Sol Gómez Arteaga
Martes, 11 de Marzo de 2025

Miguel Pérez García: una vida dedicada al cine analógico

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El sufijo “ista” forma sustantivos que designan generalmente a la persona que tiene una determinada ocupación, profesión u oficio. En este sentido, Miguel Pérez García, Trébol, aglutina en las tres hojas de su apodo, al proyeccionista del documental que lleva su nombre,  al coleccionista que ha recorrido distintos lugares de España en busca de proyectores en desuso y piezas para hacerlos funcionar y, sobre todo, al ilusionista que lleva dentro, pues sin una ingente dosis de ilusión, de ganas, de entusiasmo, no habría logrado reunir los más de cien  proyectores que tiene, muchos de los cuales se pueden ver en la Sala de Exposiciones de Veguellina de Órbigo, que él mismo muestra a cuantas personas se quieran acercar.  

Como hicimos nosotros el último día de febrero. Nada más traspasar el umbral, nos vimos envueltos en olor a lavanda y música suave. Miguel, además, perfecto anfitrión, nos endulzó el sentido del gusto ofreciéndonos un bombón que, tras el largo viaje, nos supo a gloria. Y con la hospitalidad que le caracteriza, de la que ya había hecho gala cuando le conocimos en el pase especial del documental que tuvo lugar el 30 de noviembre en el cine Velasco de Astorga del que es protagonista indiscutible, nos fue introduciendo en su universo particular. Primero nos enseñó ese invento óptico maravilloso, precursor del séptimo arte, que es la linterna mágica, para seguir mostrándonos el funcionamiento de los diferentes proyectores en una sala enmarcada por míticas y originales carteleras entre las que se encuentran títulos como Ben-Hur, Los diez mandamientos, Encadenados, Sol rojo, Dallas y, como no, Cinema Paradise. Una sala que, a todas luces, se queda pequeña para albergar el ingente material que Miguel ha logrado atesorar a lo largo de los años. Hubo un momento de la visita que a mí me pareció absolutamente revelador de esa falta de espacio. Fue cuando al poner en marcha el proyector Fumeo, un aparato enorme de 16 mm del año 1989, comprobamos que en la pared de enfrente la imagen se salía por los bordes. Bajo mi consideración, que no es no es única, el lugar que merece la colección de Trébol es el de un museo donde ésta se exponga con la dignidad que merece. No en vano la palabra museo significa casa de las musas, esas nueve diosas que igual que ocurre con el cine, eran transmisoras de creación, de conocimiento, de arte.

 

Miguel Pérez, de la mano de su maestro Adolfo García Fines, lleva desde los catorce años, como Totó en Cinema Paradise, construyendo sueños. Toda la vida la ha dedicado a un cine analógico y antiguo que, frente al mundo digital y moderno, se extingue sin remedio, lo mismo que ocurre con los metrajes de sus películas, que el tiempo indefectiblemente decolora y vuelve sepia. Él lo sabe, y aunque lo sabe, sigue. Trébol simboliza la lucha contra reloj, la resistencia. Ese es su mérito. Su condición. Su destino.

 

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Tal vez por eso, Balbino Ferrero, periodista, director de cine, soñador también, le ha querido inmortalizar en el documental “Trébol, el proyeccionista” que da buena cuenta de su vida y trayectoria. No me extraña nada, pues reúne todos los requisitos de un personaje fantástico, digno de la mejor de las historias.

 

A la entrada de la sala de exposiciones se puede ver la medalla que la Fundación Lumière le otorgó en 2016, “en reconocimiento a su esfuerzo, tesón y amor por el séptimo arte”, como reza en una carta que firma su presidente. Trébol nos muestra ambas, medalla y carta, con orgullo. Con orgullo y humildad.

 

En una vitrina de un mostrador que ocupa la parte central de la sala aguardan entradas sin arrancar, entradas que no fueron, como esperando el retorno de un tiempo en el que todo era aun posible. ¿Y por qué no?

 

Algún día otro soñador erigirá ese museo del cine. Mientras ocurre, recomiendo encarecidamente la visita. Yo volveré, por visitar a Trébol, porque siempre es bueno volver a los lugares donde uno estuvo a gusto, por escuchar el sonido de la gramola roja que quedó pendiente.

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