Mi alma aragonesa XXVIII / Forqué y Verónica
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En 'El segundo poder', 1976, como ensayo de lo que será su siguiente etapa, la de los 80, regresa al drama, para recrear un proceso de la inquisición, en torno a la figura de don Carlos, el hijo de Felipe II, película en la que debuta su hija Verónica Forqué.
La desaparición de la censura en 1976, da fin a la etapa del destape, que había acabado con Forqué y otros cineastas de la época. José María Forqué la concluye con 'El canto de la cigarra', 1980, la historia de un matrimonio mal avenido, que decide separarse. En la que Forqué parece buscar un cine de los 50 y los 60, aunque lo haga con una película de transición y nostálgica de aquellos tiempos, que concluirá, definitivamente, con la 'Ley Miró' de 1982. Esta acabará con el cine en tan buena oferta vergonzosa y vergonzante, que se había sustentado con la protección, de la que tanto abominara temiéndola, antes de que llegara, Florián Rey, y las subvenciones oficiales, que en tempos finales del franquismo participaron en películas hasta filopornográficas o dominadas por la sal gruesa, el mal gusto, la vacuidad mental o los chismes de porteras, que luego pasaron a las televisiones. Hasta a las públicas.
José María Forqué, lúcido e inteligente, se adentra en los nuevos tiempos. Busca un nuevo horizonte al querer reimpulsar su carrera y acabará encontrándolo lejos de la gran pantalla, en la televisión, de la mano de Televisión Española, la única existente, se embarca en la nueva etapa, ahora en la democracia.
José María Forqué, otro maestro de cine aragonés. Desde su 'Amanecer en puerta oscura', con participación en el guion de la guionista Nativid Zaro, que tan clara dejó su presencia en lo que no era un western, pero con tantas connotaciones con estos relatos. Con su productora Orfeo Films aborda la etapa más lograda de su carrera, en la que aportará su enorme experiencia y la madurez de su arte para recrear su obra.
Acomete series como 'El español y los siete pecados capitales', 1981. 'Ramón y Cajal', 1882, 'El Jardín de Venus', 1983. 'Romanza final', 1986. Miguel Servet, 'Sangre y ceniza', 1988. Con el conjunto de estas obras, alcanza un hito importante en la historia de Televisión Española, que todavía no ha sido estudiado convenientemente.
Forqué la inició con 'El español y los siete pecados capitales', según la obra de Fernando Díaz Plaza. Continuó con 'Ramón y Cajal', sobre la obra de Santiago Loren, que colaboró en el guion. Al Premio Nobel aragonés le encarna magistralmente Adolfo Marsillach y Forqué consigue una obra rotunda y ejemplar en el medio televisivo y la eficaz narración por episodios, que abrirá el camino para otras muchas series posteriores.
En estas series Forqué da una visión personal de los personajes aprovechando el lapsus histórico para conseguir la perfección del drama, que encierra la verdadera personalidad del personaje. Así lo hace con el científico y Premio Nobel Ramón y Cajal, con una frase que le define: “cuando un aragonés se lo propone, que le echen alemanes.”
En 'Romanza final' narra la vida del tenor navarro Julián Gayare y tras esta proseguirá con la biografía del médico, también investigador aragonés, Miguel Servet, que acabará ajusticiado en la hoguera, por imposición de Calvino, de una forma que Forqué explicitará claramente, remarcando el tesón aragonés en la intrépida lucha del sijenés en Europa, y deja bien claro que los malos hechos de la Inquisición no fueron solamente un fenómeno español.
En su descripción de los personajes los contextualiza en el momento en el que vive. La España política y socialmente convulsa en la que vivió Ramón y Cajal. La infancia de Servet en el Aragón natal, como si estuviera subrayando la suya propia, que forjará su espíritu abierto y tolerante en una Europa cerrada o el amor imposible que vivirá el navarro Gayarre.
Son series muy trabajadas en la reconstrucción y la ambientación histórica y en la riqueza y la variedad de los decorados, para lo que era usual en los medios, y que recurre a los naturales, en la medida que puede. Forqué supera ampliamente sus etapas precedentes y vuelve a recuperar sus pulso creativo y narrativo de sus primeros tiempos, ahora más sosegado y matizado, aportando toda su madurez a sus trabajos televisivos del momento.
