La musicalidad italiana de Panero
Con motivo de la presencia de Gabrile Morelli en el Encuentro de Traductores de Castrillo de los Polvazares, publicamos la reseña aparecida en la Revista Astorica sobre 'Poesía dell'intimità', antología en italiano de la obra de Leopoldo Panero, traducida por el filólogo que estará en el pueblo maragato en los próximos días.
Leopoldo Panero: Poesía dell`intimitá. La parola alla ricerca di Dio. 1929-1962, traducción de Gabriele Morelli, Milán, Medusa, 2013
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Por Carlos Loreiro López (Universitat de Valencia)
Paul Valéry dijo que traducir es producir con medios diferentes efectos análogos. Aforística era también la frase de José Saramago donde expresaba que los escritores hacen la literatura nacional y los traductores hacen la literatura universal. Sin poder entrar en materia de traducción y sus distintas teorías, creo que un traductor es (o debería ser), además, un lector capaz de interpretar los conceptos y las ideas objetivadas formalmente en la obra que se dispone a traducir y también un transductor, capaz de transmitir y transformar ideas y conceptos literarios, es decir, alguien que interprete para los demás, para los lectores. La realidad descrita en una obra literaria es explicada por la palabra a través de un código, el lingüístico; luego es fácil adivinar lo importante que es que la palabra pueda describir con la máxima exactitud una realidad que ella misma ha codificado bajo los parámetros de un sistema lingüístico y cultural determinado. La cosa se complica cuando se trata de trasladar a un sistema lingüístico concreto una realidad cuyo origen posee una lengua de partida distinta. La dedicación al estudio de las palabras para conocer la realidad es fundamental.
Gracias al trabajo del catedrático de la Universidad de Bérgamo Gabriele Morelli, el lector italiano podrá casi por vez primera acercarse a la obra de Leopoldo Panero (1909-1962), una de las voces más importantes de la poesía española contemporánea y, en opinión de muchos (entre ellos nada menos que Dámaso Alonso y Jorge Guillén) el mejor poeta español de posguerra. Pero también se trata de un poeta injustamente olvidado, una cuenta que esta antología, compuesta por la traducción de 120 poemas, pretende saldar en su contribución a la difusión y reivindicación de la obra del astorgano. Si en Italia ya pudo conocerse algo del trabajo poético de Panero gracias a la publicación de la antología Poesía spagnola del Novecento publicada en 1952 por Oreste Macrí, hoy el lector en lengua italiana podrá descubrir, en una edición depurada y traducida con precisión y estilo envidiables, el transcurso poético de Leopoldo Panero.
La selección abarca desde los primeros poemas publicados durante los años 30, de influencia vanguardista, hasta los últimos, algunos inéditos, escritos entre 1950 y 1962, donde encontramos al Panero reflexivo e íntimo que se venía gestando años atrás, pasando por una muestra de sus obras más destacadas como son la íntegra aunque inacabada La estancia vacia, una suerte de autobiografía lírica publicada en la revista Escorial en 1944, Versos del Guadarrama (1945) o Escrito a cada instante (1949).
La de Panero es una escritura transparente, que prescinde de lo innecesario y que carece, como apuntó Carlos Bousoño, de acrobacias formales y conceptuales, así como de asonancias musicales. Sus estrofas se llenan de silencios, de sugerencias, de dulces resonancias, a veces de naturaleza simbólica. Con ese tono íntimo que le caracteriza, su poesía se tensa en contrastes que la dinamizan: desde la musicalidad de un verso modulada entre lo clásico y lo moderno, entre el endecasílabo libre, la seguidilla o el alejandrino, hasta la oscilación de lo trascendente y lo cotidiano, la soledad más angustiosa y la compañía de Dios y la amada, la transmutación de lo camal en lo espiritual, (poemas como «Ti amo» o «Cántico» lo reflejan: «Grazie ti rendo, mió Signore, per l’amore che colma / la mia solitudine di uccelli come una mia selva»), del dolor de una época angustiosa a la fe, vertida en gran parte en Dios como refugio necesario (lo vemos por ejemplo en La estancia vacía [La stanza vuota]: «Non potrai disfare il mió amore in ombra. / Non potrai separarmi da Te stesso. / Non sono solo, Signore»).
