José Cabañas (*)
Lunes, 14 de Abril de 2014
Los inicios de la segunda República en Astorga y en León
Fue Sahagún de Campos la segunda localidad en proclamar la Segunda República, y lo hizo a las siete y media de la mañana del día 14 de abril de 1931 Benito Pamparacuatro, liberal y de iz-quierdas, después de que las urnas dieran allí el triunfo a los candidatos republicanos y a él mismo el mayor número de votos, desde el balcón del ayuntamiento en el que ondeaba ya la bandera tricolor y ante numerosos campesinos y obreros, “en medio del orden absoluto, con una banda de música recorriendo las calles, con grandes festejos y el comercio cerrado en señal de regocijo”, dirá al día siguiente El Socialista. El 3 de julio de 1931 el presidente del Gobierno provisional concede el título de “Muy Ejemplar Ciudad como reconocimiento público y perdurable a la despierta civilidad de Sahagún y a su espontáneo y vibrante gesto de civismo y democracia”, como por un decreto del 29 de abril se había hecho ya con Jaca y Éibar. El documento acreditativo de la concesión de tal honor se mantuvo escondido dentro del retrato del dictador Francisco Franco que durante los casi cuarenta años de su régimen presidió el salón de plenos del ayuntamiento, hasta descubrirse al ser retirado con la recuperación democrática. El segundo alcalde más presuroso en declarar abolida la monarquía, después de serlo hasta 1934, caería asesinado por sicarios falangistas, a los 39 años, el 4 de agosto de 1936 en San Andrés del Rabanedo, tras haberle obligado a firmar un documento por el que renunciaba a todas sus propiedades.
El advenimiento de la República fue acogido en toda la provincia de León, al igual que en el resto de España, sin incidentes y con grandes muestras de ilusión y de esperanza (aunque solo en dos de sus villas, Murias de Paredes y Sahagún triunfaron rotundamente las candidaturas republicanas), especialmente en las cuencas mineras y en la capital, donde las nuevas autoridades se hicieron cargo de los distintos centros de poder según las instrucciones de Madrid, ocupando interinamente el gobierno civil el republicano Publio Suárez Uriarte, que el día 16 alumbra un bando en el que llama “en los momentos de organización del nuevo régimen, a la cooperación reflexiva y abnegada de obrar con prudencia y esperar con firme confianza”, ambiente y situación de calma y colaboración ciudadana que serán los que presidan en todo el territorio provincial los primeros meses republicanos, y aún el tiempo posterior hasta 1933, cuando comiencen a enturbiarse y enrarecer las relaciones entre los monárquico-conservadores y los progresistas. El aplastante triunfo republicano en la demarcación leonesa, muy superior porcentualmente al resto de las provincias de Castilla y de León, no fue fruto de la casualidad. La vocación republicana de los leoneses hundía sus fuertes raíces en los primeros conatos de implantación institucional del último tercio del siglo XIX.
