José Cabañas (*)
Lunes, 28 de Abril de 2014
David Escudero Martínez, poeta anticipadamente hernandiano
La peculiar trayectoria vital del señalado personaje que fue de nuestra tierra, Félix David Escudero Martínez, truncada por cierto a los 45 años por los fusiles franquistas que injustamente lo ajusticiaron en León el 13 de marzo de 1937, se había iniciado con su nacimiento el 29 de diciembre de 1892 en Castrocalbón, hijo de José Escudero Vázquez (que daría allí nombre a una mutualidad escolar) y de Ángela Martínez, en una familia que se contaba entre las de más posibles e influencias del lugar y en la que tuvo por hermanos a Ignacio, Felipa y Leonor, maestros nacionales como él (los siete vástagos de don José fueron enseñantes –tal vez él también lo fuera-, una de las sagas de docentes que entonces abundaron) y como él sometidos a represión (depurados en 1936, Ignacio en su destino en la escuela de Cabrillanes, en Piedrafita de Babia -que ya ocupaba en 1931-, Felipa en la suya de Chana de Somoza, y Leonor –confirmada al fin en el cargo- en la de Villamediana), y Agustín, persona de entidad suficiente en la comarca como para merecer alguna referencia en las 'Notas de Sociedad' de la publicación upetista bañezana La Opinión cuando se acercaba a la ciudad (por su afinidad o cercanía familiar al upetismo en Castrocalbón, seguramente), y represaliado también años después por el franquismo (junto con Pedro Marciano Durruti Domingo, hermano del mítico anarquista leonés Buenaventura), pero en este caso por su persistencia en el falangismo hedi-llista más allá de la caída en desgracia y encarcelamiento del líder y de la unificación con los tradi-cionalistas de Falange de las JONS que el dictador Franco impuso.
Con Primo de Rivera en León en 1929. David Escudero es el primero por la derecha (delante del militar maragato Toribio Martínez Cabrera)
Sería en su madurez moreno y bajo de estatura, de nariz roma, frente estrecha y pelo prematuramente canoso; había regentado hasta septiembre de 1932 la Escuela Nacional Número Uno de Niños de su pueblo natal (desempeñada luego por Antonio Descosido Bécares y regida en enero de 1937 por Domitilo García Martínez, el mismo maestro –del republicano Plan Profesional- que muchos años después aún conocimos ocupándose de la escuela “de los mayores” de nuestro pueblo, Jiménez de Jamuz, represaliado en agosto de 1939 con traslado forzoso fuera de la provincia y sus-pensión de empleo y sueldo por dos años), donde ejerció durante la dictadura los cargos de presi-dente de la Unión Patriótica Nacional, cabo del Somatén local, y alcalde de su ayuntamiento. Dotado para la enseñanza con especiales y naturales cualidades psicológico-pedagógicas, según sobre él certificó el cura de Castrocalbón, don Constantino Román Carracedo, en febrero de 1937 ante el tribunal que lo juzgaba y que terminó por condenarlo a la última pena por rebelión militar. De Castrocalbón pasó a enseñar en el siguiente curso en Destriana de la Valduerna, y de allí en septiembre de 1933 a residir en la capital y a ejercer, previo concurso de méritos, como Regente de la Escuela Preparatoria para el ingreso en el Instituto General y Técnico de León, situada en su mismo edificio y cuyo funcionamiento se inició en el curso 1933-1934. Antes, el 25 de abril de 1931, era propuesto al gobernador por el Jefe de Estadística de León como uno de los funcionarios a ocuparse de la rectificación del censo electoral del distrito de Castrocalbón.