Una televisión de creación muy alejada de las producciones hoy habituales, que bajo la irrebatida dictadura de la audiencia, han sustituido la grandeza de los personajes, de las situaciones y de los escenarios, por la exaltación de lo cotidiano y lo prosaico, mostrando como héroes personales en los que el espectador se reconoce en su ínfima dimensión humana e histórica. Al mismo tiempo las producciones se han masificado, desnaturalizado, pudiéndose encontrar la continuidad de la historia cambiando de una serie a otra y sembrado la duda si la democratización de la tele, con la puesta en marcha de las teles privadas, es real o lo que se ha conseguido es solo su deterioro y estupidez, al menos, la de sus consumidores. Al tiempo que dejan como evidente aquella frase de que el cine es un arte hecho a máquina, sustituyéndola por la de que la televisión está hecha por las máquinas y ¿es arte?
Forqué deja muy patente su amor por su tierra natal y ejerce eficazmente su aragonesismo, recreando tan hábilmente a sus personajes, Incluso en su serie 'El jardín de Venus', concebida como una antología de cuentos eróticos a través de la historia, incorporó un relato del Pedro Saputo de Braulio Foz, reconociendo su ignorancia aragonesista por no haberlo conocido antes, cuando lo descubrió tarde porque se lo regalé yo.
Reconocido este amor de Forqué por su tierra natal, Televisión española en Aragón propició la presentación de Ramón y Cajal en el marco de la Diputación General, en su etapa preautonómica. Acompañando a su padre en su visita a su tierra, vino Verónica Forqué. Lo mismo que años más tarde acudió al Festival de Cine de Astorga, poco tiempo antes de que consumara su desaparición.
Experiencia que volveríamos a propiciar años más tarde, estrenando la serie con carácter mundial, en la era de José María Calviño, de Goya, de José Miguel Larranz, sobre la vida de Francisco de Goya y Lucientes, el genio de Fuendetodos, que conseguiría el éxito en televisiones de todo el mundo. La serie la realizó Televisión Española, sin ninguna colaboración oficial de las instituciones aragonesas. La Dirección General si prestó su apoyo para ese estreno en el marco del cine Fleta.
En 'El segundo poder', 1976, como ensayo de lo que será su siguiente etapa, la de los 80, regresa al drama, para recrear un proceso de la inquisición, en torno a la figura de don Carlos, el hijo de Felipe II, película en la que debuta su hija Verónica Forqué.
La desaparición de la censura en 1976, da fin a la etapa del destape, que había acabado con Forqué y otros cineastas de la época. José María Forqué la concluye con 'El canto de la cigarra', 1980, la historia de un matrimonio mal avenido, que decide separarse. En la que Forqué parece buscar un cine de los 50 y los 60, aunque lo haga con una película de transición y nostálgica de aquellos tiempos, que concluirá, definitivamente, con la 'Ley Miró' de 1982. Esta acabará con el cine en tan buena oferta vergonzosa y vergonzante, que se había sustentado con la protección, de la que tanto abominara temiéndola, antes de que llegara, Florián Rey, y las subvenciones oficiales, que en tempos finales del franquismo participaron en películas hasta filopornográficas o dominadas por la sal gruesa, el mal gusto, la vacuidad mental o los chismes de porteras, que luego pasaron a las televisiones. Hasta a las públicas.
José María Forqué, lúcido e inteligente, se adentra en los nuevos tiempos. Busca un nuevo horizonte al querer reimpulsar su carrera y acabará encontrándolo lejos de la gran pantalla, en la televisión, de la mano de Televisión Española, la única existente, se embarca en la nueva etapa, ahora en la democracia.
José María Forqué, otro maestro de cine aragonés. Desde su 'Amanecer en puerta oscura', con participación en el guion de la guionista Nativid Zaro, que tan clara dejó su presencia en lo que no era un western, pero con tantas connotaciones con estos relatos. Con su productora Orfeo Films aborda la etapa más lograda de su carrera, en la que aportará su enorme experiencia y la madurez de su arte para recrear su obra.
Acomete series como 'El español y los siete pecados capitales', 1981. 'Ramón y Cajal', 1882, 'El Jardín de Venus', 1983. 'Romanza final', 1986. Miguel Servet, 'Sangre y ceniza', 1988. Con el conjunto de estas obras, alcanza un hito importante en la historia de Televisión Española, que todavía no ha sido estudiado convenientemente.
