Esteban Carro Celada
Domingo, 09 de Marzo de 2014
Arriería Maragata: 'Empresa de Diligencias del Poniente de España' (7)
Mayorales pendencieros, fondas insalubres e ineficacia de los talleres.
El retraso de las diligencias alcanza a veces ocho horas. Desde la dirección de Madrid preguntan el 13 de mayo a León, por qué motivo, habiendo llegado el coche de Madrid, fue detenido hasta las cuatro, y como es que el de Valladolid, habiendo llegado a las ocho o diez de la mañana, no se le dio suelta hasta las seis o siete de la tarde.
Una lluvia de cartas parte hacia José Vilar, el maestro de coches: “hará que se ponga en camino y monte bien el taller en León. De lo contrario ‘Poniente’ sufrirá graves perjuicios que naturalmente reclamaremos a V.”.
Los comentarios de los viajeros ante las empresas unificadas los conocemos, por lo menos en cuanto a la preferencia que hacían de los coches de la antigua ‘Poniente’ sobre los recién anexionados de ‘La Gallega’. Se lo dice el administrador central a José Rodríguez en La Coruña. Y le añade que dado el mal estado en que se encontraban los coches de ‘la Gallega’, se van a llevar a guarnecer “para que queden en buen uso”.
Sabemos de la ausencia, en el 18 de marzo de 1852, del director Santiago Franco Alonso “a consecuencia del fallecimiento de su señor padre (q.e.p.d.) y a su regreso adoptará las medidas convenientes de acuerdo con lo que ya tiene dicho al señor Valdés. El anterior incidente desagradable ha sido causa de que esta línea no esté ya arreglada cual corresponde a los intereses y al buen servicio del público”.
La diligencia recogía viajeros para lugares cercanos. Así en Olmedo sube gente. Les despacha dentro del coche su billete amarillo el conductor Canuto Saavedra. Estos viajeros bajan, un día de mayo en Valladolid.
Los comisionados que recorren la línea mantienen como una de sus misiones la contratación de mulas para los distintos servicios y la del mantenimiento de los carruajes, en diferentes puntos.
A Vilar se le pregunta si los carruajes de ‘la Gallega’ han de ir al mismo taller que los carruajes de la de ‘Poniente’. Es decir al de Santa Teresa. En las nuevas góndolas que ha hecho el maestro ha de quitar tres puntos del rodete, ya que en el contrato se puntualizaba que habían de ser en todo iguales a las de las empresas del ‘Mediodía’. De paso se le recuerda que el personal que mantiene en León es insignificante y no muy bien dotado profesionalmente para las responsabilidades que desempeñan.
Se toman abundantes decisiones en torno a los servicios. El de León a Oviedo se suspende el 28 de mayo, para convertirlo en alterno a partir del día uno de julio. Con este mismo objeto las tarifas se modifican. La carrera de Madrid a La Coruña, en berlina cuesta 400 reales, en interior 360, en rotonda y cupé 320. La carrera Madrid Oviedo presenta los nuevos precios: berlina, 360; interior, 320; rotonda y cupé, 280 reales.
Los mayorales continúan dando sus problemillas. Tenemos el caso de ‘Lesaca’, a quien se le retiene un tercio de su sueldo en el mes de mayo, “según oficio del juzgado, que obra en la dirección, con débitos a Doña Carmen Munoa ". Por cierto que este mayoral pendenciero había provocado de Don Gabriel Franco una carta, a propósito de una reyerta “entre el socio Sinforoso Gil y el mayoral Plácido Lesaca, contestaciones un poco serias y desagradables, de resultas de los informes que dicho Sinforoso ha dado del mayoral en su comportamiento en la línea de Asturias, durante este invierno, y esta mañana se reprodujeron, citándole ante el alcalde, dando lugar con esto a verme en la precisión de suspender al expresado mayoral, hasta que determine y resuelva sobre esto”.
Al menos José Obona, jefe de carabinas, solía llevar consigo una cucharita de plata, para comer en las fondas de las paradas, cuando viajaba en diligencia. Esto es lo que se desprende de la reclamación hecha a la casa de comidas de Valladolid.
Con el uno de junio había de coincidir el cambio de itinerarios. No se lleva a efecto, porque las nuevas diligencias de 17 plazas, todavía no han sido entregadas.
