Luis Miguel Suárez
Domingo, 20 de Abril de 2014

La 'línea clara' de Luis Alberto de Cuenca

Luis Alberto de Cuenca, CUADERNO DE VACACIONES, Madrid, Visor, 2014, 136 pp. (*)

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Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950) nos presenta en su último libro poético, 'Cuaderno de vacaciones' (2014), ochenta y cinco poemas escritos, en su mayor parte, según aclara en la “Nota del autor” (p. 15), entre los veranos de 2009 y 2012. Lo que dota de unidad al poemario es, en sus propias palabras, “su escritura gozosa, vacacional, ausente de todo tipo de preocupaciones laborales y académicas, su fusión decidida con el ocio, que es, a la postre, el padre de todo los vicios, y todo el mundo sabe que la poesía es un vicio, y de los más entrañables y deliciosos” (p. 15). Sin duda, esta sensación gozosa es la que quiere transmitir al lector que se acerca a sus versos.

Tras sus inicios en la corriente novísima, ha venido cultivando en su poesía, desde los años ochenta, una 'línea clara' —como él mismo la denominó tomando el término del lenguaje del cómic— caracterizada por la ambientación cotidiana, el lenguaje coloquial, el humor, la ironía y, en definitiva, el tono 'menor'; características que se aúnan de forma admirable con la elegancia expresiva, el rigor métrico y el exquisito cuidado formal. Luis Alberto de Cuenca, filólogo de múltiples saberes pero helenista ante todo, recoge así la tradición de los epigramatistas de la Antología Palatina y, en especial, de Calímaco de Cirene, modelo del docto poeta que es también él. La 'docta claridad' es, en definitiva, el lema que puede resumir su poesía actual.
 
Todas esas características adornan 'Cuaderno de vacaciones', excelente muestrario de las cualidades de su 'línea clara'. El libro se divide en ocho epígrafes, distribuidos en estricto orden cronológico, que toman su título, respectivamente, del de uno de los poemas que lo integran. Quizás uno de los rasgos más destacables de 'Cuaderno de vacaciones' es el intenso diálogo  que entabla no solo con la tradición cultural (característica habitual en él), sino también con su propia obra anterior. Eso se percibe ya en muchos de los títulos de epígrafes y poemas que remiten a otros textos suyos (no solo poéticos). 

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Los tres primeros apartados —“Caverna perpetua”, Campo florido”  y “Ah de la vida”— presentan un carácter más misceláneo. En ellos encontramos, aparte de la variedad métrica habitual (alejandrinos, eneasílabos y endecasílabos blancos, sonetos, haikus, serventesios…), los temas de siempre. “El amor y la muerte siempre ganan”— dirá el poeta en el último verso de 'Sin condiciones' (p. 22). El amor es, sin duda, asunto esencial en sus versos, abordado siempre con variedad de matices, incluido el frecuente tono irónico; también el tema de la muerte se adapta a un tratamiento desenfadado —véase esa divertida 'Plegaria de la buena muerte' (p. 25 )—; sin embargo, cuando ambos temas se conjugan, el poema alcanza una intensa emoción, como en 'Memoria de tus ojos al despertar': “…pero hay algo que nunca lograréis / ni tu ni la tiniebla que me cubre, / y es que me muera sin hacer memoria, / aunque sea un segundo, de la cara / que me ponías al abrir los ojos / cada mañana..” (p. 45).
  
Hay lugar, además, para otros muchos motivos: la meditación existencial (a ello aluden los títulos del epígrafe primero, de resonancias platónicas, y el segundo, de inspiración quevedesca); los sueños —'Sueño del reloj de bolsillo' (p. 55), 'Sueño del alba milagrosa' (p. 56)—, siempre omnipresentes en su poesía; la nostalgia del tiempo mítico —perceptible, por ejemplo, en varias composiciones de la sección 'Campo florido'—; los homenajes —'Tengo miedo' (p. 28), variación sobre un poema de Pablo Neruda; 'Ensueño céltico'(p. 23), etc. —; la glosa cultural —'Acotación al desenlace el opus primum de Agatha Christie' (p. 42)—; la meditación histórica ('La segunda guerra mundial', p. 59); la infancia (p. 60); o la reflexión metapoética: "Sin amor, sin honor y sin orgullo, / sin emoción y sin complicidad / la poesía no tiene sentido” (p. 53).

El resto de los apartados, datados en 2013, se organizan generalmente con un criterio temático. Cultura y vida se entrelazan en los textos de 'Me acuerdo de…'. Así, en el poema homónimo (p. 74), donde el poeta da cauce a sus recuerdos, entremezclando lo biográfico (los amigos, la novia trágicamente fallecida, los hijos…) y lo cultural (libros, tebeos, películas…). Así también en 'Apología de los clásicos', en cuyos últimos versos resume Luis Alberto de Cuenca su particular simbiosis de cultura y vida: 'Los clásicos ayudan a vivir, / y a morir, y a olvidar nuestras miserias, / y a no perdernos por el laberinto / sin Teseo ni Ariadna que es el mundo' (p. 69). Quizá sorprenda el peculiar canon de clásicos aquí citados: al lado de grandes obras de la épica (El Cantar de los Nibelungos y el Ramayana) y de la tragedia (Otelo y La duquesa de Malfi), los tebeos de Roberto Alcázar y Pedrín, y El guerrero del antifaz. Pero esa fusión de la ‘alta’ cultura y de la cultura popular es otro de los rasgos más característicos de L. A. de Cuenca. 

