Esteban Carro Celada
Domingo, 13 de Abril de 2014
Arriería Maragata: Empresa de Diligencias del Poniente de España.
Instrucciones para el enganche y desenganche de los tiros bajo el frío invernal. Los coches llegan a la Corte con más de treinta horas de retraso. Miguel Crespo recibe una 'repasada' por la detención de cinco horas en Astorga. Insistencia de que las paradas sean inferiores a una hora. Una carta de queja enviada por 'Cirera e hijo' al librero 'Calleja'. En enero de 1853, la casa real todavía les adeuda el vuelo de la reina.
Un suceso desagradable se perfila en la tarde del seis de octubre. El tiro de Agustín López se ha atascado dos veces en San Chidrián, en lugar improcedente, sin ninguna tradición de peligro, por parte de ninguna empresa. ¿No tienen fuerza sus caballerías? Hay que recurrir al técnico. Se ordena a Ramón Chicharro, administrador de Madrid, para que en la tarde del seis de octubre “salga acompañado del auxiliar de este despacho Don Manuel Lazo y de un albéitar de esta corte, para que reconozca el ganado”.
Instrucciones técnicas sobre el modo de comportarse de los tiros, cuando esperan la llegada del carruaje, o a su enganche y desenganche, resultan muy interesantes. Se dan algunas instrucciones de cara al invierno en que la irregularidad en el horario será sin duda más común. La circular la reciben todos los administradores. Para su conocimiento hacemos un extracto de la misma: “Cada uno de los dos tiros se encontrará al extremo de su parada, es decir que uno debe esperar al coche yente y llevarlo al punto extremo y otro el viniente y hacer lo mismo, de manera que nunca deben encontrarse reunidos dos tiros en un mismo punto de parada, por más de doce horas. Y si sucediese que el coche, bien de Galicia, bien de Castilla, no viniese por cualquier desgracia que le hubiese sucedido en el camino, entonces hará usted entender a los zagales que dejen el punto de parada donde esperan el coche que falta, tres horas antes, en que debe llegar el carruaje que no ha faltado y que también es obligación suya el correr, pues cada contratista ha estipulado con la Empresa que su tiro arrastrará en el punto de su parada un coche diario, y no porque falte uno ha de paralizar este servicio con menoscabo de otro tiro que tendrá que hacerlo por él, si el carruaje no ha de parar su curso”. Así considera que tres horas son suficientes para correr la parada de extremo a extremo, “de mulas sueltas”.
Luego se da con precisión la hora de llegada de los coches. Los que salen de Madrid deben llegar a Valladolid a las cinco de la tarde, a León a las nueve de la mañana del segundo día, a Astorga a las cinco de la tarde, a Villafranca a las cuatro de la mañana del tercer día, a Lugo a las cinco de la tarde y a La Coruña a las siete de la mañana del cuarto día. El viaje de regreso a Madrid se presentaba en Lugo a las tres de la madrugada del segundo día, en Villafranca a las cinco de la tarde, en Astorga a las seis de la madrugada del tercer día, en León a las tres de la tarde, en Valladolid a las siete de la mañana del cuarto día y en Madrid a las ocho de la madrugada del quinto día después de la salida de La Coruña.
Aún llegando con retraso, el tiro ha de recorrer la carrera, ya que la Poniente de España no le descuenta nunca a los tiros aunque vayan con menos mulas, según el contrato. Con solo dos excepciones; que retrasen el coche o que haya de buscarse un refuerzo en otras caballerías o en pareja de bueyes. Se subleva contra los 320 reales que se dieron a Juan Antonio Alonso para que bajara el carruaje desde Manzanal a Astorga. ¿Dónde estaban situados los tiros que corresponden a esta parada? Fue un viajero quién dio la onza a 320 reales. Sin embargo, quien cobra una onza ahora, por este favor, faltó dos días al paso del carruaje, según lo testifica el propio director que viajaba las dos veces.
El 22 de noviembre se notifica que la gente se retrae de viajar, porque los coches llegan a la corte con más de treinta horas de retraso. El director por estos días reside en León.
