Arriería Maragata: Empresa de Diligencias del Poniente de España (XVII)
Esteban Carro Celada
Una 'talega de napoleones' por el adoquinado de Madrid. Los socios maragatos viajarán gratis siempre que haya localidad. Cuatro perdices para la milagrería de la casa de comidas de Guadarrama de las que habrían de hartarse los dieciocho pasajeros. Comistrajos vivos, surreales y malos modos en la posada de Adanero. Se da solución al problema del cruce de los tiros. Amenazas y el apedreamiento que hizo el zagal Bautista contra el pasaje de la berlina que conducía. El señuelo del oro y la fiebre de los metales como un nuevo Eldorado se percibe, en una carta que viene destinada a Agustín López de Villacastín.
El suceso se narra, desde otra vertiente diferente, como manifiesta la carta que se dirige al director, por aquellas fechas en San Sebastián: “Lino Llamas se empeñó en remitir por el coche por sí y ante sí una talega de napoleones, desoyendo lo que mandó tío Don Francisco, que se hallaba presente, de que no hiciese la remesa, porque no debía verificarla, pero llevando adelante su capricho, la metió en la arquilla de la berlina, donde iban tres pasajeros, se puso a andar el coche y dio la casualidad que con el piso se hundiese el suelo de la arquilla, se reventó la talega y quedaron en el suelo los napoleones, sin que los del coche ninguno notase nada. La gente, como era natural, circuló la moneda y solo a la casualidad de pasar uno de los mozos de la administración debe el que la recogiese y ha tenido la suerte de no haberle faltado ninguna. Este hecho lo he considerado de una falta de trascendencia no solo por el perjuicio de la Empresa en el porte, sino más las consecuencias que puede traer, sabiéndose de público que en los coches se conduce dinero, por cuyas razones escribí al administrador para que le reconviniese, así como al mayoral”.
![[Img #9556]](upload/img/periodico/img_9556.jpg)
El inspector de la Compañía no funciona con mucha eficacia y ya circula entre los mayorales que va a ser depuesto. Esto, negado por la dirección, será perfectamente comprobado más adelante. Tales rumores le son transmitidos al representante de La Coruña: “No sé de donde han podido sacar la voz los mayorales de quedar suspenso el inspector, pero no hallándose en esta Corte el director ni habiéndose reunido la Junta Directiva, no hay persona autorizada, aunque hubiese causa para hacer la suspensión”.
En una consulta formulada por Juan García Díez, se le asegura que no debe despachar ningún billete para la delantera. Si esto ocurriera, en caso de apuro, que se dé al mayoral una propina, porque el zagal es perjudicado. “En cuanto a los socios, estos que son todos maragatos, pueden viajar en los coches, sin pagar, cuando haya localidad desocupada se le dará, y en caso de presentarse viajero están obligados a dejar el asiento vacante o satisfacer su importe, en cuyo caso deberán ser preferidos”.
El 29 de septiembre no fue un día, que digamos muy propicio para la parada de Guadarrama. Se le dice a José Dionisio Vecino que, según las quejas de pasajeros y mayorales, “sus tiros a Villacastín tardan cinco horas”. Se le quiere hacer responsable no solo de la multa correspondiente sino primariamente de todos los daños y perjuicios. A la par se recuerda una irregularidad de la casa de comidas de Guadarrama, cuya descripción es regocijante: “Los viajeros que llegaron en el coche de ayer se han quejado agriamente en contra de su Casa de Comidas manifestando, como más chocante, había presentado en la mesa cuatro perdices para dieciocho personas, diciendo que no esperaba coche y valiéndose de la evasiva, para cobrar más de lo justo. La dirección extraña sobremanera el dicho ‘que no esperaba coche’, sabiendo que viene todos los días y es muy reprobable que cuando la afluencia de pasajeros es mayor y por consecuencia que lejos de seguírsele perjuicios reparte utilidades, se valga de la ocasión para exigir más de lo justo, y como este mal proceder viene a redundar en perjuicio y descrédito de la empresa es indispensable trate de corregir estas faltas, exigiendo los precios módicos, contentándose con una ganancia regular, sin tener exigencias descomedidas”.
La situación por estos días no era desemejante en Adanero. El hotelero responsable era Pascual Cort el cual vivía en Somosierra, lejos de su casa de comidas. Las quejas se concretaron a estas: “Los viajeros llegados en el coche de ayer han venido clamando en contra de su casa de comidas y entre las cosas particulares de que se quejaban agriamente es de que se les hubiese servido un chocolate con un pan malísimo y con unos bizcochos rellenos de hormigas, además de no ser mejores los modos, por estar la casa entregada solamente a manos de criados”.
