Apolonio: camiseta y sangre rojas
Prefiero no especular con los años, porque la memoria es traidora, pero pongamos que fue hace unas cuatro décadas. De aquella, el fútbol se asomaba semanalmente a las pantallas de televisión y, también, una vez a la semana a los campos de fútbol. Hubo un domingo en que La Eragudina fue punto y aparte de aquellos paseos en los que se quedaba a la izquierda cuando buscábamos el fútbol allá por Manjarín, en cualquier loma en la que un árbol y una cuerda de tender la ropa, servían...
Aquel domingo, de una de aquellas temporada en las que el Atlético Astorga vestía camiseta roja, Toño jugaba de lateral diestro y el hijo del portero del campo también entraba en los planes defensivos del equipo, el 9, el delantero centro maragato de nombre Apolonio, estrelló su rostro contra las grandes calvas del área de peligro en una jugada en la que trataba de alcanzar el balón. Y brotó la sangre de su cara, para impactar emocionalmente en aquel joven espectador que siguió acudiendo, los años posteriores, amparando la gratuidad de su entrada, no en el DNI (que sí debía pasar por taquilla), sino en la pequeña estatura y la cara aniñada.
La sangre de Apolonio ya no tiñó la camiseta azul cielo con la que los astorganos jugaron otras temporadas más. Años en los que la cantera no estaba en los juveniles o los cadetes. No. Estaba un kilómetro más al norte del estadio de fútbol maragato. Estaba en el cuartel. Cuántos militares aprovecharon su pase por el RALCA de Astorga para vestirse aquella camiseta, primero azul aunque también de otros colores, dar su fútbol al club y, a la vez, utilizar algunas ventajas entonces vedadas a sus compañeros de 'mili'. De dónde salió si no, aquel 9, delantero, apodado Canario, con una clase infinitamente superior a su capacidad de trabajo que no era poca. De dónde salió si no, aquel mando militar, aún viviendo con su familia en Astorga, de nombre Tomás Rebaque, que atesoraba una clase y una elegancia que le permitía no correr como cobarde y mostrar a la gente, una serie de controles y de orientaciones de balón dignos de una diestra que parecía un guante.
Aquel azul de la camiseta se convirtió en verde de la misma forma que Felipín llegó desde La Eragudina (tan cercana a su Manjarín), a la internacionalidad con España. Y empezaron a llegar jugadores que luego han marcado época, también en el banquillo. Jugadores de atrás, de esos que ven todo el campo porque tienen capacidad e inteligencia para jugar desde el lugar en el que se ve todo el campo. Candi, a quien luego el destino le llevó a descender desde el banquillo por decir que sí a entrenar el club de sus amores sin garantías y sin plantilla. Miguel Ángel Tomé, que si hubiera nacido en Astorga seguiría sin ser profeta (inmerecidamente) de ese club maragato que ahora toca cielo y hace historia. Con él jugando, solidez. Con él en el banquillo, jugadores de buen nivel como Julio, Luismi, Prieto, Martino, Magadán, José Antonio o Mingui. ¿Seguirá teniendo el fino lateral zurdo maragato, la agenda mental en la que apuntaba las 'facturas' que le debían en el campo de juego?
Tantos de la 'casa' como los Mendaña, José Antonio, que incluso emigraron a algunos equipos semiprofesionales y que harían imposible, por su extensión, que cogiera este texto.
He leído en esta web al concejal de Deportes, Juan Simón (gloria no vieja del fútbol sala maragato), asegurar que el éxito de este Astorga empezó con buenas gestiones hace aproximadamente una década. La fórmula no era nueva, ya la 'inventaron' en el exitoso Ademar de balonmano, su expresidente, Juan Arias (ya fallecido), con algunos de sus compañeros de junta y antes en la cancha de juego como Algorri (ya fallecido), o Suso. Exjugadores maragatos y amigos como Juan Carlos Mendaña, Miguel Ángel Miñambres, Jorge Alija, Tomás Tejedor (el hijo de Tomasín), Nancis y compañía, cogieron el club al que querían o al que pertenecieron, y lo gestionaron como si se hubieran dedicado a eso toda la vida. Y ahora, en las últimas temporadas, la primera mujer presidenta maragata, le ha dado ese toque empresarial a una gestión que en el campo de juego, ha emprendido un camino ascendente.
Desde ese arriba, Polo Fuertes (que dabas calor con tus comentarios y maestría en aquella cabina en la que tanto frío pasábamos para contar luego lo que pasaba en el campo), estoy esperando tu titular por el ascenso del Atlético Astorga. No me vas a defraudar...