Dos días más tarde se encuentra en Lugo, adonde ha vuelto para ver si rebaja la dotación de los contratistas de tiros. La Junta le manifiesta plenos poderes: “de no acceder los contratistas a la rebaja que se les propone, confirme, como lo está, el servicio diario. De la misma manera y considerando la ninguna animación de este país (Galicia) para viajar, por retracción acaso de estimarse en mucho los actuales precios y otras especiales causas, se ha resuelto que quede usted completamente autorizado para establecer los valores de las localidades en las líneas desde Madrid a La Coruña y viceversa”.
El veinticinco de noviembre se funden dos coches en uno, a causa del retraso. En Madrid no están ni con mucho de acuerdo, ya que supone que uno de los días no saldrá el coche de Madrid o habría de hacerlo en una góndola más pequeña. Ese coche muerto trastrueca las disposiciones sobre la colocación de los tiros en las paradas afectadas. Solamente reconoce la buena voluntad de Gabriel Franco González: “semejante determinación, hija de loables fines merece mi aceptación”. Con el fin de precisar lo más posible la situación de los tiros, se envía a Pedro Botellas, como delegado de la dirección, a que recorra la línea tras del director.
El mal del egoísmo y de no hacer más que lo estrictamente legal a propia conveniencia venía royendo la sociedad. No es extraño que en carta dirigida a Valentín Llamas en Villalón, dueño de algunos tiros en calidad de socio, se le hagan algunas reconvenciones como la de conjurar el “mal social”. Estos tiros se niegan a correr fuera de sus distritos.
Las relaciones con las administraciones particulares se van perfeccionando en sus asientos contables, y cada mes se envían las hojas de productos y de gastos con sus justificantes.
El inspector jefe de vigilancia del segundo distrito de Madrid multa con cuatrocientos reales a Diligencias del Poniente Español. La carta oficio es enviada el diez de diciembre y la comunicación tiene el número 22. 918. Se basa en una denuncia por un coche que llegó a Guadarrama la noche del veinticuatro de noviembre y no salió hasta muy entrada la mañana siguiente. El director no está en Madrid. Luis, que hace las funciones de director, hace un pliego de descargos. Se dice que este retraso “con grave inconveniente e incomodo para los viajeros no se debe a roturas, robos o descuido de los conductores”.
Aun aceptando con respeto y obediencia las órdenes del gobernador, expone algunas observaciones: No fueron malas disposiciones de la empresa las “causales”, sino que el retraso en salir, - debía de hacerlo una hora después, a la una -, “fue por retraso de los coches vinientes de La Coruña y Oviedo”, interceptados en los puertos de Manzanal y Piedrafita, a causa del temporal. Los tiros estaban esperando a los que venían del Poniente y por eso no transportaron hasta más tarde al que salió de Madrid. Como consecuencia de esta interferencia oficial, Miguel Crespo recibe una repasada por las cinco horas de detención en su demarcación de Astorga del tiro de Ignacio Pérez. Se manda al responsable en Valladolid que ajuste lo más posible el horario real al horario establecido, para que los coches lleguen a Guadarrama antes de las dos de la madrugada, y de esta manera los tiros que doblan los cogen bien tanto en este punto como en Galapagar. Se insiste en que ninguna parada debe ser superior a la hora, con tendencia a reducirla. En una hora, si la casa de comidas ha preparado la pitanza, es posible estar en marcha, sin retrasos.
El encargado de la empresa en León, don Gabriel Franco muere según dicen ellos prematuramente. Se ha hecho cargo de la oficina Marcos Martínez, ayudante. Cuando notifican la recepción de la noticia se expresan en el tono comercial y frío de los negocios: “Aun cuando sumergido en el sentomiento de la temprana muerte de Don Gabriel, como son cosas sujetas al curso de la vida humana no podemos menos, al mismo tiempo que lo sentimos, que hacer se entreguen todos los fondos recaudados por aquel y los libros con los demás documentos pertenecientes a la administración. De todo lo cual usted de hará cargo, remitiéndonos las cuentas sin pérdida de tiempo”.
