José Cabañas (*)
Domingo, 16 de Marzo de 2014

La insurrección de octubre del 34 en algunas localidades provinciales, en Astorga, y en León (donde no se adelantó)

El día 4 de octubre de 1934, por la tarde, se constituía el nuevo gobierno en el que los ministros de Trabajo, Agricultura y Justicia eran 'cedistas'; aquella noche se acuarteló a las tropas (incluidas las que habían rematado las maniobras en los Montes de León el día 2), y el 5, por orden del Comité Revolucionario, formado exclusivamente por socialistas y presidido por Largo Caballero, la insurrección y la huelga revolucionaria en todo el país estaba en marcha, con poco o inexistente eco en zonas rurales y en algunos territorios, en parte porque el gobierno había tomado medidas en los días anteriores, arrestando a líderes políticos y obreros, clausurando sedes de partidos, sindicatos y centros republicanos, requisando armamento, e intensificando la vigilancia, para devenir en Asturias en revolución (“y en las zonas mineras de León, por aproximación y contagio” –dirá Crémer-, preludio de la sangrienta guerra civil en la que España se vería inmersa en menos de dos años), en sedición en Barcelona, en Madrid se quedó a medio camino entre levantamiento y huelga general, y en otros muchos territorios fue una huelga general con brotes insurreccionales. También en las comarcas mineras de León y Palencia se dio una decidida rebelión, y salvo en estas y en las asturianas, en el 'Octubre' español predominó la falta de entusiasmo. 

Igualmente en León, donde los sublevados estaban en combinación con elementos de la Casa del Pueblo y con trabajadores del aeródromo para asaltarlo, dándose en el mismo confusos avatares y oposiciones iniciales a las actuaciones dispuestas por el mando, órdenes ambiguas, ceses y sustituciones fulminantes, y reticencias entre los pilotos a la hora de actuar. En la capital, donde los anarquistas, debilitados por la represión del estallido de diciembre del año anterior, apenas colaboraron en la insurrección, el gobernador civil, Edmundo Estévez Lorenzo, imponía la censura de prensa el día 5 y la suspensión de La Democracia, y en la mañana del 6 el Comité Revolucionario de Enlace con los dirigentes asturianos y las cuencas mineras leonesas declaraba la huelga general en la ciudad. Los guardias de Asalto paseaban con carabinas y se detenía a jóvenes socialistas por ejercer coacciones para lograr el paro laboral. Por la tarde se pretendió impedir la salida de un tren procedente de Valladolid con artillería para Asturias estacionado desde horas antes por una avería, ocupando la vía con mujeres y niños que fueron retirados por los guardias (se condenaría el 19 de enero de 1935 por tenencia ilícita de armas a tres muchachos a quienes se les ocuparon con ocasión de aquel disturbio), y se dieron después sustos y carreras al producirse un apagón de luz por un desperfecto casual que algunos creyeron una señal convenida por los insurgentes (según otras fuentes, lo era para el frustrado asalto a la base de aviación leonesa). 

En las poblaciones agrícolas del sur de la provincia (Sahagún de Campos, Santa María del Páramo o La Bañeza) el movimiento revolucionario tuvo escasa incidencia. Un pretendido conato de huelga en la villa paramesa, que estaba en la vendimia, y que no llegaría más allá, según El Adelanto. En Valderas algún incidente debió de producirse, pues cuando después del triunfo del Frente Popular se decrete la amnistía, aún quedarán en la cárcel de León tres presos valderienses “de cuando la revuelta de octubre”. Otro tanto hubo de suceder en Veguellina de Órbigo, con cinco recluidos también de octubre en aquellas mismas fechas, y donde se produjo sin duda algún altercado relacionado con la Guardia Civil, como denota la detención que allí hace la Benemérita el 25 de octubre de un sujeto herido que pretendía hacerse pasar por su defensor frente a los revoltosos, pero que según El Diario de León (y en la terminología despectiva con la que descalifica a los revolucionarios derrotados) “se trata de un pollo de cuidado”. 

