Eugenio Curiel, director del Instituto de Astorga (1933-1936), una cabeza brillante que apagó la intolerancia (VI)
Se cierra el Instituto. La depuración de los catedráticos y del resto del personal del Instituto
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Siguiendo con el Instituto, el 3 de noviembre firma Eulogio Ramos como director el concurso de una plaza de subalterno. Eulogio seguirá hasta septiembre de 1937 como director del centro, aunque también quisieron depurarlo; de Astorga se irá para Vigo, allí en ese momento está de catedrático también Luis, el hermano de Eugenio. El argumento para cerrar el Instituto en septiembre será diciendo que la República había creado demasiados. El instituto de Astorga a partir de su cierre empezará una ruta, desde octubre de 1944 y en época del obispo Mérida, pasando por las calles San José de Mayo, Rodríguez Cela, Padre Blanco, hasta que se conseguirá instalarlo definitivamente en el nuevo, conocido y antiguo instituto “Obispo Mérida” de la calle de Santa Marta, hoy “Los Sitios”: todo esto por el gran interés del citado obispo por conseguir el Instituto para la ciudad.
En los antiguos locales del casino, al cerrar el centro docente, dicen (no lo sé) que se instala el hospital general Mola, donde más tarde se localizará la Caja de Reclutas.
A todos los profesores del Instituto les abrieron expediente de depuración, excepto a los ayudantes, ya que, como he dicho, Montoya era inspector de Aduanas, Goy era policía y Franco, médico y jefe de la Juventud Falangista. Dicen que Franco hacía de todo, cardiólogo, médico en la Casa de Socorro, profesor en el Instituto y que además era muy buena persona.
A Eulogio, como ya he mencionado, le abrirán un expediente, del cual saldrá absuelto. Lo penoso de Eulogio es lo mal que habla de Eugenio y de Bernardo, del primero dirá que no era buen director, que le parecía poco serio y poco capacitado. Se ve claramente quien confunde el principio de autoridad con el autoritarismo, esto es también muy común hoy. Del segundo, que como catedrático era malo, azañista y un desequilibrado. De Bernardo, en general, resaltarán que era escandaloso por asistir a cafés y a mítines electorales (dirá la policía que no), cuando otros sacerdotes sí tenían una conducta no deseable y se manifestaban exaltada y agresivamente bajo el lema de Dios, Patria y Rey. Lo que costaba en aquella época ser una persona buena, culta y avanzada, siendo sacerdote.
Este informe irá acompañado de otros, como el del presidente de la Asociación de Padres de Familia, Acción Católica, párroco, Guardia Civil… en los cuales se definirán conceptos sobre estas personas tanto a nivel personal (conducta, trabajo, ideas, prensa que leía) como religiosas (si asistía a misa, a otros actos religiosos), que por supuesto por su radicalización o por miedo serán muy negativos: menos mal que no sabían que Bernardo era amigo de la “fantástica roja” Balbina de Paz (la de “¿no se puede poner una rosa en San Andrés?”, que creo que no se ha puesto, ¿no?).
En el caso de Eugenio y Bernardo hay que destacar el informe siempre imparcial de Santiago Calvo, inspector jefe de la Policía, que dirá del primero que era de buena conducta personal y profesional, y del segundo de conducta regular, profesionalmente buena, que no se le conocía actividad política alguna ni leía prensa de izquierdas. Si quedaran dudas de la verdadera conducta de ambos, ni la prensa católica, que hurgaba mucho cuando presentía ambiente de izquierdas, ni la de izquierdas (excepto el caso que he relatado en el texto) jamás criticó su comportamiento dentro y fuera del Instituto.
También le abrirán expediente a Juana García Revillo, que sabemos que era de derechas y que en 1941 le confirmarán en el cargo. Seguramente, de Astorga se marchó a Tenerife y de esta a Málaga, donde se jubiló.
Al resto de los profesores, administrativos y porteros los acusarán de izquierdistas: a Jerónimo, a Pontones, a Molina, a Luis, a María Petit, a Bécares y a José Carro. De Jerónimo y Pontones ya he contado en el texto lo que les sucedió, a los otros les ocurrió lo siguiente:
A Molina Múgica, que lo dejamos preso en San Marcos, seguramente le dejan en libertad sobre el 18 de noviembre cuando dejan en libertad a Leopoldo Panero. Se debió de incorporar al Ejército, ya que en diciembre de 1938 está localizado en la Escuela de Auxiliares de Estado Mayor de Valladolid. En el expediente será absuelto y finalizada la guerra se incorporará al Instituto de Valdepeñas, donde más tarde será director.
A Luis Sánchez Gerona, que como sabemos estaba fallecido, lo intentarán depurar también. No lo harán, dirán que con objeto de no perjudicar a la familia, pero sabemos que a María Petit, su mujer, le darán la suspensión definitiva como auxiliar administrativa, aunque no de profesora.
A José Carro Fernández le llevará a la suspensión definitiva, aunque esto no sería necesario ya que en Consejo de Guerra se le condenó a reclusión perpetua e inhabilitación perpetua absoluta.
A Manuel Bécares Álvarez le abrirán un expediente que se resolverá con la absolución. Bécares se jubilará en el instituto de León.