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Su lírica posee ese sentido de eternidad más allá de la inmediatez y los límites del yo, creando para su expresión más genuina un tiempo interior personalísimo, como sucede de nuevo en La estancia vacia donde confluyen pasado, presente y futuro («E dolce ricordare, é puré dolce / ricordare i morti [...] Anche / voi, la vostra bellezza mi accompagna. / anche a voi il bimbo prende per mano / giocando eternamente fra le messi.»). Por eso, el estado de pureza fruto de la regeneración de las cosas, símbolo de infinitud y esperanza, con el contrapunto de la nostalgia por los paraísos perdidos, viene dado, tal y como explica Morelli, por temas recurrentes en su poesía como el retomo a la madre telúrica, el paisaje austero del Guadarrama, el amor por la esposa y por Dios o la casa familiar en Astorga.
Esa forma rítmica de impresividad y expresividad en el verso no puede desligarse de aquello que representa sino que lo potencia en imágenes provenientes de diversos registros y motivos, en su afán de superar la rigidez formal de la poesía de su época, buscando el equilibrio exacto entre experiencia y lirismo, cotidianidad y esencia. Señala Gabriele Morelli algo fundamental y es esa definición de la poesía de Panero como la expresión rítmica de aquello que se ha vivido profundamente, obtenida mediante la inmersión completa dentro de uno mismo con el fin de extraer la esencia, el sentido del misterio que envuelve nuestra vida. El producto de ello es una serie de imágenes muchas veces espirituales (por humanas), y si bien, como dijo el propio poeta análogamente a San Juan, el lenguaje es incapaz o insuficiente para comprender a Dios, lo cierto es que Leopoldo Panero no se conforma con acercársele como quien reza una oración, usando los códigos estipulados propios del lenguaje de los Evangelios, sino que su postura es más la de los místicos, que crean sus símbolos y valores personalísimos en la formación de nuevos significados para dar relieve al acto comunicativo verdadero, dado en un movimiento interior, con la intimidad lírica y emotiva de lo sentido por uno mismo desde las propias circunstancias: la búsqueda de Dios a través de la palabra es también una búsqueda de la expresión poética («Ma dove e fin quando ancora / la mano sostegno dei nostri giomi/ tornera, come fa il lago sulle sponde, / a uniré leggere le mié parole, / a chiudere il mió sogno nel suo canto?» 'La stanza vuotá').
¿Y cómo traducir algo que parece tan frágil sin el peligro de deformarlo o erosionarlo? El profesor Morelli, que acertadamente ha tenido muy presente la musicalidad de la poesía de Leopoldo Panero, es consciente de la dificultad que entraña una traducción que respete a su vez el valor filológico del texto y su medida interiorizada donde, como dice, la imagen sonora es a su vez imagen sentimental. Traducir sentimientos no es fácil, por ello hemos remarcado antes la necesidad de que el traductor sea además un [buen] lector y transductor. Conocer la realidad contenida en una obra de estas dimensiones es un reto, pero una vez se ha cumplido con éxito, encontrar la palabra justa, el ritmo indicado o la imagen certera se vuelve una tarea apasionante.
Gabriele Morelli no solo demuestra gran habilidad como traductor (basta con ver cómo ha salvado cualquier interferencia o reproducción literal, desviaciones semánticas, etc. desde la lengua de partida, respetando el léxico cotidiano y simbólico del poeta y creando un equilibrio entre la estructura rítmica y los distintos registros lingüísticos y de contenido del original) sino que además revela un profundo conocimiento por la obra del poeta astorgano, y lo que es más importante para el público italohablante, nos brinda una obra de calidad, fiel a la representación de ideas e imágenes, conservando la esencia y validez poética que la obra de Leopoldo Panero tiene y exige.
