Eloy Rubio Carro
Domingo, 23 de Febrero de 2014
"Trato de explicar el mensaje que me decía mi abuelo, un mensaje de valor, de amor por la vida a pesar de todo"
Raquel Lanseros estuvo el viernes en Astorga para leer y presentar el video promocional de su último poemario: 'Las pequeñas espinas son pequeñas'. Ha publicado los libros de poemas 'Leyendas del promontorio', 'Diario de un destello', 'Los ojos de la niebla' y 'Croniria', y como traductora, 'Poemas de amor' de Edgar Alan Poe. Su obra ha sido traducida parcialmente al inglés, francés, italiano, holandés, hindi, griego, servio, hebreo y portugués.
Eloy Rubio: Empecemos por el título del libro: 'Las pequeñas espinas son pequeñas', se trata de una opción significativa por lo evidente; podría haber sido: ‘Las pequeñas espinas son espinas”. ¿Qué pretendes significar con ello?
Raquel Lanseros: la opción por lo evidente tiene dos salidas. O te ratificas en el epíteto o en el sustantivo. Si me hubiera ratificado en el sustantivo, no hubiera podido decir lo que pretendía. Para mí decir las pequeñas espinas son pequeñas sería negar las grandes; pero yo lo que trataba aquí de explicar es un mensaje que a mí me decía mi abuelo, un mensaje de valor, de amor por la vida a pesar de todo, a pesar de esos pequeños dolores, derrotas, sinsabores que se simbolizan en la espina. De manera que necesitaba repetir el epíteto porque se trataba de incidir en la pequeñez; que es posible sobrellevar la pena y que la vida a pesar de todos los pesares merece la pena.
E. R: Sí, así lo entendía yo también, porque de haber sido ‘espinas’ hubiera incidido en el otro aspecto, en el aspecto del dolor, de la vida espinosa.
R. L.: Exacto, y es todo lo contrario, es un mensaje de esperanza; más que de esperanza, de resistencia; porque no niega las espinas el mensaje, sería absurdo el negarlas. Es una forma de incidir en el hecho de que la resistencia merece la pena, pero no porque sea obligatoria, que de algún modo también, sino sobre todo porque la parte hermosa, la parte menos espinosa de la vida compensa.
E. R.: ¿Supone este libro una continuidad, un paso más allá de los libros anteriores?
R.L.: A mí sinceramente eso me resulta bastante difícil, porque la auto observación, siempre puede rayar o bien en la petulancia o bien en la desinformación propia, es muy difícil analizar; ser juez y parte es muy difícil. Yo no sé exactamente qué grado de evolución tiene este libro con respecto a los dos anteriores. Ayer [por el jueves] en la presentación de ‘Las pequeñas espinas son pequeñas’, en León, Tomás Néstor Martínez decía que a él le parecía una especie de lago donde los otros libros que son un río desembocan; como si fuera una especie de epónimo que comprendiera todos los demás. No sé si eso es cierto o no, lo que es verdad es que el tono vital que subyace es un poco diferente. Es por un lado un tono más consciente, pero por otro lado resulta más optimista, un tono de acción de gracias, como se titula uno de los poemas, más hímnico, más celebratorio; los otros tenían un tono más melancólico que yo creo que en este libro, a pesar de que la melancolía está presente, está más tamizada por ese sentimiento de esperanza. Pero tal vez nada de esto sea cierto; yo me analizo muy mal a mí misma, como cada uno de nosotros.
E. R.: De todas maneras, y con tan solo haber leído algunos poemas ocasionales de tu obra anterior, en ‘Las pequeñas espinas son pequeñas’ se atisban resonancias, se reconocen las señas de identidad, la autoría. El poema que cierra el libro, está ya, antes incluso de que fuera escrito, está ya en el imaginario como tuyo. Esa manera de defender la vida propia, y en la apropiación, construirla, pero también el lenguaje que viene utilizando en la batalla, resuena ya tuyo.
R. L.: La verdad es que está escrito en primera persona, en algunos momentos en primera persona del singular y otros en primera persona del plural; porque a veces la primera persona del singular es más rotunda, pero realmente significa la del plural en todo el poema, es decir; somos nosotros mucho más allá de tú o yo o de una persona sola.