En cuanto a Astorga, donde los responsables socialistas se mostraron contrarios a toda violencia (hasta el punto de que uno de los miembros del comité revolucionario, Luís García Holgado, se habría marchado de la ciudad –al balneario de Guitiriz, en Lugo- para no participar en la revuelta, lo que no evitará que después sea cesado y desterrado junto con el alcalde, Miguel Carro Verdejo, y algún otro concejal), varios radicales colocaron unos viejos explosivos, que no llegaron a estallar, en el puente de Valderrey con el fin de impedir el paso de los trenes con tropas para Asturias, y se promovió una huelga general solo secundada por los camareros, alguna otra actividad entendida por la justicia como revolucionaria debió de producirse aquellos días, pues el 8 de noviembre el Tribunal de Urgencia de León encausaba a Bernardino Lasalle (será represaliado con prisión después de julio de 1936) y 24 socialistas astorganos más por reunión ilegal (detenidos en la Casa del Pueblo, que fue registrada; otros cinco serían apresados en otras circunstancias y lugares), condenando a Toribio Fuertes Martínez y otros siete a dos meses de arresto y 250 pesetas de multa. Los demás fueron absueltos. Por otra parte, en la Audiencia Provincial el Tribunal de Urgencia absuelve el 5 de diciembre a los hermanos Ángel, Pedro, y Valeriano León Murciego, acusados de insultar en estado de embriaguez a la fuerza pública, guardias de Seguridad de Astorga, el día 14 de octubre, pues “son gentes de orden y se habían dirigido en las jornadas de la revuelta a las autoridades ofreciéndose voluntarios para conducir fuerzas a Campomanes”, como certifica el comandante Germán Madroñero, jefe de las tropas que allí se dirigieron (ellos y algunos otros serán detenidos de nuevo, como significados derechistas, a mediados de abril de 1936). El condenado Toribio Fuertes era en 1932 presidente en Astorga de la ugetista Sociedad de Obreros de la Industria de la Edificación. Él y sus hermanos José (secretario del Centro Obrero entonces) y Rafael (condenado a muerte con ocho más) serán eliminados después del triunfo de la sublevación fascista de 1936. A su hermana Modesta Fuertes la harán viuda del también asesinado Luís García Holgado. 

[Img #8342]Cabecilla revolucionario detenido en Bembibre.

Aquel mismo Tribunal, por exhorto del juzgado de Instrucción de Astorga, encausaba el 12 de octubre por coacción a Eugenio Sierra Fernández, de 39 años, casado, tipógrafo, residente desde principios de 1931 en La Bañeza, a donde se había desplazado con su familia desde Astorga, “destacado como directivo de la UGT y organizador de conflictos obreros y huelgas”. Apresado para ser después absuelto, dada la fecha y el lugar de su encausamiento es posible que su proceso y detención no tuvieran relación con la huelga general de octubre y si con hechos anteriores, acaso de propaganda antibélica y opuesta a las recientes maniobras militares, aunque todo parece apuntar a que su detención en Astorga en la noche del 5 al 6 de octubre, en compañía de los hermanos Rafael y José Fuertes Martínez (era en abril de aquel año 1934 director de El Combate -que ya no se publicará desde el 6 de octubre hasta el inicio de enero de 1936-, y su administrador en julio, cuando en un bautismo laico nombra a su hijo como Helios), más bien lo habría sido por encontrarse preparando allí el paro del siguiente día, en aquellas clandestinas reuniones en las que se detuvo a numerosos astorganos. Ya el día 13 llegarán a Astorga más de un centenar de revoltosos de las cuencas asturianas, hechos prisioneros y encarcelados en el cuartel de Santocildes, y también diez revolucionarios heridos, de los que dos fallecían y el resto era ingresado en el Hospital Militar de San Juan Bautista.

En Alija de los Melones, según narraba el 3 de noviembre El Adelanto, “vecinos en número de 200, al enterarse de que en La Bañeza se había suspendido el mercado por los revolucionarios, y de que estos seguían amenazando, se dispusieron a la defensa constituyéndose en milicia al lado de la autoridad. Los demás pueblos no secundaron la patriótica iniciativa, sin duda por desconocer lo que ocurría. El guardia civil de este pueblo, Octavio Valera Alija, padre de cuatro hijos, fue muerto en un tiroteo con los rebeldes de Sama de Langreo”. 