Leopoldo Panero: Poesía dell`intimitá. La parola alla ricerca di Dio. 1929-1962, traducción de Gabriele Morelli, Milán, Medusa, 2013
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Por Carlos Loreiro López (Universitat de Valencia)
Paul Valéry dijo que traducir es producir con medios diferentes efectos análogos. Aforística era también la frase de José Saramago donde expresaba que los escritores hacen la literatura nacional y los traductores hacen la literatura universal. Sin poder entrar en materia de traducción y sus distintas teorías, creo que un traductor es (o debería ser), además, un lector capaz de interpretar los conceptos y las ideas objetivadas formalmente en la obra que se dispone a traducir y también un transductor, capaz de transmitir y transformar ideas y conceptos literarios, es decir, alguien que interprete para los demás, para los lectores. La realidad descrita en una obra literaria es explicada por la palabra a través de un código, el lingüístico; luego es fácil adivinar lo importante que es que la palabra pueda describir con la máxima exactitud una realidad que ella misma ha codificado bajo los parámetros de un sistema lingüístico y cultural determinado. La cosa se complica cuando se trata de trasladar a un sistema lingüístico concreto una realidad cuyo origen posee una lengua de partida distinta. La dedicación al estudio de las palabras para conocer la realidad es fundamental.
Gracias al trabajo del catedrático de la Universidad de Bérgamo Gabriele Morelli, el lector italiano podrá casi por vez primera acercarse a la obra de Leopoldo Panero (1909-1962), una de las voces más importantes de la poesía española contemporánea y, en opinión de muchos (entre ellos nada menos que Dámaso Alonso y Jorge Guillén) el mejor poeta español de posguerra. Pero también se trata de un poeta injustamente olvidado, una cuenta que esta antología, compuesta por la traducción de 120 poemas, pretende saldar en su contribución a la difusión y reivindicación de la obra del astorgano. Si en Italia ya pudo conocerse algo del trabajo poético de Panero gracias a la publicación de la antología Poesía spagnola del Novecento publicada en 1952 por Oreste Macrí, hoy el lector en lengua italiana podrá descubrir, en una edición depurada y traducida con precisión y estilo envidiables, el transcurso poético de Leopoldo Panero.
La selección abarca desde los primeros poemas publicados durante los años 30, de influencia vanguardista, hasta los últimos, algunos inéditos, escritos entre 1950 y 1962, donde encontramos al Panero reflexivo e íntimo que se venía gestando años atrás, pasando por una muestra de sus obras más destacadas como son la íntegra aunque inacabada La estancia vacia, una suerte de autobiografía lírica publicada en la revista Escorial en 1944, Versos del Guadarrama (1945) o Escrito a cada instante (1949).
La de Panero es una escritura transparente, que prescinde de lo innecesario y que carece, como apuntó Carlos Bousoño, de acrobacias formales y conceptuales, así como de asonancias musicales. Sus estrofas se llenan de silencios, de sugerencias, de dulces resonancias, a veces de naturaleza simbólica. Con ese tono íntimo que le caracteriza, su poesía se tensa en contrastes que la dinamizan: desde la musicalidad de un verso modulada entre lo clásico y lo moderno, entre el endecasílabo libre, la seguidilla o el alejandrino, hasta la oscilación de lo trascendente y lo cotidiano, la soledad más angustiosa y la compañía de Dios y la amada, la transmutación de lo camal en lo espiritual, (poemas como «Ti amo» o «Cántico» lo reflejan: «Grazie ti rendo, mió Signore, per l’amore che colma / la mia solitudine di uccelli come una mia selva»), del dolor de una época angustiosa a la fe, vertida en gran parte en Dios como refugio necesario (lo vemos por ejemplo en La estancia vacía [La stanza vuota]: «Non potrai disfare il mió amore in ombra. / Non potrai separarmi da Te stesso. / Non sono solo, Signore»).