E.R.: Poesía diáfana, poesía clara, tal vez vecina de la poesía existencial, a ratos metafísica; todo como muy a la vista, sin recovecos. ¿Puede que se nos escape algo? ¿Qué es lo que no nos deja ver tanta luz?
R.L.: Ja, Ja, ¡Esa pregunta está muy bien!...Yo soy por convicción una militante de la poesía que se ha denominado clara, clara en el sentido de que no adolece de barroquismos excesivos que oculten el mensaje. O sea que esto no es casual, sino intencionado; sin embargo a mí me da la sensación de que esa claridad expositiva es bastante dificultosa, y lo que dices tú es cierto, puede ser que oculte más cosas de las que parece a primera vista. Mañana [por el sábado] se va a cumplir el septuagésimo quinto aniversario de Antonio Machado, que fue quien en cuatro palabras definió esto de lo que estamos hablando, de manera muy precisa. Él dijo algo así como: “Palabra clara, pensamiento hondo”. Es decir que esa claridad formal de la que hablamos siempre con mil matices, porque toda poesía es híbrida, debe o me gusta que esconda profundidad de análisis, que no se quede simplemente en una descripción preciosista, y que, aparte de tener esa musicalidad y claridad expositiva, haya también en esa poesía reflexión, pensamiento. Yo creo mucho en la filosofía y la poesía como hermanas, además de que la poesía sea también hermana de la música; pero pienso que además eso que se nos escapa puede ser todo el pensamiento destilado en palabras sencillas. Digamos que profundo sería el 'desideratum'.
E. R.: Emoción y pensamiento aunados, dice José Enrique Martínez de tu poesía, pero apuntando a algo más allá de lo perceptible, con la conciencia de las limitaciones humanas.
He creído que en tu poesía ese acceso a lo intemporal no es que se haga únicamente desde el tiempo, sino que se hace en el tiempo, más concretamente en el ahora (El ahora es lo intemporal del tiempo)
R. L.: José Enrique Martínez habla en la primera parte de tu afirmación de una conciencia de las limitaciones humanas que sí que lo reconozco como propia; porque la conciencia de las limitaciones humanas para bien o para mal forma parte de mi personalidad, es decir que puede que se trasluzca en mi poesía por ser algo que yo siento de manera muy vívida. La conciencia de la limitación personal propia y de las ajenas, los límites que el tiempo le pone a la vida, los límites que la enfermedad, la pequeñez, la dificultad de conseguir nuestros deseos le pone a la vida. Eso yo lo resiento mucho en mi vida personal, en mi manera de descifrar el mundo y posiblemente se trasluzca en mi poesía.
E. R.: En la segunda parte de la pregunta afirmo que en tu poesía lo intemporal que se busca está ya presente en el ahora. Algo así como que lo esencial se conforma en lo ‘esencializado’, la humanidad en lo humanizado.
R. L.: Yo tengo la sensación, una sensación intuitiva de que el tiempo es el molde de nuestra razón. Para mí el pasado, el presente y el futuro, de alguna manera tiendo a verlos como un todo, no se trata de una falacia retórico-literaria, es que realmente creo que todo está sucediendo a un tiempo. De niña, veía el tiempo todo como un continuo y por otro lado creo que toda la humanidad está contenida en cada individuo. He estado en India varias veces y he visitado centros de meditación budista, pero sinceramente creo que a cualquier grado de meditación profunda y de sabiduría sobre la propia existencia (sabidurías tremendamente complejas, pero muy obvias), puede llegar cualquier persona en Astorga exactamente igual que en la India. Cualquier ser humano, en este caso, simplemente por el hecho de serlo tiene la posibilidad de llegar a las verdades que nuestro intelecto nos permite, que no son todas.
Uno de los temas recurrentes de mi poesía es el de los antepasados, porque creo que ellos somos nosotros y nosotros somos los que serán mañana.
E.R.: ¿Cómo entiendes la reivindicación de los derechos del cuerpo que se muestra en tus poemas y qué significa para ti la reivindicación de lo que no existe todavía?