En los inicios republicanos en la ciudad de León no se fue más allá de celebrar una manifes-tación a las doce de la noche del día 14 en la Plaza de la Libertad –antes nombrada de Santo Domingo- (a la salida de los teatros y cafés) en la que algunos significados republicanos aconsejaron repetidamente el orden y que entre disparos de cohetes, entusiastas vítores republicanos y mueras contra la monarquía, se dirigió al consistorio para quemar allí un retrato del monarca retirado del salón de sesiones, de tocar varias veces en la madrugada las campanas del reloj municipal, y de colocar una bandera roja en la Plaza Mayor, en la estatua de Neptuno, para terminar concentrándose ante el gobierno civil aclamando al nuevo régimen, sin que tuviera que intervenir la fuerza pública (según relatan El Diario de León del 14 de abril y El Debate, El Liberal y otra prensa madrileña del día 15). “Emocionantes explosiones de entusiasmo inmediatos a la proclamación de la República en la capital leonesa, sin el menor incidente. Músicas, soldados y pueblo. Retratos a la pira, coronas desgajadas, y… republicanos a granel. Se han desbordado las comisiones de los pueblos: todo el mundo es republicano (hasta los monárquicos de toda la vida). Todo va bien. El Diario de León, que hizo una campaña insidiosa y puerca contra nuestros hombres e instituciones, está ahora manso como un cordero…”, escribía el 16 de abril el socialista Vicente Valls a Luis de Azcárate. Victoriano Crémer añadía una Plaza de San Marcelo llena de personal bullente, gritador de proclamas y jarane-ro, que tomó un cierto tono de romería, cubierta de banderas y de gorros frigios salidos de no se sabe dónde; el pequeño lío que la muchedumbre se hace con las músicas y letras del cancionero y los himnos hasta entonces levantiscos, que tampoco conocían los músicos de la Banda Municipal traídos de su local de ensayo en el Hospicio para poner fervor en el festejo, y la marea de gentes eufóricas que se dirigen al domicilio del ilustre tribuno don Publio Suárez para proclamarlo gobernador civil, que las arenga y las invita a volver a sus casas y esperar confiando sus destinos a los nuevos padres de la patria cuando España y León estrenaban República.
A última hora de la tarde del 14, al conocerse la resignación de poderes del rey, se organizó en Astorga una nutrida manifestación, de obreros casi en su totalidad, que portando banderas repu-blicanas y del Centro Obrero se dirigieron al ayuntamiento vitoreando la nueva forma de gobierno y disparando multitud de voladores para proclamar la República después. A mediodía del miércoles, día 15 de abril, se constituyó el nuevo ayuntamiento provisional entregando el alcalde saliente sus poderes a los comités socialista, obrero y republicano de la ciudad, que designaron a Miguel Carro Verdejo para ocupar la alcaldía. El comercio cerró sus puertas y por la noche la Banda Municipal de Música amenizó el paseo de la Plaza Mayor. Al periódico astorgano La Luz de Astorga se le impuso multa de 125 pesetas por haber publicado una noticia tendenciosa a juicio de la autoridad (todo ello tal como lo noticia El Diario de León del día 17).
Plaza Mayor de León, o del Mercado, entonces con la estatua de Neptuno.
En el ayuntamiento de León (al que correspondieron 11 concejales republicanos, 7 socialistas, y 8 monárquicos) se hizo el traspaso de poder el día 15, sin incidentes y en medio del calor popular (“tras una inicial y testimonial resistencia del alcalde cesante al recién designado gobernador civil”), haciéndose cargo del mismo el socialista Miguel Castaño Quiñones, el candidato más votado de la ciudad. En la provincia leonesa los resultados fueron de 169 concejales monárquicos y 59 antimonárquicos (según el periódico ABC del día 14 de abril).
En Astorga (con 15 concejales monárquicos y 6 socialistas), Ponferrada (con 12 garcíaprie-tistas, 2 centristas monárquicos, y 3 republicano-socialistas, de los 18 ediles que lo conformaban), y La Bañeza triunfaron las candidaturas monárquicas de los liberales-demócratas garcíaprietistas. En los dos distritos de la ciudad episcopal votó poco más de la mitad del censo y la elección se verificó con gran animación. En la ciudad minera ganaron los monárquicos a pesar de concurrir divididos a la lucha.
Las elecciones del 12 de abril fueron en los siguientes días “reclamadas” en La Bañeza (como en otros muchos lugares, también de la comarca y la provincia), lo que originaría aquí y en todos aquellos cuyas alegaciones se aceptaron y a la altura de mayo la sustitución de aquellas primeras corporaciones por comisiones gestoras designadas desde los gobiernos civiles provinciales, en aplicación de la normativa que atribuía a éstos tales prerrogativas (usadas, por cierto, abundante-mente durante el periodo republicano por los gobiernos de uno y otro signo: los reformistas, los conservadores del Bienio Negro, y los del Frente Popular).
