Daniel Gutiérrez
Domingo, 16 de Febrero de 2014
A Evaristo Fernández en la memoria
Debo borrar las noches de rabia y debilidad,
He de borrar el pensar que siempre nos toca perder,
Mirar mucho más allá de esta espesa niebla,
He de aprender a luchar sin tener herramientas. Lluis Llach
![[Img #7791]](upload/img/periodico/img_7791.jpg)
A Evaristo siempre le tocó perder…
Perdió la batalla de sus ideas, perdió la ocasión de haber sido alumno de Arnold Schönberg y haber recibido sus enseñanzas para haber accedido a una brillante carrera artística en Europa.
Perdió prematuramente a su esposa a causa de las penalidades sufridas, perdió a sus compañeros de generación musical, dispersos por el exilio o arrasados por la muerte, perdió su casa, y por perder incluso perdió gran parte de sus mejores obras, algunas irremisiblemente, en el bombardeo de su casa al comenzar la guerra civil, y otras, sobre las que aún queda la esperanza de que si se pusiesen los medios necesarios podrían recuperarse.
Perdió, a costa de luchar para sobrevivir, hasta su exacta percepción de la enorme importancia que su obra musical había tenido en la construcción de un sinfonismo español siempre escaso.
La realización del catálogo de su obra, que tuve la oportunidad de realizar entre los años 2006 y 2007 me puso en el pequeño cuarto trastero de la Biblioteca de Astorga, que dispusieron para mi labor, ante la veracidad más rotunda de la afirmación 'machadiana' del paso por esta vida 'ligero de equipaje', declaración aplicable en grado superlativo a la travesía vital de Evaristo.
Toda la vida y la obra artística de un hombre que había vivido 91 años se guardaba en unos pocos archivadores de cartón. Unas cajas de zapatos contenían algunas viejas fotografías con las imágenes de los seres más queridos y varias postales antiguas de aquellas ciudades europeas que conmovieron su sensibilidad de artista, testimonio de sus sueños rotos... un metrónomo, su antiguo piano… Eso era todo.
Allí se contenían todas las ilusiones del joven y prometedor compositor y concertista de piano, que un día dejó su Astorga natal para buscar el triunfo en Madrid y desarrollar al tiempo el talento creador que se había manifestado muy tempranamente, completándolo con una adecuada formación en el Real Conservatorio de Madrid.
Tuvo como profesores a dos gigantes de la composición española, D. Tomás Bretón y quien le sucedió en la cátedra a la jubilación de éste, D. Conrado del Campo. Cómo no, dos 'cuasi' olvidados a excepción de las puntuales atenciones, como las que la obra de Evaristo ha recibido también, por parte de algunas personas que se resisten a la inercia del olvido y que nunca obtendrán la debida gratitud por parte de todos.
Un talento descomunal acelera su formación en estos primeros años inyectando grandes dosis de autodidactismo, sin por ello renunciar a un dominio de la técnicas académicas, lo que le permite ganar el premio del composición del Real Conservatorio en el año 1921.
Después, la necesidad de acceder a las estéticas que en ese momento comenzaban a formar la nueva conciencia musical en Europa. Las 'circunstancias orteguianas' ya comenzaban a conspirar contra Evaristo, y su anhelo de estudiar con Schönberg se ve frustrado al haber partido de Berlín éste último a la llegada de Evaristo, quien había realizado el viaje gracias a una exigua beca de la Sociedad General de Autores.
A partir de este momento y tras un pequeño periplo, por Austria, Italia y Francia retorna a una España envuelta en las primeras convulsiones políticas y sociales que convergerían en el horror de la guerra, y que hacen añicos sus ilusiones y las de aquellos que creían en él, como su admirado profesor D. Conrado del Campo principal valedor del joven Evaristo.
Ceguera para no ver (o no querer ver) el talento de un nuevo compositor que no tenía un apellido ilustre y cuyo único grupo de presión, como diría el genial Chumi Chúmez', no era otro que el de la necesidad.
Con estas mimbres, sólo le queda luchar y luchar para sobrevivir, para formar una familia, para seguir escribiendo una música cuyo lenguaje estaba (en especial en las obras de esa etapa compositiva) a años luz del gusto del público y de la mayoría de los intérpretes que deberían haberla interpretado.
