo lo pongo al principio ya está el espectador temblando toda la película, o sea, como una cosa cinematográfica elemental. A lo mejor para un torero no tiene ningún valor pero para una película de cine… No sé… Da como una vibración diferente… Me insistía: “Ya pero esto no sucedió así en la realidad”, y yo le replicaba: “Ya pero es que esto es cine, y no es la realidad… Es una película…”. Y claro, esto parece una caricatura pero claro, él tenía la razón moral, porque después de toda la generosidad de su ofrecimiento, pero yo tenía la razón estética… Entonces cuál prevalece… O qué debo hacer… ¿Una película peor?...

 

Depende de las motivaciones que predominen en el documental, respecto al retrato fiel de una determinada realidad…

Ya, pero comprenderás también que todos los documentales por definición son determinadas imágenes con un montaje específico, ya que no es un único plano de hora y media, están sucediendo cosas… Y entonces como yo siempre he creído que era más divertido hacer lo que te diera la gana, creo que incluso conceptualmente tiene más gracia, precisamente porque nunca entendí que el hecho de ser servil respecto a una especie de fidelidad abstracta resultaba algo absurdo para mí, y como en todas mis películas anteriores ya hacía lo que me venía en gana, y ponía una imagen porque me gustaba o me daba una buena sensación o vibración, y todo lo que no fueran consideraciones que supusieran esta arbitrariedad, no me interesaban para nada… Evidentemente se trata de un documental donde hay un conflicto moral más agudo que si se tratara de una película de ficción que supone recrear un mundo de fantasía en el que tienes el derecho de hacerlo… Pero yo pienso que también tenía el derecho de hacerlo aquí y al final…

 

El ecosistema onírico, simbólico, totémico y ritual del espectáculo taurino ha fascinado a artistas y escritores como Lorca, Hemingway, Jean Cocteau, etc… En tu caso, tenías alguna vinculación especial con este entorno…

En absoluto… Todo eran problemas y tampoco tenía un deseo ni interés especial por ello… Recuerdo cómo durante años me habían insistido en ello y siempre me había mostrado reticente, y cuando lo propuse y sólo encontré oposición al respecto, fue cuando me lo propuse… Consideré que “cuando no toca, es precisamente cuando hay que hacerlo”… Si me hubiera venido impuesto, me habría negado… Fue esta conjunción de elementos, esta perspectiva de extrañamiento le añade un cierto interés… Siempre quedará esta cosa folklórica... Aunque se recuerde como esperpento… Y consideré que se tenía que hacer…

 

Quizá la propia perspectiva como productor de tus propias películas te puede permitir esta independencia incluso a la hora de elegir el tema…

Eso es… Es muy importante tener la perspectiva del productor. Soy artista y al mismo tiempo productor y me gusta retratar las cosas que pasan… La Historia lo dirá pero me gustaba que sucedieran cosas, y como director, evidentemente, hacerlo lo mejor posible, tratando de combinar y equilibrar todos los elementos que confluyen entre lo conceptual y lo popular, y que no era nada fácil… Incluso lo veía mucho desde el punto de vista del arte contemporáneo, sinceramente… Para mí, mentalmente, era más importante hacer todo lo posible, en este contexto del documental, aunque conceptualmente pudiera haber un pequeño añadido, y sabía que era muy difícil porque el tema era demasiado folklórico… Y claro, a mí esta gente me da igual… Pero los quiero más que los detesto… Los quiero un cincuenta y cinco por ciento más, y no lo puedo evitar… Y no lo pienso evitar… Además es que tienen mucha gracia… Es que si estos diálogos no existieran sería mucho más aburrida… A alguien que lo están a punto de matar y que dice: “¡Qué suerte que he tenido!”… y le responden: “Y la vas a tener siempre porque te lo mereces…”. Para mi vida personal es más importante que esta gente me caiga bien que hacer una película conceptualista sobre el tema… Pero tampoco esto va a eliminar ni una décima de formalismo en el montaje definitivo…

 

¿Fue una de las motivaciones para su realización, la posibilidad de dejar constancia para la posteridad, de la existencia de un entorno que quizá esté en peligro de extinción, como ocurre en los documentales de David Attenborough, aunque para muchos a la inversa?. Es decir, para una parte de la sociedad, y para una buena parte del mundo del arte y de la cultura, podía ser algo parecido a plasmar o clasificar una práctica que consideran “circos de los horrores”…

No me gusta decir esto porque para ellos no es así… Y no creen que vaya a desaparecer… A lo mejor ahora que ha ganado Donald Trump, Elon Musk lo redescubre en un Twitter y se vuelve a reinstaurar… Yo no tengo ningún problema con lo de antes ni con lo de ahora…

 

Respecto a la reiterada sensación de repetición en la estructura de la película, llama la atención el uso que realizas de cada puesta en escena: algunas secuencias con lluvia, destacando diversos planos como las salpicaduras de sangre, o efectos de sonido estentóreos como los estremecedores embistes del cabestro contra la madera, o arremetiendo directamente contra los caballos o los propios toreros…