A los administradores, en pleno mes de diciembre, se les impone la obligación de visitar las paradas, para comprobar si se cumple en los enganches y desenganches. Han de hacer figurar los retrasos y sus causas en las hojas de ruta que traen los mayorales conductores
de la diligencia.
Se ha hundido la vaca del coche. Jaime Abad hijo, encargado de la restauración de las góndolas en León, pregunta por la cantidad de peso que iba arriba. Se le contesta que con el peso de los viajeros unas 75 arrobas. “Ahora contésteme si este es peso para que se fueran los muelles, si estuvieran bien arreglados y rebajando el peso de los viajeros, si traía peso para que se hundiera el cielo de la caja”.
El mayoral Roque Navarro cobra en diciembre poco dinero, porque ha de desquitar una deuda contraída con una mujer. Debe ser su pensión en Madrid; pero a la par se le amonesta por haber parado la diligencia en una casa de comidas que no era la prevista en el itinerario.
La carta de un viajero coruñés con cierto sentido crítico va a molestar a los maragatos, que no obstante la llevan a su libro copiador. Pertenece a la firma ‘Cirera e Hijo’ que se dirigen al famoso librero 'Calleja'. He aquí la carta. “Sr. Don Ángel Calleja, Madrid. Rte: Coruña. 25 de diciembre de 1852. Muy señor mío y amigo nuestro: Mal conductor escogió en la empresa de Diligencias para examinar aquí por ella sus remesas de libros, porque esta empresa maragata es lo más mal servida que hay: si en León tienen mucho equipaje o cargo de viajeros dejan allí los encargos que traen de esa (De Madrid), hasta mejor ocasión, repitiendo lo mismo en Astorga, Villafranca, etc; y si alguno de los encargos por fortuna no se extravía, cosa muy fácil de suceder, a lo menos corre el riesgo de no llegar a su destino hasta la consumación de los siglos. Hacemos a usted esta indicación, porque el fardo cuyo billete nos incluyó usted, con su grata del dieciocho del que rige, todavía no ha llegado y esta administración dice, como dije yo el primer día que le tocaba venir, que quedó en Astorga, por tener el carruaje cargo de más. Allí puede estarse el administrador, como ha dicho no cogía en el coche y que hasta pasado mañana no llegará. Veremos si así sucede. Los encargos por la silla de correos se reciben con toda regularidad. También nosotros deseamos a usted felicidades”.
La carta es de proclama andaluza y una exageración. Nosotros que seguimos por dentro la marcha de esta cumbre de la arriería detectamos sus errores, como ya lo hicieron los propios directores; pero las llegadas a tiempo y el notable servicio no se deja ver. Coinciden estas apreciaciones con el riguroso mes de diciembre y más exactamente con el hundimiento de la baca de una góndola por exceso de peso.
Como el maestro de coches se encuentra entre la espada y la pared. Se le aprieta: “Yo sin apelar a nadie he experimentado la irregularidad y la falta de esmero en los carruajes, y muy particularmente el que se compuso en ese taller, dando con ello ocasión a que los socios contratistas, mayorales y todo mundo culpan a la dirección por las tolerancias que le dispensa”. Y le promete no usar los medios de la amistad que tan pocos resultados han cosechado hasta el presente.
Los primeros días de enero de 1953, como tiempo de revisión que es, incitan a enviar una carta al Conde Retomoso, recordándole que adeudan el viaje a Gijón de la reina María Cristina.
El cumplimiento de los contratos de los tiros les resulta difícil y hasta algunos han tratado de llevarles al terreno judicial, como parece que lo hizo Don Pedro Sanz, en La Coruña. Una vez habido el juicio, “visto el curso del negocio, nada tengo que añadir a lo que he manifestado, más que de alguna manera verifique el pago, y solo haga el depósito de la cantidad en el comisionado del Banco o Casa de Comercio que señale el Juzgado, haciendo presente a este que usted no puede resolver nada, ya que corresponde a la dirección, que es quien ha firmado el contrato”.