En Destriana (decía entonces el mismo semanario) “toca a su fin la siembra del centeno, que ha venido retrasada por circunstancias como el poco surtido de abonos minerales en los almacenes, que no han llegado a tiempo por motivo de los fracasados intentos sediciosos. Aquí, aunque no hemos visto nada de lo ocurrido en otros lugares, también sufrimos las consecuencias”. 

[Img #8341]
Mujeres de mineros asturianos apresados tras la revuelta.

Volviendo a lo sucedido en la capital leonesa, lo que en ella no se dio, contra lo que erróneamente han venido señalando algunos autores, fue el adelantamiento de la insurrección en unas horas (bastantes: casi un día y medio), la anticipación el 4 de octubre a la revuelta general por soldados del Regimiento de Infantería Burgos 36, un equívoco seguramente producido por la cercanía de las fechas en las que en 1935 son juzgados algunos militares leoneses que el año anterior habían participado en sendas sediciones, que se dan por conexas pero que no lo fueron: 

Un Consejo de Guerra juzga el 31 de agosto y el 1 y 2 de septiembre en el Palacio de la Diputación los sucesos del aeródromo en la noche del 5 al 6 de octubre de 1934, en los que un grupo de 18 soldados, además del cocinero de una cantina de la base (socialistas, anarquistas y otros revolucionarios, “entre los que no se contaban comunistas, pues no los había en aquel campo de aviación”), con la pasividad de su comandante, Ricardo de la Puente Baamonde, y la complicidad del capitán Núñez (a quien la acusación considera extremista y caracterizado masón) y el sargento Velasco, descerrajaron los armeros arrebatando las armas y municiones y trataron de impedir la salida para Asturias de las escuadrillas de aviones que por orden del Gobierno habrían de practicar reconocimientos primero y bombardear después. Algunos de aquellos soldados se negaron a llevar bombas a los aparatos y otros cortaron los cables de la luz, por lo que a las doce de la noche hubo en la base tres apagones (la señal convenida para su asalto), supliendo la carencia de iluminación con el alumbrado de los coches que se hicieron extraer de las cocheras. En la primera salida de los aparatos para Asturias regresaron sin haber hecho uso de las bombas, y no se utilizaron los aviones que mayor rendimiento podían dar. Tampoco se ordenó que los aeroplanos llevaran ametralladoras, y se mantendrá en la vista (según El Diario de León) que se hizo así  “por no ser de reglamento”. 
Otro Consejo de Guerra, diferente, celebrado en este caso en el Hogar del Soldado del Cuartel del Cid, se ocupa el 3 de septiembre de 1935 de juzgar lo sucedido no el día 4 de octubre de 1934 (“horas antes de que estallara la insurrección”, como inexactamente apuntan ciertas fuentes), sino el 4 de mayo de dicho año, cuando ocho cabos y otros tantos soldados del Regimiento de Infantería Burgos 36 que guarnece aquel cuartel se alzan en sedición negándose a comer el rancho de la cena (se pedirán penas de muerte para cuatro y para los restantes largas condenas de prisión). El plante, acordado ya dos días antes, se había realizado cuando estaba 'de cuartel' el capitán Eduardo Rodríguez Calleja como protesta ante la actitud hostil de algunos oficiales (de ella se pretendería informar en un escrito enviado al Heraldo de Madrid) y fue “instigado por elementos perturbadores pertenecientes a partidos extremistas, a los que se ocuparía hojas subversivas de las organizaciones comunistas, anarquistas y sindicalistas contrarias a las fuerzas armadas, panfletos clandestinos que se refieren a oficiales fascistas que persiguen a los soldados amigos del proletariado; a su pretensión de lograr la desaparición de los focos y camarillas de mandos rebeldes de los cuarteles; a las células socialistas, comunistas y revolucionarias que existen en este Regimiento; al coronel Vicente Lafuente Lafuente-Baletzena (que lo rige, y al que califican de fatídico); y al capitán Juan Rodríguez Lozano, a quien alaban”. Se impusieron a doce de los revoltosos penas de cárcel entre los veinte y los dos años, que cumplirían en el duro presidio de Mahón.  


(*) Del libro “LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA” (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras localidades provinciales -León y Astorga- de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González.


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