Mi alma aragonesa XXV / Buñuel, ciudadano del mundo
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Con su obra hecha en Méjico, en París o en España, al final trata como constante alternativa a la vida y a la muerte y al amor inevitable. Temas habituales de la cultura española, construyendo personalmente la más importante obra fílmica española. En su trabajo en Méjico contó siempre con un equipo de profesionales, entre los que se contaban otros españoles, también exiliados, como el oscense Julio Alejandro, que trabajo como guionista y acabó regresando para su tierra originaria.
Buñuel le sustituyó en su etapa parisina por Jean Claude Carrière. También trabajó con él Carlos Velo, guionista, productor y destacado director de cine, con películas como Torero, 1956, y Pedro Páramo, 1969. También colaboró con él el extremeño Luis Alcoriza como guionista en El gran calavera, 1949, Los olvidados, 1950, que dirigió películas como Tiburoneros, 1962, y su versión de La sombra del ciprés es alargada, sobre la novela del mismo título de Miguel Delibes. También el mejicano Gabriel Figueroa como director de fotografía en Nazarín, Simón del desierto y Los olvidados.
Su estilo de trabajo era rápido, en rodajes de cuatro semanas, con tomas largas y un montaje elemental y sencillo, que enfatiza el primer plano y evita el plano y el contraplano y recurre a las presencias en off. Incide con frecuencia en el flashback, como recurso narrativo, y limita la sobreactuación de los actores, contrarrestando la tendencia natural de los actores mejicanos que utiliza. La imagen sencilla en blanco y negro.
Junto a los animales, como elemento de expresión, acude a los personajes secundarios. Es un hábil improvisador, que persigue ideas predeterminadas con decisión y las abandona cuando se encuentra con dificultades para realizarlas.
Tras treinta años regresa a Francia, en donde aborda una etapa muy diferente, de mayor perfección técnica y con mejores posibilidades de producción, que obtiene del productor Serge Silberman. Sus temas recurrentes siguen siendo la imposibilidad de la libertad humana. La hipocresía social y religiosa, las dualidades realidad y deseo y amor y muerte.
En La Vía Láctea, 1969, insiste en la temática genuinamente española y la historia de las herejías hispanas, a través de dos peregrinos que recorren el Camino de Santiago. En Belle du jour, realza las ensoñaciones eróticas de Catherine Deneuve, emanación de la burguesía francesa. En El discreto encanto de la burguesía, 1972, reincide en esta clase social, con políticos, eclesiásticos y militares, para llevarles al absurdo.
En El fantasma de la libertad, 1975, desargumenta la historia en busca del nexo común de distintas situaciones sobre la libertad del ser humano. Ese oscuro objeto de deseo, 1977, será su última película francesa. La personalidad de la protagonista la desdobla en dos actrices. Una, Ángela Molina, en el ámbito de la realidad. Otra, Carolina Bouquet, en el imaginario, patentizando así su obsesión por la realidad y el deseo, como ya hiciera en El y Belle du jour, entre otras.
No se olvida de la influencia del marqués de Sade en toda su obra. Está presente en la desesperación de sus personajes, que se adentran en sus ensoñaciones y visiones para llegar a drásticos finales. Sin que omitamos obras fundamentales de su filmografía como Los olvidados, 1950, Ensayo de un crimen, 1955, Nazarín, 1958, El ángel exterminador, 1962, Diario de una camarera, 1964, con Jeanne Moreau, Simón del desierto, 1965, y tantas otras.
Su preocupación fue la de estudiar al mundo y comunicarnos sus hallazgos. Es lo que logra con su denso arte, al no concluir este recorrido por la vida de aragonés genial, fuera no solo de Aragón, sino también de España, en donde en su última etapa llegó a rodar cuatro películas.
Viridiana, 1961, con Francisco Rabal y Fernando Rey, basada en la novela Halma, de Benito Pérez Galdós, y continuación de Nazarín, que rodara en Méjico. Tristana, 1970, y Ese oscuro objeto de deseo, en 1977. Es el aragonés Luis Buñuel el cineasta español de la máxima categoría.