A Enrique, Ana María y a José Manuel, con mi afecto
Siguiendo con el Instituto, el 3 de noviembre firma Eulogio Ramos como director el concurso de una plaza de subalterno. Eulogio seguirá hasta septiembre de 1937 como director del centro, aunque también quisieron depurarlo; de Astorga se irá para Vigo, allí en ese momento está de catedrático también Luis, el hermano de Eugenio. El argumento para cerrar el Instituto en septiembre será diciendo que la República había creado demasiados. El instituto de Astorga a partir de su cierre empezará una ruta, desde octubre de 1944 y en época del obispo Mérida, pasando por las calles San José de Mayo, Rodríguez Cela, Padre Blanco, hasta que se conseguirá instalarlo definitivamente en el nuevo, conocido y antiguo instituto “Obispo Mérida” de la calle de Santa Marta, hoy “Los Sitios”: todo esto por el gran interés del citado obispo por conseguir el Instituto para la ciudad.
En los antiguos locales del casino, al cerrar el centro docente, dicen (no lo sé) que se instala el hospital general Mola, donde más tarde se localizará la Caja de Reclutas.
A todos los profesores del Instituto les abrieron expediente de depuración, excepto a los ayudantes, ya que, como he dicho, Montoya era inspector de Aduanas, Goy era policía y Franco, médico y jefe de la Juventud Falangista. Dicen que Franco hacía de todo, cardiólogo, médico en la Casa de Socorro, profesor en el Instituto y que además era muy buena persona.
A Eulogio, como ya he mencionado, le abrirán un expediente, del cual saldrá absuelto. Lo penoso de Eulogio es lo mal que habla de Eugenio y de Bernardo, del primero dirá que no era buen director, que le parecía poco serio y poco capacitado. Se ve claramente quien confunde el principio de autoridad con el autoritarismo, esto es también muy común hoy. Del segundo, que como catedrático era malo, azañista y un desequilibrado. De Bernardo, en general, resaltarán que era escandaloso por asistir a cafés y a mítines electorales (dirá la policía que no), cuando otros sacerdotes sí tenían una conducta no deseable y se manifestaban exaltada y agresivamente bajo el lema de Dios, Patria y Rey. Lo que costaba en aquella época ser una persona buena, culta y avanzada, siendo sacerdote.
Este informe irá acompañado de otros, como el del presidente de la Asociación de Padres de Familia, Acción Católica, párroco, Guardia Civil… en los cuales se definirán conceptos sobre estas personas tanto a nivel personal (conducta, trabajo, ideas, prensa que leía) como religiosas (si asistía a misa, a otros actos religiosos), que por supuesto por su radicalización o por miedo serán muy negativos: menos mal que no sabían que Bernardo era amigo de la “fantástica roja” Balbina de Paz (la de “¿no se puede poner una rosa en San Andrés?”, que creo que no se ha puesto, ¿no?).
En el caso de Eugenio y Bernardo hay que destacar el informe siempre imparcial de Santiago Calvo, inspector jefe de la Policía, que dirá del primero que era de buena conducta personal y profesional, y del segundo de conducta regular, profesionalmente buena, que no se le conocía actividad política alguna ni leía prensa de izquierdas. Si quedaran dudas de la verdadera conducta de ambos, ni la prensa católica, que hurgaba mucho cuando presentía ambiente de izquierdas, ni la de izquierdas (excepto el caso que he relatado en el texto) jamás criticó su comportamiento dentro y fuera del Instituto.
También le abrirán expediente a Juana García Revillo, que sabemos que era de derechas y que en 1941 le confirmarán en el cargo. Seguramente, de Astorga se marchó a Tenerife y de esta a Málaga, donde se jubiló.
Al resto de los profesores, administrativos y porteros los acusarán de izquierdistas: a Jerónimo, a Pontones, a Molina, a Luis, a María Petit, a Bécares y a José Carro. De Jerónimo y Pontones ya he contado en el texto lo que les sucedió, a los otros les ocurrió lo siguiente:
A Molina Múgica, que lo dejamos preso en San Marcos, seguramente le dejan en libertad sobre el 18 de noviembre cuando dejan en libertad a Leopoldo Panero. Se debió de incorporar al Ejército, ya que en diciembre de 1938 está localizado en la Escuela de Auxiliares de Estado Mayor de Valladolid. En el expediente será absuelto y finalizada la guerra se incorporará al Instituto de Valdepeñas, donde más tarde será director.
A Luis Sánchez Gerona, que como sabemos estaba fallecido, lo intentarán depurar también. No lo harán, dirán que con objeto de no perjudicar a la familia, pero sabemos que a María Petit, su mujer, le darán la suspensión definitiva como auxiliar administrativa, aunque no de profesora.
A José Carro Fernández le llevará a la suspensión definitiva, aunque esto no sería necesario ya que en Consejo de Guerra se le condenó a reclusión perpetua e inhabilitación perpetua absoluta.
A Manuel Bécares Álvarez le abrirán un expediente que se resolverá con la absolución. Bécares se jubilará en el instituto de León.
A Enrique, Ana María y a José Manuel, con mi afecto