R. L.: Vivimos insertos en una civilización con muchas influencias del pasado, y una de ellas y muy importante es la judeo-cristiana, la cual desprecia al cuerpo como algo impuro, como una manifestación carnal poco digna del espíritu. Yo tengo la sensación de que el cuerpo es el espíritu. El cuerpo finito y mortal que nosotros podemos tocar es el templo del espíritu y por tanto digno merecedor de él. Sería como disociar la mirada del ojo, tú no puedes tachar al ojo de impuro y la mirada de pura. En ese sentido necesitamos de un armazón casi ideológico de reivindicación del cuerpo como figura digna, porque además me parece tan obsceno que se nos hubiera ocurrido, y tan perverso, calificar a nuestro propio cuerpo, a nuestras manos, las que nos dan agua, de impuros, de pecaminosos, de poco dignos, me parece sinceramente neurasténico.
Yo creo que la divinidad, la palabra divinidad, entiéndase de forma laica en mi discurso al menos, reside en el cuerpo, y el cuerpo es tan divino como puede serlo el espíritu, por hablar de esa dualidad que no todos los filósofos la comprenden de manera dual. Sucede con frecuencia que seamos prisioneros del lenguaje, en castellano existe esa dualidad. Si tuviéramos una palabra que aglutinara a un tiempo al cuerpo y al espíritu, en esa palabra yo creería.
E. R.: Tal vez pudiera servirte el ‘Sujeto-cuerpo’ de Merleau-Ponty.
R.L.: Me vale perfectamente, el sujeto imbuido de…
E. R.: Una reivindicación del cuerpo como aquello que somos en esencia.
R. L.: Exacto, y como aspecto absolutamente digno de la identidad de la persona, igualmente digno, igualmente solemne que puede ser el espíritu.
Con respecto a aquella segunda parte de la pregunta, que procede del verso que dice ‘Yo no puedo olvidar lo que aún no existe’. Lo entiendo como una celebración de la imaginación. Yo estoy convencida de que ha habido bastantes facultades de nuestra inteligencia que han sido tradicionalmente denostadas en nuestra educación, la imaginación es una de ellas, es la gran perdedora dentro de todas las ‘medidas’ de inteligencia tradicionales; sin embargo a mí la imaginación me parece una altísima forma de inteligencia; ser capaces de ver lo que no hay, ser capaces de preverlo y crearlo incluso. Entonces, en ese poema, cuando yo hablo de lo que aún no existe, estoy reivindicando la imaginación como arma poderosa para que todo eso que nos parece utópico se haga real. Yo creo que el mundo ha cambiado gracias a quienes tienen imaginación.
E.R.: Has realizado un vídeo para promocionar ´Las pequeñas espinas son pequeñas’. ¿Cuál es la causa de que este vídeo se realice en Astorga ¿ ¿Y por qué estos paisajes astorganos, maragatos?
R. L.: Bueno, yo tenía ganas de que León, como mi patria chica, estuviera ahí en ese vídeo, porque además siendo un canto celebratorio, imaginaba que tenían que salir imágenes de paisajes, de agua; y de alguna manera, cuando una piensa en la vida piensa en la infancia, y de pronto ese era el paisaje que yo quería ver. Cuando ya lo tuve claro, pensé entonces ¿con quién puedo hablar?, e inmediatamente recordé a mi gran amigo Luis Martínez Redondo, con el que tengo una amistad entrañable desde hace mucho tiempo, hasta el punto de que él estuvo en mi boda; en fin tenemos una relación muy cercana. Además me consta el inmenso amor que Luis mantiene por la poesía, es un amante de la poesía, además de una manera como torrencial, muy intuitiva. Así que me puse en contacto con él, y él que es una persona generosa, enseguida se puso en marcha con un montón de propuestas, y lo hicimos entre los dos, pero el mérito y las ideas son de Luis. Pero sí yo quise que los paisajes fueran estos, fue porque son mi paisaje materno. Por muchos paisajes que uno aprenda, pasa como en los idiomas, hay uno que es el materno, pues para mí el materno es este, las tierras del norte.