![[Img #9559]](upload/img/periodico/img_9559.jpg)
El 30 de septiembre se da solución a un problema que ha venido latente durante mucho tiempo. Es el tiro de crucero. Los coches que venían de Madrid y los que traían dirección de La Coruña, solían cruzarse entre el Órbigo y San Miguel del Camino. Ahora las circunstancias han variado un poco. Aparte de otras soluciones que se dieron de tres tiros, había siempre uno volante, ahora se aquilata otra diferente respuesta: “Si los coches de Galicia llegan generalmente antes a San Miguel que los coches de Madrid a León, está indicado debe situarse el tiro en San Miguel, pero si los coches de Galicia, como usted indica, vienen retrasados, y pueden venir más por causa del invierno, el tiro debe situarse en León, o lo que es lo mismo, en la parte que primero haga falta y dejarse de ida ni vueltas, de mulas sueltas, solo en un caso inesperado”.
El 18 de octubre conocemos otro incidente, que está en relación con la baja estofa de los zagales. El suceso se le relata al dueño de los tiros que vive en Valladolid. y es Don Sebastián Benito Cort: “Viniendo corriendo, con su tiro el zagal Bautista, venía al paso y fue preguntado por el mayoral, por que causa, empezó a desvergonzarse y a manifestar que sentía no estar más cerca de León, para dejar el coche, sin enganchar; esto dio margen, como era consiguiente, a contestaciones entre los dos, que si bien las del mayoral, por su carácter pacífico no fueron irregulares, no así el zagal que sus amenazas y malas palabras, escandalizaron hasta los mismos pasajeros, concluyendo por último con amenazarle que cuando entren en la posada de su hermano a buscar el tiro de lanza, le habrían de mullir las costillas, que efectivamente prevenido el mayoral, con este aviso, rehusó el entrar en la cuadra, se enganchó el coche y marchó, en cuyo acto viendo el mayoral de trasluz de la noche que se le amenazaba en acción de tirarle alguna cosa, arreó un poco, cuando arrojaron una piedra, que rompiendo el cristal de la berlina, pudo dejar en el sitio al pasajero primero; los cuales quisieron se detuviera el coche y se buscase por la Guardia Civil, a lo que el mayoral no quiso acceder por el grave retraso que debía sufrir, en este caso, el servicio”.
![[Img #9557]](upload/img/periodico/img_9557.jpg)
Se pide al amo que aparte inmediatamente a los dos zagales de su servicio, so pena de seguir las cosas adelante, por vía oficial.
Durante este año se ha reducido el servicio, como ya sabemos a días alternos; pero de cara a la administración de la Hacienda Pública se concretan las caballerías que han quedado fuera de combate, por la supresión de doce tiros. Son 96. Lo comunican a efectos de que les rebajen en el cuarto trimestre del año la contribución.
El sentido de la justicia era tan ecuánime que ni los zagales de Luís Franco Alonso, y Vicedirector de la compañía se libraban. Otros asuntos se tramitan, durante este final de octubre de 1853, especialmente con el testamento de Gabriel Franco, la interferencia en el asunto de Pedro García Matanzo y la solución de los tiros de Gabriel que daba déficit con la compañía, por el mantenimiento de estos, desde diciembre.
La competencia enseña la oreja. Es el caso de la circular dirigida a los administradores para que admitan encargos y expendan billetes al mismo precio que la Compañía de Diligencias Generales.
El señuelo del oro y la fiebre de los metales, en el siglo XIX, como un nuevo Eldorado se percibe, en una carta que viene destinada a Agustín López de Villacastín: “He hecho presente a mi señor hermano Don Luis cuanto me dice, quien me encarga haga a usted presente que ha recibido los minerales que son cobrizos y que parece son muy regulares, pero que no siendo ingeniero, no puede decir a usted si gasta con aprovechamiento su dinero, que debe usted de ver si hay abundancia de mineral y hacer mil ensayos, para ver si puede o no tenerle cuenta”.
En la administración general, un desacato a un directivo, produjo la separación por diez días del mozo Manuel Amor. Esto en ausencia del director que está a punto de llegar. Se excita a que desaparezca la etiqueta o cuestión que hay pendiente con Esteban Alonso Franco, porque así se beneficiaría la sociedad, en su parada de Villafranca del Bierzo, donde ejercitan la carrera los tiros de este.
