Musa Musae
Federico Utrera
Almería, 1963. Periodista y editor. Profesor de Comunicación Audiovisual en la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) de Madrid. Autor del libro ‘Después de Tantos Desencantos. Vida y Obra Poética de los Panero’ (2008), y otros como ‘Memorias de Colombine’ (1998) y ‘¡Diputado Blasco Ibáñez!’ (1999). Ha coordinado un ciclo sobre los Panero en el Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria (2008) y en el Aula de Poesía de Almería (2009), además de participar en las películas ‘Estancia Vacía’ (2006), sobre Michi Panero, hijo de Leopoldo Panero; y ‘El Crimen de una Novia’ (2005) sobre Federico García Lorca y Carmen de Burgos.
“En el despacho del director del Museo de Arte Moderno celebró su tercera sesión la Academia “Musa Musae”. Asistieron gran número de escritores, artistas, periodistas y profesores madrileños. Presidió el ministro vicepresidente del Partido, don Rafael Sánchez Mazas, acompañado del subsecretario de Prensa y Propaganda, don José María Alfaro; el director de Propaganda, don Dionisio Ridruejo; el presidente de la Real Academia Española, don José María Pemán; don Manuel Machado y don José María Cossío. Don José Eugenio de Baviera y el ministro de Venezuela asistieron al acto, ocupando un puesto preeminente. En la primera parte del acto, se enalteció la memoria del escritor santanderino Manuel Llano. Gerardo Diego dio lectura a dos prólogos de obras de Llano, originales de Miguel de Unamuno, y a varios capítulos de libros, uno de ellos inédito, del que fue cantor de las bellezas montañesas. Después el ilustre escritor Víctor de la Serna, hizo un retrato de Manuel Llano, hombre humilde que fue lazarillo, pastor, hijo voluntarioso de la tierra y con un alma de calidad y unos ojos que sabían mirar y ver los seres y las cosas; alto ejemplo de un escritor formado a fuerza de trabajo y perseverancia que alcanzó la suprema gloria. A continuación Leopoldo Eulogio Palacios y Leopoldo Panero dieron lectura a bellas poesías. Cerró la reunión Pedro Laín Entralgo con la lectura de diversos pasajes de las conferencias por él pronunciadas en Alemania, referentes al desenvolvimiento de la Falange en sus constantes relaciones con el nuevo Estado.”
Diario La Vanguardia. La Academia Musa Musae. Martes, 9 de abril de 1940. Pagina 7.
![[Img #9446]](upload/img/periodico/img_9446.jpg)
Nunca antes había visto esta fotografía. Me la proporcionó el escritor y periodista Rafael Flórez, y a su reverso figura la siguiente leyenda: “Leopoldo Panero, entre Dionisio Ridruejo (izquierda) y Víctor de la Serna (derecha), director del diario Informaciones, durante una de las sesiones de la poética academia ‘Musa Musae’, fundada y dirigida por José María de Cossío, en los bajos de la Biblioteca Nacional (año 1940).” En efecto, la Academia se inauguró oficialmente el 18 de enero de 1940, según refiere el diario ABC al día siguiente, dando cuenta de la presencia de “más de un centenar de escritores reunidos bajo el lema Ocio atento y entre los que se encontraban Emilio García Gómez, Eduardo Rosales, Luis Felipe Vivanco, Francisco de Cossío, Antonio Marichalar, Juan Beneyto, Antonio Tovar, José Antonio Maravall, Pedro Mourlane Michelena, Adriano del Valle, Eduardo Marquina, Alfredo Marquerie, Sainz de la Maza...” Otras referencias de la prensa nos hablan de la presencia de Samuel Ros, Pedro Sainz Rodríguez y Julio Casares (La Vanguardia, 30 abril de 1940) o Ramón Escohotado (ABC, 30 de abril de 1940).
En lo que fue la cuarta reunión, aparece el director del diario ‘Informaciones’, Víctor de la Serna y Wenceslao Fernández Flórez (La Vanguardia, 21 de mayo de 1940), momento que parece recoger la fotografía. Y en el archivo de la Fundación Gerardo Diego encontramos la siguiente referencia: “1939: Fundación de la Academia ‘Musa Musae’ en otoño. Las reuniones pasan del Café Lion d'Or al despacho del director del Museo de Arte Moderno, Eduardo Llosent Marañón. Preside José María de Cossío, y asisten Eugenio d'Ors, Ignacio Zuloaga y Manuel Machado, entre otros. Se prohíbe la entrada a mujeres.” Nombres a los que Luis Alonso Luengo añade los de Ricardo Gullón, José Suárez Carreño, José María Alonso Gamo y Pepe Escassi.