E.R.: Ya desde el título se hace un canto a la vida para desembocar en el verso final: “No hay verdad más profunda que la vida”. Pero no parece que esto reivindique cualquier vida, no debe de servir una vida confiada a los prejuicios ni una vida sin riendas que llevar, dejada a sí misma. Por otra parte, tal vez estarían las demandas del cuerpo, el imperativo del deseo en aparente contradicción. ¿Cómo conjugamos estos elementos?
R. L.: Efectivamente, no vale cualquier vida, no vale con el hecho de comer y vegetar. Una de las rimas maravillosas de Gustavo Adolfo Becker decía: “Qué bueno es dormir, comer, / y roncar como un sochantre/ y qué desgracia que eso solo no baste.” Obviamente no vale la pura existencia vegetal, uno necesita más cosas…
Con respecto a la última parte de tu pregunta, intuyo que pasión, intuición, necesidades físicas y razón, intelecto, lógica, no son cosas que para mí estén tan alejadas. Yo siempre he sentido que las razones del cuerpo eran muy acertadas, y la pasión del intelecto era también muy honda. No creo que sean dos realidades apartadas como nos han querido hacer creer. Yo creo que forman un todo muy armónico y que además ni el cuerpo está tan loco ni la mente es tan lúcida. Pienso que ambas realidades, o una sola si no seguimos el señuelo del lenguaje, forman parte del mismo concepto que es la persona, una persona que se proyecta hacia afuera. Es cierto que hablamos mucho de la razón y el corazón siempre en perenne guerra, pero yo creo que eso es una manera errónea de llamar a las cosas. Lo que está en perenne guerra son las necesidades que el mundo exterior le impone al individuo y los deseos de ese individuo. Eso sí está en guerra, pero no la propia razón personal y el corazón personal, esos suelen estar más amigados, más ensamblados; otra cosa son las necesidades y trabas que todas las convenciones le ponen al individuo, esos si están muy en guerra. Pero la razón y la intuición de alguna forma son la misma cosa, digamos una en un tiempo corto y la otra es en un tiempo más largo; pero son producto de la misma cosa, entiendo yo, sin verlos tan disociados. Todo lo intuitivo, lo pasional, lo emocional son formas de inteligencia idénticas a la razón; quizá utilicen otras vías, otros métodos de conocer, pero forman parte de la inteligencia, es decir de eso que nos es dado para conocer.
![[Img #7894]](upload/img/periodico/img_7894.jpg)
Eloy Rubio: Empecemos por el título del libro: 'Las pequeñas espinas son pequeñas', se trata de una opción significativa por lo evidente; podría haber sido: ‘Las pequeñas espinas son espinas”. ¿Qué pretendes significar con ello?
Raquel Lanseros: la opción por lo evidente tiene dos salidas. O te ratificas en el epíteto o en el sustantivo. Si me hubiera ratificado en el sustantivo, no hubiera podido decir lo que pretendía. Para mí decir las pequeñas espinas son pequeñas sería negar las grandes; pero yo lo que trataba aquí de explicar es un mensaje que a mí me decía mi abuelo, un mensaje de valor, de amor por la vida a pesar de todo, a pesar de esos pequeños dolores, derrotas, sinsabores que se simbolizan en la espina. De manera que necesitaba repetir el epíteto porque se trataba de incidir en la pequeñez; que es posible sobrellevar la pena y que la vida a pesar de todos los pesares merece la pena.
E. R: Sí, así lo entendía yo también, porque de haber sido ‘espinas’ hubiera incidido en el otro aspecto, en el aspecto del dolor, de la vida espinosa.
R. L.: Exacto, y es todo lo contrario, es un mensaje de esperanza; más que de esperanza, de resistencia; porque no niega las espinas el mensaje, sería absurdo el negarlas. Es una forma de incidir en el hecho de que la resistencia merece la pena, pero no porque sea obligatoria, que de algún modo también, sino sobre todo porque la parte hermosa, la parte menos espinosa de la vida compensa.
