El Solito Trovador
Jueves, 06 de Febrero de 2014

El Infierno. Donde no habita la esperanza

Canto Segundo. Emilia Romagna
Reggio Emilia


Una sensación extraña se entretejía en el alma.
Miraba desde dentro… miraba con desconfianza.
Modena ardía en la piedra imponente de una Italia
que evitaba ser la puerta de la esencia de la calma.

El infierno se extendía arrugando la esperanza
y en vacía soledad, solo Dante me acompañaba.
El cielo lloraba el peso humedecido de las llamas
quemando las ilusiones de una lluvia ensangrentada.


[Img #7640]

Modena se extiende alrededor de la plaza del Duomo, un edificio románico levantado en el lugar donde se encuentran los restos de San Giminiano. Sus calles parecen buscar ser (lo descubriría más tarde) una hermana pequeña de la roja Bologna. ¿O un intento frustrado? En cualquier caso, no nos olvidemos. Seguimos en el infierno. Y no pasemos por alto una cosa: El infierno sigue siendo un estado interior del alma. Quizás Modena no tenga culpa ninguna en esa percepción, pero la vida es así. La ciudad se elige, o las circunstancias te llevan a ella. El estado interno se lleva. Se atraviesa. Se sufre… pero se camina por un lugar concreto de la tierra. Modena en este caso.

La Emilia Romagna trataba de mostrarse amable, pero la piedra era intensa, como el peso del equipaje. Y tocar en la calle era enfrentarse con la frialdad del gesto de la mayoría de los viandantes. Miraban. Algunos se paraban sorprendidos. Parecía que gustaba, pero había entre el trovador e Italia una barrera que parecía infranqueable. 

[Img #7638]

¡Italia! ¿Por qué no me miras a los ojos con el amor y la ilusión con la que yo te miraba antes de sumergirme en tu sobria y fría belleza? 

Pero da igual. Italia no habla. Modena se calla. El mundo está vacío.

“Italia al principio cuesta. Luego te engancha para siempre”, le dijo alguien al trovador en un banco junto a la sinagoga de Modena. Alguien a quien también le había costado encontrar su sitio en ese punto del cosmos con forma de bota.

Guardé esas palabras. Podía ser un atisbo de esperanza. Precisamente… la esperanza. La que no existe en el infierno de Dante. La que no existía bajo los pórticos de Modena. La que no se mezclaba con la Emilia Romagna.

[Img #7637]

Cuando Dante camina por el infierno, se siente vacío. Vacío, sin esperanza. Recorre los distintos círculos de esa vasta región del universo interior. Se encuentra con aquellos que vivieron su vida sin sentido. Con los glotones. Con los traidores. Con los iracundos. Con los violentos. Con los fraudulentos…

Caronte le conduce de un círculo a otro. El infierno es largo y ha de caminarlo entero…

Así que cogí un tren regional, pues Modena hacía ya daño y no aportaba más. Fui a Reggio Emilia. Estuve tocando en la calle de la nueva ciudad. Me aferraba a pensar que todo mejoraba, pero la pesadez e intensidad del infierno seguía manifestándose en el ambiente. Sin embargo, ciertas señales me dieron esperanza. Me invitaron a un magosto en un pueblo el fin de semana; la gente miraba al artista di strada con otros ojos… y lo más importante. Una especie de guiño en el alma. Un beso de Italia. Una esperanza…

Esa noche, cogí un tren a Bologna. Allí me encontraría con Luigi, mi Virgilio particular en esa parte itálica del infierno interior.

[Img #7639]  

 



 

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