De don David se nos dijo en su pueblo de origen ser persona que anduvo frecuentemente ocupado en iniciativas idealistas y en negocios a menudo naufragados, buscando siempre maneras de acrecentar el progreso de sus convecinos, como habrían sido el frustrado intento de crear una explotación agrícola de regadío en los extensos predios familiares, o su “compra del lago de Sanabria” en torno a 1930 (lo que así nos referían sus actuales paisanos sería seguramente en realidad la malograda pretensión de obtener alguna concesión de explotación de recursos asociados al lago o a sus aguas). A pesar de la deriva ideológica que lo llevó desde el conservadurismo hasta 1933, en cuyos medios escritos participó frecuentemente, a mostrar simpatías revolucionarias ya en octubre de 1934 (según acusaciones de los rebeldes militares que lo juzgarán y condenarán por rebeldía en 1937), y a militar y desempeñar cargos de relevancia en el socialismo provincial en 1936, mantuvo David Escudero intacta hasta el final de sus días una profunda simpatía por el que había sido el dictador Miguel Primo de Rivera, y un soberbio retrato de éste que es muy posible que él mismo le regalara, tal vez en la segunda de las ocasiones en las que don Miguel visitó nuestra provincia, en 1929, y con quien el maestro de Castrocalbón (y alcalde y jefe de su Somatén) se fotografió en compañía de otras autoridades y responsables upetistas leoneses.
Había practicado por entonces la poesía, y de su afición quedan algunas muestras recogidas en su obra poética publicada por Ediciones El Paisaje en el número 2 de su Colección Futuro, y en febrero de 1989 por la revista Norte, y en la última valoraciones de no poca estima en cuanto a su calidad y estilo, comparable a los de Miguel Hernández y García Lorca en algunas de sus composiciones y temática, anticipadamente hernandiana, se dice, y premonitoria por otra parte a veces de “tanta muerte que vuela en él y que lo muere, sombra de su barco que naufraga y cuyo rumbo se perdió cualquier mañana”, la de su asesinato por los salvapatrias tal vez …. Había publicado don David Escudero cuatro poemarios, el que tituló Sombra de tu luz hacia 1932, el único conservado (por su hermana Felipa, maestra entonces en Bembibre); de los otros tres se deshicieron sus hijos, arrojados al fuego que atizaba el miedo cuando mantener las pertenencias y los escritos de los sacrificados en la inquisitorial hoguera era peligroso.
Se dice en aquella revista, en el artículo que su autor titula “Símbolos del rompimiento, de la sangre y de la herida”, lo siguiente: El Paisaje acaba de publicar la obra poética de David Escudero Martínez que fue maestro, alcalde socialista de Castrocalbón (este dato es incorrecto; lo fue, como se dijo, cuando la dictadura primoriverista) en la provincia de León, y que un día de marzo de 1937, al igual que a Federico lo fusilaron, pero cometieron el error de no quemar todos sus poemas que ahora pasan a la historia de la poesía española como una denuncia imborrable de las atrocidades cometidas por los hombres.
En la comparativa que del uso de aquellos símbolos se hace en las composiciones de unos y otros poetas se añade:
En este soneto de Escudero (que se compara con “Hijo de la luz y de la sombra”, de Miguel Hernández) observamos la oralidad cósmica asociada al "tubo que sale de sol y de viento" alucina-ción mitraica, idéntica a la del esquizofrénico citado por Jung:
Vino lenta y fugaz, obra de aromas. / con ojos de silencio, voz de luna:
ornaba su cabello una laguna / de viento, que era canto en negras lomas.
Pero vino a incitarnos con sus poemas, / a la más ciega carne y más bruna.
Deshacía la luz, ciento y ninguna. / y surgía, surgía, con palomas.
Un ojo, sin embargo, luce pleno / -cogida de los cielos por un cuerno
y alumbra de temores campos fieles.
Y laten v le estallan en el seno / mil leches estelares ritmo eterno,
que es frenesí de arcángeles claveles.
En este otro soneto de Escudero (comparado con 'Sino sangriento', de Hernández), notaremos la aceptación del trauma oral del poeta:
Mi cuerpo viaducto y colombino / penetra, puro amor, hasta tu cueva;
te quiere reencarnada, siempre nueva, / gusana de su muerte y su destino.
Te bebo de los senos, me asesino, / con leche sideral, nata que nieva;
la espuma de tu rosa albo me lleva: / tras de tu carne esencia yo, cetrino.
Transformas en gemido, en mirada, / el amoroso sueño de la noche:
mi silencio es placer que a ti te calla.