E. R.: ¿Supone este libro una continuidad, un paso más allá de los libros anteriores?
R.L.: A mí sinceramente eso me resulta bastante difícil, porque la auto observación, siempre puede rayar o bien en la petulancia o bien en la desinformación propia, es muy difícil analizar; ser juez y parte es muy difícil. Yo no sé exactamente qué grado de evolución tiene este libro con respecto a los dos anteriores. Ayer [por el jueves] en la presentación de ‘Las pequeñas espinas son pequeñas’, en León, Tomás Néstor Martínez decía que a él le parecía una especie de lago donde los otros libros que son un río desembocan; como si fuera una especie de epónimo que comprendiera todos los demás. No sé si eso es cierto o no, lo que es verdad es que el tono vital que subyace es un poco diferente. Es por un lado un tono más consciente, pero por otro lado resulta más optimista, un tono de acción de gracias, como se titula uno de los poemas, más hímnico, más celebratorio; los otros tenían un tono más melancólico que yo creo que en este libro, a pesar de que la melancolía está presente, está más tamizada por ese sentimiento de esperanza. Pero tal vez nada de esto sea cierto; yo me analizo muy mal a mí misma, como cada uno de nosotros.
E. R.: De todas maneras, y con tan solo haber leído algunos poemas ocasionales de tu obra anterior, en ‘Las pequeñas espinas son pequeñas’ se atisban resonancias, se reconocen las señas de identidad, la autoría. El poema que cierra el libro, está ya, antes incluso de que fuera escrito, está ya en el imaginario como tuyo. Esa manera de defender la vida propia, y en la apropiación, construirla, pero también el lenguaje que viene utilizando en la batalla, resuena ya tuyo.
R. L.: La verdad es que está escrito en primera persona, en algunos momentos en primera persona del singular y otros en primera persona del plural; porque a veces la primera persona del singular es más rotunda, pero realmente significa la del plural en todo el poema, es decir; somos nosotros mucho más allá de tú o yo o de una persona sola.
![[Img #7892]](upload/img/periodico/img_7892.jpg)
E.R.: Poesía diáfana, poesía clara, tal vez vecina de la poesía existencial, a ratos metafísica; todo como muy a la vista, sin recovecos. ¿Puede que se nos escape algo? ¿Qué es lo que no nos deja ver tanta luz?
R.L.: Ja, Ja, ¡Esa pregunta está muy bien!...Yo soy por convicción una militante de la poesía que se ha denominado clara, clara en el sentido de que no adolece de barroquismos excesivos que oculten el mensaje. O sea que esto no es casual, sino intencionado; sin embargo a mí me da la sensación de que esa claridad expositiva es bastante dificultosa, y lo que dices tú es cierto, puede ser que oculte más cosas de las que parece a primera vista. Mañana [por el sábado] se va a cumplir el septuagésimo quinto aniversario de Antonio Machado, que fue quien en cuatro palabras definió esto de lo que estamos hablando, de manera muy precisa. Él dijo algo así como: “Palabra clara, pensamiento hondo”. Es decir que esa claridad formal de la que hablamos siempre con mil matices, porque toda poesía es híbrida, debe o me gusta que esconda profundidad de análisis, que no se quede simplemente en una descripción preciosista, y que, aparte de tener esa musicalidad y claridad expositiva, haya también en esa poesía reflexión, pensamiento. Yo creo mucho en la filosofía y la poesía como hermanas, además de que la poesía sea también hermana de la música; pero pienso que además eso que se nos escapa puede ser todo el pensamiento destilado en palabras sencillas. Digamos que profundo sería el 'desideratum'.
E. R.: Emoción y pensamiento aunados, dice José Enrique Martínez de tu poesía, pero apuntando a algo más allá de lo perceptible, con la conciencia de las limitaciones humanas.
He creído que en tu poesía ese acceso a lo intemporal no es que se haga únicamente desde el tiempo, sino que se hace en el tiempo, más concretamente en el ahora (El ahora es lo intemporal del tiempo)
R. L.: José Enrique Martínez habla en la primera parte de tu afirmación de una conciencia de las limitaciones humanas que sí que lo reconozco como propia; porque la conciencia de las limitaciones humanas para bien o para mal forma parte de mi personalidad, es decir que puede que se trasluzca en mi poesía por ser algo que yo siento de manera muy vívida. La conciencia de la limitación personal propia y de las ajenas, los límites que el tiempo le pone a la vida, los límites que la enfermedad, la pequeñez, la dificultad de conseguir nuestros deseos le pone a la vida. Eso yo lo resiento mucho en mi vida personal, en mi manera de descifrar el mundo y posiblemente se trasluzca en mi poesía.