A todo esto, las fondas y fondistas de Guadarrama, Adanero, Muñoz, Valladolid, León, Astorga, Villafranca y Lugo son amonestados por el mal servicio que prestan a los comensales, según las reiteradas quejas de cuya información dispone la dirección.
Puntualizan los diversos fallos, primero: "el mal trato", segundo: “el mal condimento de las viandas” y tercero: “la carestía de los precios”. Luego la compañía echa las lagrimitas de cocodrilo : “No ha podido menos de llamar su atención y extrañar en gran manera que cuando está trabajando con más interés para dar gusto al público y ser la primera, si es posible, en gozar de reputación y nombre, las personas que más beneficios disfrutan son los que contribuyen a desacreditarla”. Luego añade amenazadoramente que si no se enmienda, “se verá en la sensible necesidad de transportar sus coches a otros paradores”, si no se les facilitan en los suyos “las comidas con el aseo y la prontitud que requiere, procurando que los alimentos sean frescos y el precio más equitativo posible”.
Una de las transformaciones de la nueva organización estriba en que incluso suprimiendo, como fue hecho, un coche hasta Oviedo, resulte en adelante que haya carruaje diario a Valladolid. Un día será el descendiente de Asturias y otro el combinado de la Coruña. Nunca se juntarán los dos en León, pues llegarán en días alternos.
El coche directo que sin pasar por León llegaba a Madrid en menor tiempo se suprime el día ocho de junio. Varios tiros quedan de vacío, otros son transportados para otros puntos de la línea. Al combinar este coche en León, se amonesta a los administradores de la carrera que no den sino solamente unos determinados asientos; en tal tesitura, el administrador leonés podrá ofrecer algunos billetes. Se trata de una especie de reserva, a larga distancia. En las paradas intermedias estaban facultados para dar los billetes necesarios hasta cubrir el aforo de la góndola. Se ha estrenado el coche grande. Y solamente nueve billetes podían darse en firme desde La Coruña o Astorga, para ser ocupado en el trayecto hacia Valladolid y Madrid.
La suspensión del servicio directo de carruajes a Madrid afecta a varios pueblos y a algunas personas. En Arévalo, Medina del Campo y Benavente, tres contratistas pueden disponer de los tiros. Hay personas afectadas en Tordesillas, Ataquines, Santiago de Millas y Santa Colomba de Somoza. Ciñéndonos a estos dos últimos son Don José Rodríguez y Antonio Carro.
Los comisionados, quizá por el exceso en la petición de la contrata, tampoco confirman las reatas de Guitiriz y las de Domingo Alonso en Villafranca. Pertenecían a la empresa gallega fusionada. Las de Prieto y Gullón son trasladadas a otro punto de la línea de León: “Supongo que habrán pasado mal rato, pero hay circunstancias en que no puede evitarse”.
Quien pasó un mal rato fue el fondista de Villafranca del Bierzo, Juan Bautista Miqueline, que temía le fueran a quitar la parada del ‘Poniente’: “Quedo satisfecho de la buena asistencia que en esa fonda se hace a los pasajeros y solo espero merecerle que cada día se vaya mejorando en cuanto sea posible, pues efectivamente no es de su casa el mayor número de quejas que tenemos”.
Al suprimirse el paso del directo por Benavente aparecen algunas trampillas de los delanteros. Paraban en la casa del señor Atocha y habían realizado comidas por un importe no menor a cuatrocientos reales. ‘Diligencias del Poniente’ se hace insolidaria de los compromisos personales: “Puede decir al reclamante que lo haga a dichos delanteros”.
Durante estos dos meses hay una sorda y rumorosa reclamación para que se ejecute a conciencia el arreglo de los carruajes, especialmente los maltrechos de la empresa gallega. Parece que se hacen oídos sordos. Se amenaza con no pagar un céntimo de la consignación contratada, de pedir oficialmente responsabilidades aun ante tribunales.
A Don Gabriel se le escribe oportuna e importunamente, para que los coches estén a la perfección. Hasta uno que va con el mayoral Gras, en dirección a La Coruña, se le ordena que haga escala en León, para entrar en la reparación. La ineficacia de este clamoreo se percibe en una carta asaz técnica, en que ya, por no reventar, el director de ‘Poniente’ le exige a Vilar que instale un taller en condiciones. Comienza asegurando que en el taller actual no hay “quien componga un grillete, los carruajes vienen a Madrid incapaces de presentarse a una persona que entienda algo en el arte y si usted no toma una determinación definitiva con el objeto de que se compongan los carruajes, inmediatamente me tomaré el trabajo en Madrid de que a mi presencia y en el taller que mejor me convenga, se haga la recomposición que crea necesaria, a fin de que los intereses de ‘Poniente de España’ no se perjudiquen, siendo de su cuenta los gastos que se originen”. Luego le hace un elogio a la par que una recriminación: la de que desea embolsarse el dinero sin preocupación alguna. La recomposición, nadie la puede hacer mejor que Vilar, y además con economía, “pero desconfío que quiera hacerse rico en poco tiempo, tratando de hacer poco gasto y cobrando mensualmente la dotación limpia y moronda para el bolsillo”.