La casi totalidad de los ayuntamientos 'protestados' y sustituidos serían repuestos tras las nuevas elecciones del 31 de mayo, llegando apenas a un 5% el número de los destituidos. La sustitución de los concejales electos el 12 de abril en los ayuntamientos en los que se incoó expedientes de irregularidades en los comicios de aquel día se había denunciado desde El Diario de León, decidido partidario antes y después de ellos de los sufragios restringidos de la monarquía y de las alcaldías impuestas por los soberanos designios de las Reales Órdenes.
Después de que el día 8 de mayo se dispusiera para el 24 la proclamación de los nuevos candidatos y la continuidad en los ayuntamientos protestados de aquellas comisiones gestoras en tanto no se posesionen los concejales que se elijan el día 31, en nuestra tierra se repitieron los comicios y las consiguientes votaciones en Alija de los Melones, Cebrones del Río, La Bañeza (con el resultado de “8 de la conjunción republicano-socialista, 2 liberales monárquicos, y 2 conservadores monárquicos”), Santa María del Páramo (3 republicanos y 6 monárquicos), Laguna de Negrillos, Santa Elena de Jamuz, Urdiales del Páramo (se eligieron a 6 republicanos y a 3 republicanos de la izquierda), y Zotes del Páramo (salieron elegidos 6 monárquicos, 1 socialista y 1 republicano), además de en Astorga (5 republicanos, 3 socialistas, 5 independientes y 2 agrarios), Bembibre, Ponferrada (triunfaron las candidaturas republicano-socialistas), Benavides de Órbigo, Grajal de Campos, San Justo de la Vega, Villarejo de Órbigo y Valderas (4 socialistas, 3 republicanos y 4 republicanos de la derecha), donde se había producido un conato de motín al cesar el ayuntamiento interino y tomar posesión una comisión gestora formada por republicanos de nuevo cuño, que hubieron de ser cambiados a su vez por socialistas (como anunciaba El Diario de León de los días 19 y 21 de mayo y 1 de junio).
(*) Del libro “LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA” (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras localidades provinciales -León y Astorga- de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González.
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Fue Sahagún de Campos la segunda localidad en proclamar la Segunda República, y lo hizo a las siete y media de la mañana del día 14 de abril de 1931 Benito Pamparacuatro, liberal y de iz-quierdas, después de que las urnas dieran allí el triunfo a los candidatos republicanos y a él mismo el mayor número de votos, desde el balcón del ayuntamiento en el que ondeaba ya la bandera tricolor y ante numerosos campesinos y obreros, “en medio del orden absoluto, con una banda de música recorriendo las calles, con grandes festejos y el comercio cerrado en señal de regocijo”, dirá al día siguiente El Socialista. El 3 de julio de 1931 el presidente del Gobierno provisional concede el título de “Muy Ejemplar Ciudad como reconocimiento público y perdurable a la despierta civilidad de Sahagún y a su espontáneo y vibrante gesto de civismo y democracia”, como por un decreto del 29 de abril se había hecho ya con Jaca y Éibar. El documento acreditativo de la concesión de tal honor se mantuvo escondido dentro del retrato del dictador Francisco Franco que durante los casi cuarenta años de su régimen presidió el salón de plenos del ayuntamiento, hasta descubrirse al ser retirado con la recuperación democrática. El segundo alcalde más presuroso en declarar abolida la monarquía, después de serlo hasta 1934, caería asesinado por sicarios falangistas, a los 39 años, el 4 de agosto de 1936 en San Andrés del Rabanedo, tras haberle obligado a firmar un documento por el que renunciaba a todas sus propiedades.