E. R.: En la segunda parte de la pregunta afirmo que en tu poesía lo intemporal que se busca está ya presente en el ahora. Algo así como que lo esencial se conforma en lo ‘esencializado’, la humanidad en lo humanizado.
R. L.: Yo tengo la sensación, una sensación intuitiva de que el tiempo es el molde de nuestra razón. Para mí el pasado, el presente y el futuro, de alguna manera tiendo a verlos como un todo, no se trata de una falacia retórico-literaria, es que realmente creo que todo está sucediendo a un tiempo. De niña, veía el tiempo todo como un continuo y por otro lado creo que toda la humanidad está contenida en cada individuo. He estado en India varias veces y he visitado centros de meditación budista, pero sinceramente creo que a cualquier grado de meditación profunda y de sabiduría sobre la propia existencia (sabidurías tremendamente complejas, pero muy obvias), puede llegar cualquier persona en Astorga exactamente igual que en la India. Cualquier ser humano, en este caso, simplemente por el hecho de serlo tiene la posibilidad de llegar a las verdades que nuestro intelecto nos permite, que no son todas.
Uno de los temas recurrentes de mi poesía es el de los antepasados, porque creo que ellos somos nosotros y nosotros somos los que serán mañana.
![[Img #7893]](upload/img/periodico/img_7893.jpg)
E.R.: ¿Cómo entiendes la reivindicación de los derechos del cuerpo que se muestra en tus poemas y qué significa para ti la reivindicación de lo que no existe todavía?
R. L.: Vivimos insertos en una civilización con muchas influencias del pasado, y una de ellas y muy importante es la judeo-cristiana, la cual desprecia al cuerpo como algo impuro, como una manifestación carnal poco digna del espíritu. Yo tengo la sensación de que el cuerpo es el espíritu. El cuerpo finito y mortal que nosotros podemos tocar es el templo del espíritu y por tanto digno merecedor de él. Sería como disociar la mirada del ojo, tú no puedes tachar al ojo de impuro y la mirada de pura. En ese sentido necesitamos de un armazón casi ideológico de reivindicación del cuerpo como figura digna, porque además me parece tan obsceno que se nos hubiera ocurrido, y tan perverso, calificar a nuestro propio cuerpo, a nuestras manos, las que nos dan agua, de impuros, de pecaminosos, de poco dignos, me parece sinceramente neurasténico.
Yo creo que la divinidad, la palabra divinidad, entiéndase de forma laica en mi discurso al menos, reside en el cuerpo, y el cuerpo es tan divino como puede serlo el espíritu, por hablar de esa dualidad que no todos los filósofos la comprenden de manera dual. Sucede con frecuencia que seamos prisioneros del lenguaje, en castellano existe esa dualidad. Si tuviéramos una palabra que aglutinara a un tiempo al cuerpo y al espíritu, en esa palabra yo creería.
E. R.: Tal vez pudiera servirte el ‘Sujeto-cuerpo’ de Merleau-Ponty.
R.L.: Me vale perfectamente, el sujeto imbuido de…
E. R.: Una reivindicación del cuerpo como aquello que somos en esencia.
R. L.: Exacto, y como aspecto absolutamente digno de la identidad de la persona, igualmente digno, igualmente solemne que puede ser el espíritu.
Con respecto a aquella segunda parte de la pregunta, que procede del verso que dice ‘Yo no puedo olvidar lo que aún no existe’. Lo entiendo como una celebración de la imaginación. Yo estoy convencida de que ha habido bastantes facultades de nuestra inteligencia que han sido tradicionalmente denostadas en nuestra educación, la imaginación es una de ellas, es la gran perdedora dentro de todas las ‘medidas’ de inteligencia tradicionales; sin embargo a mí la imaginación me parece una altísima forma de inteligencia; ser capaces de ver lo que no hay, ser capaces de preverlo y crearlo incluso. Entonces, en ese poema, cuando yo hablo de lo que aún no existe, estoy reivindicando la imaginación como arma poderosa para que todo eso que nos parece utópico se haga real. Yo creo que el mundo ha cambiado gracias a quienes tienen imaginación.