Esteban Carro Celada
Una 'talega de napoleones' por el adoquinado de Madrid. Los socios maragatos viajarán gratis siempre que haya localidad. Cuatro perdices para la milagrería de la casa de comidas de Guadarrama de las que habrían de hartarse los dieciocho pasajeros. Comistrajos vivos, surreales y malos modos en la posada de Adanero. Se da solución al problema del cruce de los tiros. Amenazas y el apedreamiento que hizo el zagal Bautista contra el pasaje de la berlina que conducía. El señuelo del oro y la fiebre de los metales como un nuevo Eldorado se percibe, en una carta que viene destinada a Agustín López de Villacastín.
El suceso se narra, desde otra vertiente diferente, como manifiesta la carta que se dirige al director, por aquellas fechas en San Sebastián: “Lino Llamas se empeñó en remitir por el coche por sí y ante sí una talega de napoleones, desoyendo lo que mandó tío Don Francisco, que se hallaba presente, de que no hiciese la remesa, porque no debía verificarla, pero llevando adelante su capricho, la metió en la arquilla de la berlina, donde iban tres pasajeros, se puso a andar el coche y dio la casualidad que con el piso se hundiese el suelo de la arquilla, se reventó la talega y quedaron en el suelo los napoleones, sin que los del coche ninguno notase nada. La gente, como era natural, circuló la moneda y solo a la casualidad de pasar uno de los mozos de la administración debe el que la recogiese y ha tenido la suerte de no haberle faltado ninguna. Este hecho lo he considerado de una falta de trascendencia no solo por el perjuicio de la Empresa en el porte, sino más las consecuencias que puede traer, sabiéndose de público que en los coches se conduce dinero, por cuyas razones escribí al administrador para que le reconviniese, así como al mayoral”.
![[Img #9556]](upload/img/periodico/img_9556.jpg)
El inspector de la Compañía no funciona con mucha eficacia y ya circula entre los mayorales que va a ser depuesto. Esto, negado por la dirección, será perfectamente comprobado más adelante. Tales rumores le son transmitidos al representante de La Coruña: “No sé de donde han podido sacar la voz los mayorales de quedar suspenso el inspector, pero no hallándose en esta Corte el director ni habiéndose reunido la Junta Directiva, no hay persona autorizada, aunque hubiese causa para hacer la suspensión”.
En una consulta formulada por Juan García Díez, se le asegura que no debe despachar ningún billete para la delantera. Si esto ocurriera, en caso de apuro, que se dé al mayoral una propina, porque el zagal es perjudicado. “En cuanto a los socios, estos que son todos maragatos, pueden viajar en los coches, sin pagar, cuando haya localidad desocupada se le dará, y en caso de presentarse viajero están obligados a dejar el asiento vacante o satisfacer su importe, en cuyo caso deberán ser preferidos”.
El 29 de septiembre no fue un día, que digamos muy propicio para la parada de Guadarrama. Se le dice a José Dionisio Vecino que, según las quejas de pasajeros y mayorales, “sus tiros a Villacastín tardan cinco horas”. Se le quiere hacer responsable no solo de la multa correspondiente sino primariamente de todos los daños y perjuicios. A la par se recuerda una irregularidad de la casa de comidas de Guadarrama, cuya descripción es regocijante: “Los viajeros que llegaron en el coche de ayer se han quejado agriamente en contra de su Casa de Comidas manifestando, como más chocante, había presentado en la mesa cuatro perdices para dieciocho personas, diciendo que no esperaba coche y valiéndose de la evasiva, para cobrar más de lo justo. La dirección extraña sobremanera el dicho ‘que no esperaba coche’, sabiendo que viene todos los días y es muy reprobable que cuando la afluencia de pasajeros es mayor y por consecuencia que lejos de seguírsele perjuicios reparte utilidades, se valga de la ocasión para exigir más de lo justo, y como este mal proceder viene a redundar en perjuicio y descrédito de la empresa es indispensable trate de corregir estas faltas, exigiendo los precios módicos, contentándose con una ganancia regular, sin tener exigencias descomedidas”.
La situación por estos días no era desemejante en Adanero. El hotelero responsable era Pascual Cort el cual vivía en Somosierra, lejos de su casa de comidas. Las quejas se concretaron a estas: “Los viajeros llegados en el coche de ayer han venido clamando en contra de su casa de comidas y entre las cosas particulares de que se quejaban agriamente es de que se les hubiese servido un chocolate con un pan malísimo y con unos bizcochos rellenos de hormigas, además de no ser mejores los modos, por estar la casa entregada solamente a manos de criados”.