![[Img #10691]](upload/img/periodico/img_10691.jpg)
Su lírica posee ese sentido de eternidad más allá de la inmediatez y los límites del yo, creando para su expresión más genuina un tiempo interior personalísimo, como sucede de nuevo en La estancia vacia donde confluyen pasado, presente y futuro («E dolce ricordare, é puré dolce / ricordare i morti [...] Anche / voi, la vostra bellezza mi accompagna. / anche a voi il bimbo prende per mano / giocando eternamente fra le messi.»). Por eso, el estado de pureza fruto de la regeneración de las cosas, símbolo de infinitud y esperanza, con el contrapunto de la nostalgia por los paraísos perdidos, viene dado, tal y como explica Morelli, por temas recurrentes en su poesía como el retomo a la madre telúrica, el paisaje austero del Guadarrama, el amor por la esposa y por Dios o la casa familiar en Astorga.
Esa forma rítmica de impresividad y expresividad en el verso no puede desligarse de aquello que representa sino que lo potencia en imágenes provenientes de diversos registros y motivos, en su afán de superar la rigidez formal de la poesía de su época, buscando el equilibrio exacto entre experiencia y lirismo, cotidianidad y esencia. Señala Gabriele Morelli algo fundamental y es esa definición de la poesía de Panero como la expresión rítmica de aquello que se ha vivido profundamente, obtenida mediante la inmersión completa dentro de uno mismo con el fin de extraer la esencia, el sentido del misterio que envuelve nuestra vida. El producto de ello es una serie de imágenes muchas veces espirituales (por humanas), y si bien, como dijo el propio poeta análogamente a San Juan, el lenguaje es incapaz o insuficiente para comprender a Dios, lo cierto es que Leopoldo Panero no se conforma con acercársele como quien reza una oración, usando los códigos estipulados propios del lenguaje de los Evangelios, sino que su postura es más la de los místicos, que crean sus símbolos y valores personalísimos en la formación de nuevos significados para dar relieve al acto comunicativo verdadero, dado en un movimiento interior, con la intimidad lírica y emotiva de lo sentido por uno mismo desde las propias circunstancias: la búsqueda de Dios a través de la palabra es también una búsqueda de la expresión poética («Ma dove e fin quando ancora / la mano sostegno dei nostri giomi/ tornera, come fa il lago sulle sponde, / a uniré leggere le mié parole, / a chiudere il mió sogno nel suo canto?» 'La stanza vuotá').
¿Y cómo traducir algo que parece tan frágil sin el peligro de deformarlo o erosionarlo? El profesor Morelli, que acertadamente ha tenido muy presente la musicalidad de la poesía de Leopoldo Panero, es consciente de la dificultad que entraña una traducción que respete a su vez el valor filológico del texto y su medida interiorizada donde, como dice, la imagen sonora es a su vez imagen sentimental. Traducir sentimientos no es fácil, por ello hemos remarcado antes la necesidad de que el traductor sea además un [buen] lector y transductor. Conocer la realidad contenida en una obra de estas dimensiones es un reto, pero una vez se ha cumplido con éxito, encontrar la palabra justa, el ritmo indicado o la imagen certera se vuelve una tarea apasionante.
Gabriele Morelli no solo demuestra gran habilidad como traductor (basta con ver cómo ha salvado cualquier interferencia o reproducción literal, desviaciones semánticas, etc. desde la lengua de partida, respetando el léxico cotidiano y simbólico del poeta y creando un equilibrio entre la estructura rítmica y los distintos registros lingüísticos y de contenido del original) sino que además revela un profundo conocimiento por la obra del poeta astorgano, y lo que es más importante para el público italohablante, nos brinda una obra de calidad, fiel a la representación de ideas e imágenes, conservando la esencia y validez poética que la obra de Leopoldo Panero tiene y exige.