Cuando escribía ‘Después de Tantos Desencantos’, libro cubista con los Panero al cuadrado (Panero sobre Panero) y a la sexta potencia (Leopoldo, Juan, Felicidad, Juan Luis, Leopoldo María y Michi), me tropecé con esa cara en penumbra. En esta fotografía está detrás de Ridruejo y Víctor de la Serna. Bigote recortado, cabello atusado y posiblemente húmedo y rostro redondo que nada tenía que ver con la imagen del Leopoldo Panero que difundía la prensa en los cincuenta: sin bigote, escaso pelo adornando una amplia calvicie, facciones enjutas y huesudas... Parecía claro que los años habían transcurrido y no pasaban en balde, pero el cambio fisonómico de Panero era tan acentuado que intuí que algo más había pasado además del tiempo.
Visitaba durante aquellos meses de escritura y duermevelas en torno a los Panero una exposición en Madrid que me había sugerido el escritor Miguel Naveros, hijo de José Miguel (Ignacio) Naveros (tuvo que cambiarse hasta el nombre) y Emilia Pardo. Se trataba de una esplendorosa muestra organizada por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) en el madrileño Cuartel de Conde Duque sobre ‘Las Misiones Pedagógicas de la República’, iniciativa educativa y cultural que transcurrió entre 1931 y 1936 en la España más profunda y rural. Y entonces sucedió un hecho asombroso: cuando observaba las fotografías de la exposición, aquel hombre joven con bigote recortado, cara esférica y cabello apelmazado posaba en una junto a Luis Cernuda y María Zambrano tomada en Alcolea de Tajo (Toledo), año 1935. No era posible. Viva estampa de Leopoldo Panero, ningún pie de foto identificaba al anónimo acompañante. El catálogo tampoco sacaba de dudas ni los archivos de la Residencia de Estudiantes, de donde procedía. ¿Entonces?...
Por aquellos días trabajaba intensamente con Juan Luis Panero en la producción de este libro mío que lleva por santa y laica compaña tres textos autógrafos de los tres hermanos Panero (un libro de poemas, un ramillete de ensayos y una larga entrevista), y me decidí a preguntarle. Quiso el destino que fuera en un hotel cercano a Conde Duque, lugar donde se hospedaba tras haber presentado una novedosa y cuidada edición de ‘Escrito a cada instante’, libro de su padre. Le mostré la fotografía de las Misiones Pedagógicas, la estuvo mirando concienzudamente, me preguntó fechas, personajes, origen... Y concluyó: –No es mi padre... debe ser el marido de María Zambrano.
![[Img #9449]](upload/img/periodico/img_9449.jpg)
A nadie le casaba entonces que Leopoldo Panero se hubiese implicado tanto con la República. No figuraba en ningún archivo ni documento público, nadie antes había relatado este episodio suyo biográfico pero... estaba la fotografía sin nombre. Sabíamos que Leopoldo Panero era simpatizante comunista; que llevaba una hoz y un martillo prendido en el ojal de la chaqueta; que había sido condenado a muerte por el ejército de Franco; que salvó la vida en el último minuto, instantes previos al paredón desde la cárcel leonesa de San Marcos (la misma donde estuvo recluido Quevedo), donde ya había caído su futuro cuñado, Ángel Jiménez, novio de su hermana Asunción; que la única posibilidad de escape era ser aniquilado en el frente del Ebro por aquellos mismos con quienes simpatizaba, pero... ¿Leopoldo Panero en las Misiones Pedagógicas de la República y nada acredita aún hoy su presencia, sus emolumentos, su trabajo oficial y sí el del resto de sus compañeros y camaradas? ¿La excepción que confirma la regla?
