Mercedes Unzeta Gullón
Martes, 18 de Marzo de 2025

El arte de envejecer sabiamente

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Mi amiga María Jesús ha tenido la paciencia, el coraje y la generosidad de escribir un libro que se titula El arte de envejecer sabiamente.  Un libro concebido como un manual de vida, de la vida presente para preparación de la futura (no la del más allá sino la de más acá), para prepararnos para cuando ya no tengamos que trabajar y tengamos que vivir de ‘las rentas’, las oficiales y las particulares.

Su propuesta podría parecer que este planteamiento va un poco a la contra de la filosofía tan proclamada del “aquí y ahora”, filosofía que defiende que todo sucede en el presente, que el futuro es una fantasía y el pasado importa tan sólo como parte de la realidad del ahora.  Esta es la filosofía que recomiendan los entendidos para vivir felices, perfecta para vivir intensamente. 

 

El ‘ahora’ es el de suspenso, el punto cero, una nada. El pasado ya pasó y el futuro está por venir, “todos deberíamos vivir en el aquí y el ahora”, dice la terapia Gestalt de la corriente psicoterapeuta Humanista. La ideología de esta corriente pone énfasis en el sentir, vivenciar, descubrir y explorar. Y, en que solamente después de vivir estos procesos psicológicos cobran importancia otros, como el pensar, conceptualizar y comprender. Esta corriente humanista también propone que ya esté uno ‘anticipando’ o ‘recordando’, ambas cosas se realizan siempre desde el presente.

 

Y es en este punto donde mi amiga María Jesús centra su estudio. Considera con gran sabiduría que para vivir en el ‘aquí y ahora’ tenemos que tener resueltas las condiciones de vida, nuestro ‘colchón’ de ese ‘aquí y ahora’. Y para tener resuelto ese colchón hay que prepararlo.  Y para prepararlo hay que proyectarlo. Y para proyectarlo hay que saber el cómo, cuándo y qué. Y ese es el objetivo del libro: “El arte de envejecer sabiamente”.

 

Y, ahora, nos situamos en el presente y su realidad. Estando donde estamos y viendo lo que vemos: la dinámica de la sociedad y la gestión de los dineros estatales, la preocupación por el futuro está derivando casi en una obsesión del presente de los jóvenes. Nunca había estado tan en boca de los gestores políticos y tan en el ánimo preocupado de la sociedad la incertidumbre por el futuro pensionista de cada quien. 

 

Los dineros de la bolsa de pensiones, esos que tienen que sustentar la vida de ‘la vejez’ de los hoy trabajadores van poco a poco menguando porque se gastan y porque no se reponen. No se da la dinámica tan necesaria de: “lo que entra por lo que va saliendo”.  Parece que va entrando menos de lo que sale, por muchas razones. Razones como que la pirámide que debiera sostener el ‘modus vivendis’ del trabajador cuando deja de serlo va siendo más ancha y pesada por arriba que por abajo, y cuando el pie es mucho más pequeño que la cabeza es difícil mantener el equilibrio y las leyes físicas apuntan a un desmoronamiento casi inevitable.

 

Ahora estamos en la línea de salida laboral los que nacimos hace aproximadamente 70 años, y este ‘frente de juventudes’ tiene previsto durar un mínimo de 20 años más (sin exagerar, hoy se llega a los 90 con una facilidad pasmosa). Este colectivo vino al mundo en posguerra, cuando en lugar de ver televisión (apenas había llegado a los hogares) se rezaba el rosario y se iba a la cama temprano. Eran los años 50, 60, y estaba oficialmente establecido el slogan de “la familia que reza unida permanece unida”, y ale, todos a rezar en familia.

 

Aquellos tiempos relajados de inputs exteriores de entretenimiento en el ámbito doméstico dio mucho juego a la hora de generar y regenerar población. El resultado de esa situación familiar tan concentrada resultó ser muy satisfactoria para la repoblación.  La guerra había arrasado la vida de miles de personas y era necesario colaborar con las necesidades del país. La política y la Iglesia alentaban y favorecían la reproducción familiar. De ahí que, en esa época, con ese empuje marital, surgieran familias numerosas amontones, pero numerosas de antes: ocho, nueve, diez…, hijos; no lo de ahora que con tres hijos ya se considera una gran familia.

 

Esos tantos hijos de postguerra, vivimos una época feliz, en un mundo laboral abierto donde había mucho por construir y lo justo por consumir. Reconstruir y renovar, sin problemas de trabajo y con facilidad para alquilar o adquirir una vivienda. Preocupación por el porvenir, cero. Existía un campo abierto de posibilidades. ¿Quién pensaba entonces en cómo iba a ser nuestra jubilación?  Yo creo que en general pocas personas, yo diría que casi nadie. La jubilación estaba tan lejos de nuestras preocupaciones como la Conchinchina lo estaba (y está) de España.  Era algo en lo que no se pensaba porque tampoco pensábamos en nuestra vejez, como si no nos fuera a llegar nunca. Estábamos y vivíamos en una eterna juventud.