Amor que, de mi amor enamorada, / sujetas con tus labios mi derroche,
encierra con tu ser mi alma que estalla.
Escudero asocia en el siguiente (que se asimila al hernandiano 'Me tiraste un limón') los símbolos punzantes a su adaptación a la muerte por hambre:
Hambriento de la luna he madrugado, / del mar ando sediento de la nada;
persigue el precio la mirada, / y el pie busca un abismo en el tejado.
Me siento ya cadáver mutilado / y carne de una muerte engusanada;
el rayo de una luna empuñalada / alumbra ya homicida en mi costado.
Atraigo los cuchillos a mi paso; / el viento en mi palabra, vientos llamo;
me late su latido el desengaño.
Imanto toda sombra, todo ocaso. / Negrura en cuanto me ama y cuanto amo:
no existe tanta muerte a tanto daño.
Escudero acepta su adaptación a la idea de morir en su poema “De mi dolor” que le dedicó a sus padres (de nuevo comparado con “Sino sangriento”):
El dolor que hoy me brota, negra rosa, / me florece de sombras, de negrura.
La muerte vuela en mí, fiel mariposa.
El alma me la amarga una amargura,/ que deshoja mi voz , quema mi boca,
y me llaga de sal la lengua pura.
Para tanto pesar mi carne es poca, / y es poco mi soñar para mi pena,
que eterna va creciendo en lo que toca.
Un manantial de mares y de arena / me anega tristemente todo el suelo,
me llena el corazón, mi sangre llena.
No existe en mí calor a tanto hielo, / ni existe viva sangre a tanta herida,
no existe una esperanza , ni un consuelo.
Me escapo de mí mismo, busco vida, / paseo solitario en cuanto canta,
y pierdo solitario la partida.
Tanta muerte me muere, pena tanta, / que mi vivir perece de dolores
y de muerte mi muerte se atraganta.
La noche ennegrecida quema flores, / escarcha en mi alborada un nuevo espanto,
que anochece mi noche de temores.
¿No acabará el aroma de mi llanto, / ni la flor ni la espina con su beso?
¿Por qué la tierra fría tarda tanto?
Quiero cesar mi grito, rojo nexo, / que a la existencia me une humanamente.
Quiero dejar la carne, y puro, en hueso, / Que soy feliz sentir eternamente.
La identificación tanática con la rosa, la proyectó así Escudero (con similitudes en “Si nosotros vi-viéramos”, de Miguel Hernández):
Necesito tu luz, rosa de albura, / para sentirme ser, hombre en la brisa.
Te necesito a ti, flor imprecisa, / para soñarme olor, ala de altura.
A ti, a ti, mi voz, con tu amargura; / desnuda, sí, desnuda con tu risa.
A ti, pureza, a ti, nube indecisa, / a ti y aún más de ti: pureza pura.
Necesito soñarte, insolada, / para sentir mi sombra sin morirme,
para latirme sangre y no vivirme.
Sin embargo la noche, eterna nada... / La luna entre los dos, trenzas del viento;
más allá de tu amor muere mi aliento.
Prosiguiendo con la colección de símbolos de rompimiento asociados a la sangre y las heridas, dice Escudero (en parecido modo a Hernández en 'El tren de los heridos' o a Lorca en 'Muerto de amor', y también a Nicolás Guillén en 'Glosa' o Pablo Neruda en 'Tocopilla', de su Canto General):
En la más negra lucha vivo y muero, / hundido por la mar y su agonía,
semejo un roto barco, que porfía / la suerte de su carga a un agujero.
Por lo que pierdo y sangro desespero: / a tantas olas falta rebeldía;
y veo mi batalla día a día / vencida por lo frágil de mi acero.
Las ondas ya me azulan con su velo, / la sal ya me florece, ya me estraga,
ya me gobierna el agua, capitana.
No hallará nunca paz, nunca consuelo, / la sombra de este barco que naufraga:
mi rumbo se perdió cualquier mañana.
Para saber más del maestro David Escudero Martínez:
(*) Del libro “LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA” (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras localidades provinciales -León y Astorga- de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González.
