V. Aniversario de una pandemia
Sumándome al brillante artículo de recordatorio histórico, de Don Jesús López de
Uribe: “Cinco años de la pandemia de Covid: la distopia que todos quieren olvidar”, propongo otro punto de vista.
![[Img #71500]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/03_2025/3202_captura-de-pantalla-2025-03-18-150417.png)
Hace cinco años, unos días antes del fin del invierno, se declaró la pandemia de Covid. A esto le siguieron varios meses de confinamiento, seguidos de una campaña de vacunación masiva que afectó a todos los países del mundo. Siete de cada diez personas en la Tierra han recibido al menos una dosis.
Choque, conmoción, angustia, desorientación, eran los cuatro jinetes de una política sanitaria que, a mi entender, tenía la locura como fuerza motriz y la esclavización de las masas como objetivo. ¿Me equivoco? Pero admitir esto, quizás sea aún más aterrador que creer en el regreso de la peste bubónica. Pues ello significaría que las autoridades eran malintencionadas o incompetentes hasta el último grado. Sea como fuere, ello desemboco en una distopia: “por miedo a morir, poblaciones enteras dejaron de vivir”.
La brecha fue particularmente difícil de superar para los ciudadanos de las democracias occidentales, quienes, a diferencia de los del "Gran Sur", tenían una alta opinión de su sistema político y de quienes lo representaban. Lógicamente, el núcleo duro de la estupidez se encontraba en los estratos superiores de la población, que eran los que más tenían que perder en la debacle de estas ilusiones.
Nota. La estupidez viene de estupor, término médico que el diccionario define como: “Entumecimiento general; disminución de la actividad de las facultades intelectuales, acompañada de asombro o indiferencia. El estupor es un fenómeno propio de ciertas fiebres severas”.
Ya a primeros de marzo de 2020, nos estaban diciendo: “Las mascarillas antigripales aparentemente están agotadas”. Lo que no faltaba en las reservas, como se ha demostrado a posteriori, eran las ojeras mentales que esta pandemia ha permitido colocar sobre millones de mentes en pánico. Todos estaban bajo arresto domiciliario. Mas no hemos sacado conclusiones. Hay muchas personas que se han manifestado por la negativa a ver lo que había sucedido y obviamente, se siguen negando a entender, al intentar olvidarlo 5 años después.
Uno de los efectos más estructurales de la pan-distopía, ha sido la fragmentación de la conciencia común. Lo que una vez se llamó opinión pública, que formaba el mínimo punto común de creencias y conversaciones, ya no existe. Entre los "normales" y los "conspiracionistas", entre los "creyentes" y los "antivacunas", las divergencias radicales sobre la gestión de la epidemia han cristalizado convicciones irreconciliables sobre todo tipo de ámbitos: el estatus de la ciencia, la calidad de la investigación académica, la fiabilidad de los medios de comunicación o las opciones geopolíticas.
Luego la guerra en Ucrania relegó mágicamente al Covid al olvido, pero las trincheras que había cavado en el suelo social no han desaparecido. Se llenaron y se acentuaron aún más con la marea siguiente. Pienso que es una evidencia: vivimos en un mundo dividido donde la sociabilidad agnóstica del pasado ya no es posible. Pues vemos señales sorprendentes de esto, todos los dias y el debate de ideas, ha dado paso a la criminalización del otro.
En el pasado, las civilizaciones vivían aisladas unas de otras en cosmogonías y sistemas de creencias compartimentados. Hoy en día, esta extrañeza se transmite entre ciudadanos de una misma ciudad, en sus relaciones sociales o profesionales, entre amigos, incluso entre miembros de una misma familia.
En lo que me concierne, defiendo que esta especie de gran tormenta psíquica que se propago hace 5 años en la población, ha generado las semillas que han dado como fruto, la alucinación beligerante difundida por la nomenclatura europea de hoy, y los medios de comunicación a su servicio, contra Rusia. ¿No se hace evidente que este sistema de hipnosis colectivo, lo tenemos ya configurando, desde hace 5 años? Pienso que el entusiasmo actual de las elites europeas por una guerra aún más dañina que cualquier mala vacuna, es el resultado de este reacondicionamiento.
Hace 5 años las elites (esas que tienen el poder de decir y de hacer) difundieron miedo cuando no pánico, sideración, angustia, desorientación… gritando: ESTAMOS EN GUERRA contra la pandemia. Hoy después de 5 años me surge el interrogante: ¿esta es la distopía que queremos olvidar? Sea, más mucho ojo, el mismo grito guerrero es difundido actualmente… contra Rusia. De llegar a consumarse esta nueva distopía guerrera (que nos puede conducir a la tercera y quizás la última guerra mundial) podemos preguntarnos, ¿en qué grado somos cómplices de esta segunda distopía, queriendo olvidar la primera? Responda quien pueda…
A menos que la historia confirmara a Boileau cuando nos hacia saber:
"Entonces fue simplemente una estúpida ignorancia".