Prefiero no especular con los años, porque la memoria es traidora, pero pongamos que fue hace unas cuatro décadas. De aquella, el fútbol se asomaba semanalmente a las pantallas de televisión y, también, una vez a la semana a los campos de fútbol. Hubo un domingo en que La Eragudina fue punto y aparte de aquellos paseos en los que se quedaba a la izquierda cuando buscábamos el fútbol allá por Manjarín, en cualquier loma en la que un árbol y una cuerda de tender la ropa, servían...
Aquel domingo, de una de aquellas temporada en las que el Atlético Astorga vestía camiseta roja, Toño jugaba de lateral diestro y el hijo del portero del campo también entraba en los planes defensivos del equipo, el 9, el delantero centro maragato de nombre Apolonio, estrelló su rostro contra las grandes calvas del área de peligro en una jugada en la que trataba de alcanzar el balón. Y brotó la sangre de su cara, para impactar emocionalmente en aquel joven espectador que siguió acudiendo, los años posteriores, amparando la gratuidad de su entrada, no en el DNI (que sí debía pasar por taquilla), sino en la pequeña estatura y la cara aniñada.
La sangre de Apolonio ya no tiñó la camiseta azul cielo con la que los astorganos jugaron otras temporadas más. Años en los que la cantera no estaba en los juveniles o los cadetes. No. Estaba un kilómetro más al norte del estadio de fútbol maragato. Estaba en el cuartel. Cuántos militares aprovecharon su pase por el RALCA de Astorga para vestirse aquella camiseta, primero azul aunque también de otros colores, dar su fútbol al club y, a la vez, utilizar algunas ventajas entonces vedadas a sus compañeros de 'mili'. De dónde salió si no, aquel 9, delantero, apodado Canario, con una clase infinitamente superior a su capacidad de trabajo que no era poca. De dónde salió si no, aquel mando militar, aún viviendo con su familia en Astorga, de nombre Tomás Rebaque, que atesoraba una clase y una elegancia que le permitía no correr como cobarde y mostrar a la gente, una serie de controles y de orientaciones de balón dignos de una diestra que parecía un guante.
Aquel azul de la camiseta se convirtió en verde de la misma forma que Felipín llegó desde La Eragudina (tan cercana a su Manjarín), a la internacionalidad con España. Y empezaron a llegar jugadores que luego han marcado época, también en el banquillo. Jugadores de atrás, de esos que ven todo el campo porque tienen capacidad e inteligencia para jugar desde el lugar en el que se ve todo el campo. Candi, a quien luego el destino le llevó a descender desde el banquillo por decir que sí a entrenar el club de sus amores sin garantías y sin plantilla. Miguel Ángel Tomé, que si hubiera nacido en Astorga seguiría sin ser profeta (inmerecidamente) de ese club maragato que ahora toca cielo y hace historia. Con él jugando, solidez. Con él en el banquillo, jugadores de buen nivel como Julio, Luismi, Prieto, Martino, Magadán, José Antonio o Mingui. ¿Seguirá teniendo el fino lateral zurdo maragato, la agenda mental en la que apuntaba las 'facturas' que le debían en el campo de juego?
Tantos de la 'casa' como los Mendaña, José Antonio, que incluso emigraron a algunos equipos semiprofesionales y que harían imposible, por su extensión, que cogiera este texto.
He leído en esta web al concejal de Deportes, Juan Simón (gloria no vieja del fútbol sala maragato), asegurar que el éxito de este Astorga empezó con buenas gestiones hace aproximadamente una década. La fórmula no era nueva, ya la 'inventaron' en el exitoso Ademar de balonmano, su expresidente, Juan Arias (ya fallecido), con algunos de sus compañeros de junta y antes en la cancha de juego como Algorri (ya fallecido), o Suso. Exjugadores maragatos y amigos como Juan Carlos Mendaña, Miguel Ángel Miñambres, Jorge Alija, Tomás Tejedor (el hijo de Tomasín), Nancis y compañía, cogieron el club al que querían o al que pertenecieron, y lo gestionaron como si se hubieran dedicado a eso toda la vida. Y ahora, en las últimas temporadas, la primera mujer presidenta maragata, le ha dado ese toque empresarial a una gestión que en el campo de juego, ha emprendido un camino ascendente.
Desde ese arriba, Polo Fuertes (que dabas calor con tus comentarios y maestría en aquella cabina en la que tanto frío pasábamos para contar luego lo que pasaba en el campo), estoy esperando tu titular por el ascenso del Atlético Astorga. No me vas a defraudar...