La peculiar trayectoria vital del señalado personaje que fue de nuestra tierra, Félix David Escudero Martínez, truncada por cierto a los 45 años por los fusiles franquistas que injustamente lo ajusticiaron en León el 13 de marzo de 1937, se había iniciado con su nacimiento el 29 de diciembre de 1892 en Castrocalbón, hijo de José Escudero Vázquez (que daría allí nombre a una mutualidad escolar) y de Ángela Martínez, en una familia que se contaba entre las de más posibles e influencias del lugar y en la que tuvo por hermanos a Ignacio, Felipa y Leonor, maestros nacionales como él (los siete vástagos de don José fueron enseñantes –tal vez él también lo fuera-, una de las sagas de docentes que entonces abundaron) y como él sometidos a represión (depurados en 1936, Ignacio en su destino en la escuela de Cabrillanes, en Piedrafita de Babia -que ya ocupaba en 1931-, Felipa en la suya de Chana de Somoza, y Leonor –confirmada al fin en el cargo- en la de Villamediana), y Agustín, persona de entidad suficiente en la comarca como para merecer alguna referencia en las 'Notas de Sociedad' de la publicación upetista bañezana La Opinión cuando se acercaba a la ciudad (por su afinidad o cercanía familiar al upetismo en Castrocalbón, seguramente), y represaliado también años después por el franquismo (junto con Pedro Marciano Durruti Domingo, hermano del mítico anarquista leonés Buenaventura), pero en este caso por su persistencia en el falangismo hedi-llista más allá de la caída en desgracia y encarcelamiento del líder y de la unificación con los tradi-cionalistas de Falange de las JONS que el dictador Franco impuso.
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Con Primo de Rivera en León en 1929. David Escudero es el primero por la derecha (delante del militar maragato Toribio Martínez Cabrera)
Sería en su madurez moreno y bajo de estatura, de nariz roma, frente estrecha y pelo prematuramente canoso; había regentado hasta septiembre de 1932 la Escuela Nacional Número Uno de Niños de su pueblo natal (desempeñada luego por Antonio Descosido Bécares y regida en enero de 1937 por Domitilo García Martínez, el mismo maestro –del republicano Plan Profesional- que muchos años después aún conocimos ocupándose de la escuela “de los mayores” de nuestro pueblo, Jiménez de Jamuz, represaliado en agosto de 1939 con traslado forzoso fuera de la provincia y sus-pensión de empleo y sueldo por dos años), donde ejerció durante la dictadura los cargos de presi-dente de la Unión Patriótica Nacional, cabo del Somatén local, y alcalde de su ayuntamiento. Dotado para la enseñanza con especiales y naturales cualidades psicológico-pedagógicas, según sobre él certificó el cura de Castrocalbón, don Constantino Román Carracedo, en febrero de 1937 ante el tribunal que lo juzgaba y que terminó por condenarlo a la última pena por rebelión militar. De Castrocalbón pasó a enseñar en el siguiente curso en Destriana de la Valduerna, y de allí en septiembre de 1933 a residir en la capital y a ejercer, previo concurso de méritos, como Regente de la Escuela Preparatoria para el ingreso en el Instituto General y Técnico de León, situada en su mismo edificio y cuyo funcionamiento se inició en el curso 1933-1934. Antes, el 25 de abril de 1931, era propuesto al gobernador por el Jefe de Estadística de León como uno de los funcionarios a ocuparse de la rectificación del censo electoral del distrito de Castrocalbón.