Las piezas fundamentales de un taller de recomposición de diligencias son especificadas al propio maestro de coches: “un buen oficial de muelles, un buen pintor que continuamente esté recorriendo los carruajes, un buen cajista dedicado al recorrido de la madera, dos fraguas trabajando continuamente”.
En estas condiciones, el 11 de junio de 1852, se parte el eje de un coche que se dirige a Oviedo, quedando totalmente destrozado. Claman contra Vilar, el maestro de coches y le llega lo suyo al administrador de León, a quien le incriminan la responsabilidad el suceso. La compañía andaba muy interesada en ganar una imagen atractiva en la corte. Necesitaba del favor de los corrillos y de la propaganda de los periódicos. Y qué fatalidad, en ese coche viajaba el Marqués de Pidal. Eso le cuesta al administrador de León su puesto. El mal rato del señor Marqués y la necesidad de buscar cabeza de turco dentro de la propia compañía, ponen en trance dificilísimo al que dio salida al coche de León. Llevaba dos meses en la cochera, sin que nadie le echara la mano. Teniendo otro coche disponible, cómo puso en marcha el más destartalado y en condiciones sumamente precarias. Todavía le remacha el clavo de la recomposición de los coches. No ha de dejarlo a sol ni a sombra, practicando dos visitas diarias al taller.
Se juegan todas las bazas; la amistad, el miedo, para hacerle entrar en razón y “envíe la gente necesaria al taller de León”. Las consecuencias de este impacto eran notables y las recogen en una carta a González Alegre: la principal, la desconfianza del público hacia la empresa.
![[Img #8200]](upload/img/periodico/img_8200.jpg)
El retraso de las diligencias alcanza a veces ocho horas. Desde la dirección de Madrid preguntan el 13 de mayo a León, por qué motivo, habiendo llegado el coche de Madrid, fue detenido hasta las cuatro, y como es que el de Valladolid, habiendo llegado a las ocho o diez de la mañana, no se le dio suelta hasta las seis o siete de la tarde.
Una lluvia de cartas parte hacia José Vilar, el maestro de coches: “hará que se ponga en camino y monte bien el taller en León. De lo contrario ‘Poniente’ sufrirá graves perjuicios que naturalmente reclamaremos a V.”.
Los comentarios de los viajeros ante las empresas unificadas los conocemos, por lo menos en cuanto a la preferencia que hacían de los coches de la antigua ‘Poniente’ sobre los recién anexionados de ‘La Gallega’. Se lo dice el administrador central a José Rodríguez en La Coruña. Y le añade que dado el mal estado en que se encontraban los coches de ‘la Gallega’, se van a llevar a guarnecer “para que queden en buen uso”.
Sabemos de la ausencia, en el 18 de marzo de 1852, del director Santiago Franco Alonso “a consecuencia del fallecimiento de su señor padre (q.e.p.d.) y a su regreso adoptará las medidas convenientes de acuerdo con lo que ya tiene dicho al señor Valdés. El anterior incidente desagradable ha sido causa de que esta línea no esté ya arreglada cual corresponde a los intereses y al buen servicio del público”.
La diligencia recogía viajeros para lugares cercanos. Así en Olmedo sube gente. Les despacha dentro del coche su billete amarillo el conductor Canuto Saavedra. Estos viajeros bajan, un día de mayo en Valladolid.
Los comisionados que recorren la línea mantienen como una de sus misiones la contratación de mulas para los distintos servicios y la del mantenimiento de los carruajes, en diferentes puntos.
A Vilar se le pregunta si los carruajes de ‘la Gallega’ han de ir al mismo taller que los carruajes de la de ‘Poniente’. Es decir al de Santa Teresa. En las nuevas góndolas que ha hecho el maestro ha de quitar tres puntos del rodete, ya que en el contrato se puntualizaba que habían de ser en todo iguales a las de las empresas del ‘Mediodía’. De paso se le recuerda que el personal que mantiene en León es insignificante y no muy bien dotado profesionalmente para las responsabilidades que desempeñan.