No tanto, cuando Leopoldo se inmortaliza con su hermano Juan en esa otra fotografía donde un nutrido grupo de poetas –que dio lugar a la denominada «Generación del 27»– homenajea en 1935 a Pablo Neruda, le acompañan Alberti, Lorca, Cernuda, Altolaguirre, Aleixandre, León Felipe, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Miguel Hernández y Serrano Plaja, a los que se sumarían un año después María Zambrano y José Bergamín. Pero junto a los hermanos Panero están también Gerardo Diego, Luis Felipe Vivanco, Luis Rosales y Muñoz Rojas. Unos maestros, otros alumnos, pero todos, juntos y revueltos, sin exclusiones poéticas, políticas ni ideológicas. Fueron otros los que los dividieron, segmentaron y enfrentaron. Según Ricardo Gullón, Leopoldo tendía entonces al marxismo, frente a Juan Panero o él mismo, republicanos de izquierdas. Era la época en que simpatizaba con la poesía y el comunismo de raíces cristianas de César Vallejo, a quien incluso se lleva a Astorga a casa de sus padres, aunque al final termina sus vacaciones en una pensión. Y en la que colabora con organizaciones comunistas inglesas e internacionales desde Londres, ayuda al Socorro Rojo y conoce al periodista y propagandista soviético Ilya Ehrenburg. Éste, en sus memorias, tituladas ‘La nuit tombe’ (Editorial Gallimard), recordaba a Bergamín como ‘católico’, ‘de izquierda’, ‘alma pura, triste y serena y a María Teresa León, como una Juana de Arco, nuestra Elsa nacional ‘(Juan Andrade, ‘dixit’).
No me satisfizo el desmentido algo tardío y dudoso de Juan Luis Panero sobre la imagen de su padre en Alcolea de Tajo. Me fui al archivo de María Zambrano: el marido de la filósofa española no poseía esos caracteres fisonómicos, era más bien grueso, alto, algo mayor de edad. En mi libro publico un apéndice donde muestro otras imágenes del ‘Leopoldo Panero republicano’, con su hermano, en el campo, en Astorga... Y meses después de impreso me llega ésta otra instantánea del ‘Leopoldo Panero franquista’ con idénticos rasgos, la primera que asoma el bigote después de la guerra. Lo cual demuestra que no se lo afeitó hasta al menos 1940. O que en la Academia ‘Musa Musae’, plagada de escritores del nuevo régimen y de conversos como él, pudo vislumbrar tantas adversidades como amistades. En las crónicas de prensa que he encontrado sólo se le alude una vez. Si hubiera triunfado el otro bando o banda (de música)... ¿vendrían los nuevos, junto a estos mismos integrantes, ahora puño en alto, a cantar jubilosos a las musas? Tardé muchos años en comprenderlo: somos siempre los mismos, el tiempo nos repite, quizás tan sólo cambie el decorado...
![[Img #9452]](upload/img/periodico/img_9452.jpg)
Tengo la impresión de que la mutación estética de Leopoldo Panero es algo más que un nuevo ‘look’ o un mero vestigio del transcurrir de los años. Cuando va a ser nombrado por el régimen de Franco directivo de lo que hoy sería el Instituto Cervantes en Londres, no puede reprimir más sus miedos y los desvela a quien lo propone, según su propia esposa, Felicidad Blanc:
“–un día le llamó Castiella a su despacho: había el proyecto de crear un Instituto de España en Londres y había pensado que Leopoldo podía ser un buen director (...) Leopoldo le había hablado a Castiella de la ficha política que debía tener en la Dirección General de Seguridad; Castiella le contestó que, al contrario, eso sería mucho mejor para obtenerlo”
.
No estaba en lo cierto. Alguien desenterró los viejos demonios y el director fue Antonio Pastor. Él fue segundo de a bordo.
¿Donde está hoy esa «ficha política» de la DGS a la que con tanto temor alude el matrimonio Panero? ¿Contenía su verdadero rostro, aquel que se asemeja a la de esta fotografía en penumbra participando en la academia ‘Musa Musae’? ¿Lo destruyó alguien con mucho poder para decidirlo y así no comprometer su nombramiento? ¿Con su dossier se volatilizaron los documentos que lo vinculaban a las Misiones Pedagógicas de la República? Quizás un poema, fuente de gozosos misterios e intuitivas certezas, arroje algún calor sobre las hiedras, de paredes frías y esperanzas vanas:
¡Cómo ha pasado el tiempo tan esquivo,
sobre mis infantiles sensaciones,
desde que declinaba el sustantivo,
Musa, musae en gramáticas lecciones!
Cómo ha pasado, ya no lo concibo,
y aunque entonces tenía sabañones,
¡Oh, musa del dolor!
¡Cuánto prefiero el tiempo aquel, a ser tu compañero!
Y aléjame el recuerdo de una guerra,
en que la Parca se vistió de gloria,
que en sangre hermana salpicó la tierra,
y sobre tumbas entonó victoria.
Mi corazón, mi pensamiento cierra,
a los triunfos de efímera oratoria...
¡Defendió la justicia el labio mío!...