Después, cuando sus relaciones con los compositores de la denominada generación de la República (a la que él pertenecía por edad y afinidades musicales) se habían hecho más cercanas y fructíferas y algunas de sus más importantes partituras comenzaban a ser editadas y estrenadas, una guerra cruel, fratricida, arrasa con todas las esperanzas que pudiera todavía haber albergado.
¿A partir de ese momento?, la prioridad de salvar la vida propia y la de su familia, asistir a la pérdida de algunas de sus mejores obras en el bombardeo y destrucción de su casa. Después el exilio, el peor exilio, el interior, en el que la mordaza del silencio sustituye a una distancia física en la que otros compañeros de generación encontraron, con diversa fortuna, condiciones más favorables para que sus talentos dieran sus frutos.
Décadas como pianista de compañías de variedades en la oscuridad del foso de los teatros, y una casi
total inactividad como compositor, salvo algunas obras menores y arreglos para las formaciones en las que tocaba.
Después, la llegada de una democracia que, con alguna honrosa excepción, siguió condenando al olvido la obra magnífica de Evaristo; un par de encargos de la Orquesta de RTVE hechos con la mejor intención, casi a título 'póstumo'…y nada más.
Un hito excepcional en esa época es la celebración de un homenaje que la Ciudad de Astorga le otorga con motivo del Bimilenario, en 1986, de la fundación de ésta, y que consigue que Evaristo regrese a su ciudad natal, -a la que prácticamente no había vuelto desde su marcha juvenil a Madrid-, para asistir a diversos actos y poder escuchar un concierto dedicado monográficamente a su obra y en el que se estrena su Cuarteto Cromático compuesto cincuenta años antes, partitura que con este motivo disfruta de una excelente edición a cargo del Excmo. Ayuntamiento de Astorga.
Quienes apelamos a la memoria, frente a quienes (como describe magistralmente Ortega y Gasset en su biografía de Velázquez) se han conjurado, en todo tiempo, en un pacto de silencio para negar los talentos y asesinar incruentamente al que destaca, también nos unimos para rescatar, hasta físicamente, la obra musical de quien pudo ser uno de los compositores españoles más relevante del siglo XX .
El inolvidable José Antonio Carro Celada dio el primer paso editando de la mano del Excmo. Ayuntamiento. de Astorga, con motivo del centenario de su nacimiento, un perfil biográfico de Evaristo, elaborado gracias a una serie de conversaciones con el compositor que quedaron grabadas para la posteridad.
Ahora, gracias a la iniciativa ejemplar del Excmo. Ayuntamiento de Astorga al gestionar y conseguir traer su legado personal y creativo a esta ciudad y editar el Catálogo de su obra, pendiente aún una edición crítica de sus composiciones, y la búsqueda de aquellas dadas por perdidas y que todavía se podrían encontrar (tarea que será tanto más difícil cuanto más tiempo transcurra), podemos disfrutar de excelentes grabaciones de sus obras camerísticas y de su obra vocal, junto a la totalidad de su obra orquestal. Empeños estos en los que quiero destacar la impagable generosidad puesta desde sus primeras ediciones, al servicio de la música de Evaristo Fernández Blanco, por parte del Festival de Música Española de León (que incluso ha creado un Concurso de Composición que lleva su nombre), durante la etapa de su actual director Miguel Fernández Llamazares , y de José LuisTemes, director de orquesta, reparador del olvido que planea sobre la obra sinfónica de la mayoría de los mejores compositores españoles, grabando sus obras e interpretándolas con las mejores Orquestas Sinfónicas, como hizo con la Obra completa para Orquesta de Evaristo Fernández Blanco en un extraordinario doble CD al frente de la Orquesta Filarmónica de Málaga.
Si pudiese hacer retroceder el tiempo y tener frente a mí a Evaristo, Persona, de los pies a la cabeza, insobornable durante toda su vida, le daría un gran abrazo y le diría que, pese a lo sufrido, mientras conservemos nuestra memoria no todo estará perdido.