Y, en fin, por este álbum de recuerdos volverán a desfilar los temas de siempre: el amor —'Luna llena' (p. 67”)—, el sueño —'un dinosaurio en mi alcoba' (p. 73)—, las lecturas favoritas del autor —'Dulce Carmilla' (pp. 70-71), el tema heroico —'Soneto del Olifante' (p. 72)— y hasta el acercamiento desenfadado a la hagiografía —'San Luis Gonzaga' (p. 75)— o un curioso ejercicio de memoria asociativa en 'Cucharada' (p. 68).
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“La noche es trasunto de la muerte / hoy como ayer, cuando la luz eléctrica / no martirizaba las ciudades con fulgor apócrifo” (p. 81)— rezan los primeros versos del poema 'Príncipes de la noche' que da título al siguiente apartado. La luz y las sombras se debaten en algunos de estos textos. El poeta, desde una postura intensamente vitalista, apuesta por la luz, a pesar de la oscuridad: “Hay que intentar vivir hasta la última / bocanada de aire en los pulmones / sin perder la esperanza, sin hundirse / demasiado, sabiendo que la vida / es un horror” ('Consolatio ad se ipsum', p. 86)—; “La bilis negra es vieja como el hombre . / Para intentar vencerla, viene bien / que te lo tomes todo en positivo” (“Melancolía”, p. 87). 

'La otra noche después de la movida' —rótulo tomado de verso de un conocido soneto de El otro sueño (1987)— agrupa once poemas en los que, de nuevo lo libresco y lo biográfico se entrelazan. Así, en el poema homónimo, el autor evoca, con una buena dosis de humor e ironía, su vivencia de ese tiempo casi legendario de nuestra cultura reciente que fue la movida madrileña; etapa de cambios vitales: “el rock hizo que un tipo / como yo —un helenista podrido de saberes / pretéritos— abriera las puertas del futuro, / dejase a un lado sus libros y sus tebeos, se asomara a la calle…” (p. 92); y, sobre todo, de cambios en su poesía, ya en la senda de la 'línea clara': “Y mientras tanto yo escribía poemas / que no se parecían en nada a los de antes/ y que, en un cóctel raro, mezclaban clasicismo / con cotidianidad, dejando que la vida / y la cultura fuesen cogidas de la mano / en sus versos” (p. 93).

De las relaciones cultura y vida habla también 'La brisa de la calle' —ese era el título de la última sección de La caja de plata (1985), libro con el que Luis Alberto de Cuenca iniciaba su etapa de 'línea clara'—, esa brisa que simboliza la vida cotidiana en la que el poeta se instala para crear sus versos.

Abundan, por otro lado, las composiciones de inspiración cultural, que a veces proceden de artículos anteriores del propio autor reelaborados ahora en cauces métricos —“Caperucita feroz' (p. 99), 'Yo no' quiero ser rey' (p. 97), 'Diálogo entre el señor y el esclavo' (pp. 102-103), etc.—. Y asimismo sigue presente la dialéctica pesimismo-optimismo ('Basura genética' (p. 98), 'Vejez' (p. 101), 'Ante el espejo' (p. 104), de la que una vez más sale triunfante este último: 'Vivir cada mañana como un triunfo, una victoria: / ahí tienes el camino que conduce a la calma' (p. 100). 

“Hero y Leandro” reúne una serie de homenajes a algunas de los nombres de la cultura más gratos al autor: Blas de Otero,  Ingres,  Víctor Hugo,  Poe, Martí,  Lee Miller,  Henry Rider Haggard… Casi todos los textos proceden de artículos del propio Cuenca ahora trasladados al verso. Sobresale 'Hero y Leandro', que recrea, al modo de las fábulas mitológicas burlescas de los poetas barrocos hispanos, el viejo mito clásico con un lenguaje de hoy y con un tono burlón que rebaja su cariz trágico. Destaca igualmente 'Claridad',  donde una vez más el poeta reivindica su 'línea clara':  'Si amas la poesía, amas la claridad. / El objeto de la literatura / no es inventar enigmas para iniciados cursis' (p. 116).

Cierra el libro el epígrafe 'Amor indestructible'. Lo autobiográfico —'Febrero de 1997' (p. 123)—, la mitificación de la amada —'Eva presente' (p. 124)— las ensoñaciones del poeta —'La mujer de mis sueños' (pp. 126-127)—, la declaración amorosa pasada por el tamiz de la tradición literaria —'Soneto con estrambote, enmendándole la plana a Cecco Angiolieri' (p. 128)—… son algunos de los modos de abordar el motivo amoroso. Pero belleza poética e intensidad emotiva alcanzan una nueva cumbre cuando el amor se enfrenta con la finitud inexorable de la vida humana: “Cuesta creer que el incendio inextinguible / de tu melena al viento morirá, / como mueren las rosas…” (p. 122). Los últimos ocho poemas, formados todos por nueve versos endecasílabos (simetrías muy del gusto del poeta) forman una serie —'Su llanto', 'Su marido', 'Su cuerpo'…— como si de un pequeño cancionero se tratara, que desemboca en el que da título a la sección, 'Amor indestructible' (p. 136). Con esta reafirmación de inquebrantable fe en el amor se cierra 'Cuaderno de vacaciones', magnífico ejemplo de una poesía a la vez sencilla y formalmente impecable, culta y amena, y siempre amable con el lector. En esa sabia combinación radica el indiscutible éxito de un autor que es ya hoy todo un clásico. 


(*) La crítica de Luis Miguel Suárez para Astorga Redacción del último libro de Luis Alberto de Cuenca, es la primera que aparece en un medio de comunicación adelantándose a cualquier periódico de tirada nacional. El maragato Luis Miguel Suárez es autor de 'La tradición clásica en la poesía de Luis Alberto de Cuenca', Premio Internacional de la 'Academia del Hispanismo'.
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