![[Img #8201]](upload/img/periodico/img_8201.jpg)
Se toman abundantes decisiones en torno a los servicios. El de León a Oviedo se suspende el 28 de mayo, para convertirlo en alterno a partir del día uno de julio. Con este mismo objeto las tarifas se modifican. La carrera de Madrid a La Coruña, en berlina cuesta 400 reales, en interior 360, en rotonda y cupé 320. La carrera Madrid Oviedo presenta los nuevos precios: berlina, 360; interior, 320; rotonda y cupé, 280 reales.
Los mayorales continúan dando sus problemillas. Tenemos el caso de ‘Lesaca’, a quien se le retiene un tercio de su sueldo en el mes de mayo, “según oficio del juzgado, que obra en la dirección, con débitos a Doña Carmen Munoa ". Por cierto que este mayoral pendenciero había provocado de Don Gabriel Franco una carta, a propósito de una reyerta “entre el socio Sinforoso Gil y el mayoral Plácido Lesaca, contestaciones un poco serias y desagradables, de resultas de los informes que dicho Sinforoso ha dado del mayoral en su comportamiento en la línea de Asturias, durante este invierno, y esta mañana se reprodujeron, citándole ante el alcalde, dando lugar con esto a verme en la precisión de suspender al expresado mayoral, hasta que determine y resuelva sobre esto”.
Al menos José Obona, jefe de carabinas, solía llevar consigo una cucharita de plata, para comer en las fondas de las paradas, cuando viajaba en diligencia. Esto es lo que se desprende de la reclamación hecha a la casa de comidas de Valladolid.
Con el uno de junio había de coincidir el cambio de itinerarios. No se lleva a efecto, porque las nuevas diligencias de 17 plazas, todavía no han sido entregadas.
A todo esto, las fondas y fondistas de Guadarrama, Adanero, Muñoz, Valladolid, León, Astorga, Villafranca y Lugo son amonestados por el mal servicio que prestan a los comensales, según las reiteradas quejas de cuya información dispone la dirección.
Puntualizan los diversos fallos, primero: "el mal trato", segundo: “el mal condimento de las viandas” y tercero: “la carestía de los precios”. Luego la compañía echa las lagrimitas de cocodrilo : “No ha podido menos de llamar su atención y extrañar en gran manera que cuando está trabajando con más interés para dar gusto al público y ser la primera, si es posible, en gozar de reputación y nombre, las personas que más beneficios disfrutan son los que contribuyen a desacreditarla”. Luego añade amenazadoramente que si no se enmienda, “se verá en la sensible necesidad de transportar sus coches a otros paradores”, si no se les facilitan en los suyos “las comidas con el aseo y la prontitud que requiere, procurando que los alimentos sean frescos y el precio más equitativo posible”.
![[Img #8203]](upload/img/periodico/img_8203.jpg)
Una de las transformaciones de la nueva organización estriba en que incluso suprimiendo, como fue hecho, un coche hasta Oviedo, resulte en adelante que haya carruaje diario a Valladolid. Un día será el descendiente de Asturias y otro el combinado de la Coruña. Nunca se juntarán los dos en León, pues llegarán en días alternos.
El coche directo que sin pasar por León llegaba a Madrid en menor tiempo se suprime el día ocho de junio. Varios tiros quedan de vacío, otros son transportados para otros puntos de la línea. Al combinar este coche en León, se amonesta a los administradores de la carrera que no den sino solamente unos determinados asientos; en tal tesitura, el administrador leonés podrá ofrecer algunos billetes. Se trata de una especie de reserva, a larga distancia. En las paradas intermedias estaban facultados para dar los billetes necesarios hasta cubrir el aforo de la góndola. Se ha estrenado el coche grande. Y solamente nueve billetes podían darse en firme desde La Coruña o Astorga, para ser ocupado en el trayecto hacia Valladolid y Madrid.
La suspensión del servicio directo de carruajes a Madrid afecta a varios pueblos y a algunas personas. En Arévalo, Medina del Campo y Benavente, tres contratistas pueden disponer de los tiros. Hay personas afectadas en Tordesillas, Ataquines, Santiago de Millas y Santa Colomba de Somoza. Ciñéndonos a estos dos últimos son Don José Rodríguez y Antonio Carro.