El advenimiento de la República fue acogido en toda la provincia de León, al igual que en el resto de España, sin incidentes y con grandes muestras de ilusión y de esperanza (aunque solo en dos de sus villas, Murias de Paredes y Sahagún triunfaron rotundamente las candidaturas republicanas), especialmente en las cuencas mineras y en la capital, donde las nuevas autoridades se hicieron cargo de los distintos centros de poder según las instrucciones de Madrid, ocupando interinamente el gobierno civil el republicano Publio Suárez Uriarte, que el día 16 alumbra un bando en el que llama “en los momentos de organización del nuevo régimen, a la cooperación reflexiva y abnegada de obrar con prudencia y esperar con firme confianza”, ambiente y situación de calma y colaboración ciudadana que serán los que presidan en todo el territorio provincial los primeros meses republicanos, y aún el tiempo posterior hasta 1933, cuando comiencen a enturbiarse y enrarecer las relaciones entre los monárquico-conservadores y los progresistas. El aplastante triunfo republicano en la demarcación leonesa, muy superior porcentualmente al resto de las provincias de Castilla y de León, no fue fruto de la casualidad. La vocación republicana de los leoneses hundía sus fuertes raíces en los primeros conatos de implantación institucional del último tercio del siglo XIX.
En los inicios republicanos en la ciudad de León no se fue más allá de celebrar una manifes-tación a las doce de la noche del día 14 en la Plaza de la Libertad –antes nombrada de Santo Domingo- (a la salida de los teatros y cafés) en la que algunos significados republicanos aconsejaron repetidamente el orden y que entre disparos de cohetes, entusiastas vítores republicanos y mueras contra la monarquía, se dirigió al consistorio para quemar allí un retrato del monarca retirado del salón de sesiones, de tocar varias veces en la madrugada las campanas del reloj municipal, y de colocar una bandera roja en la Plaza Mayor, en la estatua de Neptuno, para terminar concentrándose ante el gobierno civil aclamando al nuevo régimen, sin que tuviera que intervenir la fuerza pública (según relatan El Diario de León del 14 de abril y El Debate, El Liberal y otra prensa madrileña del día 15). “Emocionantes explosiones de entusiasmo inmediatos a la proclamación de la República en la capital leonesa, sin el menor incidente. Músicas, soldados y pueblo. Retratos a la pira, coronas desgajadas, y… republicanos a granel. Se han desbordado las comisiones de los pueblos: todo el mundo es republicano (hasta los monárquicos de toda la vida). Todo va bien. El Diario de León, que hizo una campaña insidiosa y puerca contra nuestros hombres e instituciones, está ahora manso como un cordero…”, escribía el 16 de abril el socialista Vicente Valls a Luis de Azcárate. Victoriano Crémer añadía una Plaza de San Marcelo llena de personal bullente, gritador de proclamas y jarane-ro, que tomó un cierto tono de romería, cubierta de banderas y de gorros frigios salidos de no se sabe dónde; el pequeño lío que la muchedumbre se hace con las músicas y letras del cancionero y los himnos hasta entonces levantiscos, que tampoco conocían los músicos de la Banda Municipal traídos de su local de ensayo en el Hospicio para poner fervor en el festejo, y la marea de gentes eufóricas que se dirigen al domicilio del ilustre tribuno don Publio Suárez para proclamarlo gobernador civil, que las arenga y las invita a volver a sus casas y esperar confiando sus destinos a los nuevos padres de la patria cuando España y León estrenaban República.
A última hora de la tarde del 14, al conocerse la resignación de poderes del rey, se organizó en Astorga una nutrida manifestación, de obreros casi en su totalidad, que portando banderas repu-blicanas y del Centro Obrero se dirigieron al ayuntamiento vitoreando la nueva forma de gobierno y disparando multitud de voladores para proclamar la República después. A mediodía del miércoles, día 15 de abril, se constituyó el nuevo ayuntamiento provisional entregando el alcalde saliente sus poderes a los comités socialista, obrero y republicano de la ciudad, que designaron a Miguel Carro Verdejo para ocupar la alcaldía. El comercio cerró sus puertas y por la noche la Banda Municipal de Música amenizó el paseo de la Plaza Mayor. Al periódico astorgano La Luz de Astorga se le impuso multa de 125 pesetas por haber publicado una noticia tendenciosa a juicio de la autoridad (todo ello tal como lo noticia El Diario de León del día 17).
