Áspero mundo
![[Img #71310]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/03_2025/8289_01_angel_gonzalez_aspero_mundo.jpg)
En la cultura española contemporánea, la generación conocida como del medio siglo o de los 50 ha dado unos frutos tan admirables, que se ha incorporado por derecho propio a nuestro acervo cultural comunitario. Artistas y escritores –entre los primeros, pintores, escultores y arquitectos; y, entre los segundos, dramaturgos, narradores y poetas– constituyen un elenco de nombres que ya, por sus frutos literarios y artísticos, son memorables.
Y se va produciendo el centenario del nacimiento de algunos de ellos. Es el caso del poeta asturiano Ángel González, que nació en Oviedo en 1925 y del que, por tanto, celebramos los cien años de su venida al mundo. No podemos aquí y ahora abordar los avatares de su vida, así como tampoco sus reconocimientos y pertenencia a instituciones prestigiosas, como la Real Academia Española de la Lengua. Los interesados lo descubrirán en diversas fuentes al alcance de todos.
La poesía es una palabra que va tras la vida verdadera, más allá de convenciones y de códigos sociales. Es una palabra que busca iluminar y revelar el mundo y al ser humano. Es una palabra que trata de darnos sentido, frente al caos en el que estamos inmersos. Al tiempo que sana, que protege, que dignifica, que nos lleva hacia los territorios de la belleza, la verdad y la dignidad.
Aúna ética y estética, sonido y sentido, intensidad y deslumbramiento, elegía y canto, meditación y emoción… Sobrepasa los estadios de la lógica, de la realidad, de lo prosaico, para trascender lo vivido y acercarnos a unos territorios donde podamos caer en la cuenta.
Muchas más cosas podrían decirse sobre la poesía. De hecho, ya se han dicho y se seguirán diciendo. La de Ángel González participa de no pocos de los elementos que acabamos de indicar, expresados siempre con un lenguaje puro, accesible y transparente, como se ha dicho, expresando de continuo una ética de la fraternidad y solidaridad, dentro de un incuestionable realismo crítico.
Se dio a conocer con su libro ‘Áspero mundo’ (1956), que, en 1955, obtendría un accésit del premio Adonais de poesía. Sus demás libros se fueron creando y publicando con regularidad, pero sin precipitación alguna. Serían reunidos con el título de ‘Palabra sobre palabra’ (Barcelona, 1972).
En su primer libro indicado, hay un poema demoledor sobre la hipocresía social, sobre la falta de fraternidad y de amor, en definitiva. Es breve, pero, por lo significativo, vamos a mostrar su arranque:
“Todos ustedes parecen felices… / … y sonríen, a veces, cuando hablan. / Y se dicen, incluso, / palabras / de amor. Pero / se aman / de dos en dos / para / odiar de mil / en mil. Y guardan / toneladas de asco / por cada / milímetro de dicha.” Etc.
Es el áspero mundo que rechaza el poeta. Ese áspero mundo que parecemos estar sufriendo en nuestro presente, donde se han desatado y se están desatando tantas tormentas de irracionalidad y de barbarie.
Pero el poeta, pese a su melancolía y a la tristeza que provoca en él ese áspero mundo, nos lanza también una palabra esperanzada (“Otro tiempo vendrá distinto a éste”, nos indica en el arranque de un poema de su segunda obra, ‘Sin esperanza, con convencimiento’, 1961), pese a que lo haga desde un momento en que se encuentra “insomne, fatigado, velando / mis armas derrotadas, / y canto / todo lo que perdí: por lo que muero.”
Un momento, ay, que se parece mucho a ese áspero mundo que estamos padeciendo.
En la cultura española contemporánea, la generación conocida como del medio siglo o de los 50 ha dado unos frutos tan admirables, que se ha incorporado por derecho propio a nuestro acervo cultural comunitario. Artistas y escritores –entre los primeros, pintores, escultores y arquitectos; y, entre los segundos, dramaturgos, narradores y poetas– constituyen un elenco de nombres que ya, por sus frutos literarios y artísticos, son memorables.
Y se va produciendo el centenario del nacimiento de algunos de ellos. Es el caso del poeta asturiano Ángel González, que nació en Oviedo en 1925 y del que, por tanto, celebramos los cien años de su venida al mundo. No podemos aquí y ahora abordar los avatares de su vida, así como tampoco sus reconocimientos y pertenencia a instituciones prestigiosas, como la Real Academia Española de la Lengua. Los interesados lo descubrirán en diversas fuentes al alcance de todos.
La poesía es una palabra que va tras la vida verdadera, más allá de convenciones y de códigos sociales. Es una palabra que busca iluminar y revelar el mundo y al ser humano. Es una palabra que trata de darnos sentido, frente al caos en el que estamos inmersos. Al tiempo que sana, que protege, que dignifica, que nos lleva hacia los territorios de la belleza, la verdad y la dignidad.
Aúna ética y estética, sonido y sentido, intensidad y deslumbramiento, elegía y canto, meditación y emoción… Sobrepasa los estadios de la lógica, de la realidad, de lo prosaico, para trascender lo vivido y acercarnos a unos territorios donde podamos caer en la cuenta.
Muchas más cosas podrían decirse sobre la poesía. De hecho, ya se han dicho y se seguirán diciendo. La de Ángel González participa de no pocos de los elementos que acabamos de indicar, expresados siempre con un lenguaje puro, accesible y transparente, como se ha dicho, expresando de continuo una ética de la fraternidad y solidaridad, dentro de un incuestionable realismo crítico.
Se dio a conocer con su libro ‘Áspero mundo’ (1956), que, en 1955, obtendría un accésit del premio Adonais de poesía. Sus demás libros se fueron creando y publicando con regularidad, pero sin precipitación alguna. Serían reunidos con el título de ‘Palabra sobre palabra’ (Barcelona, 1972).
En su primer libro indicado, hay un poema demoledor sobre la hipocresía social, sobre la falta de fraternidad y de amor, en definitiva. Es breve, pero, por lo significativo, vamos a mostrar su arranque:
“Todos ustedes parecen felices… / … y sonríen, a veces, cuando hablan. / Y se dicen, incluso, / palabras / de amor. Pero / se aman / de dos en dos / para / odiar de mil / en mil. Y guardan / toneladas de asco / por cada / milímetro de dicha.” Etc.
Es el áspero mundo que rechaza el poeta. Ese áspero mundo que parecemos estar sufriendo en nuestro presente, donde se han desatado y se están desatando tantas tormentas de irracionalidad y de barbarie.
Pero el poeta, pese a su melancolía y a la tristeza que provoca en él ese áspero mundo, nos lanza también una palabra esperanzada (“Otro tiempo vendrá distinto a éste”, nos indica en el arranque de un poema de su segunda obra, ‘Sin esperanza, con convencimiento’, 1961), pese a que lo haga desde un momento en que se encuentra “insomne, fatigado, velando / mis armas derrotadas, / y canto / todo lo que perdí: por lo que muero.”
Un momento, ay, que se parece mucho a ese áspero mundo que estamos padeciendo.