Sábado, 21 de Junio de 2014

El camino y otros pasos (Cuentos heterodoxos del camino de Santiago)

Eloy Rubio Carro

 

 

Cesar Gavela. El camino y otros pasos (Cuentos heterodoxos del camino de Santiago); Editorial Casa de Cartón y Editorial Tres rosas amarillas. 2012

 

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Casi 100 cuentos tiene ‘El camino y otros pasos’. Cien pasos o estancias para transitar por este leído camino compostelano. Pero ¿qué es lo que pasa? y ¿quién es el que lo pasa? Lo que pasa es la vida al pasar. Ya la primera de las narraciones  resulta definitoria: ’El camino’, que  al andarse se desvanece, que se diluye como pasado si se alonga, dejándonos tan solo una nada de olvido que desde el ahora se desanda.


Pero, ¿Quién lo recorre?: Cualquiera, solo podría ser cualquiera. En cada paso o tranco ‘Cualquiera’ es un personaje distinto, pero en comunidad con cualquier otro. Esa conciencia o disposición de estar en el camino es la máscara que aglutina intenciones diversas. Ya el segundo de los cuentos, ‘Un caminante’, trata de un viaje metafísico de autoconocimiento, de hermenéutica de sí, en el que el cuerpo se esfuma en el humo de la tierra y desaparece. Así comienza el desfile de máscaras de los vivos, desvaído en ese cuerpo único, común en el que acaecen los encuentros extraordinarios, los encontronazos entre vivos y muertos que se producen cuando el yo cotidiano se echa a andar.


Este caminar a trancos del relato, sin apenas sucesos en el entrepaso, como un indivisible de la nada, lleva desde Roncesvalles a Finisterre.


Si hubiera que hacer una catalogación rigurosa acudiría a la que extrajo Foucault, a partir de Borges, de una enciclopedia china donde se  clasificaba a los animales. Me sería lícito poner junto a los cuentos  de sirenas, aquellos de una sutileza endiablada o aquellos otros que se mascullan como un enigma y solo se dicen cuando desdicen; o sin ir más lejos aquellos que hubieran sido  escritos con pincel finísimo de pelo de camello.


Abundan entonces los cuentos fantásticos, por la facilidad de tránsito con el mundo de las sombras cuando el yo se desdibuja. Así en ‘Lápida’ tan solo permanece del muerto el labio que escupe su nombre según se pasa, un nombre en una piedra. Nadie está muerto si no se le olvida. ‘Fabián Cale’, “estás en la voz que queda”, ya nunca morirás.

 

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En ‘Cien palabras’ asistimos al milagro, al abracadabra en el que consiste la construcción de un microrrelato. El caminante a petición de una voz milagrosa masculla su niñez  con una transparencia que nunca hubiera imaginado. El milagro es la infancia revivida en el relato y la narración que luego continúa. 


‘Me gusta hacer como que vivo’, con solo diez palabras, es uno de los cuentos más breves: “En el camino somos muchos los que jugamos a esto”, es todo lo que dice. Volviendo a la figura, jugamos  a ser peregrinos, romeros de esclavina, bordón, vieira y sombrero de ala ancha. La extrañeza de la vida cotidiana a la que conduce el camino, permite ver desde este ‘como si’,  aquel ‘como si’ cotidiano. Nos enseña nuestra vida como una posibilidad entre las otras, con sus imposturas y debilidades, con sus cabezonerías. Nos multiplica las perspectivas propias. La vida la llevo delante de mí en el camino, como el peregrino que me precede y que cuido que no se escape; solo que el peregrino que va delante es mi espalda y su cara la llevo por detrás: De esto se nos informa en ‘No fue solo una impresión’.


En ocasiones la identidad colectiva toma la forma de un peregrino arquetipo, platonizante; que haría participe de ese ser a cada quien que ande el camino a Compostela; pero ‘Ellos no lo saben’.
Que alguien se dé un tiempo, lo que dure el camino para mirarse, llega a ser contagioso, en ‘Un día volvió a la ciudad un hombre’, que vino a mirar su barrio de infancia, para salvarse en sus raíces, provoca que los vecinos de León se hagan contemplativos, como para no hacer nada más. Prohibiendo entonces las autoridades, como suele ocurrir, toda mínima ejercitación de la autocrítica.


Continuando con el ser y el no ser, o el ser otro, en ‘Rol’ nos topamos  con un personaje que quiere adoptar una personalidad distinta a cada paso del camino, diríamos que aquel peregrino ideal que se enseñorea de todos los caminantes quisiera ser aquel que no es, quisiera ser él mismo.


‘Hombres de los bares’ es un trasunto del libro que nos ocupa, del peregrino y el peregrinaje, del que transita por la vida. “Van por la calle al atardecer, ríen y hablan y esos grupos son eternos. Lo son porque si alguno de sus miembros muere, pronto viene otro nuevo que, sin saberlo, cubre la baja y todos continúan bebiendo”.
En ‘Iba vestido de mago’, el peregrino, llega a una ciudad en donde los ciudadanos eligen su destino, determinan su rol, gustan del disfraz, es decir eligen un destino que saben que no es el suyo, determinan un rol que no les corresponde y van vestidos de otro, de otra, de lo que fuera totalmente otro. Temporalmente mudan de costumbre, no como suele hacer el peregrino, y así para toda una vida.

 

Además de los cuentos fantásticos encontramos cuentos de sirenas, una ‘Serrana’ enamorada que cuando no es correspondida, “regresa a su casa tan lenta como triste, tan grande como buena”. 


Cuentos de pícaros, de falsarios y penitentes. Cuentos también donde la excepcionalidad es lo cotidiano, lo que permite a Hemingway viajar por un instante, como en la escoba de una bruja, desde Pamplona a su casa de Idaho. Muchos cuentos de amor y de enamorados, amores que el azar propuso y que el azar desmintió, amores que por cobardía o delicadeza no se encendieron, pero nos abrasaron toda la vida. “Desde entonces vivo siempre en ese irse de Coro; como si al despedirse me construyera, dice el personaje de ‘Defensa central’. Cuentos donde el azar aparece o es convocado o en los cuales la superstición se asienta en un sucederse tan complejo como imposible de satisfacer. En ‘Una bandada de pájaros’, a Javier le gustaba ver el diluirse de los pájaros según se alejaban. Más difícil consideraba era verlos venir desde tan lejos. “Tendría que coincidir que su mirada estuviera en el mismo lugar del cielo donde apareciese un puntito blanco que, rápidamente, se volvería negro, y que luego se iría desplegando en muchos más puntos… Eran demasiadas casualidades. Pero Javier creía que si esto sucedía, entonces estaría en una fecha especial de su vida…”


En fin: El camino es la pregunta
Camino de viento
Camino de desempolvamiento
Camino de aliento
Camino de desaliento
Camino de cuento
Camino de ungüento
Camino macilento
Camino soñoliento
Camino turbulento 
Lo que al camino da
Camino del conocimiento
Camino del anonadamiento
Camino del descorazonamiento
Lo que el camino mira
Camino de pensamiento.
Camino de sentimiento.
El camino de andar que se deshace.

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