Debo borrar las noches de rabia y debilidad,
He de borrar el pensar
que siempre nos toca perder,
Mirar mucho más allá de
esta espesa niebla,
He de aprender a luchar
sin tener herramientas.
Lluis Llach
A Evaristo siempre le tocó perder…
Perdió la batalla de sus ideas, perdió la ocasión de haber sido alumno de Arnold Schönberg y haber recibido sus enseñanzas para haber accedido a una brillante carrera artística en Europa.
Perdió prematuramente a su esposa a causa de las penalidades sufridas, perdió a sus compañeros de generación musical, dispersos por el exilio o arrasados por la muerte, perdió su casa, y por perder incluso perdió gran parte de sus mejores obras, algunas irremisiblemente, en el bombardeo de su casa al comenzar la guerra civil, y otras, sobre las que aún queda la esperanza de que si se pusiesen los medios necesarios podrían recuperarse.
Perdió, a costa de luchar para sobrevivir, hasta su exacta percepción de la enorme importancia que su obra musical había tenido en la construcción de un sinfonismo español siempre escaso.
La realización del catálogo de su obra, que tuve la oportunidad de realizar entre los años 2006 y 2007 me puso en el pequeño cuarto trastero de la Biblioteca de Astorga, que dispusieron para mi labor, ante la veracidad más rotunda de la afirmación 'machadiana' del paso por esta vida 'ligero de equipaje', declaración aplicable en grado superlativo a la travesía vital de Evaristo.
Toda la vida y la obra artística de un hombre que había vivido 91 años se guardaba en unos pocos archivadores de cartón. Unas cajas de zapatos contenían algunas viejas fotografías con las imágenes de los seres más queridos y varias postales antiguas de aquellas ciudades europeas que conmovieron su sensibilidad de artista, testimonio de sus sueños rotos... un metrónomo, su antiguo piano… Eso era todo.
Allí se contenían todas las ilusiones del joven y prometedor compositor y concertista de piano, que un día dejó su Astorga natal para buscar el triunfo en Madrid y desarrollar al tiempo el talento creador que se había manifestado muy tempranamente, completándolo con una adecuada formación en el Real Conservatorio de Madrid.
![[Img #7792]](upload/img/periodico/img_7792.jpg)
Tuvo como profesores a dos gigantes de la composición española, D. Tomás Bretón y quien le sucedió en la cátedra a la jubilación de éste, D. Conrado del Campo. Cómo no, dos 'cuasi' olvidados a excepción de las puntuales atenciones, como las que la obra de Evaristo ha recibido también, por parte de algunas personas que se resisten a la inercia del olvido y que nunca obtendrán la debida gratitud por parte de todos.
Un talento descomunal acelera su formación en estos primeros años inyectando grandes dosis de autodidactismo, sin por ello renunciar a un dominio de la técnicas académicas, lo que le permite ganar el premio del composición del Real Conservatorio en el año 1921.
Después, la necesidad de acceder a las estéticas que en ese momento comenzaban a formar la nueva conciencia musical en Europa. Las 'circunstancias orteguianas' ya comenzaban a conspirar contra Evaristo, y su anhelo de estudiar con Schönberg se ve frustrado al haber partido de Berlín éste último a la llegada de Evaristo, quien había realizado el viaje gracias a una exigua beca de la Sociedad General de Autores.
A partir de este momento y tras un pequeño periplo, por Austria, Italia y Francia retorna a una España envuelta en las primeras convulsiones políticas y sociales que convergerían en el horror de la guerra, y que hacen añicos sus ilusiones y las de aquellos que creían en él, como su admirado profesor D. Conrado del Campo principal valedor del joven Evaristo.
Ceguera para no ver (o no querer ver) el talento de un nuevo compositor que no tenía un apellido ilustre y cuyo único grupo de presión, como diría el genial Chumi Chúmez', no era otro que el de la necesidad.
![[Img #7793]](upload/img/periodico/img_7793.jpg)
Con estas mimbres, sólo le queda luchar y luchar para sobrevivir, para formar una familia, para seguir escribiendo una música cuyo lenguaje estaba (en especial en las obras de esa etapa compositiva) a años luz del gusto del público y de la mayoría de los intérpretes que deberían haberla interpretado.
