José Luis Puerto
Martes, 18 de Marzo de 2025

Acrópolis y río

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Decía mi profesor universitario y gran etnógrafo Luis Cortés que, como tal, no se podía dar el nombre de ciudad a aquella que no tuviera acrópolis y río. Pensaba, claro está, en su Zamora, con la pequeña acrópolis de su catedral y edificaciones circundantes ante el Duero; o en la Salamanca en que viviera, con la imponente presencia de las catedrales antes el Tormes.

Pero, cuando visité por vez primera Badajoz, ya hace no pocos años, también experimenté una sensación idéntica: la acrópolis de su alcazaba amurallada, como pequeña ciudadela o medina, se elevaba sobre el Guadiana, produciendo ese mismo arquetipo de ciudad.

 

Estos días de atrás, en una experiencia aún muy reciente, acabo de visitar Badajoz y he reactualizado, detallándolo en algunos aspectos, tal arquetipo de ciudad, a la que también la capital extremeña obedece.

 

Invitado por Fernando de las Heras y Jesús Mena, directores del Aula Enrique Díez-Canedo, que organiza ya desde hace no pocos años, en una actividad ya muy dilatada en el tiempo (que da tanta solidez a los proyectos culturales), he realizado dos lecturas de mi propia poesía.

 

Una de ellas tuvo lugar en el atardecer del pasado 11 de marzo, en un salón del MEIAC (Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo), precedida por una breve interpretación de música para tuba, a cargo de un joven músico pacense. Realizó mi presentación, con gran generosidad y conocimiento, la profesora Elena González Hernández, de origen salmantino.

 

Entre los asistentes, se encontraba el profesor Luis Sáez Delgado, que fuera competentísimos director de la Editora Regional de Extremadura, como ahora lo es también de la Revista de Estudios Extremeños; hermano del poeta, profesor universitario y lusista Antonio Sáez Delgado.

 

Y algunos de los asistentes, al final mi lectura, sazonada, como me gusta siempre, por comentarios de contextualización tanto de mi poesía, como de mi actitud vital, me realizaron algunas preguntas, con lo que el acto se fue dilatando.

 

La mañana del 12, al mediodía, volví a realizar una nueva lectura, de otro carácter, pero con no menos intensidad –eso pretendía– en el colegio Hernán Cortés, para alumnos, adolescentes y jóvenes, de enseñanza secundaria y bachillerato, de varios centros de Badajoz.

 

Y, una vez de regreso a León, donde resido, tras una experiencia tan vibrante, reflexiono sobre la importancia que tiene, en una sociedad como la nuestra, toda obra bien realizada, toda obra bien hecha, dilatada en el tiempo y llevada a cabo con competencia y entusiasmo, además de ‘gratis et amore’, como ahora realizan Fernando de las Heras (joven poeta y profesor) y Jesús Mena, al frente del Aula Enrique Díez-Canedo, de Badajoz, que, además, edita un cuaderno o plaqueta de cada poeta que visita el aula. ¡Y el cuaderno dedicado a mi poesía es ya el número 178! Lo que da una cabal idea de lo prolongada y sostenida de tal iniciativa cultural y poética.

 

Una muestra más de la importancia, para consolidar una sociedad mejor, de las obras bien hechas.

 

Acrópolis y río. Badajoz: alcazaba reflejando su elevación y sus murallas ante las aguas del Guadiana, estos días, de lluvias sostenidas, muy crecidas.

 

Y todo lugar, como ocurre siempre, lo dignifican y le dan sentido esa minoría de justos que viven siempre en favor y a favor del bien común.

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