Agustín Geijo, a 5 años de la pan-distopia
Uribe: “Cinco años de la pandemia de Covid: la distopia que todos quieren olvidar”, propongo otro punto de vista.
Hace cinco años, unos días antes del fin del invierno, se declaró la pandemia de Covid. A esto le siguieron varios meses de confinamiento, seguidos de una campaña de vacunación masiva que afectó a todos los países del mundo. Siete de cada diez personas en la Tierra han recibido al menos una dosis.
Choque, conmoción, angustia, desorientación, eran los cuatro jinetes de una política sanitaria que, a mi entender, tenía la locura como fuerza motriz y la esclavización de las masas como objetivo. ¿Me equivoco? Pero admitir esto, quizás sea aún más aterrador que creer en el regreso de la peste bubónica. Pues ello significaría que las autoridades eran malintencionadas o incompetentes hasta el último grado. Sea como fuere, ello desemboco en una distopia: “por miedo a morir, poblaciones enteras dejaron de vivir”.
La brecha fue particularmente difícil de superar para los ciudadanos de las democracias occidentales, quienes, a diferencia de los del "Gran Sur", tenían una alta opinión de su sistema político y de quienes lo representaban. Lógicamente, el núcleo duro de la estupidez se encontraba en los estratos superiores de la población, que eran los que más tenían que perder en la debacle de estas ilusiones.
Nota. La estupidez viene de estupor, término médico que el diccionario define como: “Entumecimiento general; disminución de la actividad de las facultades intelectuales, acompañada de asombro o indiferencia. El estupor es un fenómeno propio de ciertas fiebres severas”.
Ya a primeros de marzo de 2020, nos estaban diciendo: “Las mascarillas antigripales aparentemente están agotadas”. Lo que no faltaba en las reservas, como se ha demostrado a posteriori, eran las ojeras mentales que esta pandemia ha permitido colocar sobre millones de mentes en pánico. Todos estaban bajo arresto domiciliario. Mas no hemos sacado conclusiones. Hay muchas personas que se han manifestado por la negativa a ver lo que había sucedido y obviamente, se siguen negando a entender, al intentar olvidarlo 5 años después.
Uno de los efectos más estructurales de la pan-distopía, ha sido la fragmentación de la conciencia común. Lo que una vez se llamó opinión pública, que formaba el mínimo punto común de creencias y conversaciones, ya no existe. Entre los "normales" y los "conspiracionistas", entre los "creyentes" y los "antivacunas", las divergencias radicales sobre la gestión de la epidemia han cristalizado convicciones irreconciliables sobre todo tipo de ámbitos: el estatus de la ciencia, la calidad de la investigación académica, la fiabilidad de los medios de comunicación o las opciones geopolíticas.
Luego la guerra en Ucrania relegó mágicamente al Covid al olvido, pero las trincheras que había cavado en el suelo social no han desaparecido. Se llenaron y se acentuaron aún más con la marea siguiente. Pienso que es una evidencia: vivimos en un mundo dividido donde la sociabilidad agnóstica del pasado ya no es posible. Pues vemos señales sorprendentes de esto, todos los dias y el debate de ideas, ha dado paso a la criminalización del otro.
En el pasado, las civilizaciones vivían aisladas unas de otras en cosmogonías y sistemas de creencias compartimentados. Hoy en día, esta extrañeza se transmite entre ciudadanos de una misma ciudad, en sus relaciones sociales o profesionales, entre amigos, incluso entre miembros de una misma familia.
En lo que me concierne, defiendo que esta especie de gran tormenta psíquica que se propago hace 5 años en la población, ha generado las semillas que han dado como fruto, la alucinación beligerante difundida por la nomenclatura europea de hoy, y los medios de comunicación a su servicio, contra Rusia. ¿No se hace evidente que este sistema de hipnosis colectivo, lo tenemos ya configurando, desde hace 5 años? Pienso que el entusiasmo actual de las elites europeas por una guerra aún más dañina que cualquier mala vacuna, es el resultado de este reacondicionamiento.
Hace 5 años las elites (esas que tienen el poder de decir y de hacer) difundieron miedo cuando no pánico, sideración, angustia, desorientación… gritando: ESTAMOS EN GUERRA contra la pandemia. Hoy después de 5 años me surge el interrogante: ¿esta es la distopía que queremos olvidar? Sea, más mucho ojo, el mismo grito guerrero es difundido actualmente… contra Rusia. De llegar a consumarse esta nueva distopía guerrera (que nos puede conducir a la tercera y quizás la última guerra mundial) podemos preguntarnos, ¿en qué grado somos cómplices de esta segunda distopía, queriendo olvidar la primera? Responda quien pueda…
A menos que la historia confirmara a Boileau cuando nos hacia saber:
"Entonces fue simplemente una estúpida ignorancia".
Agustín Geijo, a 5 años de la pan-distopia