Después, cuando sus relaciones con los compositores de la denominada generación de la República (a la que él pertenecía por edad y afinidades musicales) se habían hecho más cercanas y fructíferas y algunas de sus más importantes partituras comenzaban a ser editadas y estrenadas, una guerra cruel, fratricida, arrasa con todas las esperanzas que pudiera todavía haber albergado.
¿A partir de ese momento?, la prioridad de salvar la vida propia y la de su familia, asistir a la pérdida de algunas de sus mejores obras en el bombardeo y destrucción de su casa. Después el exilio, el peor exilio, el interior, en el que la mordaza del silencio sustituye a una distancia física en la que otros compañeros de generación encontraron, con diversa fortuna, condiciones más favorables para que sus talentos dieran sus frutos.
Décadas como pianista de compañías de variedades en la oscuridad del foso de los teatros, y una casi
total inactividad como compositor, salvo algunas obras menores y arreglos para las formaciones en las que tocaba.
Después, la llegada de una democracia que, con alguna honrosa excepción, siguió condenando al olvido la obra magnífica de Evaristo; un par de encargos de la Orquesta de RTVE hechos con la mejor intención, casi a título 'póstumo'…y nada más.
![[Img #7794]](upload/img/periodico/img_7794.jpg)
Un hito excepcional en esa época es la celebración de un homenaje que la Ciudad de Astorga le otorga con motivo del Bimilenario, en 1986, de la fundación de ésta, y que consigue que Evaristo regrese a su ciudad natal, -a la que prácticamente no había vuelto desde su marcha juvenil a Madrid-, para asistir a diversos actos y poder escuchar un concierto dedicado monográficamente a su obra y en el que se estrena su Cuarteto Cromático compuesto cincuenta años antes, partitura que con este motivo disfruta de una excelente edición a cargo del Excmo. Ayuntamiento de Astorga.
Quienes apelamos a la memoria, frente a quienes (como describe magistralmente Ortega y Gasset en su biografía de Velázquez) se han conjurado, en todo tiempo, en un pacto de silencio para negar los talentos y asesinar incruentamente al que destaca, también nos unimos para rescatar, hasta físicamente, la obra musical de quien pudo ser uno de los compositores españoles más relevante del siglo XX .
El inolvidable José Antonio Carro Celada dio el primer paso editando de la mano del Excmo. Ayuntamiento. de Astorga, con motivo del centenario de su nacimiento, un perfil biográfico de Evaristo, elaborado gracias a una serie de conversaciones con el compositor que quedaron grabadas para la posteridad.
Ahora, gracias a la iniciativa ejemplar del Excmo. Ayuntamiento de Astorga al gestionar y conseguir traer su legado personal y creativo a esta ciudad y editar el Catálogo de su obra, pendiente aún una edición crítica de sus composiciones, y la búsqueda de aquellas dadas por perdidas y que todavía se podrían encontrar (tarea que será tanto más difícil cuanto más tiempo transcurra), podemos disfrutar de excelentes grabaciones de sus obras camerísticas y de su obra vocal, junto a la totalidad de su obra orquestal. Empeños estos en los que quiero destacar la impagable generosidad puesta desde sus primeras ediciones, al servicio de la música de Evaristo Fernández Blanco, por parte del Festival de Música Española de León (que incluso ha creado un Concurso de Composición que lleva su nombre), durante la etapa de su actual director Miguel Fernández Llamazares , y de José LuisTemes, director de orquesta, reparador del olvido que planea sobre la obra sinfónica de la mayoría de los mejores compositores españoles, grabando sus obras e interpretándolas con las mejores Orquestas Sinfónicas, como hizo con la Obra completa para Orquesta de Evaristo Fernández Blanco en un extraordinario doble CD al frente de la Orquesta Filarmónica de Málaga.
Si pudiese hacer retroceder el tiempo y tener frente a mí a Evaristo, Persona, de los pies a la cabeza, insobornable durante toda su vida, le daría un gran abrazo y le diría que, pese a lo sufrido, mientras conservemos nuestra memoria no todo estará perdido.