¡Oh, musa del dolor! contigo río.
Antonio Ros de Olano (1808-1886). La gallomagia. Canto primero.
Federico Utrera
Almería, 1963. Periodista y editor. Profesor de Comunicación Audiovisual en la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) de Madrid. Autor del libro ‘Después de Tantos Desencantos. Vida y Obra Poética de los Panero’ (2008), y otros como ‘Memorias de Colombine’ (1998) y ‘¡Diputado Blasco Ibáñez!’ (1999). Ha coordinado un ciclo sobre los Panero en el Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria (2008) y en el Aula de Poesía de Almería (2009), además de participar en las películas ‘Estancia Vacía’ (2006), sobre Michi Panero, hijo de Leopoldo Panero; y ‘El Crimen de una Novia’ (2005) sobre Federico García Lorca y Carmen de Burgos.
“En el despacho del director del Museo de Arte Moderno celebró su tercera sesión la Academia “Musa Musae”. Asistieron gran número de escritores, artistas, periodistas y profesores madrileños. Presidió el ministro vicepresidente del Partido, don Rafael Sánchez Mazas, acompañado del subsecretario de Prensa y Propaganda, don José María Alfaro; el director de Propaganda, don Dionisio Ridruejo; el presidente de la Real Academia Española, don José María Pemán; don Manuel Machado y don José María Cossío. Don José Eugenio de Baviera y el ministro de Venezuela asistieron al acto, ocupando un puesto preeminente. En la primera parte del acto, se enalteció la memoria del escritor santanderino Manuel Llano. Gerardo Diego dio lectura a dos prólogos de obras de Llano, originales de Miguel de Unamuno, y a varios capítulos de libros, uno de ellos inédito, del que fue cantor de las bellezas montañesas. Después el ilustre escritor Víctor de la Serna, hizo un retrato de Manuel Llano, hombre humilde que fue lazarillo, pastor, hijo voluntarioso de la tierra y con un alma de calidad y unos ojos que sabían mirar y ver los seres y las cosas; alto ejemplo de un escritor formado a fuerza de trabajo y perseverancia que alcanzó la suprema gloria. A continuación Leopoldo Eulogio Palacios y Leopoldo Panero dieron lectura a bellas poesías. Cerró la reunión Pedro Laín Entralgo con la lectura de diversos pasajes de las conferencias por él pronunciadas en Alemania, referentes al desenvolvimiento de la Falange en sus constantes relaciones con el nuevo Estado.”
Diario La Vanguardia. La Academia Musa Musae. Martes, 9 de abril de 1940. Pagina 7.
Nunca antes había visto esta fotografía. Me la proporcionó el escritor y periodista Rafael Flórez, y a su reverso figura la siguiente leyenda: “Leopoldo Panero, entre Dionisio Ridruejo (izquierda) y Víctor de la Serna (derecha), director del diario Informaciones, durante una de las sesiones de la poética academia ‘Musa Musae’, fundada y dirigida por José María de Cossío, en los bajos de la Biblioteca Nacional (año 1940).” En efecto, la Academia se inauguró oficialmente el 18 de enero de 1940, según refiere el diario ABC al día siguiente, dando cuenta de la presencia de “más de un centenar de escritores reunidos bajo el lema Ocio atento y entre los que se encontraban Emilio García Gómez, Eduardo Rosales, Luis Felipe Vivanco, Francisco de Cossío, Antonio Marichalar, Juan Beneyto, Antonio Tovar, José Antonio Maravall, Pedro Mourlane Michelena, Adriano del Valle, Eduardo Marquina, Alfredo Marquerie, Sainz de la Maza...” Otras referencias de la prensa nos hablan de la presencia de Samuel Ros, Pedro Sainz Rodríguez y Julio Casares (La Vanguardia, 30 abril de 1940) o Ramón Escohotado (ABC, 30 de abril de 1940).
En lo que fue la cuarta reunión, aparece el director del diario ‘Informaciones’, Víctor de la Serna y Wenceslao Fernández Flórez (La Vanguardia, 21 de mayo de 1940), momento que parece recoger la fotografía. Y en el archivo de la Fundación Gerardo Diego encontramos la siguiente referencia: “1939: Fundación de la Academia ‘Musa Musae’ en otoño. Las reuniones pasan del Café Lion d'Or al despacho del director del Museo de Arte Moderno, Eduardo Llosent Marañón. Preside José María de Cossío, y asisten Eugenio d'Ors, Ignacio Zuloaga y Manuel Machado, entre otros. Se prohíbe la entrada a mujeres.” Nombres a los que Luis Alonso Luengo añade los de Ricardo Gullón, José Suárez Carreño, José María Alonso Gamo y Pepe Escassi.