![[Img #7928]](upload/img/periodico/img_7928.jpg)
E.R.: Has realizado un vídeo para promocionar ´Las pequeñas espinas son pequeñas’. ¿Cuál es la causa de que este vídeo se realice en Astorga ¿ ¿Y por qué estos paisajes astorganos, maragatos?
R. L.: Bueno, yo tenía ganas de que León, como mi patria chica, estuviera ahí en ese vídeo, porque además siendo un canto celebratorio, imaginaba que tenían que salir imágenes de paisajes, de agua; y de alguna manera, cuando una piensa en la vida piensa en la infancia, y de pronto ese era el paisaje que yo quería ver. Cuando ya lo tuve claro, pensé entonces ¿con quién puedo hablar?, e inmediatamente recordé a mi gran amigo Luis Martínez Redondo, con el que tengo una amistad entrañable desde hace mucho tiempo, hasta el punto de que él estuvo en mi boda; en fin tenemos una relación muy cercana. Además me consta el inmenso amor que Luis mantiene por la poesía, es un amante de la poesía, además de una manera como torrencial, muy intuitiva. Así que me puse en contacto con él, y él que es una persona generosa, enseguida se puso en marcha con un montón de propuestas, y lo hicimos entre los dos, pero el mérito y las ideas son de Luis. Pero sí yo quise que los paisajes fueran estos, fue porque son mi paisaje materno. Por muchos paisajes que uno aprenda, pasa como en los idiomas, hay uno que es el materno, pues para mí el materno es este, las tierras del norte.
E.R.: Ya desde el título se hace un canto a la vida para desembocar en el verso final: “No hay verdad más profunda que la vida”. Pero no parece que esto reivindique cualquier vida, no debe de servir una vida confiada a los prejuicios ni una vida sin riendas que llevar, dejada a sí misma. Por otra parte, tal vez estarían las demandas del cuerpo, el imperativo del deseo en aparente contradicción. ¿Cómo conjugamos estos elementos?
R. L.: Efectivamente, no vale cualquier vida, no vale con el hecho de comer y vegetar. Una de las rimas maravillosas de Gustavo Adolfo Becker decía: “Qué bueno es dormir, comer, / y roncar como un sochantre/ y qué desgracia que eso solo no baste.” Obviamente no vale la pura existencia vegetal, uno necesita más cosas…
Con respecto a la última parte de tu pregunta, intuyo que pasión, intuición, necesidades físicas y razón, intelecto, lógica, no son cosas que para mí estén tan alejadas. Yo siempre he sentido que las razones del cuerpo eran muy acertadas, y la pasión del intelecto era también muy honda. No creo que sean dos realidades apartadas como nos han querido hacer creer. Yo creo que forman un todo muy armónico y que además ni el cuerpo está tan loco ni la mente es tan lúcida. Pienso que ambas realidades, o una sola si no seguimos el señuelo del lenguaje, forman parte del mismo concepto que es la persona, una persona que se proyecta hacia afuera. Es cierto que hablamos mucho de la razón y el corazón siempre en perenne guerra, pero yo creo que eso es una manera errónea de llamar a las cosas. Lo que está en perenne guerra son las necesidades que el mundo exterior le impone al individuo y los deseos de ese individuo. Eso sí está en guerra, pero no la propia razón personal y el corazón personal, esos suelen estar más amigados, más ensamblados; otra cosa son las necesidades y trabas que todas las convenciones le ponen al individuo, esos si están muy en guerra. Pero la razón y la intuición de alguna forma son la misma cosa, digamos una en un tiempo corto y la otra es en un tiempo más largo; pero son producto de la misma cosa, entiendo yo, sin verlos tan disociados. Todo lo intuitivo, lo pasional, lo emocional son formas de inteligencia idénticas a la razón; quizá utilicen otras vías, otros métodos de conocer, pero forman parte de la inteligencia, es decir de eso que nos es dado para conocer.