![[Img #8875]](upload/img/periodico/img_8875.jpg)
Plaza Mayor de León, o del Mercado, entonces con la estatua de Neptuno.
En el ayuntamiento de León (al que correspondieron 11 concejales republicanos, 7 socialistas, y 8 monárquicos) se hizo el traspaso de poder el día 15, sin incidentes y en medio del calor popular (“tras una inicial y testimonial resistencia del alcalde cesante al recién designado gobernador civil”), haciéndose cargo del mismo el socialista Miguel Castaño Quiñones, el candidato más votado de la ciudad. En la provincia leonesa los resultados fueron de 169 concejales monárquicos y 59 antimonárquicos (según el periódico ABC del día 14 de abril).
En Astorga (con 15 concejales monárquicos y 6 socialistas), Ponferrada (con 12 garcíaprie-tistas, 2 centristas monárquicos, y 3 republicano-socialistas, de los 18 ediles que lo conformaban), y La Bañeza triunfaron las candidaturas monárquicas de los liberales-demócratas garcíaprietistas. En los dos distritos de la ciudad episcopal votó poco más de la mitad del censo y la elección se verificó con gran animación. En la ciudad minera ganaron los monárquicos a pesar de concurrir divididos a la lucha.
Las elecciones del 12 de abril fueron en los siguientes días “reclamadas” en La Bañeza (como en otros muchos lugares, también de la comarca y la provincia), lo que originaría aquí y en todos aquellos cuyas alegaciones se aceptaron y a la altura de mayo la sustitución de aquellas primeras corporaciones por comisiones gestoras designadas desde los gobiernos civiles provinciales, en aplicación de la normativa que atribuía a éstos tales prerrogativas (usadas, por cierto, abundante-mente durante el periodo republicano por los gobiernos de uno y otro signo: los reformistas, los conservadores del Bienio Negro, y los del Frente Popular).
La casi totalidad de los ayuntamientos 'protestados' y sustituidos serían repuestos tras las nuevas elecciones del 31 de mayo, llegando apenas a un 5% el número de los destituidos. La sustitución de los concejales electos el 12 de abril en los ayuntamientos en los que se incoó expedientes de irregularidades en los comicios de aquel día se había denunciado desde El Diario de León, decidido partidario antes y después de ellos de los sufragios restringidos de la monarquía y de las alcaldías impuestas por los soberanos designios de las Reales Órdenes.
Después de que el día 8 de mayo se dispusiera para el 24 la proclamación de los nuevos candidatos y la continuidad en los ayuntamientos protestados de aquellas comisiones gestoras en tanto no se posesionen los concejales que se elijan el día 31, en nuestra tierra se repitieron los comicios y las consiguientes votaciones en Alija de los Melones, Cebrones del Río, La Bañeza (con el resultado de “8 de la conjunción republicano-socialista, 2 liberales monárquicos, y 2 conservadores monárquicos”), Santa María del Páramo (3 republicanos y 6 monárquicos), Laguna de Negrillos, Santa Elena de Jamuz, Urdiales del Páramo (se eligieron a 6 republicanos y a 3 republicanos de la izquierda), y Zotes del Páramo (salieron elegidos 6 monárquicos, 1 socialista y 1 republicano), además de en Astorga (5 republicanos, 3 socialistas, 5 independientes y 2 agrarios), Bembibre, Ponferrada (triunfaron las candidaturas republicano-socialistas), Benavides de Órbigo, Grajal de Campos, San Justo de la Vega, Villarejo de Órbigo y Valderas (4 socialistas, 3 republicanos y 4 republicanos de la derecha), donde se había producido un conato de motín al cesar el ayuntamiento interino y tomar posesión una comisión gestora formada por republicanos de nuevo cuño, que hubieron de ser cambiados a su vez por socialistas (como anunciaba El Diario de León de los días 19 y 21 de mayo y 1 de junio).
(*) Del libro “LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA” (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras localidades provinciales -León y Astorga- de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González.
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