![[Img #9559]](upload/img/periodico/img_9559.jpg)
El 30 de septiembre se da solución a un problema que ha venido latente durante mucho tiempo. Es el tiro de crucero. Los coches que venían de Madrid y los que traían dirección de La Coruña, solían cruzarse entre el Órbigo y San Miguel del Camino. Ahora las circunstancias han variado un poco. Aparte de otras soluciones que se dieron de tres tiros, había siempre uno volante, ahora se aquilata otra diferente respuesta: “Si los coches de Galicia llegan generalmente antes a San Miguel que los coches de Madrid a León, está indicado debe situarse el tiro en San Miguel, pero si los coches de Galicia, como usted indica, vienen retrasados, y pueden venir más por causa del invierno, el tiro debe situarse en León, o lo que es lo mismo, en la parte que primero haga falta y dejarse de ida ni vueltas, de mulas sueltas, solo en un caso inesperado”.
El 18 de octubre conocemos otro incidente, que está en relación con la baja estofa de los zagales. El suceso se le relata al dueño de los tiros que vive en Valladolid. y es Don Sebastián Benito Cort: “Viniendo corriendo, con su tiro el zagal Bautista, venía al paso y fue preguntado por el mayoral, por que causa, empezó a desvergonzarse y a manifestar que sentía no estar más cerca de León, para dejar el coche, sin enganchar; esto dio margen, como era consiguiente, a contestaciones entre los dos, que si bien las del mayoral, por su carácter pacífico no fueron irregulares, no así el zagal que sus amenazas y malas palabras, escandalizaron hasta los mismos pasajeros, concluyendo por último con amenazarle que cuando entren en la posada de su hermano a buscar el tiro de lanza, le habrían de mullir las costillas, que efectivamente prevenido el mayoral, con este aviso, rehusó el entrar en la cuadra, se enganchó el coche y marchó, en cuyo acto viendo el mayoral de trasluz de la noche que se le amenazaba en acción de tirarle alguna cosa, arreó un poco, cuando arrojaron una piedra, que rompiendo el cristal de la berlina, pudo dejar en el sitio al pasajero primero; los cuales quisieron se detuviera el coche y se buscase por la Guardia Civil, a lo que el mayoral no quiso acceder por el grave retraso que debía sufrir, en este caso, el servicio”.
![[Img #9557]](upload/img/periodico/img_9557.jpg)
Se pide al amo que aparte inmediatamente a los dos zagales de su servicio, so pena de seguir las cosas adelante, por vía oficial.
Durante este año se ha reducido el servicio, como ya sabemos a días alternos; pero de cara a la administración de la Hacienda Pública se concretan las caballerías que han quedado fuera de combate, por la supresión de doce tiros. Son 96. Lo comunican a efectos de que les rebajen en el cuarto trimestre del año la contribución.
El sentido de la justicia era tan ecuánime que ni los zagales de Luís Franco Alonso, y Vicedirector de la compañía se libraban. Otros asuntos se tramitan, durante este final de octubre de 1853, especialmente con el testamento de Gabriel Franco, la interferencia en el asunto de Pedro García Matanzo y la solución de los tiros de Gabriel que daba déficit con la compañía, por el mantenimiento de estos, desde diciembre.
La competencia enseña la oreja. Es el caso de la circular dirigida a los administradores para que admitan encargos y expendan billetes al mismo precio que la Compañía de Diligencias Generales.
El señuelo del oro y la fiebre de los metales, en el siglo XIX, como un nuevo Eldorado se percibe, en una carta que viene destinada a Agustín López de Villacastín: “He hecho presente a mi señor hermano Don Luis cuanto me dice, quien me encarga haga a usted presente que ha recibido los minerales que son cobrizos y que parece son muy regulares, pero que no siendo ingeniero, no puede decir a usted si gasta con aprovechamiento su dinero, que debe usted de ver si hay abundancia de mineral y hacer mil ensayos, para ver si puede o no tenerle cuenta”.
En la administración general, un desacato a un directivo, produjo la separación por diez días del mozo Manuel Amor. Esto en ausencia del director que está a punto de llegar. Se excita a que desaparezca la etiqueta o cuestión que hay pendiente con Esteban Alonso Franco, porque así se beneficiaría la sociedad, en su parada de Villafranca del Bierzo, donde ejercitan la carrera los tiros de este.