![[Img #8826]](upload/img/periodico/img_8826.jpg)
Un suceso desagradable se perfila en la tarde del seis de octubre. El tiro de Agustín López se ha atascado dos veces en San Chidrián, en lugar improcedente, sin ninguna tradición de peligro, por parte de ninguna empresa. ¿No tienen fuerza sus caballerías? Hay que recurrir al técnico. Se ordena a Ramón Chicharro, administrador de Madrid, para que en la tarde del seis de octubre “salga acompañado del auxiliar de este despacho Don Manuel Lazo y de un albéitar de esta corte, para que reconozca el ganado”.
Instrucciones técnicas sobre el modo de comportarse de los tiros, cuando esperan la llegada del carruaje, o a su enganche y desenganche, resultan muy interesantes. Se dan algunas instrucciones de cara al invierno en que la irregularidad en el horario será sin duda más común. La circular la reciben todos los administradores. Para su conocimiento hacemos un extracto de la misma: “Cada uno de los dos tiros se encontrará al extremo de su parada, es decir que uno debe esperar al coche yente y llevarlo al punto extremo y otro el viniente y hacer lo mismo, de manera que nunca deben encontrarse reunidos dos tiros en un mismo punto de parada, por más de doce horas. Y si sucediese que el coche, bien de Galicia, bien de Castilla, no viniese por cualquier desgracia que le hubiese sucedido en el camino, entonces hará usted entender a los zagales que dejen el punto de parada donde esperan el coche que falta, tres horas antes, en que debe llegar el carruaje que no ha faltado y que también es obligación suya el correr, pues cada contratista ha estipulado con la Empresa que su tiro arrastrará en el punto de su parada un coche diario, y no porque falte uno ha de paralizar este servicio con menoscabo de otro tiro que tendrá que hacerlo por él, si el carruaje no ha de parar su curso”. Así considera que tres horas son suficientes para correr la parada de extremo a extremo, “de mulas sueltas”.
Luego se da con precisión la hora de llegada de los coches. Los que salen de Madrid deben llegar a Valladolid a las cinco de la tarde, a León a las nueve de la mañana del segundo día, a Astorga a las cinco de la tarde, a Villafranca a las cuatro de la mañana del tercer día, a Lugo a las cinco de la tarde y a La Coruña a las siete de la mañana del cuarto día. El viaje de regreso a Madrid se presentaba en Lugo a las tres de la madrugada del segundo día, en Villafranca a las cinco de la tarde, en Astorga a las seis de la madrugada del tercer día, en León a las tres de la tarde, en Valladolid a las siete de la mañana del cuarto día y en Madrid a las ocho de la madrugada del quinto día después de la salida de La Coruña.
![[Img #8830]](upload/img/periodico/img_8830.jpg)
Aún llegando con retraso, el tiro ha de recorrer la carrera, ya que la Poniente de España no le descuenta nunca a los tiros aunque vayan con menos mulas, según el contrato. Con solo dos excepciones; que retrasen el coche o que haya de buscarse un refuerzo en otras caballerías o en pareja de bueyes. Se subleva contra los 320 reales que se dieron a Juan Antonio Alonso para que bajara el carruaje desde Manzanal a Astorga. ¿Dónde estaban situados los tiros que corresponden a esta parada? Fue un viajero quién dio la onza a 320 reales. Sin embargo, quien cobra una onza ahora, por este favor, faltó dos días al paso del carruaje, según lo testifica el propio director que viajaba las dos veces.
El 22 de noviembre se notifica que la gente se retrae de viajar, porque los coches llegan a la corte con más de treinta horas de retraso. El director por estos días reside en León.