Forqué la inició con 'El español y los siete pecados capitales', según la obra de Fernando Díaz Plaza. Continuó con 'Ramón y Cajal', sobre la obra de Santiago Loren, que colaboró en el guion. Al Premio Nobel aragonés le encarna magistralmente Adolfo Marsillach y Forqué consigue una obra rotunda y ejemplar en el medio televisivo y la eficaz narración por episodios, que abrirá el camino para otras muchas series posteriores.
En estas series Forqué da una visión personal de los personajes aprovechando el lapsus histórico para conseguir la perfección del drama, que encierra la verdadera personalidad del personaje. Así lo hace con el científico y Premio Nobel Ramón y Cajal, con una frase que le define: “cuando un aragonés se lo propone, que le echen alemanes.”
En 'Romanza final' narra la vida del tenor navarro Julián Gayare y tras esta proseguirá con la biografía del médico, también investigador aragonés, Miguel Servet, que acabará ajusticiado en la hoguera, por imposición de Calvino, de una forma que Forqué explicitará claramente, remarcando el tesón aragonés en la intrépida lucha del sijenés en Europa, y deja bien claro que los malos hechos de la Inquisición no fueron solamente un fenómeno español.
En su descripción de los personajes los contextualiza en el momento en el que vive. La España política y socialmente convulsa en la que vivió Ramón y Cajal. La infancia de Servet en el Aragón natal, como si estuviera subrayando la suya propia, que forjará su espíritu abierto y tolerante en una Europa cerrada o el amor imposible que vivirá el navarro Gayarre.
Son series muy trabajadas en la reconstrucción y la ambientación histórica y en la riqueza y la variedad de los decorados, para lo que era usual en los medios, y que recurre a los naturales, en la medida que puede. Forqué supera ampliamente sus etapas precedentes y vuelve a recuperar sus pulso creativo y narrativo de sus primeros tiempos, ahora más sosegado y matizado, aportando toda su madurez a sus trabajos televisivos del momento.
Una televisión de creación muy alejada de las producciones hoy habituales, que bajo la irrebatida dictadura de la audiencia, han sustituido la grandeza de los personajes, de las situaciones y de los escenarios, por la exaltación de lo cotidiano y lo prosaico, mostrando como héroes personales en los que el espectador se reconoce en su ínfima dimensión humana e histórica. Al mismo tiempo las producciones se han masificado, desnaturalizado, pudiéndose encontrar la continuidad de la historia cambiando de una serie a otra y sembrado la duda si la democratización de la tele, con la puesta en marcha de las teles privadas, es real o lo que se ha conseguido es solo su deterioro y estupidez, al menos, la de sus consumidores. Al tiempo que dejan como evidente aquella frase de que el cine es un arte hecho a máquina, sustituyéndola por la de que la televisión está hecha por las máquinas y ¿es arte?
Forqué deja muy patente su amor por su tierra natal y ejerce eficazmente su aragonesismo, recreando tan hábilmente a sus personajes, Incluso en su serie 'El jardín de Venus', concebida como una antología de cuentos eróticos a través de la historia, incorporó un relato del Pedro Saputo de Braulio Foz, reconociendo su ignorancia aragonesista por no haberlo conocido antes, cuando lo descubrió tarde porque se lo regalé yo.
Reconocido este amor de Forqué por su tierra natal, Televisión española en Aragón propició la presentación de Ramón y Cajal en el marco de la Diputación General, en su etapa preautonómica. Acompañando a su padre en su visita a su tierra, vino Verónica Forqué. Lo mismo que años más tarde acudió al Festival de Cine de Astorga, poco tiempo antes de que consumara su desaparición.
Experiencia que volveríamos a propiciar años más tarde, estrenando la serie con carácter mundial, en la era de José María Calviño, de Goya, de José Miguel Larranz, sobre la vida de Francisco de Goya y Lucientes, el genio de Fuendetodos, que conseguiría el éxito en televisiones de todo el mundo. La serie la realizó Televisión Española, sin ninguna colaboración oficial de las instituciones aragonesas. La Dirección General si prestó su apoyo para ese estreno en el marco del cine Fleta.