Cuando escribía ‘Después de Tantos Desencantos’, libro cubista con los Panero al cuadrado (Panero sobre Panero) y a la sexta potencia (Leopoldo, Juan, Felicidad, Juan Luis, Leopoldo María y Michi), me tropecé con esa cara en penumbra. En esta fotografía está detrás de Ridruejo y Víctor de la Serna. Bigote recortado, cabello atusado y posiblemente húmedo y rostro redondo que nada tenía que ver con la imagen del Leopoldo Panero que difundía la prensa en los cincuenta: sin bigote, escaso pelo adornando una amplia calvicie, facciones enjutas y huesudas... Parecía claro que los años habían transcurrido y no pasaban en balde, pero el cambio fisonómico de Panero era tan acentuado que intuí que algo más había pasado además del tiempo.
Visitaba durante aquellos meses de escritura y duermevelas en torno a los Panero una exposición en Madrid que me había sugerido el escritor Miguel Naveros, hijo de José Miguel (Ignacio) Naveros (tuvo que cambiarse hasta el nombre) y Emilia Pardo. Se trataba de una esplendorosa muestra organizada por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) en el madrileño Cuartel de Conde Duque sobre ‘Las Misiones Pedagógicas de la República’, iniciativa educativa y cultural que transcurrió entre 1931 y 1936 en la España más profunda y rural. Y entonces sucedió un hecho asombroso: cuando observaba las fotografías de la exposición, aquel hombre joven con bigote recortado, cara esférica y cabello apelmazado posaba en una junto a Luis Cernuda y María Zambrano tomada en Alcolea de Tajo (Toledo), año 1935. No era posible. Viva estampa de Leopoldo Panero, ningún pie de foto identificaba al anónimo acompañante. El catálogo tampoco sacaba de dudas ni los archivos de la Residencia de Estudiantes, de donde procedía. ¿Entonces?...
Por aquellos días trabajaba intensamente con Juan Luis Panero en la producción de este libro mío que lleva por santa y laica compaña tres textos autógrafos de los tres hermanos Panero (un libro de poemas, un ramillete de ensayos y una larga entrevista), y me decidí a preguntarle. Quiso el destino que fuera en un hotel cercano a Conde Duque, lugar donde se hospedaba tras haber presentado una novedosa y cuidada edición de ‘Escrito a cada instante’, libro de su padre. Le mostré la fotografía de las Misiones Pedagógicas, la estuvo mirando concienzudamente, me preguntó fechas, personajes, origen... Y concluyó: –No es mi padre... debe ser el marido de María Zambrano.
A nadie le casaba entonces que Leopoldo Panero se hubiese implicado tanto con la República. No figuraba en ningún archivo ni documento público, nadie antes había relatado este episodio suyo biográfico pero... estaba la fotografía sin nombre. Sabíamos que Leopoldo Panero era simpatizante comunista; que llevaba una hoz y un martillo prendido en el ojal de la chaqueta; que había sido condenado a muerte por el ejército de Franco; que salvó la vida en el último minuto, instantes previos al paredón desde la cárcel leonesa de San Marcos (la misma donde estuvo recluido Quevedo), donde ya había caído su futuro cuñado, Ángel Jiménez, novio de su hermana Asunción; que la única posibilidad de escape era ser aniquilado en el frente del Ebro por aquellos mismos con quienes simpatizaba, pero... ¿Leopoldo Panero en las Misiones Pedagógicas de la República y nada acredita aún hoy su presencia, sus emolumentos, su trabajo oficial y sí el del resto de sus compañeros y camaradas? ¿La excepción que confirma la regla?
