Las huellas invisibles de Astorga en el poeta Fernando Echevarría
Fernando Echevarría es uno de los grandes poetas vivos portugueses. Hijo de padre portugués y madre española, nació en Cabezón de la Sal (Cantabria) en 1929. Hizo estudios de Humanidades en Portugal. En Astorga, en el seminario Redentorista, entre los años 1949 y finales de 1953, terminó sus estudios de filosofía y de teología. Exiliado en Paris desde 1961, parte hacia Argel a finales de 1963, regresando a Portugal a mediados de 1966 donde actualmente vive y continúa publicando.
Publicó su primer libro ‘Entre dois anjos’ en 1956, con el que inició una larga y laureada carrera que comprende hasta ahora 17 libros. Su obra ha recibido numerosos premios y reconocimientos, entre otros el Gran Premio de Poesía APE; el Eça de Queiroz; el premio Pen Club Portugués de Poesía o el D Dinis. En el 2008 fue galardonado con el Sophia de Mello Breyner Andresen, el más importante dentro del ámbito de poesía portuguesa, por la reunión de su poesía en ‘Obra inacabada’. Ha sido además condecorado con la Orden del infante Don Henrique por el presidente de la República portuguesa.
Publicamos hoy una evocación de aquellos años de estudio de Astorga y un poema de su reciente libro ‘In terra viventium’ en la traducción de José Luis Puerto.
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ASTORGA
Por Fernando Echeverría
Inútil buscar aquí la del turismo. Se trata de la que lleva dentro cada uno y deja huellas invisibles en el aire. La que nos acompaña en ese tiempo vivo de la memoria, ese presente de las cosas pasadas, como dice San Agustín. Ese donde se oye el “silencio sonoro” de las campanas que derraman el domingo de retiro, desde la barbacana redentorista y sigue oleando por la vega hacia el Tuerto inmóvil del espíritu…
Pero también la Astorga de las clases de filosofía, que nos devuelven el maestro inolvidable, Padre Julio de la Torre.
Y el jueves aquel en que nos encontramos con el otro de sí mismo, un otro, no sujeto, sino que se había exiliado para una lejanía casi inespacial y ajena al tiempo.
Y la de un sol pre-primaveral de febrero en que fuimos a enterrar — ¿a enterrar? — a Treviño, cantando el gregoriano: “In paradisum deducant te Angeli, in tuo adventu suscipiant te Martyres, et perducant te in civitatem sanctam Jerusalem”. Y “Regem cui omnia vivunt”. ¿A enterrar?
Y la del día en que vi por última vez al entrañable amigo Pedro Ibarra Aristu. Lo exiliaron a México cuando se preparaba para estudiar sagrada escritura en Roma.
Sin olvidar la de la catedral y su retablo, el palacio Episcopal de Gaudí, un Leopoldo Panero 'planchado de alegría'. Y el primer Unamuno, el de las 'nivolas'.
Esa es mi Astorga viva. Viva de todo y cuantos hicieron de mí lo que soy.
![[Img #10555]](upload/img/periodico/img_10555.jpg)
IN MEMORIAM
A Pedro Ibarra Aristu
Profundamente alienado, sigues
la inmensa novedad de visión.
En el rostro incorruptible se recrudece
el ver sin fin. Y, más, el resplandor
que, a cada paso, te recoge el ver.
Su firme poderío e imposición
se encargan de tu estar y sufrir
en lo ya visto un ver mucho mayor.
Y esa pura atención no te consiente
el recuerdo de ti, ni de nosotros.
Que la memoria es solo nuestra. Es un presente
de cuanto, acariciado, se nos fue
y tiene ahora la fundación celeste
que, como en nosotros, se presintió entonces.
Y entonces estabas tú. Tu justicia
era una decisión fría de espada.
Rasgaba luz imperiosa. Tenía
la verdad evidente de la palabra
imponiéndose respecto a cuantos la temían.
Porque la iracundia trabajaba clara,
aunque la caridad la moderase activa,
sin retirar su vigor de llama.
Hoy, sin tiempo, ni temor, el a la vista
se ha encargado de ti. Y del recuerdo.
Hay solo altura y faz sucesiva
sublevando la primitiva gracia,
tratando de retenerte junto a la vida.
O en la tierra de los vivos.
La distancia
nada apenas nos dice al respecto. Persiste,
mientras persista la unión viática
y os tenemos aquí, en la proporción debida
al gran sacramento del recuerdo.
Fernando Echevarría, 'In terra viventium', Porto, Ed. Afrontamento, 2011. (pp. 158 – 159)
(traducción de José Luis Puerto)
Publicó su primer libro ‘Entre dois anjos’ en 1956, con el que inició una larga y laureada carrera que comprende hasta ahora 17 libros. Su obra ha recibido numerosos premios y reconocimientos, entre otros el Gran Premio de Poesía APE; el Eça de Queiroz; el premio Pen Club Portugués de Poesía o el D Dinis. En el 2008 fue galardonado con el Sophia de Mello Breyner Andresen, el más importante dentro del ámbito de poesía portuguesa, por la reunión de su poesía en ‘Obra inacabada’. Ha sido además condecorado con la Orden del infante Don Henrique por el presidente de la República portuguesa.
Publicamos hoy una evocación de aquellos años de estudio de Astorga y un poema de su reciente libro ‘In terra viventium’ en la traducción de José Luis Puerto.
ASTORGA
Por Fernando Echeverría
Inútil buscar aquí la del turismo. Se trata de la que lleva dentro cada uno y deja huellas invisibles en el aire. La que nos acompaña en ese tiempo vivo de la memoria, ese presente de las cosas pasadas, como dice San Agustín. Ese donde se oye el “silencio sonoro” de las campanas que derraman el domingo de retiro, desde la barbacana redentorista y sigue oleando por la vega hacia el Tuerto inmóvil del espíritu…
IN MEMORIAM
A Pedro Ibarra Aristu
Profundamente alienado, sigues
la inmensa novedad de visión.
En el rostro incorruptible se recrudece
el ver sin fin. Y, más, el resplandor
que, a cada paso, te recoge el ver.
Su firme poderío e imposición
se encargan de tu estar y sufrir
en lo ya visto un ver mucho mayor.
Y esa pura atención no te consiente
el recuerdo de ti, ni de nosotros.
Que la memoria es solo nuestra. Es un presente
de cuanto, acariciado, se nos fue
y tiene ahora la fundación celeste
que, como en nosotros, se presintió entonces.
Y entonces estabas tú. Tu justicia
era una decisión fría de espada.
Rasgaba luz imperiosa. Tenía
la verdad evidente de la palabra
imponiéndose respecto a cuantos la temían.
Porque la iracundia trabajaba clara,
aunque la caridad la moderase activa,
sin retirar su vigor de llama.
Hoy, sin tiempo, ni temor, el a la vista
se ha encargado de ti. Y del recuerdo.
Hay solo altura y faz sucesiva
sublevando la primitiva gracia,
tratando de retenerte junto a la vida.
O en la tierra de los vivos.
La distancia
nada apenas nos dice al respecto. Persiste,
mientras persista la unión viática
y os tenemos aquí, en la proporción debida
al gran sacramento del recuerdo.
Fernando Echevarría, 'In terra viventium', Porto, Ed. Afrontamento, 2011. (pp. 158 – 159)
(traducción de José Luis Puerto)