El grito silenciado de la verdad

En un mundo donde el poder se disfraza,
los medios callan, las voces se apagan,
la verdad es una sombra que no ilumina,
y las élites juegan con nuestras lágrimas.

La información, ese río cristalino,
ahora fluye turbio, contaminado,
sus aguas torcidas por manos codiciosas,
nos ahogan en mentiras fabricadas.

¿Dónde quedó el contrato social,
ese pacto frágil entre pueblo y gobierno?
Lo han quebrado, vendido al mejor postor,
convirtiendo nuestra confianza en un espejismo.

Los titulares gritan, pero no dicen nada,
frases huecas, manipuladas, vacías,
su humareda nos atrapa en su telaraña,
y la realidad se desvanece en la bruma.

Las élites compran palabras y silencios,
concentran el saber, lo moldean a su antojo,
controlan lo que vemos, lo que sentimos,
y nos convierten en títeres sin brújula.

Polarización, odio, división,
semillas plantadas en campos de rencor,
nos enfrentan unos contra otros,
mientras ellos observan desde sus tronos.

El periodista libre ya no existe,
su pluma fue quebrada por el miedo,
su voz acallada por amenazas invisibles,
su lucha olvidada en los márgenes del tiempo.

Y la desinformación, ese monstruo insaciable,
siembra caos en cada hogar,
teje mentiras que parecen verdades,
y nos roba el derecho a pensar.

Pero aún queda un resplandor en la oscuridad,
un murmullo de esperanza que no se doblega,
periodistas valientes, ciudadanos conscientes,
que buscan la luz detrás de la niebla.

Hagamos de la crítica un arma poderosa,
eduquemos nuestras mentes para no ser engañados,
exijamos transparencia, rompamos cadenas,
y reconstruyamos el contrato perdido.

Porque la verdad no puede ser comprada,
ni el alma de un pueblo puede ser esclavizada,
la democracia no es un lujo, es un derecho,
y la justicia algún día será restaurada.

Así que levantemos nuestras voces al unísono,
contra el poder que trata de silenciarnos,
porque solo en la unidad encontraremos fuerza,
y en la verdad, el camino hacia la libertad.