Dos días más tarde se encuentra en Lugo, adonde ha vuelto para ver si rebaja la dotación de los contratistas de tiros. La Junta le manifiesta plenos poderes: “de no acceder los contratistas a la rebaja que se les propone, confirme, como lo está, el servicio diario. De la misma manera y considerando la ninguna animación de este país (Galicia) para viajar, por retracción acaso de estimarse en mucho los actuales precios y otras especiales causas, se ha resuelto que quede usted completamente autorizado para establecer los valores de las localidades en las líneas desde Madrid a La Coruña y viceversa”.
El veinticinco de noviembre se funden dos coches en uno, a causa del retraso. En Madrid no están ni con mucho de acuerdo, ya que supone que uno de los días no saldrá el coche de Madrid o habría de hacerlo en una góndola más pequeña. Ese coche muerto trastrueca las disposiciones sobre la colocación de los tiros en las paradas afectadas. Solamente reconoce la buena voluntad de Gabriel Franco González: “semejante determinación, hija de loables fines merece mi aceptación”. Con el fin de precisar lo más posible la situación de los tiros, se envía a Pedro Botellas, como delegado de la dirección, a que recorra la línea tras del director.
![[Img #8829]](upload/img/periodico/img_8829.jpg)
El mal del egoísmo y de no hacer más que lo estrictamente legal a propia conveniencia venía royendo la sociedad. No es extraño que en carta dirigida a Valentín Llamas en Villalón, dueño de algunos tiros en calidad de socio, se le hagan algunas reconvenciones como la de conjurar el “mal social”. Estos tiros se niegan a correr fuera de sus distritos.
Las relaciones con las administraciones particulares se van perfeccionando en sus asientos contables, y cada mes se envían las hojas de productos y de gastos con sus justificantes.
El inspector jefe de vigilancia del segundo distrito de Madrid multa con cuatrocientos reales a Diligencias del Poniente Español. La carta oficio es enviada el diez de diciembre y la comunicación tiene el número 22. 918. Se basa en una denuncia por un coche que llegó a Guadarrama la noche del veinticuatro de noviembre y no salió hasta muy entrada la mañana siguiente. El director no está en Madrid. Luis, que hace las funciones de director, hace un pliego de descargos. Se dice que este retraso “con grave inconveniente e incomodo para los viajeros no se debe a roturas, robos o descuido de los conductores”.
Aun aceptando con respeto y obediencia las órdenes del gobernador, expone algunas observaciones: No fueron malas disposiciones de la empresa las “causales”, sino que el retraso en salir, - debía de hacerlo una hora después, a la una -, “fue por retraso de los coches vinientes de La Coruña y Oviedo”, interceptados en los puertos de Manzanal y Piedrafita, a causa del temporal. Los tiros estaban esperando a los que venían del Poniente y por eso no transportaron hasta más tarde al que salió de Madrid. Como consecuencia de esta interferencia oficial, Miguel Crespo recibe una repasada por las cinco horas de detención en su demarcación de Astorga del tiro de Ignacio Pérez. Se manda al responsable en Valladolid que ajuste lo más posible el horario real al horario establecido, para que los coches lleguen a Guadarrama antes de las dos de la madrugada, y de esta manera los tiros que doblan los cogen bien tanto en este punto como en Galapagar. Se insiste en que ninguna parada debe ser superior a la hora, con tendencia a reducirla. En una hora, si la casa de comidas ha preparado la pitanza, es posible estar en marcha, sin retrasos.
El encargado de la empresa en León, don Gabriel Franco muere según dicen ellos prematuramente. Se ha hecho cargo de la oficina Marcos Martínez, ayudante. Cuando notifican la recepción de la noticia se expresan en el tono comercial y frío de los negocios: “Aun cuando sumergido en el sentomiento de la temprana muerte de Don Gabriel, como son cosas sujetas al curso de la vida humana no podemos menos, al mismo tiempo que lo sentimos, que hacer se entreguen todos los fondos recaudados por aquel y los libros con los demás documentos pertenecientes a la administración. De todo lo cual usted de hará cargo, remitiéndonos las cuentas sin pérdida de tiempo”.