-Sí, la idea era filmar cada secuencia desde un punto de vista diferente… Que realmente las imágenes tuvieran algún tipo de poesía diferente… En una aproximación siempre dictada por las imágenes. Mientras montábamos la película siempre estábamos con prevención… Y nos gustaba, ¿eh?... Pero siempre teníamos la idea de que estábamos haciendo algo malo… Cualquier imagen que montábamos, pensábamos que, o estaba quedando demasiado folklórica o demasiado incorrecta… Rey nos decía: “por mí podrías prescindir de todas las secuencias grabadas con la lluvia y el barro”, porque se encontraría muy desfavorecido, y sin embargo al equipo nos parecían muy sugestivas desde el punto de vista cinematográfico… Lo mejor de ser productor es que, al final, te decides a acabar la película cueste lo que cueste, a avanzar en el montaje, a pesar de todas estas dificultades… Se va a hacer y punto. Se acabó la discusión… Me da igual que haya gente que diga que esto les gusta, que esto les disgusta…

 

¿Justificarías que se matara un animal en el transcurso de un rodaje para mayor gloria de la película, como ocurre en títulos como “Viva la muerte” de Fernando Arrabal, en “Pascual Duarte” de Ricardo Franco se sacrifica a una mula, en “Novecento” a un gato… Aunque en realidad te has limitado a filmar un acto público…

Claro, son celebraciones públicas de corridas de toros, no las hicieron para mí estas corridas… Nosotros preparábamos las cámaras allí, y desde las tres de la tarde hasta la siete, comían allí y rápidamente muchos se emborrachaban… Sólo filmábamos lo que allí acontecía… Desde el viernes estaban todo el rato bebiendo… Y no bebían cervezas o vino, ¿eh?... Sólo veías gin-tonics, ron o whisky con Coca-Cola. La pregunta, por tanto, ¿es para mí o te refieres al público que asiste a las mismas, o a los de la plaza…

 

Quizá necesitaban de esa ebriedad para poderlo contemplar...

Estos debates resultan verdaderamente espúreos…

 

¿Cómo fueron las sensaciones vividas en el Festival de San Sebastián, donde os premiaron con la Concha de Oro a la mejor película, el máximo galardón… Realmente siempre pensaste que la película llegaría a ser tan bien aceptada por los miembros del jurado… Hay que reconocer que se trataba igualmente de una apuesta de Canal Arte, cuyo presupuesto para sus documentales a veces superan a los de cualquier largometraje convencional…

No lo sé… Bueno, sí, ganar siempre es mejor que perder… Pero lo que más me importaba era la película… Además mis películas siempre se terminan en el último momento de la selección para los festivales, por ejemplo “Pacifiction” no pudo entrar ni siquiera en la primera selección del Festival de Cannes pero después porque la habíamos terminado y la habíamos enviado el día antes… Por un perfeccionismo en el montaje… Tardamos nueve meses en editarla, con tres unidades de montaje separadas, trabajando los siete días de la semana en el mismo estudio de Marsella… Íbamos a cenar siempre al restaurante que estaba a venticinco metros del estudio, todos los días de la semana… Filmamos 540 horas. Sólo un día de fiesta, aunque por Navidad, un par de días antes nos fuimos a casa… Estábamos tan cansados que un Domingo por la mañana decidimos, en vez de montar, ir a tomar un vermut en una plaza, pero a la tarde ya trabajábamos... Para montar esta película tardamos nueve meses; éramos dos montadores, 700 horas de material filmado pero, como los toros pequeños ya se descartaron desde el principio, filmamos también a otro torero, Pablo Aguado, que era también muy interesante pero habíamos decidido que se finalmente un solo retrato y también eliminamos todo su metraje, con lo cual, al final nos quedamos trabajando con unas 350 o 400 horas de material… Siete meses, siete días de la semana, dos montadores… Ningún día de descanso… ¿Quién lo hace esto?... Nadie. Del nivel de las películas que yo hago, nadie… Porque todos tienen o mujer, o hijos o tienen que llevar a alguien a no sé qué sitio, o ir de vacaciones, o no sé qué coño les pasa… Cero… No hay nadie… Y se acabó… Por eso, la profundidad de muchos formalismos… Por ejemplo, yo no concibo a un director de fotografía que no monte… Me parece una cosa tan infantil… Sólo se entienden las cosas montando y con la profundidad de las cosas heterogéneas, con esta intensidad en esta y otras películas en las que vas entendiendo matices extremos de lo que son las sensaciones de las experiencias… Y además, ni siquiera, con ningún interés propio… Ni con la intención de obtener un futuro éxito… Únicamente captando las imágenes y entendiendo mientras filmas y dando a comprender al espectador muchas cosas de lo que en ellas se revela…

 

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