Con su obra hecha en Méjico, en París o en España, al final trata como constante alternativa a la vida y a la muerte y al amor inevitable. Temas habituales de la cultura española, construyendo personalmente la más importante obra fílmica española. En su trabajo en Méjico contó siempre con un equipo de profesionales, entre los que se contaban otros españoles, también exiliados, como el oscense Julio Alejandro, que trabajo como guionista y acabó regresando para su tierra originaria.
Buñuel le sustituyó en su etapa parisina por Jean Claude Carrière. También trabajó con él Carlos Velo, guionista, productor y destacado director de cine, con películas como Torero, 1956, y Pedro Páramo, 1969. También colaboró con él el extremeño Luis Alcoriza como guionista en El gran calavera, 1949, Los olvidados, 1950, que dirigió películas como Tiburoneros, 1962, y su versión de La sombra del ciprés es alargada, sobre la novela del mismo título de Miguel Delibes. También el mejicano Gabriel Figueroa como director de fotografía en Nazarín, Simón del desierto y Los olvidados.
Su estilo de trabajo era rápido, en rodajes de cuatro semanas, con tomas largas y un montaje elemental y sencillo, que enfatiza el primer plano y evita el plano y el contraplano y recurre a las presencias en off. Incide con frecuencia en el flashback, como recurso narrativo, y limita la sobreactuación de los actores, contrarrestando la tendencia natural de los actores mejicanos que utiliza. La imagen sencilla en blanco y negro.
Junto a los animales, como elemento de expresión, acude a los personajes secundarios. Es un hábil improvisador, que persigue ideas predeterminadas con decisión y las abandona cuando se encuentra con dificultades para realizarlas.
Tras treinta años regresa a Francia, en donde aborda una etapa muy diferente, de mayor perfección técnica y con mejores posibilidades de producción, que obtiene del productor Serge Silberman. Sus temas recurrentes siguen siendo la imposibilidad de la libertad humana. La hipocresía social y religiosa, las dualidades realidad y deseo y amor y muerte.
En La Vía Láctea, 1969, insiste en la temática genuinamente española y la historia de las herejías hispanas, a través de dos peregrinos que recorren el Camino de Santiago. En Belle du jour, realza las ensoñaciones eróticas de Catherine Deneuve, emanación de la burguesía francesa. En El discreto encanto de la burguesía, 1972, reincide en esta clase social, con políticos, eclesiásticos y militares, para llevarles al absurdo.
En El fantasma de la libertad, 1975, desargumenta la historia en busca del nexo común de distintas situaciones sobre la libertad del ser humano. Ese oscuro objeto de deseo, 1977, será su última película francesa. La personalidad de la protagonista la desdobla en dos actrices. Una, Ángela Molina, en el ámbito de la realidad. Otra, Carolina Bouquet, en el imaginario, patentizando así su obsesión por la realidad y el deseo, como ya hiciera en El y Belle du jour, entre otras.
No se olvida de la influencia del marqués de Sade en toda su obra. Está presente en la desesperación de sus personajes, que se adentran en sus ensoñaciones y visiones para llegar a drásticos finales. Sin que omitamos obras fundamentales de su filmografía como Los olvidados, 1950, Ensayo de un crimen, 1955, Nazarín, 1958, El ángel exterminador, 1962, Diario de una camarera, 1964, con Jeanne Moreau, Simón del desierto, 1965, y tantas otras.
Su preocupación fue la de estudiar al mundo y comunicarnos sus hallazgos. Es lo que logra con su denso arte, al no concluir este recorrido por la vida de aragonés genial, fuera no solo de Aragón, sino también de España, en donde en su última etapa llegó a rodar cuatro películas.
Viridiana, 1961, con Francisco Rabal y Fernando Rey, basada en la novela Halma, de Benito Pérez Galdós, y continuación de Nazarín, que rodara en Méjico. Tristana, 1970, y Ese oscuro objeto de deseo, en 1977. Es el aragonés Luis Buñuel el cineasta español de la máxima categoría.