De don David se nos dijo en su pueblo de origen ser persona que anduvo frecuentemente ocupado en iniciativas idealistas y en negocios a menudo naufragados, buscando siempre maneras de acrecentar el progreso de sus convecinos, como habrían sido el frustrado intento de crear una explotación agrícola de regadío en los extensos predios familiares, o su “compra del lago de Sanabria” en torno a 1930 (lo que así nos referían sus actuales paisanos sería seguramente en realidad la malograda pretensión de obtener alguna concesión de explotación de recursos asociados al lago o a sus aguas). A pesar de la deriva ideológica que lo llevó desde el conservadurismo hasta 1933, en cuyos medios escritos participó frecuentemente, a mostrar simpatías revolucionarias ya en octubre de 1934 (según acusaciones de los rebeldes militares que lo juzgarán y condenarán por rebeldía en 1937), y a militar y desempeñar cargos de relevancia en el socialismo provincial en 1936, mantuvo David Escudero intacta hasta el final de sus días una profunda simpatía por el que había sido el dictador Miguel Primo de Rivera, y un soberbio retrato de éste que es muy posible que él mismo le regalara, tal vez en la segunda de las ocasiones en las que don Miguel visitó nuestra provincia, en 1929, y con quien el maestro de Castrocalbón (y alcalde y jefe de su Somatén) se fotografió en compañía de otras autoridades y responsables upetistas leoneses.
Había practicado por entonces la poesía, y de su afición quedan algunas muestras recogidas en su obra poética publicada por Ediciones El Paisaje en el número 2 de su Colección Futuro, y en febrero de 1989 por la revista Norte, y en la última valoraciones de no poca estima en cuanto a su calidad y estilo, comparable a los de Miguel Hernández y García Lorca en algunas de sus composiciones y temática, anticipadamente hernandiana, se dice, y premonitoria por otra parte a veces de “tanta muerte que vuela en él y que lo muere, sombra de su barco que naufraga y cuyo rumbo se perdió cualquier mañana”, la de su asesinato por los salvapatrias tal vez …. Había publicado don David Escudero cuatro poemarios, el que tituló Sombra de tu luz hacia 1932, el único conservado (por su hermana Felipa, maestra entonces en Bembibre); de los otros tres se deshicieron sus hijos, arrojados al fuego que atizaba el miedo cuando mantener las pertenencias y los escritos de los sacrificados en la inquisitorial hoguera era peligroso.
Se dice en aquella revista, en el artículo que su autor titula “Símbolos del rompimiento, de la sangre y de la herida”, lo siguiente: El Paisaje acaba de publicar la obra poética de David Escudero Martínez que fue maestro, alcalde socialista de Castrocalbón (este dato es incorrecto; lo fue, como se dijo, cuando la dictadura primoriverista) en la provincia de León, y que un día de marzo de 1937, al igual que a Federico lo fusilaron, pero cometieron el error de no quemar todos sus poemas que ahora pasan a la historia de la poesía española como una denuncia imborrable de las atrocidades cometidas por los hombres.
En la comparativa que del uso de aquellos símbolos se hace en las composiciones de unos y otros poetas se añade:
En este soneto de Escudero (que se compara con “Hijo de la luz y de la sombra”, de Miguel Hernández) observamos la oralidad cósmica asociada al "tubo que sale de sol y de viento" alucina-ción mitraica, idéntica a la del esquizofrénico citado por Jung:
Vino lenta y fugaz, obra de aromas. / con ojos de silencio, voz de luna:
ornaba su cabello una laguna / de viento, que era canto en negras lomas.
Pero vino a incitarnos con sus poemas, / a la más ciega carne y más bruna.
Deshacía la luz, ciento y ninguna. / y surgía, surgía, con palomas.
Un ojo, sin embargo, luce pleno / -cogida de los cielos por un cuerno
y alumbra de temores campos fieles.
Y laten v le estallan en el seno / mil leches estelares ritmo eterno,
que es frenesí de arcángeles claveles.
En este otro soneto de Escudero (comparado con 'Sino sangriento', de Hernández), notaremos la aceptación del trauma oral del poeta:
Mi cuerpo viaducto y colombino / penetra, puro amor, hasta tu cueva;
te quiere reencarnada, siempre nueva, / gusana de su muerte y su destino.
Te bebo de los senos, me asesino, / con leche sideral, nata que nieva;
la espuma de tu rosa albo me lleva: / tras de tu carne esencia yo, cetrino.
Transformas en gemido, en mirada, / el amoroso sueño de la noche:
mi silencio es placer que a ti te calla.