No tanto, cuando Leopoldo se inmortaliza con su hermano Juan en esa otra fotografía donde un nutrido grupo de poetas –que dio lugar a la denominada «Generación del 27»– homenajea en 1935 a Pablo Neruda, le acompañan Alberti, Lorca, Cernuda, Altolaguirre, Aleixandre, León Felipe, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Miguel Hernández y Serrano Plaja, a los que se sumarían un año después María Zambrano y José Bergamín. Pero junto a los hermanos Panero están también Gerardo Diego, Luis Felipe Vivanco, Luis Rosales y Muñoz Rojas. Unos maestros, otros alumnos, pero todos, juntos y revueltos, sin exclusiones poéticas, políticas ni ideológicas. Fueron otros los que los dividieron, segmentaron y enfrentaron. Según Ricardo Gullón, Leopoldo tendía entonces al marxismo, frente a Juan Panero o él mismo, republicanos de izquierdas. Era la época en que simpatizaba con la poesía y el comunismo de raíces cristianas de César Vallejo, a quien incluso se lleva a Astorga a casa de sus padres, aunque al final termina sus vacaciones en una pensión. Y en la que colabora con organizaciones comunistas inglesas e internacionales desde Londres, ayuda al Socorro Rojo y conoce al periodista y propagandista soviético Ilya Ehrenburg. Éste, en sus memorias, tituladas ‘La nuit tombe’ (Editorial Gallimard), recordaba a Bergamín como ‘católico’, ‘de izquierda’, ‘alma pura, triste y serena y a María Teresa León, como una Juana de Arco, nuestra Elsa nacional ‘(Juan Andrade, ‘dixit’).
No me satisfizo el desmentido algo tardío y dudoso de Juan Luis Panero sobre la imagen de su padre en Alcolea de Tajo. Me fui al archivo de María Zambrano: el marido de la filósofa española no poseía esos caracteres fisonómicos, era más bien grueso, alto, algo mayor de edad. En mi libro publico un apéndice donde muestro otras imágenes del ‘Leopoldo Panero republicano’, con su hermano, en el campo, en Astorga... Y meses después de impreso me llega ésta otra instantánea del ‘Leopoldo Panero franquista’ con idénticos rasgos, la primera que asoma el bigote después de la guerra. Lo cual demuestra que no se lo afeitó hasta al menos 1940. O que en la Academia ‘Musa Musae’, plagada de escritores del nuevo régimen y de conversos como él, pudo vislumbrar tantas adversidades como amistades. En las crónicas de prensa que he encontrado sólo se le alude una vez. Si hubiera triunfado el otro bando o banda (de música)... ¿vendrían los nuevos, junto a estos mismos integrantes, ahora puño en alto, a cantar jubilosos a las musas? Tardé muchos años en comprenderlo: somos siempre los mismos, el tiempo nos repite, quizás tan sólo cambie el decorado...
Tengo la impresión de que la mutación estética de Leopoldo Panero es algo más que un nuevo ‘look’ o un mero vestigio del transcurrir de los años. Cuando va a ser nombrado por el régimen de Franco directivo de lo que hoy sería el Instituto Cervantes en Londres, no puede reprimir más sus miedos y los desvela a quien lo propone, según su propia esposa, Felicidad Blanc:
“–un día le llamó Castiella a su despacho: había el proyecto de crear un Instituto de España en Londres y había pensado que Leopoldo podía ser un buen director (...) Leopoldo le había hablado a Castiella de la ficha política que debía tener en la Dirección General de Seguridad; Castiella le contestó que, al contrario, eso sería mucho mejor para obtenerlo”
.
No estaba en lo cierto. Alguien desenterró los viejos demonios y el director fue Antonio Pastor. Él fue segundo de a bordo.
¿Donde está hoy esa «ficha política» de la DGS a la que con tanto temor alude el matrimonio Panero? ¿Contenía su verdadero rostro, aquel que se asemeja a la de esta fotografía en penumbra participando en la academia ‘Musa Musae’? ¿Lo destruyó alguien con mucho poder para decidirlo y así no comprometer su nombramiento? ¿Con su dossier se volatilizaron los documentos que lo vinculaban a las Misiones Pedagógicas de la República? Quizás un poema, fuente de gozosos misterios e intuitivas certezas, arroje algún calor sobre las hiedras, de paredes frías y esperanzas vanas:
¡Cómo ha pasado el tiempo tan esquivo,
sobre mis infantiles sensaciones,
desde que declinaba el sustantivo,
Musa, musae en gramáticas lecciones!
Cómo ha pasado, ya no lo concibo,
y aunque entonces tenía sabañones,
¡Oh, musa del dolor!
¡Cuánto prefiero el tiempo aquel, a ser tu compañero!
Y aléjame el recuerdo de una guerra,
en que la Parca se vistió de gloria,
que en sangre hermana salpicó la tierra,
y sobre tumbas entonó victoria.
Mi corazón, mi pensamiento cierra,
a los triunfos de efímera oratoria...
¡Defendió la justicia el labio mío!...
¡Oh, musa del dolor! contigo río.
Antonio Ros de Olano (1808-1886). La gallomagia. Canto primero.