Los comisionados, quizá por el exceso en la petición de la contrata, tampoco confirman las reatas de Guitiriz y las de Domingo Alonso en Villafranca. Pertenecían a la empresa gallega fusionada. Las de Prieto y Gullón son trasladadas a otro punto de la línea de León: “Supongo que habrán pasado mal rato, pero hay circunstancias en que no puede evitarse”.
![[Img #8205]](upload/img/periodico/img_8205.png)
Quien pasó un mal rato fue el fondista de Villafranca del Bierzo, Juan Bautista Miqueline, que temía le fueran a quitar la parada del ‘Poniente’: “Quedo satisfecho de la buena asistencia que en esa fonda se hace a los pasajeros y solo espero merecerle que cada día se vaya mejorando en cuanto sea posible, pues efectivamente no es de su casa el mayor número de quejas que tenemos”.
Al suprimirse el paso del directo por Benavente aparecen algunas trampillas de los delanteros. Paraban en la casa del señor Atocha y habían realizado comidas por un importe no menor a cuatrocientos reales. ‘Diligencias del Poniente’ se hace insolidaria de los compromisos personales: “Puede decir al reclamante que lo haga a dichos delanteros”.
Durante estos dos meses hay una sorda y rumorosa reclamación para que se ejecute a conciencia el arreglo de los carruajes, especialmente los maltrechos de la empresa gallega. Parece que se hacen oídos sordos. Se amenaza con no pagar un céntimo de la consignación contratada, de pedir oficialmente responsabilidades aun ante tribunales.
A Don Gabriel se le escribe oportuna e importunamente, para que los coches estén a la perfección. Hasta uno que va con el mayoral Gras, en dirección a La Coruña, se le ordena que haga escala en León, para entrar en la reparación. La ineficacia de este clamoreo se percibe en una carta asaz técnica, en que ya, por no reventar, el director de ‘Poniente’ le exige a Vilar que instale un taller en condiciones. Comienza asegurando que en el taller actual no hay “quien componga un grillete, los carruajes vienen a Madrid incapaces de presentarse a una persona que entienda algo en el arte y si usted no toma una determinación definitiva con el objeto de que se compongan los carruajes, inmediatamente me tomaré el trabajo en Madrid de que a mi presencia y en el taller que mejor me convenga, se haga la recomposición que crea necesaria, a fin de que los intereses de ‘Poniente de España’ no se perjudiquen, siendo de su cuenta los gastos que se originen”. Luego le hace un elogio a la par que una recriminación: la de que desea embolsarse el dinero sin preocupación alguna. La recomposición, nadie la puede hacer mejor que Vilar, y además con economía, “pero desconfío que quiera hacerse rico en poco tiempo, tratando de hacer poco gasto y cobrando mensualmente la dotación limpia y moronda para el bolsillo”.
Las piezas fundamentales de un taller de recomposición de diligencias son especificadas al propio maestro de coches: “un buen oficial de muelles, un buen pintor que continuamente esté recorriendo los carruajes, un buen cajista dedicado al recorrido de la madera, dos fraguas trabajando continuamente”.
En estas condiciones, el 11 de junio de 1852, se parte el eje de un coche que se dirige a Oviedo, quedando totalmente destrozado. Claman contra Vilar, el maestro de coches y le llega lo suyo al administrador de León, a quien le incriminan la responsabilidad el suceso. La compañía andaba muy interesada en ganar una imagen atractiva en la corte. Necesitaba del favor de los corrillos y de la propaganda de los periódicos. Y qué fatalidad, en ese coche viajaba el Marqués de Pidal. Eso le cuesta al administrador de León su puesto. El mal rato del señor Marqués y la necesidad de buscar cabeza de turco dentro de la propia compañía, ponen en trance dificilísimo al que dio salida al coche de León. Llevaba dos meses en la cochera, sin que nadie le echara la mano. Teniendo otro coche disponible, cómo puso en marcha el más destartalado y en condiciones sumamente precarias. Todavía le remacha el clavo de la recomposición de los coches. No ha de dejarlo a sol ni a sombra, practicando dos visitas diarias al taller.
Se juegan todas las bazas; la amistad, el miedo, para hacerle entrar en razón y “envíe la gente necesaria al taller de León”. Las consecuencias de este impacto eran notables y las recogen en una carta a González Alegre: la principal, la desconfianza del público hacia la empresa.