Amor que, de mi amor enamorada, / sujetas con tus labios mi derroche,
encierra con tu ser mi alma que estalla.
Escudero asocia en el siguiente (que se asimila al hernandiano 'Me tiraste un limón') los símbolos punzantes a su adaptación a la muerte por hambre:
Hambriento de la luna he madrugado, / del mar ando sediento de la nada;
persigue el precio la mirada, / y el pie busca un abismo en el tejado.
Me siento ya cadáver mutilado / y carne de una muerte engusanada;
el rayo de una luna empuñalada / alumbra ya homicida en mi costado.
Atraigo los cuchillos a mi paso; / el viento en mi palabra, vientos llamo;
me late su latido el desengaño.
Imanto toda sombra, todo ocaso. / Negrura en cuanto me ama y cuanto amo:
no existe tanta muerte a tanto daño.
Escudero acepta su adaptación a la idea de morir en su poema “De mi dolor” que le dedicó a sus padres (de nuevo comparado con “Sino sangriento”):
El dolor que hoy me brota, negra rosa, / me florece de sombras, de negrura.
La muerte vuela en mí, fiel mariposa.
El alma me la amarga una amargura,/ que deshoja mi voz , quema mi boca,
y me llaga de sal la lengua pura.
Para tanto pesar mi carne es poca, / y es poco mi soñar para mi pena,
que eterna va creciendo en lo que toca.
Un manantial de mares y de arena / me anega tristemente todo el suelo,
me llena el corazón, mi sangre llena.
No existe en mí calor a tanto hielo, / ni existe viva sangre a tanta herida,
no existe una esperanza , ni un consuelo.
Me escapo de mí mismo, busco vida, / paseo solitario en cuanto canta,
y pierdo solitario la partida.
Tanta muerte me muere, pena tanta, / que mi vivir perece de dolores
y de muerte mi muerte se atraganta.
La noche ennegrecida quema flores, / escarcha en mi alborada un nuevo espanto,
que anochece mi noche de temores.
¿No acabará el aroma de mi llanto, / ni la flor ni la espina con su beso?
¿Por qué la tierra fría tarda tanto?
Quiero cesar mi grito, rojo nexo, / que a la existencia me une humanamente.
Quiero dejar la carne, y puro, en hueso, / Que soy feliz sentir eternamente.
La identificación tanática con la rosa, la proyectó así Escudero (con similitudes en “Si nosotros vi-viéramos”, de Miguel Hernández):
Necesito tu luz, rosa de albura, / para sentirme ser, hombre en la brisa.
Te necesito a ti, flor imprecisa, / para soñarme olor, ala de altura.
A ti, a ti, mi voz, con tu amargura; / desnuda, sí, desnuda con tu risa.
A ti, pureza, a ti, nube indecisa, / a ti y aún más de ti: pureza pura.
Necesito soñarte, insolada, / para sentir mi sombra sin morirme,
para latirme sangre y no vivirme.
Sin embargo la noche, eterna nada... / La luna entre los dos, trenzas del viento;
más allá de tu amor muere mi aliento.
Prosiguiendo con la colección de símbolos de rompimiento asociados a la sangre y las heridas, dice Escudero (en parecido modo a Hernández en 'El tren de los heridos' o a Lorca en 'Muerto de amor', y también a Nicolás Guillén en 'Glosa' o Pablo Neruda en 'Tocopilla', de su Canto General):
En la más negra lucha vivo y muero, / hundido por la mar y su agonía,
semejo un roto barco, que porfía / la suerte de su carga a un agujero.
Por lo que pierdo y sangro desespero: / a tantas olas falta rebeldía;
y veo mi batalla día a día / vencida por lo frágil de mi acero.
Las ondas ya me azulan con su velo, / la sal ya me florece, ya me estraga,
ya me gobierna el agua, capitana.
No hallará nunca paz, nunca consuelo, / la sombra de este barco que naufraga:
mi rumbo se perdió cualquier mañana.
Para saber más del maestro David Escudero Martínez:
(*) Del libro “LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA” (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras localidades provinciales -León y Astorga- de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González.