 

Pero… la jubilación va llegando, y éramos y somos muchos y todos hemos crecido a la vez, y todos hemos ido envejeciendo a la vez, y nos llegó a todos la jubilación a la vez, y los dineritos de ‘la bolsa’ hay que irlos repartiendo para todos a la vez, y ahora hay que sacar y sacar esos dineritos mientras que el ritmo de que entren en ‘la bolsa’ va disminuyendo.  Y ahí hemos llegado, haciendo las cuentas para ver si esa pensión que nos da la Administración -que a muchos nos parece injusta por lo escueta debido a la particular manera de contabilizar los años trabajados- nos llega para disfrutar con tranquilidad, y felicidad, de la última etapa de nuestra vida. 

 

Por otro lado, la mayoría de los mayores no quieren acabar en una residencia, pero la mayoría de los mayores acaba en una residencia. Otro disgusto par nuestra felicidad final. Las familias no son como las de antes, como en tiempo de nuestras madres, aquel tiempo del rezo en familia, aquel tiempo que los mayores morían en sus casas atendidos por sus hijos (pongamos mejor hijas), o morían en casa de sus hijos con quienes vivían. La familia no se desmembraba en vida, tan solo se fragmentaba por los hitos vitales de entonces: el casamiento y la muerte.

 

Hoy ¡ya no se reza el rosario en familia! ¿Qué es eso del rosario? Preguntan ‘los jóvenes’   de cuarenta años, es surrealista para ellos. El núcleo familiar sólido se ha diluido y con ello han desaparecido las casas grandes.  Ahora los hijos viven itinerantes entre las pequeñas casas de padres y madres. Tienen varios padres y madres y distintos hermanos. Ahora nuestra sociedad ya no está controlada por la religión sino por la ambición. El dinero manda, la economía manda, el poder del dinero manda, los medios de comunicación controlan y mandan, el individualismo manda. Las mujeres no se pueden dedicar a ser ‘el ama de casa’ (chica para todo) porque quiere ser libre y quiere manejar su libertad y su identidad, ser ‘la mujer de’ como identidad quedó en el pasado, quiere y tiene que trabajar. La maternidad, por tanto, se ha reducido a uno o dos hijos, suficientes para aplacar el instinto maternal, tres hijos ya es multitud.

 

Con todo este panorama, lo nunca antes visto, muchos jóvenes, desde que empiezan su etapa laboral ya tienen presente la cuestión de las cotizaciones y piensan en la seguridad de su futura jubilación.  Muy pronto son conscientes de que no van a tener quienes alimenten la bolsa sus pensiones.

 

Y es ante este panorama, tan desconcertante para muchos, cuando mi inteligente amiga María Jesús ha decidido escribir un interesante e ilustrativo libro titulado El arte de envejecer. Y añade una explicación:  Guía para adoptar mejores decisiones vitales y disfrutar de un futuro más pleno.

 

La intención del libro es la de dar unas pautas, que considera interesantes a tener en cuenta, para los que en un futuro tendrán que llegar a la vejez, para los que están llegando y también para los que ya han llegado.  Nos explica decisiones financieras que sería conveniente tomar en cuenta para asegurar nuestra economía en esa última etapa vital. Nos aconseja como prepararnos para no sufrir la discriminación por la edad, algo tan habitual. Cómo organizar legalmente nuestro patrimonio de cara a las herencias. Cómo hacernos con una tecnología adecuada a nuestras necesidades. Cómo debemos cuidar nuestra salud. Cómo afrontar con serenidad la enfermedad y la muerte. Y termina con recomendaciones prácticas para afrontar la nueva etapa.

 

Porque la jubilación ya no es cosa de ‘viejos’, es cosa de mayores. Ya no es el destierro al ostracismo social es, o debe ser, la etapa de ‘por fin’ el disfrute de la vida, sin obligaciones laborales, y en principio tampoco familiares, con la economía resuelta y la vivienda también resuelta, como la salud, que hoy en día la tenemos bastante más resuelta que antaño; a los setenta años las personas físicamente están en plena forma y con todo un recorrido disfrutón por delante.

 

Ese es otro de los problemas de ‘la bolsa de las pensiones’, que al alargarse la esperanza de vida, hay que sostener económicamente a ‘los mayores’ muchos más años. El equilibrio de la balanza sigue descompensándose, un gasto más a largo plazo. El problema del futuro de las pensiones está servido.

 

El libro, de El arte de envejecer, que acaba de escribir María Jesús Gonzalez Espejo, muy exhaustivo en sus explicaciones, es interesante para ayudarnos a ver con claridad los convenientes e inconvenientes que nos pueden desorientar, perturbar, sorprender o regocijar en la edad de la vejez. Sus consejos, muy prácticos, nos ayudarán a preparar con tiempo, antes que nos pille el toro, todas las cuestiones que tendremos que afrontar en esa etapa de nuestra vida para que no nos cojan por sorpresa.

 

Claramente el objetivo de este libro es que cuando llegue el momento de que nuestro tiempo no esté necesariamente gravado con el trabajo obligatorio podamos emplearlo en nuestro disfrute de la mejor manera posible, sin problemas económicos, ni problemas habitacionales, ni problemas existenciales. Nos aconseja y dirige simplemente a preparar el terreno para que nada enturbie nuestros últimos años en esta vida.

 

O témpora o mores.

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