A los administradores, en pleno mes de diciembre, se les impone la obligación de visitar las paradas, para comprobar si se cumple en los enganches y desenganches. Han de hacer figurar los retrasos y sus causas en las hojas de ruta que traen los mayorales conductores
de la diligencia.
![[Img #8827]](upload/img/periodico/img_8827.jpg)
Se ha hundido la vaca del coche. Jaime Abad hijo, encargado de la restauración de las góndolas en León, pregunta por la cantidad de peso que iba arriba. Se le contesta que con el peso de los viajeros unas 75 arrobas. “Ahora contésteme si este es peso para que se fueran los muelles, si estuvieran bien arreglados y rebajando el peso de los viajeros, si traía peso para que se hundiera el cielo de la caja”.
El mayoral Roque Navarro cobra en diciembre poco dinero, porque ha de desquitar una deuda contraída con una mujer. Debe ser su pensión en Madrid; pero a la par se le amonesta por haber parado la diligencia en una casa de comidas que no era la prevista en el itinerario.
La carta de un viajero coruñés con cierto sentido crítico va a molestar a los maragatos, que no obstante la llevan a su libro copiador. Pertenece a la firma ‘Cirera e Hijo’ que se dirigen al famoso librero 'Calleja'. He aquí la carta. “Sr. Don Ángel Calleja, Madrid. Rte: Coruña. 25 de diciembre de 1852. Muy señor mío y amigo nuestro: Mal conductor escogió en la empresa de Diligencias para examinar aquí por ella sus remesas de libros, porque esta empresa maragata es lo más mal servida que hay: si en León tienen mucho equipaje o cargo de viajeros dejan allí los encargos que traen de esa (De Madrid), hasta mejor ocasión, repitiendo lo mismo en Astorga, Villafranca, etc; y si alguno de los encargos por fortuna no se extravía, cosa muy fácil de suceder, a lo menos corre el riesgo de no llegar a su destino hasta la consumación de los siglos. Hacemos a usted esta indicación, porque el fardo cuyo billete nos incluyó usted, con su grata del dieciocho del que rige, todavía no ha llegado y esta administración dice, como dije yo el primer día que le tocaba venir, que quedó en Astorga, por tener el carruaje cargo de más. Allí puede estarse el administrador, como ha dicho no cogía en el coche y que hasta pasado mañana no llegará. Veremos si así sucede. Los encargos por la silla de correos se reciben con toda regularidad. También nosotros deseamos a usted felicidades”.
![[Img #8831]](upload/img/periodico/img_8831.jpg)
La carta es de proclama andaluza y una exageración. Nosotros que seguimos por dentro la marcha de esta cumbre de la arriería detectamos sus errores, como ya lo hicieron los propios directores; pero las llegadas a tiempo y el notable servicio no se deja ver. Coinciden estas apreciaciones con el riguroso mes de diciembre y más exactamente con el hundimiento de la baca de una góndola por exceso de peso.
Como el maestro de coches se encuentra entre la espada y la pared. Se le aprieta: “Yo sin apelar a nadie he experimentado la irregularidad y la falta de esmero en los carruajes, y muy particularmente el que se compuso en ese taller, dando con ello ocasión a que los socios contratistas, mayorales y todo mundo culpan a la dirección por las tolerancias que le dispensa”. Y le promete no usar los medios de la amistad que tan pocos resultados han cosechado hasta el presente.
Los primeros días de enero de 1953, como tiempo de revisión que es, incitan a enviar una carta al Conde Retomoso, recordándole que adeudan el viaje a Gijón de la reina María Cristina.
El cumplimiento de los contratos de los tiros les resulta difícil y hasta algunos han tratado de llevarles al terreno judicial, como parece que lo hizo Don Pedro Sanz, en La Coruña. Una vez habido el juicio, “visto el curso del negocio, nada tengo que añadir a lo que he manifestado, más que de alguna manera verifique el pago, y solo haga el depósito de la cantidad en el comisionado del Banco o Casa de Comercio que señale el Juzgado, haciendo presente a este que usted no puede resolver nada, ya que corresponde a la dirección, que es quien ha firmado el contrato”.